lunes, 24 de febrero de 2014

CARLOS SOTO ROMÁN [11.064]



Carlos Soto Román 

Nació en Valparaíso, Chile. Es autor de "La Marcha de los Quiltros" (1999), "Haiku Minero" (2007), "Cambio y Fuera" (2009), "Philadelphia's Notebooks" (2011) y "Con/Science" (a publicarse durante el verano 2012). Se desempeña como traductor y como curador de "Elective Affinities", la antología cooperativa de poesía contemporánea estadounidense. Sus trabajos visuales pueden encontrarse en Otoliths 17, Otoliths 18 y Dear Navigator. Es también Químico Farmacéutico y Magíster en Bioética por la Universidad de Pennsylvania. Actualmente reside en Filadelfia, EE.UU.



RECOLETA Y VALDIVIESO

No hay tal cosa como un quiebre,  
            dijo Berrigan,  1964.
 Yo  pienso   en las ciudades.

Las de plástico,  las de concreto.
Las perdidas  entre los sueños de los vagabundos
y los inocentes  viajeros  que llevan los dedos
amarillos  de marihuana   y que
todavía piensan  que el mundo es algo
que vale  la pena.

Yo pienso en las ciudades. 
En su ruina  más bien.
 En el tintineo incesante de la población  hormigueando  
en sus recovecos.

Como ese día   en el Cementerio Católico, ¿te acuerdas?

Veíamos los nichos y nos imaginábamos los cuerpos apilados
unos sobre otros, que ardiendo   en la espesura,
se verían  como el faro  de Alejandría.

Una torre infernal de huesos  y carne putrefacta.
La ciudad completa,   sólo huesos y carne.

Larry me contó  la historia de la monja  que encontraron 
crucificada   patas arriba.

Yo no le creí   una puta palabra y le sugerí 
que siguiera tomando fotos  o de lo contrario
que fuéramos 
de una vez por todas  al Quitapenas
a comer cazuela  a tomar cerveza
y a gastar los ahorros  y las conciencias
con las mismas preguntas   de siempre.

No hay tal cosa como un colapso.

¿No es cierto Ted?  
No, no la hay.






WASHINGTON PLAZA

Toda la plaza  es un cementerio
la voz del capitán  profunda  y grave
a través del altoparlante relata  tristes sucesos.
Miles de muertos bajo esas bancas bajo esa fuente
sin embargo
 no fueron las bombas  ni la metralla las culpables.
Fue la enfermedad.
 La llama en la tumba  del soldado desconocido
quema todas las sospechas.
 La libertad es una luz  por la cual muchos hombres
han muerto en oscuridad.
La libertad  como discurso
La libertad   como producto  o mercancía.
Es una buena paradoja
pero el asunto  que me quita el sueño hoy en día
es otro.
Llevo mas de un año   viviendo  en esta ciudad
y todavía no encuentro alguien que me explique
por qué  diablos la gente pone  velas eléctricas 
en sus ventanas.
Un símbolo de patriotismo,   tal vez?  
Un decreto municipal?
Una estética de la ética   revolucionaria
como la bandera  con el circulo  de estrellas
que aún  flamea
en las casas  de los más nobles  ciudadanos  
que se pueda encontrar entre dos  ríos. 
Yo no sé.
Alguien  por favor que me explique.






LOCUST Y ALGO…

Terminando de leer  some thing Black  por Jacques Roubaud
me doy cuenta
 de que tal vez no existe sensación más fuerte  que la perdida
y me pregunto si esta premisa  verdadera  dentro del dominio de su propia 
 verdad
 es susceptible de aplicarse  unidireccional y  reflexiva  mente
ante la ausencia de   conexiones externas
estar perdido por ejemplo  emocional y literal mente
casi sólo como un estado despreciable dentro de otro aún peor.
pienso  en las posibilidades bebiendo un café que sabe  a cementerio;
perder el rumbo perder la memoria
perder la paciencia perder el control
son las 5 AM  el tiempo corre pesado y denso   como un mancha de petróleo
pero  sigo imaginando las consecuencias o la manera concreta exacta 
de romper tal maleficio
hacer citas incompletas, tal vez, evitar  nombrar al autor  (quizá sólo sus iniciales)
no dejar huellas,   no dejar marcas
ser seco,  austero, 
honrado,  infame  hermético
jugar con el lenguaje,     hacerle bromas pesadas
comentar por ejemplo  los resultados del futbol  mezclarlos con política,
cantarle a alguien al oído words don´t come easy
haciendo notar después que 
in the room   the women  come and go
talking    of   Michelangelo
citar príncipes plebeyos y falsos nobles  en un intento desesperado
de mezclar todas las cartas  de cambiar el rumbo 
preguntar si te atreves es vacilar  y dudar es caer eternamente
en el juego de las necedades
pero en esta tarde ridícula  de colores mortecinos  me atrevería a afirmar
(si me lo permiten) que  yo no dudo ni temo
sólo enfrento las consecuencias irresponsablemente
como se disfrutan los pequeños placeres: 
el sonido violento   generado al voltear una página  - el murmullo -
el momento exacto en que se deja de percibir   el movimiento 
de las agujas de un reloj
esas lanzas imaginarias que a menudo nos atraviesan   inmisericordes
silenciosa mente
subrepticia mente
a partir de ahora ya







40TH & WALNUT 

Golynko
un espía ruso y un astronauta chileno
toman un desayuno sueco 
en un ristorante italiano.
Tal es el nuevo eje del mal
un socialismo etílico y culinario.
El octubre rojo 
no es mas que una tropa
de borrachos vestidos
con gorros y camisetas de baseball.
Ya no hay medallas
ni revolución posible.
Una ética del desamparo  
cruza el ambiente
al menos 
el café mezclado con la cerveza 
me deja ese sabor 
taladrado en la garganta.
Pero hay cosas peores que el descontento
una noche lluviosa por ejemplo
un desfile de disfraces.
Mañana es el día de los muertos.
Tú me hablas de zombies
la negación absoluta
de toda moralidad racional.
Afuera es Londres, Berlín 45
la ciudad está en llamas y
las lágrimas llueven 
como satélites ucranianos 
abandonados 
en medio de la podredumbre.






HOLMQUEST (O ROBANDO POEMAS A LAS 8:30 PM)

Estamos en el bar donde trabaja Frank Sherlock
Dirty Frank’s, Frank el sucio, no Frank sino el bar
bautizado así no por él, sino por otros Frank

Sinatra, por ejemplo, de Asís, Zappa.
Lloyd Wright, Aretha

al menos así lo atestigua el mural 
que rodea esta fortaleza

o mejor aún, nombrado así no por la higiene imperante,
sino más bien, por el ambiente higiénicamente perverso.

Yo bebo una cerveza. Brandon nada.

Hace un par de minutos estábamos en el café 
de la esquina, La última gota, The Last Drop.

Brandon bebía un regular. Yo nada.

Me muestra su libreta, sus últimos poemas.
Cada página lleva la imagen de un reloj sin las manecillas.
Brandon las dibuja a medida que escribe algo.

El último poema dice “esperando a un chileno 
en un espacio publico” o algo parecido.

No recuerdo la hora registrada.

Minutos más tarde estamos en el boliche italiano 
de la 12th y Pine, justo al frente de Giovanni’s room.

Brandon pide un Italian Sub. Yo, un sándwich de albóndigas.
Obama está dando el estado de la unión por la tele.

Brandon bebe una coca normal. 
Yo nada.







LE FOU

tratas de percibir este silencio
las cigarras recién han dejado de cantar
ahora caen muertas como meteoritos, una a una
hay un olor a emporio en las calles
llueve
 los resumideros se tapan con hojas amarillas
que parecen cadáveres abandonados
tratas de percibir este silencio
mientras soplas levemente tus heridas
es otoño
 el viento mece los cables, las luces parpadean
el tiempo de los arrepentimientos se asoma tímido 
tras las cortinas, justo detrás de las cicatrices
los cisnes se esconden, los lagos se congelan
ahora es invierno   una vez más





My Way (de La Marcha de los Quiltros, 1999)

Dime Frank
¿Cómo es posible que un
extraño de ojos azules
pueda fumar tranquilamente
la noche neoyorkina,
sabiendo
que lleva a cuestas
la vejez prematura
y el asombro desteñido
en las solapas?
Dime Frank
¿Será suficiente
arrojar 3 sucias monedas
a una fuente de deseos marchitos
o atar una cinta amarilla
a un viejo roble podrido,
para volver a sentirse joven
y vivir noche y día
a una manera distinta?
¿Debo cometer suicidio
en Ipanema, Frank?
¿Será una maldición
lo que llevo
bajo la piel?
Noche Boca Arriba (de Haiku Minero, 2007)
Ahora bien,
sería menester aplicar
el siguiente ejercicio:
Acostarse y cerrar los ojos
imaginando
que no hay nada.
Que todo lo que ves
(que no es nada)
es todo,
e imaginar una espera,
insidiosa, con sabores
monumentales de hambre y fatiga.

Empezarían a aparecer sudores
y un leve temblor esporádico
en las extremidades.

Imagina que tengas que
imaginar tus manos.
Y que tus pasos sean torpes
e inseguros,
como los de un viejo y pequeño Borges
tentado en medio del laberinto.

Se puede despertar, eso sí,
bañado en sangre,
jadeando como un animal en celo.
Se puede despertar, eso sí,
y correr a la cocina
por un vaso de agua.






Corazón Revelador (de Haiku Minero, 2007)

El encierro parte del encierro.

Como de los gusanos es parte
el atravesar la superficie
(como la muerte y las raíces),
el encierro parte
del momento mismo del menoscabo.

Dicen que a metros bajo tierra
es posible oír todos
los rumores del mundo.
Que son sólo latidos, casi imperceptibles
que se vuelven de un momento a otro
como un tronar desesperante.

Dicen que la humedad 
es parte del encanto,
y que ésta a veces sofoca,
como la mesurada tristeza
que surge de la imposibilidad
de ver el propio rostro
En el espejo.







El Bar de los Rematados (de Haiku Minero, 2007)

"De los tiburones logré escapar.
Al tigre lo derribé a tiros.
Lo que me devoraron
fueron los piojos"
Bertold Brecht

El vocabulario es escaso
(eso hay que decirlo)
como también se extrañan
los pequeños brillos que,
como chispas que brotan
del contacto de la piedra con la herramienta,
esconden cautelosas algunas secretas ojivas.
Hay que decir también,
que tras la espuma de todos los vasos
alguna vez servidos en este bar,
se podrá apreciar solemne
(bajo ciertos ángulos de la luz)
el color de los sueños de los comensales.
Pero no es sólo el seseo ágil
y casi imperceptible
(cual lengüeteo de víboras),
de las cartas deslizándose
a través de la mesa.
No es tampoco el estruendo,
titánico y arrabalero,
de los dados picando los contornos.
Los parroquianos, uno a uno,
secreteaban nerviosamente la brisca.
Con la actitud serena y sospechosa
de un extraño quiromántico,
iban dejando la vida en el naipe.
Y las pequeñas gotas de sudor
que brotaban mágicamente de sus entrañas,
como perlas en medio de la oscuridad,
fatalmente los delataba.
Uno a uno los comensales, entonces,
abandonaban las cartas
y dejando los vasos a medio servir 
atravesaban el misterioso y críptico jardín.
Como los primeros endemoniados,
no era necesario mostrar credenciales.
Uno a uno, con palas y picotas al hombro,
con su inventario personal de miserias,
paso a paso
iban
entrando
al
frío
Jardín.






Sin titulo (de Pozo, publicación colectiva, 2006)

Y en la soledad aglutinante
de estas 4 paredes
coroné mis sueños
cual partículas nocivas 
coroné mi propio despertar
de entre los más tocados
en el fondo del corazón
el pozo de los desperdicios.

He aquí la verdadera caverna del hombre.
He aquí el naufragio.

El sol asoma tras las rocas.
Mis manos y mi frente sangran.

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