miércoles, 29 de julio de 2015

LAYYA BINT AL-MAHDI [16.651] Poeta de Irak



LAYYA BINT AL-MAHDI

(poeta mujer, Irak, 777- 825, Siglo VIII)




Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti
Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:
una luz que nace de un sol y de una luna.
Hasta tal punto el cuerpo y el alma se completan mutuamente.



UNA PRINCESA PERPLEJA ENTRE LA TRADICIÓN Y EL ARTE:
ULAYYA BINT AL-MAHDI


Por Muna R. BASTAWI
Universidad de Yanúb aI-WAdY. Quena.


La princesa Ulayya, hija del califa, al-Mahdi nació en el palacio califal de Bagdad en 777. Entre las cosas que se dicen de los palacios de Ulayya y de sus hermanas es que: Este palacio era como una pequeña ciudad, con muchas dependencias. Unas eran las de al-Jayzurán, la madre de Hárun al-Rasid, con sus libros, sus esclavos y esclavas, y a ellas acudían los príncipes. Otras eran las de Ulayya, hermana de al-Rasid, poetisa y hermosa, seductora, rodeada de enamorados, visitantes de sus tertulias y salones. Otras eran las de ‘Abbása, también hermana de al-Rasid, y hermosa, que amaba a Ya’far al-Barmaki con el que mantenía correspondencia.

Las costumbres persas se extendieron por la sociedad abbasí debido a la mezcla, los árabes empezaron a imitar a los persas en su cuidado por la mesa, poniendo flores y arrayanes, en su arreglo de las casas, el número de habitaciones, la celebración de los festivales persas, como nayruz el día del mahrayan, donde deseaban recibir regalos y felicitaciones.

Seguía a esto la abundancia de diversiones y gastos, hasta el punto de que gastaban inmensas fortunas sin más provecho que satisfacer su vanidad, por eso no es extraño que se excedieran celebrando fiestas y banquetes. Se dice incluso que Hárún al-Rasíd, cuando se casó con Zubayda preparó un banquete sin igual en el pasado y los regalos y dones no tuvieron fin. Lo mismo hizo al-Mamun cuando se casó con Barán, la hija de su visir al-Rasan ibn Sahí en 210, le dio como dote mil jacintos. las velas estaban hechas con ámbar, y se cocinaron alimentos y platos espléndidos. 

La música y el canto encantaban a todo el mundo, se apreciaban la variedad y la innovación en las melodías, la renovación de los instrumentos. También abundaban las tertulias donde dominaban las bromas, el ingenio y las bebidas. Bagdad gustaba a los ricos por la amplitud de sus construcciones, su belleza y la de sus palacios y lugares de recreo, plazas, y las diversas manifestaciones de su civilización. En cuanto a los pobres y necesitados vivían miserablemente, como dice un poeta:


Bagdad es adecuada para el hombre rico,
no para el hombre que vive en la pobreza y la ruina.
Si hubiera vivido en ella Coré, el rico,
habría estado lleno de cuidados y obsesiones.


A la sombra de esta contradicción que vivía la sociedad abbasí, nació la princesa Ulayya bint al-Mahdú. Sin duda, Ulayya, como cualquier otra persona, sufría la influencia de esta sociedad, pero ¿en qué medida? ¿Soportaría las contradicciones de la sociedad, o sería incapaz de ello y no vacilaría y llevaría el camino recto? ¿Representaría la postura de solidaridad con los valores tradicionales de la sociedad, o se volcaría a la nueva sociedad y se entregaría a las costumbres extranjeras en materia de diversiones y libertinaje?.

Encontramos que Ulayya ante todo esto mantiene una postura intermedia, en unos aspectos recibe la influencia de la nueva sociedad, pero no se contagia de las contradicciones, de las diversiones, ni del libertinaje.

La mayoría de los historiadores antiguos o modernos hablan del decoro (siyána) y de su castidad, de su religiosidad, de su piedad, o su cumplimiento perfecto de las normas religiosas musulmanas, como cuando al-Suli, y tras él todos los demás, subraya que, en estado de pureza ritual, Ulayya se ocupaba de cumplir la oración, estudiar el Corán, o acudir a su oratorio. También hablan de su inteligencia, su educación y formación. Subrayan además su belleza y elegancia, o mejor dicho, que pertenecía al grupo de personas elegantes de Bagdad, así como que componía poesía y canciones.

Importa señalar que la elegancia o refinamiento (zarf) es uno de los rasgos distintivos de las clases superiores de la sociedad de esta época, y que ya a finales del siglo lX un autor de Bagdad, al-Wassa, escribió un tratado sobre las relaciones de Ulayya con dos de sus sirvientes, Talí y Rasa, cuyos nombres transforma en sus poemas en Zill (‘sombra’) y Zaynab, relaciones que motivaron que Hárfin al-Rasid, al leer algunos de los versos de su hermana sobre ellos, impidiese que siguiera viéndolos, o incluso llegar a ordenarle que no los mencionase nunca. Para ilustrar esa relación, recogen algunos de los versos de Ulayya, sobre Talí, especialmente. Son los siguientes:



Lo que he sufrido tanto tiempo, oh Zill, es suficiente,
hasta venir a visitarte apresuradamente,
caminando con dolor hacia una muerte.


Otro de los poemas sobre Tall, jugando con su nombre, dice:


Oh ciprés del jardín, he estado mucho tiempo al sol,
¿encontraré sombra (tu) a tu lado?
¿Cuándo podré verte si no tengo esperanza de que salgas,
ni puedo entrar a ver a quien amo?


Se recogen otros versos de ‘Ulayya sobre Tall, siempre transformando su
nombre en Zill, que en algunos casos sirvieron de letra para canciones.



Saluda a esa gacela esbelta, llena de coquetería,
salúdala y dile: Oh deseo intenso de los corazones de los hombres,
has adelgazado mi cuerpo, y moras a la sombra (zill) de los aposentos
femeninos,
eres para mi el extremo de los deseos, y no sé cómo salir de esta
situación


Se han conservado sólo dos poemas de ‘Ulayya dirigidos a Rasa’, el primero de los cuales dice:


El corazón ama a Zaynab con pasión intensa y devastadora;
por su amor, ahora se dice que estoy enferma.
La llamo de intento por otro nombre para que no se enfade,
y he hecho del nombre Zaynab su pseudónimo,
ocultando así una maravilla.
Ha dicho, cuando era difícil la unión,
y yo no sabia cómo hacer:
Por Dios, no conseguirás mi afecto,
como no conseguirás las estrellas.



Presenta el segundo poema con una breve introducción, donde destaca que  Ulayya lo compuso evitando el nombre de Zaynab que todo el mundo conocía como alusión a Rasa. Es un poema algo más breve que el anterior, sólo tres versos:



El corazón añora a Rayb, Señor, eso no es una falta,
he hecho que mi corazón se enamorase
y solo puedo llorar, oh Tú que conoces los secretos,
He escondido en mis versos el nombre
de quien amo de la misma manera que oculto el amor en el pecho.


Voy a intentar ahora comentar la relación de ‘Ulayya con estos criados.
Las mujeres de la familia abbasí disfrutaban de una libertad para expresarse, tanto en prosa como en verso, que no tenían otras mujeres libres. Otro ejemplo que tenemos de princesas abbasíes que cantan en sus versos a esclavos suyos es el de Jadija, hija del califa al-Ma’mun, que dice acerca de un paje al que amaba:


Por Dios, decidme de quién es este antílope
de cadera opulenta y talle esbelto,
la más elegante de las criaturas cuando está sobrio,
y la más graciosa cuando se embriaga.
Se ha construido un palomar,
y ha guardado en él un ave temblorosa.
Ojalá fuese yo una paloma
y él fuese un gavilán que hiciese conmigo lo que quisiese.
Si vistiese una túnica de Quhistán, por su delicadeza
el tejido le haría daño o le rasguñaría.



Se han conservado varios poemas amorosos de Ulayya quejándose de tener que ocultar lo que siente, y dando rienda suelta a sus palabras, como éste:


He ocultado a los hombres el nombre del amado
y he respondido a la pasión en mi pecho,
cuánta nostalgia siento por una ciudad vacía, 
tal vez entonces podría llamar a quien amo


En otros versos amorosos en los que se expresa también con libertad y osadía dicen:


Le he visitado muchas veces,
y se ha aburrido; todo aburre si se repite con frecuencia.
Me inspira desconfianza el que veo siempre 
que sus ojos me miran poco



EL DIWÁN DE ULAYYA BINT AL-MAHDI

Al estudiar el díwan de la princesa Ulayya, lo primero que llama la atención del investigador es la huella del Corán. Se encuentra de vez en cuando vocabulario  coránico o alusión a aleyas. Por ejemplo:


He alabado al Señor por responder a mi oración,
mas creo que mi alabanza es escasa.


En otro caso dice:


Las noches de ayuno se prologan y suceden, 
hasta el punto de que creo que superan todo cómputo,
con la nostalgia de una reunión que se enorgullece con quien acude a ella,
a quien protejo mencionando la majestad del Dios Único y Eterno. 


O cuando dice:


Dios maldiga al -avaro; 
aunque rece y ayune


En otro verso dice:


Que Dios lo guarde y nos reúna
un Dios que esta cerca de quien ora


De nuevo, en este verso:


Por la casa de Dios, en amor quisiera
tener tanta perseverancia como tú.


En otro poema dice:


Quien sólo ama a un amado
es como que ofrece un culto sincero al Creador Único.


O cuando dice:


Se presentan a mi mente muchas cavilaciones sobre ti,
pues el conocimiento de lo oculto sólo lo tiene el Señor.


No sólo en estos versos, sino en muchos otros, aparecen menciones explícitas a vocabulario coraníco.


En sus poemas, Ulayya presenta al amor como ocupación absoluta del amante, e incluso reflexiona filosóficamente acerca de la ebriedad del amor y su capacidad para dominar al enamorado, y así dice:


El amor empieza por ignorancia,
pero cuando se apodera de alguien se convierte en una ocupación absorbente


En otra ocasión dice:


Las vicisitudes del amor son terribles,
y nadie te informará de ello salvo el que lo ha experimentado;
las cosas del amor no se rigen por la opinión subjetiva (ra ‘y),
ni por analogía (qiyas) o reflexión.


La inconstancia e infidelidad del amado son responsables de la desesperación de la princesa, y siente que el amor, la constancia y la fidelidad suyas no son recompensadas más que con la traición, el abandono y el desvío, lo que le hace decir:


Oh amor, por Dios, ¿por que me has abandonado?
Me has dejado y no te cuidas de mí.
¿Dónde están los juramentos que me hiciste,
poniendo a Dios por testigo? Pero me has traicionado


También dice:


Por Dios, si se me hubiesen recompensado
mis beneficios con otros beneficios,
no me habría desdeñado quien amo,
ni se habría cansado de mí ni me habría traicionado.


En otro poema dice:


Tanto si creo o si se me miente,
no encuentro fidelidad en ninguna criatura;
la gente habla sobre el amor tú
pero viola sus pactos



También dice:


Oh amor mío, elección mía y mi tormento,
¿por qué no me respondes cuando te escribo?
¿Has traicionado los pactos, o has encontrado a las que me envidian,
que desean que me abandones, o te has cansado de mis reproches?


Así dice:

La gente no hace caso del desgraciado,
sólo te acompaña en tiempos de buena salud.


O dice:


Veo que la gente menosprecia
a quien les hace entrega de su alma.


Sabemos que Ulayya vivió en una época en la que se mezclaron las culturas extranjeras, griega, india y persa, con la árabe, e influyeron en ella, y que las traducciones alcanzan su apogeo en los califatos de Hárun al-Rasid y al-Ma’mun, y esa influencia se distingue claramente en la literatura, en las ciencias e incluso en la vida. No es extraño, pues, que observemos la huella de estas culturas en algunos versos de Ulayya. Un ejemplo de ello es que los amantes, para Ulayya, son un mismo espíritu en dos cuerpos, como en algunas tradiciones antiguas, y así dice:


Dije: Por Dios, no te obedeceré acerca de ella;
es mi alma, ¿cómo puedo abandonar a mi alma?


También dice:


Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti,
toda yo está ocupada con todo tú y dedicada a ti,
una luz que nace de un sol y de una luna,
hasta tal punto el cuerpo y el alma se completan mutuamente.


En su diván, de vez en cuando, se menciona el vino, las bebidas y diversiones, describiendo el ofrecerse mutuamente la bebida, cómo se bebe copa tras copa, dejando que el vino afecte a la cabeza, sin hacer caso de los reproches que puedan dirigirle. Así dice:


Beberé una copa tras otra
de un vino que gira entre nosotros,
y siempre mamaré sus perlas de mañana
para que se me critique incluso en la tumba.


O bien:


Mezcla el agua con el vino,
y escánciame hasta que me duerma.


En otro poema, donde presenta el intercambio de copas entre compañeros, mejor dicho, donde describe que, al no encontrar un contertulio, hace ella su papel y el del contertulio, dice:


Me quedé a solas con el vino para hacerle confidencias,
y unas veces bebía y otras se lo ofrecía,
fue mi contertulio pues no encontré otro amigo,
al que le agradase compartirlo conmigo.


O cuando dice, pidiendo al contertulio que deje el sueño y despierte para acompañarla a beber:


Levántate, amigo, a beber un vino fresco,
ya has dormido una larga noche,
a quien bebe el vino, éste le hace enmudecer,
y no responde bien a las preguntas.


En otros versos explica que la vida verdadera no puede prescindir de diversiones y bebida. Por ejemplo:


La vida está en amar,
en divertirse y en beber
un vino fresco,
en una copa brillante como una estrella.


También cuando dice:


No bebas vino ante oídos ajenos, y visita
a una gacelilla inexperta de mejillas y cuello puros,
a quien un vino hace andar vacilante y alegre,
e imita en sus mejillas al néctar del racimo 


También dice:


Cuántas veces un bebedor se ha serenado después de embriagarse,
pero el amante se encuentra siempre ebrio.
me embriagué, y no de vino,
al recordarlo, sin que nadie me lo haga olvidar.


En otros versos, representando el vino y sus estragos. considera que el vino cautiva la mente del hombre piadoso, pero disipa la penas y quita las preocupaciones, dice:


Me ha levantado de mañana a beber un vino fresco
que seduce y cautiva al piadoso y prudente
un vino añejo,
generoso, que disipa las penas.











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