domingo, 20 de julio de 2014

CARMEN PIQUERAS [12.412]


Carmen Piqueras 

(Murcia, 1963) Poeta. Ha recibido menciones y galardones en concursos literarios locales. Ha colaborado en revistas como Hache y en antologías como Tributo a Serrat (2007). Ha publicado Oficios de derrota (2001), Primer Premio de Poesía "Dionisia García" de la Universidad de Murcia y Nación del sueño (Raspabook, 2014). 



OKUPAS

He vuelto a casa.
Encuentro cucarachas patas arriba 
por todos los rincones.
Es cierto que ordené fumigar
antes de partir, detesto
que nada perturbe la asepsia
de mi vida.
El tipo que esparció el veneno dijo:
“No será inmediato, pero una vez
que rocen la sustancia
no habrá remedio para ellas”. Fumaba
mientras lo dijo. Mientras dijo “sustancia”
sustanciaba los rincones de mi casa.
(Hube de emplear un aerosol
para eliminar el olor del cigarro).

Las miro casi con piedad,
a las cucarachas, digo, y las barro
con una mezcla de aprehensión y culpa.
He leído que agonizan durante días
sin comida ni agua, así, patas arriba,
mostrando la impudicia de su exoesqueleto,
por otro lado, tan parecido 
al de los crustáceos
que no nos parecen repugnantes,
que comemos sin tocar con los dedos
quienes, por cuna o matrimonio,
nunca nos manchamos.
En algún sitio habrán quedado
abandonados sus huevos
o pequeñas crías, esperando
su diaria ración de mierda,
la porquería que las hará gordas y,
probablemente, rencorosas.
Si no se barren, pronto llegarán las hormigas
y cargarán con ellas, botín famélico.

Por eso nos resultan amables
las hormigas, amables y ejemplificantes, 
más por su laboriosidad 
inmune a los rigores del verano, 
por su implacable ejército que obedece y no cuestiona
la autoridad que emana del subsuelo.
De todos es sabido que el verdadero poder,
el poder absoluto, tiene su guarida
en las cloacas.




YO, LA ISLA

Yo, la isla,

y mi dolor a solas.

Mujer aislada ,
el mar lame mis costas.
Me erijo faro
porque arriben tus velas
y no vienes amor,
no aún, no todavía.
El mar lame mi costa
mas no tus velas.

Y yo, mujer desnuda
o faro que su luz
derrama en círculos
por que me veas
y no me veas,
por no verte
y verte y no verte.
No aún, no todavía,
no mientras tanto.

Un poquito más,
así, no leves anclas.
No digo "ven"
porque no te vayas.

Quédate hoy
sin aún ni todavía,
ni mientras tanto, ni después,
siquiera ahora.
Quédate el instante que abarca
lo que cabe en un latido.

Lo que cabe en un latido,
amor, la vida toda
con su desolación de ballena
azul y su pregunta
terrible, amor,
que no quiere respuesta.

Te digo amor a ti
que no eres mi amor
y ni siquiera puedes
llegar a serlo.
Te digo amor y así, desnuda,
escribo tus signos
y te creo
y me desangro,
amor que eres y no eres,
por esta herida de adverbios.






SOY HOY EL VIEJO REY SAÚL

Mis ojos secos escudriñan la noche
y mi corazón girasolea en busca de calor
y consuelo. Solo aliviaría mi dolor
la lira de miel
de un joven pastor al que acaso amo.
Pero está llamado a borrar mi nombre
y por eso no convoco. La brisa, vivificada por la savia del jazminero,
hace de mis cortinas osados navíos
e intenta besar como lluvia de harina
estas fibras sarmentosas,
acercando a mis oídos
voces antiguas y azules. Voces cuyos ecos reverberan
en los ángulos de mi estancia
y repiten sin descanso
las crípticas voces de los Profetas y
las despreocupadas voces de los niños
que ya empezaban a morir. La trémula voz de la declaración primera,
la voz triunfante de mi coronación,
la prepotente del general,
la inefable y gimiente del amor... Y conteniéndolas todas,
oprimiéndolas, sofocándolas
señorea la atronadora voz de Yahvé
ante el cual me postro
con la irreverente intención
de pedirle cuentas.






PARA SIEMPRE JAMÁS

La única herencia que disputo con mi hermano
es un viejo volumen de Las Mil y una noches.
el aroma de sus páginas destila
la respiración de nuestra infancia
y de otras más lejanas.

En él leíamos la historia
de Aladino y Bradulbudur, la Hija del Cielo,
del hada Pari –Banu y sus dos perros negros,
del malvado mago africano
y de Fátima a cuyo horrendo asesinato
asistíamos fascinados.

En el trato de tan notables personajes
aprendimos a frotar la lámpara
cuando las áridas jornadas escolares
o el aburrimiento del sarampión y las paperas
imponían invocar a los cien mil
genios servidores de la lámpara
que de inmediato aliviaban nuestro tedio.

Nos llevaban a jardines donde las frutas
colgaban en ramas de oro cincelado,
manzanas de coral rosa y lapislázuli,
racimos enormes de rubíes y granates,
naranjas de oro y granadas de amatista.
fabuloso huerto donde convocar a Pan
y Campanilla, a Tom y Huckelberry, a Jo
y sus tres hermanas, a Merlín, a Invanhoe, a
[Celia, a los Cinco…

En esta hermandad viví mi infancia,
lo más cierto de cuanto he vivido.
Y al advertir que se acababa
quise ponerla a salvo, preservarla,
llevándola a la torre inexpugnable
donde Aladino depositó su lámpara
el día que presintió la muerte,
sin recordar que la terrible ave Rock
cuyos ojos son humanos
la cogería con su pico y volaría
hasta perderse en lo remoto
para siempre jamás
inalcanzable.






NACIÓN DEL SUEÑO
(Raspabook, Murcia, 2014)


por FRANCISCO RUIZ y Mª JOSÉ VILLARROYA




La vida nos entrega, tanto tiempo después,
un paquete extraviado para el niño que fuimos.
Si ha dado con nosotros querrá decir, hermana,
que algo en el alma aún responde a aquellas señas.

José Manuel Piqueras



    Todos tenemos una patria, un lugar donde somos, o creemos que somos, genuinos y  auténticos. Las patrias no son las mismas para todos. Cada uno de nosotros encuentra su patria en un espacio muy reducido y privado. Para unos la patria es la ciudad, la sociedad o la cultura. Para otros, la ideología o la fe. Para muchos poetas, la patria es la lengua. O las palabras.

   Para Carmen Piqueras, sin embargo, la patria es, sin lugar a dudas, la infancia, ese lugar vivido o inventado por nuestros recuerdos, cálido y tierno, donde fuimos sin reservas, ni condiciones, con la ingenuidad intacta, las emociones por estrenar y los sueños por cumplir. El lugar donde, con los ojos completamente abiertos, acudíamos al estreno de la vida. Y donde fuimos por primera vez.

    Eso es Nación del sueño, un libro en el que a través de los sueños, pero, sobre todo, a través de los recuerdos y de esas imágenes que inexplicable y arbitrariamente quedan grabadas en nuestra memoria, retornamos a la niñez, en palabras de la poeta «lo más cierto de cuanto he vivido».  La infancia, ese tiempo del que todos hemos sido exiliados, ese espacio común que aún pervive dentro del adulto que cada uno de nosotros es. Esa es la patria, la nación de este libro, un tema al que Carmen Piqueras vuelve de modo casi obsesivo, buscando las razones del exilio o preguntándose cuanto de la niña que fue quedó allí perdido para siempre.

Al coger el libro entre las manos, los ojos de niña de Carmen Piqueras nos interrogan desde la delicada portada con la que el pintor Antonio Gómez ha sabido fundir los conceptos de tiempo y memoria. Otras ilustraciones que también hacen referencia a la infancia y el recuerdo, regalos del pintor Gómez Ribelles, ilustran las páginas interiores. También el prólogo es un regalo, esta vez del poeta Sebastián Mondéjar, una reflexión sobre el valor universal del sueño en la que califica el poemario como «emotivo» y a Carmen Piqueras como «una voz honda, personal, clara e inspirada».
     Desde que Carmen Piqueras publicara su primer libro de poemas a finales de 2001 han pasado más de doce años. Aquel año, recién iniciada la andadura de Mamen como poeta, Oficias de derrota se hizo con el I Premio de Poesía Dionisia García, convocado por la Universidad de Murcia, convirtiendo a su autora en una voz conocida entre los lectores de poesía. Aunque, hay que decir que, con anterioridad a este premio, Carmen ya había participado en recitales en la Universidad y diversos espacios culturales de la región, había colaborado en ciclos como aquellos Ardentísima organizados por José María Álvarez y sus poemas se habían asomado (o lo irían haciendo paulatinamente) a revistas digitales y en papel como Ágora, Dáctilo, Hache, Sanjelot o El coloquio de los perros. 

    Si volviéramos a ojear los poemas de Oficios de derrota, nos sorprendería descubrir que en él ya se encuentran en ciernes muchos de los temas de Nación del sueño: el devenir de la vida, la muerte, el amor como entrega y reconocimiento, la maternidad, la soledad y el abandono, la reinvención que cada uno hace de sí mismo día a día y, claro está, como no podía ser de otro modo, la infancia, recordada a través de los personajes de J. M. Barrie, Peter Pan y Wendy:


donde espera Peter Pan a que le cosa 
con su sombra de mi vida la promesa


    Son los temas que, a lo largo de estos años, Carmen Piqueras ha ido madurando y dando cuerpo hasta dar forma a un poemario con una voz más personal y definida que la de su libro anterior, sin ánimo de desmerecer la calidad de este primer libro de la poeta.  

   Nación del sueño aparece distribuido en tres bloques que responden a características ligeramente diferenciadas. El primer grupo de poemas (y el más numeroso) está reunido bajo el epígrafe general de “Poemas desde la ventana” y son aquellos directamente referidos a la infancia, al paso del tiempo, a los estragos de la edad, a la nostalgia del pasado. Son versos jalonados por la presencia de Wendy (trasunto de Carmen Piqueras), Campanilla y Peter Pan (muchas veces personificación del amor, del deseo o el capricho y siempre, de la infancia interminable). A pesar de ser poemas que hablan de dolores, miedos y nostalgias, se observa en ellos una aceptación serena de la realidad y el presente:
Apagas las velas y no pides un deseo. Neverland, nevermore
    La sección intermedia son los “Poemas del niño perdido”, otra vez en clara alusión al libro de J. M. Barrie. Es  un racimo de poemas breves sobre los miedos y los dramas cotidianos, sobre los niños extraviados en todo tipo de problemas y la desolación de los padres cuyo amor no basta para rescatarlos.


Y rezamos a algún ángel caído 
para que desvíe la bala de plata 
que conoce el camino de su pecho


   Y por último los “Poemas de la Redención”, donde Carmen Piqueras vuelve a mostrar su lado más triste y a la vez esperanzado, decidida a tomar las riendas de la vida y asumir la realidad con sus dosis de amargura y de felicidad.


Pero a veces la vida nos sorprende 
con un instante perfecto, imperceptible
para quien no contiene el aliento
y contempla la quietud de la tarde


    La poesía de Carmen Piqueras nos vuelve a ofrecer, como es habitual en ella, un lenguaje delicado y lírico, repleto de asociaciones afortunadas, de adjetivos sugerentes y atrevidos que personifican los sustantivos, dotándolos de efectos coloristas y nuevos sentidos, elaborando imágenes con mucha fuerza: «tarde desmayada, sangre distraída, acequias perezosas, mirada verde, lentitud botánica». Personifica muchos referentes atribuyéndoles inéditas cualidades humanas «ni se ríen tus cabellos, la calma posaba su mano, las rosas se morían por besarte» y destaca su lenguaje cuajado de metáforas: «la casa era una península, tus manos no son ya de agua, ni tu cuerpo de cerezas, soy sandalias trotamundos, nuestro balcón, la proa de un barco». Y como también es reiterado en su poesía encontramos preciosas anáforas: 


Está bien dejarse ir, ser arrastrados…
Está bien, y es necesario, firmar una tregua… 
Está bien y purifica… 
Esta bien no saber y, un momento, olvidar… 
Está bien por una tarde, apagarse con el sol


    Y destaca también el uso de elementos antitéticos a todas luces perceptibles en el fantástico poema ‘Wendy deja un mensaje en una botella’: 


porque me veas y no me veas, por no verte y verte y no verte. 
No digo ven porque no te vayas.


    Nación del sueño no ha precisado todo este tiempo para escribirse. Como a casi todos los poetas, la crisis económica ha dejado proyectos descansando en los estantes durante meses y años hasta que el azar o el propósito los ha sacado adelante. Pero es verdad que ha servido para retocar y corregir estos poemas hasta convertirlos en lo que son: poemas maduros, emotivos y frescos sin demasiadas ramas.

    Durante este tiempo, Carmen Piqueras ha seguido participando en recitales, revistas y proyectos diversos, como la nueva serie de poemas sobre cine que ya hemos tenido el gusto de oírle leer en alguna ocasión. Es posible que todo lo que ella tenía que decir sobre la infancia, esté ya dicho y haya servido el libro de catarsis. O tal vez, de tarde en tarde volvamos a escucharla recitar algún nuevo poema sobre esos días en que creía que el mundo estaba bien hecho y era suyo y nada ni nadie podría arrebatárselo

    Concluimos esta introducción igual que Sebastián Mondéjar en el prólogo «Sueña, pues, lector, estos poemas y hazlos tuyos» y parafraseando la cita de J. M. Piqueras con que empezamos «Y si ha dado contigo querrá decir, lector, que algo en tu alma aún responde a aquellas señas». Las de tu infancia.

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