jueves, 14 de agosto de 2014

JUAN LINDOLFO GRUNWALDT [12.845]


Juan Lindolfo Grunwaldt 

Narrador, poeta y ensayista uruguayo nacido el 3 de junio de 1988.



Decir esas cosas.

O aproximarse por aquí a la muerte,
sensibilizar los cartílagos, moldear
en la masa una oreja
que oiga la asfixia
sobre la mente: inerte
ya no sabe qué efecto
o alcance tiene el brazo
alzado en cansancio,
forzando al gerundio la lengua,
rozando famélicos flancos,
colgando las arañas
que se tejen a sí mismas
en el pensamiento.

Aquí actúan hasta el polvo
los zapatos de los pasos
que tropiezan al pozo y sobra
el aire hasta que lo toma un pajarraco,
luego se ven los surcos de las rocas,
y se interpretan,
cuando aún no han acabado las hormigas
de comerse a sí mismas
el estómago con sus desvelos.

Si fuera otro el palpito, si fuera otra
la pulpa, otro brillo en el metal de las pupilas,
pero es el invierno en las raíces;
la nieve negra que crece
como pelusa entre el ombligo,
los perros que mastican el asfalto,
los hombres que almuerzan con palomas.
Son las adicciones de los párpados,
los pinchazos de las agujas directo sobre iris,
acumulando el mundo como mugre o lagañas
barridas por un dedo,
como una fotografía borrosa del pasado.

A veces las esquinas son el recorte de otra sombra,
el humo estampado en la baldosa como un paso
impreso como cáncer. Hay faroles que no encienden,
ni aunque uno aplauda.




La estación de los relojes cuerdos II

He sufrido por contemplar la alquimia preciosa del hombre,
en retrospectiva,  ante los mismos escalones del puente
con una caña de avellano en mano, y cerezas,
aguardando su temporada de peces.

Fueron varios los tapices que tejieron las Moiras,
pero la soledad era añorar una cosa solamente,
porque apenas vi forma,
entré y era otro el panorama,
dominaban otros territorios
a las fieras mentales.
Si uno supiera más
no lo sabe: se disputa
entre la idea y lo idealizable
la memoria como cosa forastera;
cada perfume es un pedazo de flauta,
rastros de música que el bosque mastica.

Se trazaron los nervios como cables

de un rastro que dista del presente,

se interrogaron a las aves mensajeras,

se siguen las noticias como a los cartones de la leche.

Cuando no salimos a la calle por el perfume de la niebla
ni por el peso de la garúa sobre las luces de las lámparas,
le dimos la cara al final del tablero,
igual que cuando al mundo lo sostenían las tortugas.
No se inquietó nadie ante la ausencia,
las plazas sitiadas por palomas mudas,
hojas arremolinadas en la mordaza de sus propias lenguas.

La ropa tendida como siempre,
muerta sobre la cuerda,
En la maceta crece el rumor de las raíces que crujían.

Observando el tiempo en un televisor de asfalto
el cielo compacto, tenues garúas finas como las abejas,
el domingo soleado fuimos a un parque acompañados por dos gatos
y todas sus pulgas. Nos besamos las memorias,
por la tarde noche goteó penumbras
y calmó el azote del viento envenenado.

Palabras como frutas rancias y bocinas
se enquistaron en alarmas. Bajo el plátano
sostengo la nariz de una escultura en una sombra
dividida de mi rostro por espacio:

es una sombra que puede ser cualquier figura.




una mañana con Jeremy Prynne

(google tradujo un poema)

06:00 am

Freno; de la mañana al rojo, tenue

la evasión de ese símbolo puede, de

iluminar, ser

desviado:

despertar cuesta a los ojos
la oportunidad, por casualidad abiertos en
cantidad/ color/ forma
de la idea, que en la base de  la misma,
no vuelvan a sucederse montaña tras

montaña el recuerdo, prisma
de las fases oscuras del sueño, diezma-

da luz/ refleja
en marca un sendero de confianza
al orgullo de los sentidos en
obra, dije estar preocupado
sobre el futuro, pero había pasado
en la roca y la edad pasajera.

Yo soy la cabeza genética
Que anticipa a los pies marcando
sin comprender las huellas
contra
el enfriamiento
mi impotencia ha
renunciado, o he actuado
francamente.
Algunas lagunas al despertar, se agitan
las persianas detrás del ojo
de toda desambiguación, y hay casi
gente en mi saco de años, los próximos
en el interior carecen de otra especie
de información, por el frío coagula

la laguna, su secreto.
las huellas
elogiaron un paisaje para fundir
parcialmente con la precisión de presencia, por
un tiempo, había nieve por escrito
en el ingenio de un ojo que nada
a un espejo, a continuación

bosteza en perspectiva imaginable,
a través de la puerta, hace sol y no
he visto lo suficiente, la atención
da un paseo, fuera
derretida por un hecho:

que yo hubiera soñado pasando toda demostración:

no aún,
la finalización del acto , si tradición
como significado fuera
complejo por el sentido
estimado a ser visto por /el/yo/
la fuente de  la acción matutina
solo intenta sin suerte,
prolongar el deshielo,
acortar la muerte.

Lo que dice
precede a mí con la colisión intuitiva de la mente
mientras   leo los libros hasta su límite elástico.





colgado, pendulando

(de un) vaivén violáceo en el fondo de la nube,

parece, se anuncia la particularidad de la gota
desde la composición de una molécula
hasta el brillo fulgurante y último
vapor; un trecho de nieve hirviendo,
manzanas a los vientos pendientes
de un hilo tan fino como un cuello,
y un aroma a soldadura fundiendo el aire.

Y alguien ve lejos, reconoce autoridad sobre el cuerpo
privado    de toda arquitectura ¿qué

se piensa al final?
Quién se encarga de la ciencia detrás
hay globos que se inflan dentro y lejos
del cuerpo que nadie explica,
poros dilatados como pechos,
sangres espesas como vegetales,
pelos erizados como lanzas,
palabras que nacen detrás de las uñas
y son la mugre de la experiencia acumulada.

Hasta que la memoria se dilate
y sea suspendida, con el resto
sobra un espacio en el aire,
la ocupación es la vocación inevitable
que completa las ausencias en los mapas:
donde se posa el dedo nace una isla
donde la mente viaja.

el espacio está ocupado por tal distancia:
entre la curiosidad y el hecho la extensión
de nuestras ansias.






Ex-tenso, ex-tendido

Entre cortinas en penumbras afelpadas,
el pan en pedazos y el vino en gajos
escalonado en la garganta,
la copa rota sobre el damero
y el fluido agrio y lejano
de un ronquido salado sobre una roca,
alza el ojo de una mano,
palpa las precipitaciones
en las articulaciones de los huesos;

solos somos más inestables sobre la balanza,
pesa la conciencia sobre la conciencia
que revoca el ansia,
terca como un tornillo sin cabeza
que hace juego en la bisagra.

Fuera se relamen los perfumes,
aletea una cebolla, se exprimen
los deshabitados con el torniquete del harapo,
bajo los puentes, en el pretil de un banco
los hechizos arden bajo el caldo,
al fuego lo aviva las noticias en los diarios,
arden los políticos estampados
a sus cargos fotográficos / / el humo negro
de la indiferencia, la cortina
en tiras desdentadas por el frío
y no importa siempre y cuando
haya en nosotros las fronteras/
con los monstruos olvidados,
construcciones que se incrustan a la conciencia,
esqueletos abandonados bajo una pálida luna
reflejada en un jarrón de oscuras flores.

Pesamos ballenas, calamares gigantes
en los huesos,  medusas en cada célula
del cuerpo. Las materias de los sueños
nadan en los amplios océanos, donde cada pensamiento
es una isla inhabitada, un punto en una carta
que nadie interpreta, ni quien por naufragio
hunde en ella sus cenizas.







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