jueves, 26 de febrero de 2015

ÁNGELA OCHOA VELÁSQUEZ [15.075] Poeta de Honduras

                                              Doña Ángela y su hijo, Efraín, en  1943.


ÁNGELA OCHOA VELÁSQUEZ

1885.  Nace en Comayagua, Honduras el 4 de mayo. Son sus padres, José María Ochoa Velásquez y doña Felipa Urmeneta. Tuvo otra hermana, Carmen.
1909. Viaja a  Santa Rosa de Copán, desde donde escribe el poema “Desde occidente”, fechado el 15 de abril.
1913. Nace su único hijo, Efraín Ochoa Reina, fruto de su relación con el señor, Juan Ángel  Reina. Antes, doña Ángela, había tenido un primer matrimonio, con el señor Ricardo Díaz Lozano.
1930-1931. Vive el La Lima, entonces una aldea de San Pedro Sula, donde escribe varios poemas.
1932. Vive en Tegucigalpa, donde funda el semanario pacifista “Iris”. Allí publicará su novela por entregas “Tras el biombo”.
1934. Publica en Tegucigalpa, su primer poemario “Lotos y ajenjos", con prólogo de Visitación Padilla. 
1935. Pasa una temporada en La Ceiba, Atlántida, donde escribe varios poemas.
1939. Se convierte en redactora del quincenario “Rumbos”, dirigido por Mitry Simán, de claro origen palestino. 
1943. Se gradúa de Médico en la Universidad Central de Tegucigalpa, su hijo Efraín.
1948. Publica en la revista “Pan América”, su poemario corto “Sobre la ruta del Norte”, producto de las impresiones de un viaje a esa zona.
1949. Publica en Tegucigalpa, el cancionero infantil “Mensaje a los niños de mi tierra”. La música de estas canciones, es de Ignacio Galeano.
1950. Funda en Tegucigalpa, el semanario “Actualidades” cuyo primer ejemplar circuló el 20 de julio. Salía los jueves y costaba 20 centavos.  
1955. Publica en Tegucigalpa “Espigas y lotos”.
1969. Fallece en San Pedro Sula, donde reside en compañía de su hijo, el 18 de septiembre, a la respetable edad de 84 años.
http://josegonzalezparedes.blogspot.com.es/2012/09/cronologia-de-angela-ochoa-velasquez.html



AMOR CÓSMICO

Yo siento un gran amor…
un amor errabundo,
impersonal y suave:
pongámoslo en los seres, los mundos,
y las cosas para sentirnos uno
con lo que ha sido y es,
y habrá algún día de ser,
por la ley de la Eterna armonía.

Somos infinitesimales partículas del Cosmos,
somos átomos
perdidos en la vasta inmensidad del todo;
un puñado de tierra,
que sin embargo puede ser mañana un astro,
y de igual modo,
una mata de nardos o una poma…



BROQUEL

No me convences, vida, con tus zarpas filosas,
con tu ceño iracundo y tu afán de destruir;
ni me tienta la farsa de esa forma fastuosa
con que quieres a veces tu miseria vestir…

No me convences, vida, con tu ciencia en  pañales,
cuya clave, en tinieblas, te empeñas en buscar,
bien sé que es muy amarga la miel de tus panales,
y que eres un arcano profundo como el mar.

Sé que en tu dorso anidan águilas y serpientes,
y que nos das tu leche, veneno y aguijón,
que pones espejismo en toda  las pendiente
y que te importan  poco, cerebro y corazón…

Por eso yo te digo, más allá de la cumbre,
donde  se desvanece, ambición, e ilusión,
te espero abroquelada con mi gran mansedumbre,
y es inútil tus zarpas e inútil tu aguijón.



COMAYAGUA

Su reciedumbre acusa la estirpe ibera,
y tiene en su molicie de castellana
severidad de monja de paz austera,
enmarcada en la  ojiva de una ventana.

Sillares y macizos, son sus colinas,
en cuya falda bullen los arroyuelos;
donde juegan los duendes con las ondinas,
y entonan los zorzales sus ritornelos.

El caudal de sus ríos, cristal sonoro,
que con rumbo hacia el norte marca el sendero;
donde pone la  tarde  torrentes de oro,
y  arrebuja en sus nieblas el mes de enero.

Casa de fuertes muros donde desfilan
las formas espectrales de los prelados;
cúpulas de los templos que se perfilan,
como antiguos catillos abandonados…

Calles  donde en suspenso quedó la risa,
cual si fuesen de piedra sus moradores,
ancianas con semblante de pitonisa,
que oran ante la Virgen de los Dolores.

Muchachas que en el hueco de una ventana,
deshojan el romance de una novela;
florecitas ya mustias en la montaña,
esperando donjuanes, tras la cancela.

Rapaces de imprecisas fisonomías,
jugando en las esquinas de las aceras;
mientras en un murmullo de letanías,
Se miran a hurtadillas las quinceañeras.

Hay égloga en la fronda de los mángales,
Y  fiesta de torcaces en los oteros:
tocan los clarineros marchas triunfales.
y encienden los jazmines sus pebeteros.

Tras la azul lejanía de la montaña,
ensaya su radiosa policromía
la tarde que aprisiona la luz huraña
con que plácidamente se muere el día.

Casas de fuertes muros donde desfilan
las formas espectrales de cien prelados;
cúpulas de los templos que se perfilan
como viejos castillos abandonados.


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