viernes, 24 de octubre de 2014

ALEJANDRO VÁSQUEZ [13.824]


Alejandro Vásquez

Alejandro Vásquez Armijo (Chile, 1896). Médico de profesión. Publicó un tomo de poesía titulado "Poemas" (1928). Tendría una novela inédita. Fuente: La estrella (Valle de Aconcagua, 1985).

Alejandro Vásquez por R. Meza Fuentes

Recluido en las paredes herméticas de su modestia orgullosa, Alejandro Vázquez ha vivido sordo; a las solicitaciones de la popularidad cascabelera y efímera. Reconcentrado en su silencio ha aprendido a escuchar sus voces interiores, bellas en la multiplicidad armónica del Proteo que todo poeta y hombre sensible lleva en su corazón y su cerebro. Sentimental y cerebral, en sus versos rudos, ásperos y desaliñados, calientes de vida como el aliento robusto de un recién nacido, va dejando algo de la terrible complicación de sus nervios que en cada ritmo, disparejo y dislocado, pone la inquietud tremante de un interrogativo A veces es alucinante y raro. Sus visiones de la casa de orates, sus manos del anfiteatro, alargadas en la amarilla desesperación de la muerte, el temblor de un cuerpo en la noche: de insomnio, el ladrido de un perro trasnochado, afuera; todo eso pasa en la poesía de Vázquez como un desfile de pesadilla Claras serenidades panteístas ante la carne de lirio del recen nacido, deseo de sentir en las rodillas firmes el gajo de rosas de un hijo de mirada azul, ansias de besar en la obscuridad como un buen ladrón las manos amadas: otro aspecto, con diafanidad de cristal; de la poesía de Vázquez. Nunca un poeta podrá analizar serenamente la labor de un compañero, sobre todo si como en el caso mío, existe una simpatía tan vehemente y cordial, por la obra que se juzga Estas ligeras acotaciones exaltadas deben tomarse como una glosa lírica más que como una impresión crítica. Y así, de poeta a poeta, debo decir que Vázquez no es un cantor de multitudes porque no amolda el ritmo de su corazón al fácil sonsonete epidérmico que enlobuece a las galerías del arte. Como artista de verdad hará público para sus poemas y no poemas para el público Yo, que lo conozco, espero mucho de su talento. Su libro actual, cuyo título aún no se define, mostrará un poeta sólido, macizo, hombre. Se puede ser sutil, fino, delicado sin olvidar los atributos del sexo. Así es Alejandro Vázquez por sobre todas las cosas, hombre. Y ahora, como en tiempo de Diógenes, la linterna nos acompaña en nuestra ansia de buscadores. Emilio Oribe, en el Uruguay, en versos juveniles y vibrantes ha llenado sus temas estudiantiles con motivos de hospital. Hay en su poesía mayor refinamiento que en la de Vázquez. No obstante la semejanza de los temas, la personalidad de los poetas es inconfundible. El libro de Alejandro Vásquez será una revelación. Sus lectores actuales son escasos: ha colaborado en “Selva Lírica” y “Juventud”, revistas que por ser de vanguardia, han tenido escasos lectores en este país democrático. Ahora que se siente un resurgimiento total en nuestra vida tendrá -acaso mayor comprensión, sus versos serán más leídos y sentidos; su libro será oportuno Lo que era yermo de zarzamoras empieza a ser campo pródigo de madreselvas y rosales armoniosos. Mucho hay que desangrarse las manos todavía pero algo se ha conseguido limpiar. Alejandro Vázquez tendrá que salir de su hermetismo para dar, a quienes sepan oír, el ritmo nuevo y viril de su poesía.



PATIOS DEL MANICOMIO

Para el Dr. Elias Malbran

(Inédito)

El patio hierve en una patológica y hueca carcajada, 
que en mi exalta el dolor por las testas ilógicas 
y las estrábicas, miradas.

Las manos que se extienden místicamente 
las manos que se agitan combativas y hurañas, 
como si derramaran fatídicas simientes 
o intentaran romper monstruosas telarañas; 
caen sobre mis nervios como hachas 
desflocándolos en doloridas hilachas;

Y el patio es como un gran kaleidoskopio 
con visiones de teratologia, 
infernal sueño de opio ilusorio como una brujería

Son mil lenguas de sol los guijarros, 
redondos del suelo humedecido, 
-sobre los cráneos mondos de los locos, 
las moscas hicieron su nido.-

En mi espalda presiento el áspero contacto 
del esqueleto de dos manos filosas, 
presión que narcotiza mis actos 
y agranda mis pupilas miedosas

Como larvas de extrañas mariposas 
con sus trajes estriados 
y sus caras vultuosas me han cercado

Y todos ululantes 
ante el prestigio de mi delantal 
se retuercen y ruegan y hacen desesperantes muecas 
y reniegan de su mal.

Todos quieren salir y crujen los tobillos, 
y las manos se crispan como escorpiones, 
como goznes rechinan los dientes amarillos 
y los ojos se nublan de alucinaciones,

-Si ellos no tienen nada, 
si por venganza les han tendido esta celada.- 
-Mi cerebro es como una macabra carcajada.-

¡OH, la baba marina de Juan el Millonario 
megalómano hiposo paradoja espectral; 
de sus ojos que pronto serán paz del osario 
sale en verdores lívidos su mirada infernal!

Y su grito estridente de riqueza inaudita, 
de posesión de todo, hiere como alfiler, 
-como un estribillo de lo que grita 
vuela un nombre confuso de mujer.-

Y aquel alucinado rey de los Cisnes Grises 
jibado y feo como un embrión de rana 
que tatuada la testa de hórdidas cicatrices 
sacude acompasado sus cabellos de lana sucia, 
descolorida y villana.

Y Gay el Lombardino el Niño Diocesino 
que se agita cómo aspa de molino e impreca, 
en un lenguaje libertino.

Y el Teosofo sabio en taumaturgias 
que teje y teje sobre un lienzo rudo signos de cábala, 
para su manto de liturgias y silba en monótono agudo.

Brazos en cruz abiertos, cuerpo en ángulo; 
como de catacilmos: este siente que lo llaman los muertos 
y exalta su catatonismo.

El chino Li-fu-chen de cabellos blandos 
de dientes oscuros 
-carcoma de betel- idiota incomparable, 
se lo pasa llorando mientras los otros locos abusan de él. 
(Es una úlcera viva su piel) 
Yo le aborté una vez una tortura 
le estaban arrancando las uñas, largas, largas y verdes
 -coágulos de hiel- yo le aborté una vez esa tortura, 
cada vez que me ve agita su cabeza de pincel.

La tarde se ha ungido de rosa, 
una campana llora nostalgiosa dulcificando el alma estuporosa 
diluyendo las carnes dolorosas.

Casa de Orates 1917. -




AUTOPSIA

Me cuentan que llegó moribunda a la sala, 
y que desde ese día, siempre, 
todas las tardes un hombre joven 
venía hasta su fecho a visitarla: 
contemplaba su rostro pálido y mudo, 
y cuando ya se iba la hermana 
como un ladrón cojía sus manos 
y las besaba,

Hoy está aquí tendida sobre el marmol 
mientras yo aguardos su desnudez de lirio 
surgir desde las ropas elegantes 
como para un horrible sacrificio.

Yo desharé el misterio de su muerte
mutilando sus vísceras, desgarrando sus carnes; 
harmoniosas como un obsesionado de la vida.

Y al fin sabré, oh, impotencia maldita! 
aquello que debimos saber y no supimos 
aquello que ignoraremos por siempre 
y que estrangula nuestro grito

Siempre llegamos tarde, 
y a veces con las manos cargadas de bálsamos preciosos. 
Busquemos el pañuelo clemente para ocultar los ojos! ..

He terminado la autopsia escribo mis tecnicismos, 
mientras preparan al cuerpo para-el infinito olvido.

De mi diagnóstico surge como un doliente epitafio 
el drama enorme del que yo tan solo seré el testigo ignorado!

¿Por qué razón horrible del pecado 
o la angustia maldijo sus entrañas y no quito ser madre? 
¿Por qué voluntad maligna fue asesina 
de su hijo futuro delicioso silicio de su carne?

Y sobre este vestigio de ternuras ardientes 
que un destino más fuerte tronchara inexorable 
entre un inaudito germinar, 
de inquietudes simulaciones y remordimientos tenaces ,

El último paradojal designio; 
por qué? o no comprendo que fuerza misteriosa 
la doblegó al suicidio, que ignoraran por siempre todos, 
todos los suyos, y su amante o su novio; 
menos yo, el extraño que encontró 
en la caverna trágica y novedosa de su cuerpo 
la gota de veneno!

Contemplo su rostro, sus ojos extintos,
sus labios sensuales, 
contemplo su cuerpo moreno extenso nido de caricias, 
urna de la tragedia de los besos, 
cosecha opima de gusanos!

Y no me explico nada 
porque me duelen las ideas 
y tengo la conciencia alucinada!

En el cuarto vecino la aguarda el ataúd 
como si fuera un barco, 
los cortinajes negros, 
y los cirios curvos como hombres cansados

El muchacho enlutado, 
quisiera espiar mis actos desde afuera, 
siento sus pasos lentos en el patio 
y adivino su mirada lastimera

Ha de ignorarlo siempre 
y el recuerdo de esta mujer perfumará su vida 
y pensar que con solo una palabra 
yo la haría de memoria maldita...

Temo salir, presiento los reproches de sus miradas; 
estoi como si hubiera cometido un delito. 
Ah, sí el supiera lo que he sufrido yo! 
Si lo supiera!

Hospital San Borja, Marzo de 1920.



ESTOY ENFERMO

Estoy enfermo. 
Hay un llamado profundo 
de todas mís fuerzas para rebelarme, 
y sin embargo estoi postrado 
y sólo en este cuarto mudo.

Mi traje está en el mismo sitio donde lo dejé ese día, 
como esperando a mi cuerpo para una orgía.

La oscuridad como un sollozo enorme 
llena el cuarto de pena 
y en esta dulce mancha que se agranda, 
me sumerjo como en una cisterna. 
-Me da miedo el silencio 
y lo deseo como si fuera una mujer bonita-

Tengo una confusión de pensamientos 
y estoi desorientado en sensaciones; 
tengo presentimientos horrorosos 
y mis ideas son como canciones.

Me concentro a pensar hondo 
y me pierdo lentamente, sin fuerzas, 
igual que si en un campo me hubiese puesto
frente a la estrellas.




MANOS DEL ANFITEATRO

Manos que sobre el mármol de la mesa 
anónimas y desconcertantes, 
observáis la misma fijeza que los recuerdos lancinantes. 
Manos exangües, manos amarillas, tensas, 
crispadas, manos que estrangulan en las pesadillas; 
fuisteis amadas!

La muerte puso terror en tus cuencas heladas... 
Rígidas manos puestas en cruz, fuisteis amadas!

Horrendo aquelarre predicen 
tus garras agudas y trágicas ... 
I talvez un día sobre las guitarras fuisteis 
manos mágicas¡

Un signo macabro formulan tus dedos 
un signo de brujas... 
i talvez rumiando recuerdos acedos 
pasasteis la vida curvada en la aguja.

Manos que ahora la podre desquicia 
por mostrar tus huesos... 
No sentiste un día la blanca caricia de un beso? 

Escuela de Medicina, Junio de 1917.




Poemas
Autor: Alejandro Vásquez
: [s.n.], 1928

Poemas, versos de Alejandro Vásquez




CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1928-09-16. AUTOR: ALONE

Un estudiante de medicina que tiene sensibilidad y no puede guardarse sus horribles impresiones: tal podría definirse la primera parte, la más típica de las tres que componen este volumen.

Entre sus doce o trece composiciones, una merecería dar título a la obra; se llama “Violetas en la mesa de autopsia” y relata la tragedia vulgar, la muerte de una muchacha de quince años que se perforó la sien por el mismo drama que hace perforarse las sienes a las muchachas de quince años.

El señor Vásquez dice las cosas con claridad y sin aliño:


“Sobre la mesa de autopsia
hay deshechos: un ramo de violetas,
un medallón deslustrado
y una cinta de seda”.



El estudiante, bisturí en mano, se dispone a la operación final con el automatismo de la profesión, pero, dentro del autómata científico, el corazón del hombre tiembla y se siente traspasado por el acero como el cuerpo de la joven muerta. Piensa en “el invisible asesino” que abandonó a la muchacha, reconstituye el idilio de la seducción, esos paseos de las tardes, esas largas conversaciones preparatorias, compases de espera del instinto que acecha. Parece que aún las carnes de la muchacha vibraran sobre la mesa de mármol


“¡Cómo está hundido el anillo de oro
en torno al dedo de la promesa!”


Es terrible estudiar Medicina y tener sensibilidad. Y es dramático estar encargado de la autopsia de una muchacha de quince años que tiene aquella confesión, aquella protesta, esa boca de sollozo mudo abierta en las sienes.

En seguida “Patios del manicomio”, donde bailan las locas su danza macabra:


“Su risa hueva la danza acidula;
baja y asciende, se crispa y ondula
siguiendo la absurda contorsión;
y la grotesca figura simula
una infernal aparición”.



Una pesadilla prolongada, un desfilar de espectros viviente, “manos febriles que arañan el espacio, tensas como garras de reptiles”, un teósofo sabio en taumaturgia “que teje y teje sobre un lienzo rudo / signos de cábalas para su manto de liturgia / y silba en monótono agudo”; todo el cuadro de que apartamos la vista contemplado con fijeza y pintado en versos disparejos, donde, entre muchas notas inútiles o de mal gusto, apuntan rasgos finos, acertados, como el de ese chino a quien los otros locos torturaban, que el estudiante, merced al prestigio de su delantal, salvó un día y que “cada vez que me ve agita su cabeza de pincel”.

En general, la poesía del señor Vásquez se acerca mucho a la prosa y tal vez haría mejor en no tomar nombre de poemas, sino contentarse con la macabra emoción que produciría simplemente describiendo o relatando pequeñas historias como la de “Autopsia” en que hay todo lo necesario para un cuento: una muchacha, la eterna víctima, a la que un desconocido visitaba día a día en el hospital, aprovechando los momentos de soledad para besarle las manos.

“Yo no comprendo qué fuerza misteriosa
la doblegó al suicidio, que ignorarán por siempre
todos los suyos; y su amante o su novio,
menos yo, el extraño que encontró en la caverna
trágica y novedosa de su cuerpo
la gota de veneno!”


Al término de esta selección de horrores, un adiós a la vida de estudiante:


“¡Ah! Mis hermosos tiempos de bohemia,
de versos locos bajo plenilunios fantásticos;
ebrios de juventud y de alegría…”
Llega hasta a hablar “de las bellas horas de mis más bellos tiempos”.
Con razón se ha dicho: el pasado es el mayor artista.










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