jueves, 30 de agosto de 2012

7641.- RICARDO GUIAMET





RICARDO GUIAMET
Rosario, ARGENTINA 1959. Escritor y psicoanalista rosarino. Participó del grupo literario Habla La Vaca en los años 80, con el que realizaban espectáculos poéticos. En esa década publicó Algunos poemas, Ciertos Autores y Con Uno Basta de la Editorial La Hoja de Poesía. Sus poemas y cuentos fueron incluídos en selecciones, revistas y diarios del país y el extranjero. En el año 2003 publicó con Lobos, Marquinez y Valverde el libro de poemas ESE AGUA CRUDA, que integra esta misma colección; en el 2004 publicó HERÉTICA DESMESURA junto a Marquinez, Carreras y Fuster. POLINESIA (2007, cuentos) obtuvo el Primer Premio en el Concurso del Concejo Municipal de Rosario. SILVIA: TÁLAMOS Y TÚMULOS (2008) y LA MONTAÑA INVISIBLE (2010), Premio de Narrativa Alcides Greca. 

Figura en las antologías PULPA (2006), IDENTIDAD, IDIOMA, IMAGEN (ensayos sobre Cine Vasco, 2005), DIECINUEVE DE FONDO (2008), FIN ZONA URBANA (2010) 



NADA DE ESO

El misterioso reconocimiento
que trae el atardecer;
los recuerdos del mar
en la memoria de Melville;
el llanto insinuado
en la madre del niño muerto;
una cifra que discada
renace viejas voces:
Nada de eso
alterará las nubes.-



ESCORPIO

Serpientes de viento
atisban el camino.
Todavía es de noche.
El Escorpión cuelga
- curvo y quieto-
sobre el Oeste,
sin caer.
(Más tarde reptará detrás
del monte de eucaliptus, 
se ocultará hasta 
el próximo atardecer).
Nada ha cambiado:
el trigal, 
las alambradas, 
el búho,
la trilladora abandonada,
el caserón lejano de la estancia, 
el salto de la liebre;
todo permanece inmóvil.
Sólo se sucede
la luz del día.



PRELUDIO

La sombra de una nube
se esparce sobre mi sombra,
la devora y la confunde;
y ya no queda otra sombra
que la de la nube,
espejo oscurecido de ese agua
que pervierte la gravedad.-



LOS FRUTOS DE LA TIERRA

El tronar de los fuegos de artificio
le recuerda el festejo del
año nuevo chino
en las calles de Almagro.
El lo ha visto por televisión;
y ahora tiene la certeza que
esos mismos taiwaneses
comentarán su vendimia mendocina;
que habrá alguno que rozará
con su mano la pantalla,
señalará soez con el índice
el sudor estampado
en la piel de su hija,
la segunda desde la izquierda
en la carroza de fácil alegoría
(los frutos de la tierra).






SUDESTADA

I

Como un hijo desobediente
el bote cabecea y se rebela
indiferente al trabajo 
de los brazos en los remos. Las olas acá y allá
golpean nuestras puertas,
como monstruos de pesadillas siesteras
tratan de permanecer junto a nosotros,
salpicar de incertidumbre
y angustia
nuestro rumbo.


II

Una media botella,
una esponja,
la pobre pericia
a la hora de enfilar la proa
contra el agua marrón
que ya no es
película cubriendo el fondo de la piragua
sino
consistente lastre que doma la proa,
la dobla e hinca mansa
frente a la próxima ola,
el sucesivo embarque de agua.


III

La otra costa
(Rosario,
los autos de maqueta en
la Avenida Costanera,
los árboles danzando
poseídos por la sudestada)
es ahora un paraíso inmenso
de luces y ruidos,
un refugio inalcanzable,
un nuevo mundo desconocido
y aún sin hollar.



CÓNICO

Las gotas marrones 
del río 
extirpadas por la palada
del remo
se erigen en lluvia efímera:

un espejo ciego y fragmentado que
se reconstruye cuando regresa al
laberinto cónico
del oleaje.-



TÁLAMO

Inclinado sobre el tálamo
de bruma que cubre el canal
inmiscuye su mirada en 
el marrón del agua:

Prevé y profetiza
la irrupción del pez.-



A SU DERECHA

El hombre rema en medio del canal
río arriba:
A su derecha
las islas son el rincón
donde nace la noche, su negrura;
a la izquierda
un relámpago congelado
en el que perdura el día
la ciudad,
su autopista ribereña
que delinea de mercurio
al Paraná.-



LA LUZ (I)

Pero ya no está la luz, 
ni siquiera su respiración 
en la brisa nocturna;
ni hogueras encendidas en la costa.-

La arena de las islas 
es la luna hecha pedazos 
entre espinillos oscuros
(y el bote ha quedado atrás,
ondeando en el riacho,
abandonándolo en su incursión por el monte).-

No piensa en nada, apenas
se recuerda antiguas historias:
los federales pirateando, 
los cargamentos de grapa,
una adolescente que la mafia 
mantuvo raptada en un rancho
de los albardones.-

Enfrente Rosario es
una luz que mancha el cielo.-
un sonido quebranta la noche:
una nutria agita sus últimos esfuerzos
para zafar la trampera, 
regresar al canal.-



LA LUZ (II)

Cruza el indeciso borde
que la luz y el hastío
mantuvieron indeleble en
el anochecer que sucedió a la siesta
(atrás restan las horas en que el límite
paseaba sobre las sombras 
oscilantes
de raquíticos alisos, achatados ceibos).-

Lo sorprende la quietud en la boca de la laguna,
en el lazo del palangre.-
Sentado sobre la tosca deja
que las botas se hundan en el canal.-
El límite, siempre cercano, infranqueable,
ahora se arrastra en la corriente, 
apenas a tres metros de la costa,
allí donde la luz muere.-



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