viernes, 29 de mayo de 2015

MAYRA ALEJANDRA SIERRA RUIZ [16.141]


Mayra Alejandra Sierra Ruiz

Nació en Las Llanadas, Corozal, Sucre, Colombia. Realizó estudios de música en la Escuela Departamental de Bellas Artes de Sincelejo.

Empezó a estudiar cello con Ana María Díaz Carrera, la hija de su maestra, Amalia Carrera, quien era la directora de la coral de la Universidad y creadora de la Fundación Musical Cantares. Empezó a trabajar como profesora de música y, desde ese momento, se convirtió en discípula de la maestra Amalia Carrera. Se dedicó a la música y a las tertulias literarias. Empezó a viajar por todo el país y a recibir talleres de violoncello con maestros colombianos y extranjeros.

Terminó enfermería en la Universidad de Sucre. En el 2001, ganó el Concurso Universitario de Poesía Ascun-Costa Norte. Algunos de sus poemas han sido publicados en la revista Merakus, de la Universidad de Sucre. Miembro de los talleres literarios Ágora, Charlarte y En las Sombras, en Sincelejo. Actualmente reside en Tolú, donde se desempeña como maestra de música y promotora de lectura.

En su poesía, Mayra Alejandra Sierra escucha el ritmo anfíbraco. Nótese en el poema corto No. 0308, el uso de la combinación de pies trocaicos (TA ta) con anfíbracos largos (ta-ta TA ta) y normales (ta TA ta). Con ello, Mayra Alejandra Sierra logra imponer un ritmo con el sonido del tambor africano al fondo del poema.




N° 0216

Sobre la botella vacía una flor llamada siempreviva
y la voz que se aleja en gradación descendente
como la mariposa que derrite sus alas al revolotear,
convocan el silencio.

Después de bailar un tango
y hablar de gallinas que ponían montones de huevos,
solo eso queda,
historias,
una voz anclada al aire,
en la bruma de la madrugada insomne.

La mariposa como los ojos del viento
con el anhelo que tienen todos los sonámbulos
de volar como los pájaros,
entra por la ventana
y antecede en el patio
entre húmedas sábanas blancas
el suicidio de una estrella.

En la habitación
un Ángel de grandes alas,
mientras se peina
frente al espejo,
llora un amor perdido.




N° 0217

Tu rostro lo fue disipando la rutina.
En algún momento quise evocarlo
y a veces solo era tu boca,
a veces solo tu voz,
a veces ojos
y poco a poco nada.

La imagen de la niña, de trajecito blanco
estampado con florecitas azules y ramitas verdes,
que caminaba mirándose los pies,
con los zapaticos negros de tacón en la mano,
fue perdiéndose.

La ausencia cava tumbas en atardeceres lúgubres,
entierra recuerdos
formando cementerios
con lápidas esculpidas por el silencio.
Tú yaces en una de esas tumbas.
Solo el que desea sufre
y más aún cuando no sabe lo que quiere.





N° 0308

Unos ojos me reclaman,
y al otro lado,
en una mesa,
reposa en la botella
la huella de unos labios
que a media luz
ruegan por un encuentro.





N° 0313

Sigo tus huellas
en el espacio de todas las paredes,
en cada intervalo de todo lo que vibra.

Me enmaraño en recuerdos
que no sé dibujar,
trato de definirlos
y me desespero.

No sé quién soy,
pierdo la ruta
otra vez en el laberinto.





N° 1130

Si vinieras hoy a buscarme
–princesa del alba–,
si me ofrecieras tu regazo
para anidar mis males,
abriría mi pecho con un cuchillo
y te entregaría el alma.

¿Cómo escurrir de mis labios
estas dolorosas palabras
que me has dado?

¿Cómo ahogarlas?
No quiero hacerlo,
están dentro de mí
pero que no son mías.

Voy a desollar mi piel
para dejar de sentir.
Este día soy yo
con la lluvia que moja el patio
con el silencio que se traga el gris del cielo
con el mar apacible como el acero.

¡Maldita tú
y todo lo que nombra!

Lloro
por mi miserable condición
de árbol viejo.
No por ti.

Hubiese querido que todo terminara
con la frase del conejo de la suerte
pero no he podido.

Desearía no volver a verte,
no escucharte más.
No me arrepiento del pasado,
me arrepiento del presente, del futuro
y de estas palabras.

Absuélveme de toda culpa
y déjame caer






Toronja

Soy cruda e implacable,
es cierto,
también soy cruel, pero solo un poco,
no mucho,
siempre he cuidado de no serlo tanto.

No me limito, ni me guardo verdades,
no sé de cortesías,
y esta es mi ácida forma de ser.

Mis palabras, mis conceptos no saben de amistad,
no esperen nada de mí para no recibir decepciones.
Hay una humanidad inevitable en mí:
yo también he amado,
he dejado y me han dejado,
sueño y lloro,
a veces peleo con Dios.

Es ácida mi forma de ser:
corroe y lastima.





La otra

Ellos le temen a la muerte.
Ella abre la puerta,
se sienta en el borde de la cama
y les acaricia la entrepierna.

Sus mujeres cierran los ojos
y fingen dormir.






Paralelo

Las estrellas muerden el frío en las alturas
y las lunas se desesperan de calor en el fondo del mar.
Aunque comparten un mismo cielo
son conscientes de que la distancia
es lo único que tienen en común.

A simple vista hay realidades tan inciertas
que lo único que nos queda
es convencernos (resignarnos)
a esperar que el espejo del pasado
nos permita entender algún día
–en retrospectiva–
la verdad.





En mi puño

Sostengo tu retrato robado por mi mano,
lo acaricio por última vez.
Esos labios, esos ojos tristes,
esa piel con aroma a tabaco
que besé en una noche inconsciente de marzo.

Y encierro en mi puño a la bestia escondida.

Espero unos segundos mientras se vuelve humo
y la libero de toda culpa,
como libera Piazzolla del bandoneón,
las notas de un tango encarcelado.

Renuncio a mis alas, las pongo en tus manos,
te doy libertad mientras me dejo caer.





Liberación de un ángel resucitado

Palabras robadas a un tango llamado La resurrección del ángel,
interpretado al bandoneón por Piazzolla,
mientras los perros ladran desesperados al mar
que intenta suicidarse fallidamente contra las rocas.

Y el viento en el patio lleno de cenizas,
evita la tragedia eminente
de que la mariposa nocturna
se ahogue en un miserable
y último trago de whisky.






Fotografías

Memorias de papel,
verdugos del pasado,
analgésicos de la ausencia,
antiespasmódicos del silencio.

Pequeñas luciérnagas que alumbran el camino,
espejos del pasado alimentados de imágenes.

Álbum,
limbo del recuerdo.
Aquí no están tus fotos.

¿Quién eres?
¿Con qué derecho clavas la punta de tu nombre
en el lóbulo derecho de mi cerebro
y te entronizas en la silla turca?
Sin fotografías en el álbum
ese proceder no es válido





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