martes, 26 de mayo de 2015

HUMBERTO JARRÍN [16.117]


Humberto Jarrín

Humberto Jarrín nació en Cali, Colombia, en 1957. Ha realizado estudios en Física, Ingeniería y Filosofía y letras. Su obra literaria ha sido reconocida en diferentes certámenes a nivel nacional en dos géneros especialmente, poesía y cuento. Ha escrito los libros de poesía Herramienta de trabajo (1982), Líneas de Alfanje (1988), Oniria o el continente de los sueños (1991), De otras vidas/Humano (1994), La Piedra Iluminada (1995) y Elementos (1996); de cuentos Historias para estrenar (2000), Todo el mundo tiene su fábula (2002), Péndulo de sangre (2004) y Non Plus Ultra (2004). La obra de Humberto Jarrín ha sido seleccionada para componer antologías de cuento y poesía vallecaucanas y colombianas. Entre muchos otros reconocimientos, su libro Todo el mundo tiene su fábula obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Respresentó a Colombia en el VI Congreso Internacional de Minificción, recientemente celebrado en Bogotá.




Delante de tus ojos suceden otras cosas
además del llanto
y el temporal lluvioso de los días
como espejos metidos en espejos
un largo túnel de lo mismo repetido
     —piensa en las veces que se dice
     te amo
     dentro de la palabra amor—
suceden ráfagas de voces anónimas
ruido y canto y supervivencia
tiempo y súplica y presencia
collares de colores en las aceras 
un camaleón para ser visto
y no sólo el basilisco
que nos mata si nos mira
     —piensa en las veces que se dice
     olvido
     dentro de la palabra adiós—
la marea del mundo
pasa delante tuyo
y tú la ves crecer desde tus ojos
que en nada se quedan fijos
imágenes de espumas correntosas
noticias en el viento vespertino
y las estrellas apenas percibidas en la noche
en ciertas noches
porque están seguras de la luz sólo en las sombras...
Tú ves que las cosas pasan como imantadas
pero ellas
ellas no alcanzan a celebrar
el que las hayas destinado a tu luz
quizá alguna merezca su nombre en tu boca
tal vez otra se sobrecoja merecida
porque algo de su materialidad efímera
habitó el instante de tus manos
     —piensa en la veces que se dice
     tiempo
     dentro de la palabra eternidad—
pero algo
     algo más pasa
     paso yo
     yo ya como si fantasma
yo cargado de almanaques
de asuntos que vi crecer y alejarse
sin que tú los adivinaras
o les dieras un adiós siquiera
para merecer la muerte...
paso yo pidiéndote un instante
una breve eternidad para que en mí te fijes
     —piensa en las veces que se dice
     sombra
     dentro de la palabra ciego—
paso yo desde el lado oscuro
a señalarte ciertas lámparas que se pierden
a mostrarte el espejismo de un hombre
extraviado o moribundo.





Pedrada en ojo tuerto

Piensa en la conveniencia
de parecernos a una piedra
     (¿una nueva filosofía?)

Sólida cuando es preciso,
preciosa según los rayos que la besen,
filosa cuando haga falta,
rauda e incólume a lo que choca
—eso sin contar la virtud que tiene
de desaparecer la mano
en el momento justo
del lugar del impacto—,
contundente,
aguda,
muda,
fija
si la vista se lo exige,
permeable a las temperaturas
y pesada...
     por si fuera necesario hundirse.





ESTUDIO DEL CORAZÓN

Ay,
se burla el corazón
siempre que intentamos descifrarle:

tejedor de laberintos,
inventor de presagios,
forjador de jeroglíficos,
compositor de algarabías,
promotor y ejecutor
de temores y de espantos,

poesía pulsatoria
que no autoriza explicación
 —sólo goza o pena—,
péndulo de sangre,
vaivén ebrio de señales:
oráculo oculto que predice todo
pero nada promete con certeza.





VI

Entra a mis brazos,
cabes
como el agua en la forma,
a mi boca entra,
cabes
como al viento el aroma,
a mi pecho entra,
hecha aire, suspiro, palabra, toda,
no más alas
que se agiten fuera,
a mi vientre entra,
sos claridad, semilla ardida
que del fuego brota.



Argumento contrario

Si los ojos y los espejos
alimentándose de una misma claridad
acusan en sus adentros
un haz de rayos invertidos
detrás de ellos
no puede haber más que oscuridad.




Sueño confundido

Había sembrado mis ojos
en el sueño
pero los confundió la muerte
entre sus semillas
—germinó silenciosa, oscura—
ahora despierto como muerto
y llevo mi sueño
hecho pesadilla.





Lo que ven los ojos del que va a morir.

Mirándonos a nosotros mismos
en el espejo del río
nos observamos
con anterioridad y sorprendidos
desde nuestros profundos
y húmedos
ojos ahogados.





Hermanas

Una gota es hermana de otra gota,
hermana mayor el agua;
en medio de la corriente
alguien más las acompaña:
—fluida, callada, leve—
la hermana muerte.





Destinatario perdido

Va el muerto solo por las calles,
cómo informarle sin que se intimide
cómo decirle sin que se espante
que las paredes ya no son paredes
que los frentes de las casas no son lo que parecen,
y que los aleros no prometen ya ningún alivio
a quien expira sin aliento,
que bajo la luz de los faroles
la sombra que siempre tuvo
ya no tiene quién la arrastre
y que si cruza una ventana
no se podrá ver en sus cristales,
cómo decirle que a las puertas
les han cambiado de dirección
que no hay placas ni números
donde puedan arrimarse los correos,
que lleva en los bolsillos monedas falsas
y una cédula ya sin trámites,
que si nadie lo saluda
deje de suponer una componenda
o que todo mundo se volvió contra él,
que la simple verdad que busca
golpeándose como mosca entre los vidrios
chocándose contra un poste porque sí,
topándose contra cosas
que nunca antes estuvieron allí,
ha sido suspendida, dada de baja,
que no espere que alguien le confirme
su tragedia personal
que ante los demás es un suceso baladí
que no vale la pena,
como tampoco vale la pena
que ande como un alma en pena
por un sitio y un lugar
donde ya no hay nada por hacer
y del que tiene que partir.





Que dos silencios hacen una voz.

Mis ojos oyen el grito
de tus ojos ausentes,
incendia la lámpara de mi voz
con tus llamados,
hasta los huesos están llenos de luz,
y sin embargo a su pesar
es oscuro
el proceder de los labios,
que no atinan a entrar en conjunción.
Dónde estás amigo que no te hallo,
hasta hace poco eras latido,
golpe de arma, golpe de rama,
árbol universal florido,
raíz y fruto unido a todos,
ahora disueltos y mudos sin tu voz.
Dame, dame quejas
desde esas dos habitaciones de la luna
en que seguro estás,
dame rayos a recibir,
dame ayes del ayer trunco,
tírame aguas de sal abiertas,
destellos con sabor a sangre,
señales de luz inversa por donde te pueda seguir,
están mis espejos vacíos,
secos,
y con los párpados abiertos a recibirlos,
tiéndeme un puente húmedo,
puro
en que también pueda rodar
y llegar al sitio del que no puedes salir
y salpicarte con algo de mi sangre aún con luz,
decir relámpagos
donde habría que decir palabras,
dolerme paralelo a tus huesos,
susurrar donde hay ayes
y hacer silencio oscuro
contigo a una sola voz.



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