jueves, 25 de septiembre de 2014

RICARDO GUTIÉRREZ [13.458]


Ricardo Gutiérrez

Ricardo Gutiérrez (Arrecifes, 10 de noviembre de 1836 - Buenos Aires 23 de septiembre de 1896). Médico y escritor argentino

Cursó los estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y fue alumno de Amadeo Jacques (1838-1896). Se inscribió en la Facultad de Derecho, pero terminó graduándose en la escuela de Medicina. Debió interrumpir sus estudios para alistarse en el ejército a las órdenes del general Bartolomé Mitre para combatir en la batalla de Cepeda y en la de Pavón.

Ya en el medio convulsivo que siguió a la caída de Rosas y precedió a la batalla de Pavón, hizo sus primeros ensayos literarios, completando después fragmentariamente su obra: su más alta producción poética perteneció a su primera juventud. Fue "el poeta de la tristeza y de la piedad", y "en la monotonía que algunos le achacan, hay admirable unidad de inspiración".

A los 22 años se hizo conocer en las letras por haber escrito La fiebre salvaje, al que le siguieron Lázaro, El libro de las lágrimas y El libro de los cantos.

Participó desde 1865 y por cinco años en la Guerra de la Triple Alianza, organizando los servicios sanitarios. Los países aliados lo condecoraron por su honroso comportamiento.

Se destacó también en la lucha contra las epidemias de cólera (1867 y 1877) y de fiebre amarilla (1871). En este último año emprendió un viaje de perfeccionamiento a Europa becado por el gobierno. Se especializó en enfermedades de niños, considerándosele uno de los primeros especialistas en Argentina.

Impulsó la creación del Hospital de Niños de Buenos Aires, que desde 1946 lleva su nombre, asumiendo su dirección al regresar de Europa tres meses después de su inauguración. Estuvo en ese cargo hasta que murió 25 años después. "Médico genial, de un prestigio único en nuestro país, su dedicación a los niños desvióle del arte"1 Se lamenta Argerich: "¡Lástima que no haya escritoel poema de la enfermedad, de la agonía o de la salvación del niño, dejándonos el más punzante y el más hermoso de los cantos!".

En 1879 fundó junto a sus hermanos La Patria Argentina, donde publicó en folletín la novela Cristian (1880), exaltación de su romanticismo amoroso.

Análisis literario

Entre los poemas más populares figuran:

La victoria (Escrita en ocasión de la guerra del Paraguay)
El Misionero (Poesía breve donde exalta la conquista espiritual de América).
La Oración
Los Nocturnos
La hermana de caridad

"En su producción es necesario distinguir entre los poemas que el autor, por primera inspiración, llamó Cantos -según se desprende de la carta ue el doctor Miguel Cané, padre, le dirigió en 1860, la cual figura al frente de su libro; y las poesías líricas, imponiéndose al estudio separado de La fibra salvaje y Lázaro que, no obstante las creencias generales, tienen menor vitalidad como obras de conjunto"1

Sobre La fibra salvaje y Lázaro. "Carecía Gutiérrez del don "objetivo" de la vida, de la facultad soberana de plasmar seres humanos; y aunque La fibra salvaje y Lázaro se muevan en el mundo indeciso de la leyenda, no satisfacen la trama y el mecanismo de sus acciones. Faltan cohesión y ductilidad. Es forzado, hasta el movimiento mismo de las personas, en el drama. En La fibra salvaje Ezequiel ama a Lucía:1

¡Él la soñó para el hogar sereno
Donde el ideal de la ilusión se anida,
Y la encontró, para su hogar perdida,
En el sagrado del hogar ajeno!

"Huye enseguida, dejándola presa de fatales presentimientos. En el canto tercero, Ezequiel aparece convertido en monje":

Monje de los altares
Muy larga es tu oración. La noche avanza
¿Velas en ella, tú, cuando descansa
De recuerdos el alma y de pesares?
¡Muy larga es tu oración! Pasó la hora
Del rezo y la plegaria;
La campana sonora
Apagó ya su lamentable acento,
Y en la tranquila celda del convento
¡Reina la triste noche solitaria!
Extraña es tu plegaria;
Y el claustro helado y lóbrego y desnudo
No es tampoco un altar: tú no te humillas,
No ruegas de rodillas,
¡Y estás de pie reconcentrado y mudo!
. . . . .
Nadie a afrontar su intimidad se atreve,
Su gesto es como el bote de una lanza,
¡Y hay algo en él que revelar parece
Que aquella tempestad le arrulla el alma!

"Allí se encuentra una noche con el marido de Lucía, vendida por aquél después de una orgía (en el canto segundo, La fuerza del destino, Lucía hizo esa confidencia a Ezequiel, en un encuentro sumamente casual). Julio se confiesa y gime, y Ezequiel le dice":

¡La sombra del pesar está en mi frente!
¿Por qué, entonces, tu alma envilecida
Cree que no alcanzo la pasión demente
Que agita aún las horas de tu vida?

"Ezequiel mata a Julio (el cuadro tiene sombría majestad) y se fuga. En el canto cuarto, convencido de que Lucía ha muerto, se incorpora a las fuerzas de San Martín y, combatiendo en nombre de la patria, muere por la eterna libertad".

"No basta decir con el bondadoso Cané, padre, que este poema evoca 'las endechas de Gulnara y los acentos del Corsario' para que la crítica admita su excelencia. Es la tendencia rommántica pura, la inverosimilitud más acabada, cuadros desasidos sobre fondo opaco, y las figuras, exceptuando la de Ezequiel, ni contorneadas aparecen: argumento a saltos, cuyos recursos son de trivialidad desesperante, en espíritu tan grande".


Obras publicadas

Sus 4 obras poéticas más importantes fueron publicadas y recopiladas:

Poesías escogidas de Ricardo Gutiérrez (publicadas por Biedma, 1878, la reedición de 1901 disponible en internet2 ), incluye:
Poemas (que en la edición por La Cultura Argentina, 1915, "precedido de un estudio crítico por Juan Antonio Argerich", disponible en internet3 ), incluye los dos poemas:
La fibra salvaje (1860)
Lázaro (1869)
Poesías líricas (que en la edición por La Cultura Argentina, 1916, está "con una introducción de Carlos Muzzio Sáenz-Peña"), incluye las dos series de poesías líricas:
El libro de las lágrimas (1878).
El libro de los cantos (1878).

Complementan su producción un poema en prosa titulado "Cristián" (publicado como folleto, 1880) y numerosos escritos menores, en prosa y en verso, que fueran colaboración en diarios y revistas y que pueden considerarse inéditos: Raquel, Carlota, Perdón, varios Nocturnos y Paisajes, que aún no han sido reunidos en una colección de sus obras completas.

Referencias culturales

Su amigo Estanislao del Campo le dedicó el poema satírico Fausto.

Enrique Susini dirigió la película Ayer y hoy (1934) cuyo guión es la adaptación de un cuento de Gutiérrez.

La película La cuna vacía (1949) con guión de Florencio Escardó, es una recreación de su vida.



METEORO

Fue la celeste imagen de la dicha
que rozó la existencia con sus alas,
el corazón se resignó a perderla
y levantó una cruz en su esperanza.
Fue como un astro
que errante pasa:
dejó un surco de luz en la memoria
y se perdió en la noche desolada.




LAS DOS ALMAS

Huérfana como el águila del cielo,
errante como el céfiro del alba,
triste como el destierro del proscrito,
sola como la flor de la montaña,
como el lucero
de la mañana,
así vivió tu alma sin mi alma,
¡así vivió mi alma sin tu alma!

Como el cuerpo y la sombra de su cuerpo
como el mar y la onda de sus aguas,
como el canto y el eco de su canto,
como el sol y la lumbre de su llama,
como los ojos
y la mirada
así se unió tu alma con la mía,
¡así se unió mi alma con tu alma!

Sobre la tierra de extranjeras olas,
bajo el cielo sublime de la patria,
en las risueñas horas de la dicha,
en la noche fatal de la desgracia,
como dos ruedas
como dos alas,
no se apartó tu alma de la mia,
¡no se apartó mi alma de tu alma!

Cuando el tremendo golpe de la muerte,
la misma tierra a nuestros cuerpos abra,
tu alma en sus alas alzará mi vida,
mi alma la tuya subirá en sus alas
hasta ese mundo
de la esperanza,
patria inmortal de tu alma y de la mia,
¡patria inmortal de mi alma y de tu alma!




El cadáver

Sí; todo es vanidad, todo es mentira,
todo es dolor en la existencia humana,
porque la vida de la tierra triste
no es más que el paso a la inmortalidad jornada.
¡Ay! del que al mundo
su dicha amarra...
El cadáver del hombre es el sudario
donde a la eternidad la vida pasa.

Sí; todo es ilusión, todo es delirio;
sólo es verdad la voz de la esperanza
con que en el corazón cada latido
a la esfera de Dios la vida llama.
Sólo es eterna,
eterna el alma:
el cadáver del hombre es el sudario
que a la inmortalidad la vida salva.

Allí ya para siempre, para siempre
unió el Señor mi alma con tu alma
que la existencia fúnebre del mundo
separó con estúpida muralla.
¿Qué es ya en la tierra
la angustia humana?
El cadáver del hombre es el sudario
donde la eternidad la vida pasa.

La luz celeste de la fe sublime
me alumbró el universo en tu mirada:
he visto a su fulgor la vida eterna;
me ha tocado el Señor con la esperanza.
¡Ah, y en mis ojos
no hay más lágrimas!...
¡Oh, pasajera muerte en la tierra,
cúbreme con la sombra de tus alas!





La Hermana de Caridad

¿Quién eres tú, celeste criatura,
que descansas el vuelo
sobre la cárcel del linaje humano,
para abrir una fuente de ternura
y una puerta del cielo
donde se posa tu bendita mano?

¿Quién eres tú, que oras
junto al desierto lecho del que expira?
¿quien eres tú, que lloras
por la desgracia ajena?
¿quién eres tú, que arrulla y quien suspira
al infeliz que arrastra su cadena?

Quién eres tú, que en el estrago horrendo
de la feroz matanza,
el rastro de la muerte vas siguiendo
por el ¡ay! que se lanza,
y entre la sangre y el dolor perdida,
donde se da la muerte das las vida?

Madre del desvalido,
ángel del moribundo,
bálsamo misterioso del herido
y patria, en fin, del huérfano y el triste.
¿De qué estrella caíste
para enjugar las lágrimas del mundo?

¿Qué una piedad tu pecho anida
para que quepan en tu amor sagrado
todas las desventuras de la vida?
¡Oh, qué caudal de abnegación encierra.
que no acaba, regado
sobre todas las llagas de la tierra!

No pisa sobre el mundo
más que un ser, nada más, que templa y calma
tanto dolor profundo
con el insomne afán de su ternura...
¡Te adivina mi alma!...
¡eres mujer, sublime criatura!

Eres mujer, lo eres,
y no te abisma la borrasca humana
al mágico festín de los placeres
y los vivos albores
de la ilusión galana,
no alumbran el Edén de tus amores.

Y tu rostro tan bello
no es flor del mundo en el jardín viviente,
y tu blondo cabello,
en ondas melancólicas caído,
no es tesoro de un labio enardecido
ni espléndida corona de tu frente.

Y la angélica lumbre de tus ojos
tan sólo a Dios y al moribundo mira,
y la frescura de tus labios rojos
sólo se va perdiendo y marchitando,
la helada cruz besando
y la pálida frente del que expira.

¡Oh! ¿qué profundo encanto
en la divina abnegación se encierra?
¿Qué hondo placer se anida
en el consuelo del dolor y el llanto,
que el placer de la tierra
a cambio de él, el corazón olvida?

¡Ángel de la caridad! ¡alma templada
del mismo Dios en el amor fecundo,
tórtola de Noé desamparada!
eres flor bendecida,
bajo la sombra de la cruz nacida,
donde expiraba el Salvador del mundo.

Tu enternecido corazón sublime
es el arca del pobre:
allí busca consuelo el que gime,
allí pide lágrima el que llora,
y allí un pan y allí un cobre
aquel que con el hambre se devora.

Allí, los muertos de frío,
van a llamar el huérfano y la viuda,
con la carne desnuda
y el pie despedazado
bajo la noche del invierno impío,
sobre la nieve del invierno helado.

Y allí, cuando la muerte
se para junto al lecho de la vida,
lleva su mano inerte
el que está solo en su dolor horrendo,
para besar tu mano bendecida
y morir sonriendo!

Así tu vida en la piedad se encierra,
así la viertes sobre el lodo inmundo
sin pedir una lágrima a la tierra.
Así tu noble corazón sincero
sin patria sobre el mundo...
patria es del mundo entero.

¿Por qué levantas la mirada al cielo?
Yo también sólo allí busco mi palma:
voy donde el diente del dolor se encarne,
seco también las lágrimas del suelo
y cierro las heridas de la carne
como tú las del alma!

Alumbra mi destino
sobre la cárcel del linaje humano.
¡Ay! sólo pide mi ambición precaria
que en el último asiento del camino
ponga en mí tu mano
y levantes mi vida en tu plegaria.




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