viernes, 7 de junio de 2013

BENGGI BEDOYA ROSALES [10.056]


Benggi Bedoya Rosales (Chimbote, PERÚ 1986)
El primer poemario de Benggi lleva por título Lumbra (Lima: Paracaídas, 2012, 27 pp.) constituye una búsqueda incesante de nuevas formas expresivas. Opta por un recurso que recuerda el empleado por Blanca Varela en Ese puerto existe: el ocultamiento del yo femenino a través de un locutor masculino. La poeta escribe: “Cuando fui niño/ armé cada una de las piezas/ Con la licencia/ del primer aprendizaje” (p. 9). Además, utiliza las referencias mitológicas: hay un poema que lleva por título “Apolo” y otro, “Dafne”. En el último caso, la escritora subraya la oposición de esta última a la “poética del cuerpo”. Dafne termina siendo “el laurel abominable”, después de haber sufrido los efectos de la flecha de Eros. En cuanto al dios Apolo, este es calificado como vanidoso y como un ser “Invisible al escultor”. Hay otro texto que está centrado en la figura de Dédalo, famoso por haber construido el laberinto de Creta, sin embargo, el corazón de Dédalo se oculta en este último. Podríamos comentar el poema dedicado a Ícaro o el consagrado a la figura de Ariadna.

La propuesta de Bedoya se sustenta en la vuelta al tiempo mítico, al origen y al reencuentro del ser humano con los dioses grecolatinos. Desarrolla, además, la simbología del fuego, tan cara a las propuestas de Gaston Bachelard y de Mircea Eliade. Por eso, el fuego es asociado con lo sagrado en el primer poema. Posteriormente en “Sin nombre” se alude al “osario de las flamas/ Que mueren lentamente” (p. 7). El ritmo de los versos está logrado, quizá faltó mayor originalidad en lo que concierne al uso de las referencias mitológicas. Por momentos, da la impresión de que estas no dialogan, de manera fecunda, con la modernidad, sino que permanecen en el ámbito de lo convencional. Al margen de ello, Lumbra es un poemario que revela el indiscutible talento de su autora.

 Por Camilo Fernández Cozman








Nostalgia

Recuerdo tu sonrisa impregnada
en el viento
los silencios
que llenan la hoja de papel color púrpura
cuando escribes una historia
a / medias

La tarde perdida en el espacio azulino
de sueños por realizar
de esperanzas desesperadas
a / medias
Tu piel dentro de la mía
tus dedos enredados  con los míos
 ahí donde luz se pierde y conciencia se difumina
en muchos rostros, en muchas vidas.

Recuerdo tus labios en los míos
llenando de colores el pasado
teñido de gris
por citas frustradas
encuentros recurrentes
falsas promesas

Un tiempo sin fin
entre la humedad y la altura
la conciencia insana de
batallas ganadas, pero con triste
                                   sonrisa.

Tu respiración en la mía
tus ojos dentro de los míos

Porque escribiremos la historia incompleta
de alguna ficción detenida en el tiempo
descifraremos el enigma de la vida.

 Y ahora tu recuerdo presente
en este papel de agua
No temas,
guardaré tu secreto.
Pero: No a medias



“Lumbra” 



“La piel, los ojos
la conciencia,
Las vísceras, mi muerte,
¿Y seré hombre?” (p. 19).






Cuando fui niño amé cada una de las piezas
Con la licencia
Del primer aprendizaje (p. 9)





                Dicen que el hombre más inteligente
                Conoció, también, la envidia.
                Del revés de su mano nació
                El ave que anida en setos y evita las alturas (p. 15)






                Olvidar a Narciso y nacer
                No de ceniza, no de viento, no de fuego
                Ni de aire, ni de agua.
                Nacer de la prolongación del último fruto
                Que cae de tu boca (p. 23)





El nuevo plumaje y el otoño  
Me han de encontrar tejiendo un nido 
Y seré ave







CREACIÓN

Edificamos nuestras hambres
Sobre la piedra fatigada del
Mito, siguiendo la promesa
De un fuego sagrado.
El lenguaje
Que traigo ha quemado ya las urnas;
Y una sombra que flota sobre el río
Me observa, enamorada, sin recordarme.






DAFNE (O CONTRA LA POÉTICA DEL CUERPO)

No querías conocer el himeneo.
Te rebelaste contra un destino entretejido
Por aquel dios que hiere de tan cerca,
La flecha de plomo se sumergió en tu corazón
Para no ver, para no dormir, para que intuyas
La amenaza de todo aquel que viste de hombre.
Amaste la naturaleza. Y tu gran belleza
Fue la comunión entre raíz, hoja, rama, aire.
¿Y tus plegarias fueron atendidas? Pero en la lucha
No cediste a las celestes señas
Del caprichoso dios.

De todas las mujeres
Dafne, fuiste el laurel abominable,
Pura como el agua que mi sed ignora.






DÉDALO

Dicen que el hombre más inteligente
Conoció, también, la envidia.
Del revés de su mano nació
El ave que anida en setos y evita las alturas.
Dicen que edificó un antiguo y colosal
Laberinto del cual nadie podía salir.
Para escapar de la isla batió
Sus alas y sus pies se elevaron.
Pero, desde el principio,
Estuvo condenado.

Artesano, ocultaste también
Su corazón en ese mismo dédalo.








ÍCARO

La caída del sol iba encendiendo una
Fundición gigantesca entre las nubes del poniente.
Ernesto Sábato.

Tapar el sol con un dedo
Para que tus alas no sean incendio,
Acaso viento fundiéndose en el viento.
Pero una antigua imprudencia
Hizo memoria hasta dar con tu muerte,
Ascendencia con prótesis de ave,
Ungüento adherido para el conocimiento
De huesos cansados. Uno a uno, fueron uniendo
Las plumas con cabellos, y cera para el armazón.
Prolongación del padre fueron tus alas,
El lento sol suavizó tus mejillas
Lustró, también, tu corazón,
Descendencia,
Precipitación, caída,
Ícaro, 21 gramos,
El silencio se hundió en tu libertad.










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