sábado, 14 de marzo de 2015

OMAR CHAUVIÉ [15.209] Poeta de Argentina


Omar Chauvié 

[Jacinto Aráuz, La Pampa, Argentina, 1964]. Ha publicado, entre otros, los libros Ernesto Guevara quiere ser Papá Noel y otros papeles (Proyecto bicentenario, 17 grises Editora, Colección Literal/ Texturas, 2010), Hinchada de metegol  -Ampliada y Corregida-, (Ediciones Goles Rosas -edición electrónica-, Mar del Plata, 2009). El ABC de Pastrana, (Ediciones Vox, 2003). Entre las antologías que recogen su obra destacan: 23 chichos bahienses, (Ediciones Vox, 2005) y  Bahía Blanca, la ciudad letrada -narrativa, poesía-, (Ediciones Desde la gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 2004). Y revistas como Poesía.com, Vox virtual, Diario de Poesía.  Actualmente se desempeña como Profesor Adjunto (con Dedicación Exclusiva) en la cátedra Literatura Argentina I, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur. Reside en Bahía Blanca.


Fragmento inicial del poemario inédito: escuela pública  


El material básico de la poesía no es la palabra sino la letra
Kurt Schwitters



tomen distancia


Los nombres de las letras consonantes acaban todos en e. Así no se enseñará eme sino me: la q no se llamará cu, sino qe: la ch, che: la v, ve: la x, qs y no Eqis: la z, ze, i no zeta

D.F.Sarmiento


ahora pueden salir a la calle y
leer cada palabra que encuentren
cada letra que vean
                                                                              
A

se combinan de modos inesperados pero
        se pueden leer             siempre
dice la maestra desde el ángulo
oscuro del salón
contraste del delantal y espejo del lunar
que le crece clase a clase
sobre la comisura del labio.

la pausa breve de la respiración
le sirve para limpiarse los anteojos ahumados
con la pollera que asoma del guardapolvo:

no grandes proyectos, sino cualquier
línea diminuta o perdida
la e redonda que hace humo sobre
las casitas de sus cuadernos viajeros
pero también
las que desde el colectivo aparecen
encerradas en bastidores          
las de los letreros
las de los carteles luminosos
la ciudad está toda
llena de palabras


en la textura del borde grueso del banco
nuestras biografías en pocas oraciones
dan cuenta de aquel mandato lejano
                                  leé, jano, leé
          




unos cuantos signos mudos[1]
en molduras bordes bastidores


soñé una vez que vivía en un cartel
Laurie Anderson


luces leídas, jano:
cuando una corriente eléctrica
atraviesa un conducto lleno
de gas neón sometido
a una presión baja
el brillo anuncia rojo anaranjado
esa voz luminosa


siempre poca
así, como tú, letrero
poca palabra, como tú

de un electrodo a otro
el recorrido por mangueras transparentes 
que tornan los tonos
relumbran y arman
palabras manuscritas
      aramburan            palabran armas



                                                 
Farmacia
del
Pueblo

Óptica 
Obrera

Mercado Victoria

parece no haber allí aventura posible
solo ir signo a signo hasta desarmar
                       lo que encierran 
                            luz y rojo,
                            azul y luz                                          
              armas palabras manuscritas
                          armas de casa
                     liga de armas de caza



tien   da el  si   glo
cos  ta   bra  va
co p pa y cheee go
a   mor
o si
peye le  for  gue
                                                
allí donde siempre leímos
“pyl forgue”


nombres rubros
arman palabras manuscritas
actividades económicas
siglas armas
manuscritas palabran
hacen un camino angosto y rápido
tironeados por una mano
                       dale, que no tenemos toda la tarde
mientras los grafos se cargan de rojo
en grandes tiendas en cristales
en carnes
y subproductos



la historia se nos hizo dentro
de carteles colores tubos
el neón nos formó una parte,
algo de ese gas también
me circula ahora mismo
y me torna solo
gas noble manuscrito
bajo
los dos rostros de jano
necesarios
mientras leo
para anticipar  lo que viene
para revisar sin detenerse
lo pasado cada vez que haga falta




jano, que inventaste las dos caras de la moneda
que a dos caras amaste
que, para poner en fuga al enemigo,
hiciste que las  aguas manen tibias
que fantaseaste la caliente y la fría
que volviste atrás en el renglón sin dejar de avanzar




Se me va por donde quiera
esta lengua del demonio
   Hernández


un gas que ocupa todo el espacio
toma formas en las paredes traslúcidas
se arquea, se dobla y comprime
traza curvas pronunciadas, oblongas    
alfabéticas
adherido al vidrio torneado
fugaz de una molécula a otra
como anguilas de las fantasías
animadas de ayer y hoy

el deseo de seguir los signos
en la velocidad del flujo eléctrico,
esa combustión de la letra
que inflama otros gases
para continuar dando vueltas
en un cerebro tornasolado ya
que se tuerce en manuscritas
al pliegue de lóbulos y surcos                         

en estas paredes cargadas de voces
el acto de leer llega al punto de ignición
es un rulo rojo en el tablero
entre llamas palabras llaman

bajo la certeza de que la descompresión
de éteres en la mente
se produce  porque
la escritura es también una acción manual
en las tintas
los gases
los vidrios
y a cada palabra que leés
medio rostro, se aparta
lejos, jano   





también se pueden las letras de las paredes, señorita?

“laaaclaaaseoobreeera                                                       
diiriigelaabaaatuuta                                                              
paaaraaquebaaailen                                                         ”        
                            la efecién blanca estacionada al sesgo
en el linde de la calle y la vereda
por padres cuidadosos que presumen
el mensaje involuntariamente libertario de la maestra
cubre en forma alternativa los sintagmas
clase obrera e hijos de puta
de mañana no se ve la clase obrera
de tarde
el sol se oculta entre los yuyos
del baldío de fernández



[1] Lucio V. Mansilla, “¡Esa cabeza toba!”, Entre –nos. Causeries de los jueves

*Las palabras subrayadas con amarillo, me refiero a: "palabras" e "historia" y después "palabras" respectivamente, van manuscritas en el original





Bajo el sol del desarmadero
un guardabarro de 404
es la sombrilla de un lechón.

[Omar Chauvié (1964, Argentina) 

El ABC de Pastrana (Ediciones VOX, 2000)]

Por Ernesto González Barnert



Estoy fascinado y absorto en sus páginas, desde hace un par de semanas, desde su mecanismo compositivo a la capacidad para extraer de la tosca ganga de cada minuto, el oro puro que encierra. O cuando recrea la literatura del pasado y produce su breve comentario.



Proserpina y Pastrana

Si existe ha de ser por una mera confusión
con la palabra invierno

Pero ay
hay
esos dolores en este lugar de la cabeza
esos recuerdos de las propias palabras
metidas hasta
que sonseran
fueguito en la planta del pie
ortiga en el upite
dolor que te la ortega
chaucha y palito:
excusas olores estragos estrategias
para pasar el infierno

Como dice Andrei Tarkovski en su libro Esculpir en el tiempo: “Para mí, la única tarea verdaderamente importante, consiste en reinstaurar la responsabilidad del hombre con su propio destino” y en El ABC de Pastrana creo que independiente del contexto histórico donde acontece, de los lugares físicos donde se instala y narra, del itinerario exterior e interior que propone… trata de la búsqueda de esa responsabilidad del hombre con su propio destino. Todos somos Pastrana, Omar es Pastrana o ese mismo al que, por ejemplo, llaman tito y en su vida vio una murga -algo parecido una vez, en los corsos de puntalta-.

También, a ratos, concluyo que Chauvié no escribe para que cantemos todos, sino para horadar el lenguaje estereotipado y oficial, dejando a cambio, un cielo que se repite en parabrisas tirados ya cubiertos de cardos; un desprolijo alejandrino “muñoz moreno pedernera labruna lousteau” o un acariciarte los ojos con este dedo ensalivado, no lejos de ese inmenso desierto que es el mar. Creo que para Omar la poesía no es solo una ocupación, sino una actitud sobre la vida.

4

es el momento del día
en que todo da lo mismo
infiernar como los osos
cantar como las canteras
celebrar como las cebras
culear como las culebras

Un libro escrito con la madurez del que sabe –tal que Nietzsche-, que es recuperar la seriedad que de niño uno tenía al jugar. No sin humor, uno que se desprende del juego del lenguaje –tanto en su sonoridad como en su significado-, sea producto de una combinación popular o mestiza, inesperada o literaria. Escribir –en definitiva-, es ser un pequeño tarzán[1].

él siempre definía
“a la literatura para que ande
hay que llevarla al mango
y con alguna tuerca floja”
(se equivoca
no pastrana, el dedo
y escribe “con alguna turca floja”
y dale pa´delante)
pastrana /si llega
se acuesta con el padre
y dice que no importa
porque poesía es todo
lo que se puede hacer

El ABC de Pastrana es un lujo de lectura, escrito con genio y gracia, con política e ironía, con conciencia del oficio, nunca fácil y nunca en bandeja. Donde sangre, bofe y carne, argamasa de barro y bosta, se constituyen como los elementos básicos del piso sólido en que la construcción de Omar Chauvié campea a la intemperie y doma.




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