miércoles, 7 de mayo de 2014

KRISHNA NARANJO ZAVALA [11.633]



Krishna Naranjo Zavala

Escritora mexicana (Colima, 1984). Licenciada en letras y periodismo y maestra en letras hispanoamericanas por la Universidad de Colima, donde ejerce la docencia y es coordinadora académica de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas. Ha publicado poesía, ensayo y cuento en revistas de literatura de circulación local y nacional.





Ilusión óptica

Caminamos con la noche abierta en la garganta:
afloraron palabras que vertieron luceros
Hoy las veo desde este mes, sentadas en flor de loto,
mientras nuestra juventud aspira a la inmortalidad
               en los linderos del sueño.







Nombrar

Nuevas páginas subrayo
con la tinta indeleble de tu transparencia
La tierra no se agota
en memorias o en olvidos sino en las veces
que guardo silencio
antes de pronunciar con sentimiento infinito
tu nombre.







Poema para desprenderse

Antes de colocar el punto final al poema-río en que te estaba sumergiendo,
antes de que tomara la postura correcta de quien entona el amor,
ya tenía entre las manos los vuelos de tus aves musicales,
ya tenía entre las manos tu nombre esparciendo significados en todo mi cuerpo
Corrí por el camino de la ausencia para encontrarme a mí misma:
despoblada de sentidos, de indicios, transparente como siempre era
pero mi corazón irradiaba una fuerza diurna
Yo quise huir, quise negar, quise contrariar a mi pobre humanidad
que por primera vez sentía despegarse de la Tierra, que por primera vez
tocaba paraísos prometidos donde tu cuerpo era prolongación del mío

El remolino del fuego bendecía con silbidos y yo nunca respondí si te amaba.







Este continuo desnudarme

Estoy desnuda dentro de este cuarto de espejos
deseando la resonancia más bella de mi misma

pero afuera la ciudad
no deja recobrar el silencio
que en la mañana traza el colibrí o la torcaza
el aleteo tornasolado y el canto
son los labios de esa oscuridad sonora
que se asemeja al mar apacible

por qué no entienden allá
que el estruendo mutila el rito de las flores
cuando se abren líricamente
bajo la directriz del viento

¿qué horas son? el tiempo para desprenderse
me destierro, abro otro camino
pienso en un túnel del porvenir

debo seguir en este continuo desnudarme
donde afloran los pinos y los robles de mis senos
donde el mangle cobra sentido
en la zona costera de mis piernas

donde se conjugan los arrayanes, los luceros
donde el mar bebe de mí
donde me hace el amor este absoluto silencio.






Confines blancos


1

Regresaré de la muerte para conjurar en la Tierra:
que el vigor del cauce salude al pez dulce 
que el viento arrulle la memoria del cerro
que el mar ofrende sal a los vientres femeninos
que los perros ladren con la alegría de la hermandad
y que la luna menstrúe los ciclos de la regeneración humana. 


2

Un día encontré a la piedra, húmeda y cubierta de salitre.
La besé como quien respeta al mundo
que existe antes de las conchas, de los caparazones.
Cuando la tuve entre mis manos
abrió sus ojos (quizá deba decir “me abrió los ojos”)
y pude compartirle cuánto la quería.

Su ancianidad removió a la Tierra hasta dejarla
          en sus confines blancos


3

Caminamos con la noche abierta en la garganta:
afloraron palabras que vertieron luceros.
Hoy las veo desde este mes, sentadas en flor de loto,
mientras nuestra juventud aspira a la inmortalidad
          en los linderos del sueño.






María

Una semana de junio / 
fue mi abuela un piquetazo de avispa en la punta de mi corazón adormecido / 
Desperté y la soledad era nubarrón sobre la espalda / 
Desierto sin banderas genealógicas / 
Desperté: la soledad y la ciudad eran una / 
Mi cuerpo se deshizo como hielo intrascendente / 
Necesité del fuego de la hembra para coser mi barro / 
El eco me devolvía la amargura en un relámpago / 
Y el sonido cimbró mi esqueleto hasta reconocerme muda / 
Tuve que gritar para escucharme en un murmuro de agua / 
Le deseé estupendo viaje / 
Imaginé una estampa: el tren y los paisajes michoacanos / 
Mi abuela comía zarzamoras en la travesía / 
Me quedé con este álbum y en la búsqueda de mis propias piedras.








Tilma-mopohua

La diosa
            desde la Villa
observa el río de hombres
sus cuerpos convertidos en canto
     
Nican Mopohua

                                                         
De bruces
          reciben el centelleo
del primer haz de relámpago
a cambio de estatuillas
          estampas de rosas mágicas
Con los mantos en el suelo
          dormitan en la tibieza de la fe
Porque todos
          aguardan la lluvia de sortilegios
y te cantan
          aquí vienen
                                                             Mírales
sorteando espinas sobre asfalto
                                                              Escúchales
entonan mañanitas para que te sepas madre de la dicha
Madre del pan y de la leche
          Madre de todo lo que es madre
para que arrojes maíz a ochenta millones de mesas
–por lo menos–
                                                              Mírales
ofrendan ramos
letanías de adoraciones y promesas
Te conviertes en estrella láctea
          y en tu regazo verde consuelas a este país
que hoy te canta.



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