viernes, 21 de agosto de 2015

FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA [16.849]


Fray Íñigo de Mendoza


Fray Íñigo de Mendoza (Burgos, 1425 - Valladolid, 1507) fue un escritor y poeta español del prerrenacimiento, perteneciente a la lírica cancioneril castellana.

Era hijo de Diego Hurtado de Mendoza y Juana de Cartagena. Se cree que nació en Burgos, aunque no hay modo de saberlo con certeza; era bisnieto de Juan Hurtado de Mendoza "el Limpio", mayordomo mayor de Juan II, nieto de Juan Hurtado de Mendoza (prestamero mayor de Vizcaya), sobrino nieto de Ruy Díaz de Mendoza (mayordomo mayor también de Juan II) y sobrino lejano del Marqués de Santillana. Por su rama materna descendía de judíos conversos.

Franciscano, fue uno de los poetas predilectos de Isabel la Católica, de quien era limosnero y predicador; su carácter desenvuelto, su vena satírica y su privanza cortesana le causaron muchas envidias y enemigos y no pocos detractores. Supo entroncar en la vena culta la inspiración popular y revalorizar el romance, que, según su homónimo el Marqués de Santillana, era propio de la gente "de baxa e servil condición", y llevarlo a su valoración justa. Sus enemigos llamaron a fray Íñigo de Mendoza "frayle revolvedor e fortunado en amores", y el trovador Vázquez de Palencia se atrevió a decir a una dama que se interesaba por la obra del fraile:


Este religioso santo,
metido en vanos placeres,
es un lobo en pardo manto;
¿cómo entiende y sabe tanto
del trato de las mujeres?


No fue rígido observante de sus votos; incluso es autor de dos poemitas eróticos y se le atribuyen algunas anécdotas picantes; una de ellas es la frase "no es harta desventura la que tenemos los frailes, que vemos a nuestros hijos en brazos de vuestras mujeres y no les osamos hablar"; se non e vero, e bene trovato. Sin embargo, la mayoría de los versos conservados del franciscano son severos, honestos y de recta intención. Se retiró de la Corte en 1495 al convento de San Francisco de Valladolid. Vivo aún en 1502, se supone que muere en 1508.

Su obra principal son las Coplas de la Vita Christi, escritas en décimas no espinelas, es decir, en quintillas dobles. Su primera versión es probablemente de 1467-68, y hay una segunda; la tercera se imprimió en 1482. En este proceso el autor sometió a una fuerte autocensura su crítica del reinado de Enrique IV, como demuestra la edición crítica de Julio Rodríguez Puértolas. En esta obra se funden villancicos, romances y elementos líricos populares; y hace un excursus para extenderse sobre la situación del reino en vida de Enrique IV que se ha relacionado estrechamente con las Coplas de Mingo Revulgo, por lo que algunos autores han querido atribuirle esta obra. En toda su demás producción campean también las poesías populares: romances, villancicos, himnos, un fragmento casi dramático... Son muy citadas las Coplas a la Verónica (¿1483?) y destaca un debate alegórico: Cuestión entre la Razón y la Sensualidad (h. 1483). Luego de los loores de la Virgen, trata de la Encarnación, la Natividad, la Circuncisión, la Adoración de los Reyes y la Presentación de Jesús en el Templo. Su estilo es claro y castizo, alejado del conceptismo tan frecuente en la cortesana lírica cancioneril, y por ello se aproxima a la lírica de su contemporáneo fray Ambrosio Montesino, que también era franciscano.

Otras obras son el Sermón trovado sobre las armas del rey don Fernando, Dictado en vituperio de las malas mujeres y alabanza de las buenas, Lamentación a la quinta angustia, Coplas en loor de los Reyes Católicos. De carácter político es el Dechado de la reina doña Ysabel, donde se leen consejos que recuerdan los mejores de Gómez Manrique. Además compuso un libro en prosa: Tratado breve y muy bueno de las cerimonias de la missa ço sus contemplaciones. este tratado está dividido en doce capítulos y va dedicado a la esposa de Gómez Manrique; se publicó en 1499.

Las ediciones de obras de fray Íñigo de Mendoza son rarísimas, por lo que tardó en ser conocido. Acaso la primera es una publicada en Zaragoza en 1482. Su cancionero no se descubrió hasta 1840.



Los gozos de Nuestra Señora
Fray Íñigo de Mendoza

[Nota preliminar: edición digital a partir de la Edición de Foulché Delbosc, Cancionero castellano del siglo XV, Madrid, Casa editorial Bailly-Baillière, 1912-1915 (Nueva Biblioteca de Autores Españoles; 19-7) pp. 94-97 y cotejada edición crítica de Julio Rodríguez-Puértolas: Fray Íñigo de Mendoza, Cancionero, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 155-163. Seguimos los criterios de actualización ortográfica y puntuación de esta última, cuya consulta recomendamos por ser imprescindible para la correcta apreciación crítica de la obra.]




1   Emperatriz de los dos
imperios del cielo y tierra,
en cuyo vientre por nos
a ser tu hijo el de Dios
tan humilmente se ençierra,
con la qual tanto se dora
tu persona y resplandeçe
que con espanto a desora
la lengua más habladora
enmudeçe.

2   Tú, graciosa Virgen, eres
favor de natura humana,
desculpa de las mugeres;
házese quanto tú quieres
en la corte soberana;
gózate, que si te viste,
sagrada señora mía,
con una causa de triste,
más de mil cuentos toviste
de alegría.

3   Lo primero que te fue
causa de gozo gigante,
fue, Virgen, con esa fe,
puesto que el cómo no sé,
concebir tan alto infante
con tan divinas maneras
que todas las lenguas juntas
deben callar de groseras,
pues que tú mesma te alteras
y preguntas.

4   Lo que en esto, Virgen sancta,
te demuda y desatina,
es que tu seso se espanta
en oir que humana planta
ha de levar flor divina,
por la qual fragosa vía
sabiamente caminaste:
quando el seso no sabía,
la fe tomaste por guía
y acertaste.

5   Pues si quieres contemplarte
en una cumbre tan alta,
no sólo debes gozarte,
mas dar de tus obras parte
a quantos gozos les falta,
que la fuente soberana
que gozo siempre destella,
se te puso tan cercana
que puedes, a quien ha gana,
hartar della.

6   Hízote de gozo llena
tu dulce gozo segundo,
quando tú, en estremo buena,
sin sentir ninguna pena
pariste al señor del mundo,
quel no ronper su salida
tu cerrado encerramiento
fue causa muy conoçida
para que fueses parida
sin tormento.

7   ¡O nuestra perla bendita!,
grand razón hay que nos mueva
a creer que fueste quita
del dolor en que maldita
para en los partos fue Eva;
pues que fue tu engendrar
sin varón y sin pecado,
de aquel antiguo pecar,
tu parir no ha de heredar
ser penado.

8   Si quiere saber quienquiera
tu parto mucho a la clara,
su pensamiento refiera
al sol con la vidriera
que el Vita Christi compara,
porque la carne sagrada
a quien Dios tanto se allega,
de ser con Dios ayuntada
su nacer, sin romper nada,
se le pega.

9   Gózate, gozo del cielo,
de los humanos dulçor,
de los demonios recelo,
del purgatorio consuelo,
de los infiernos dolor,
gózate, que nuestro mal
en tu vientre es guaresçido,
para en señal de lo qual
fue tu parto virginal
sin gemido.

10   Fue plazer muy excelente
el de tu gozo tercero,
quando traxeron presente
los tres magos de Oriente
al tu divino cordero
y por su Dios y Mexías
lo adoraron de hinojos:
¡o, qué dulçor sentirías
quando tú, Virgen, lo vías
con tus ojos!

11   Ellos, puestos de rodillas
todos tres ante tu cara:
¡pues mira qué maravillas,
qué fe los hizo dezillas
ante tí tan a la clara!
Con el encienso primero
te confiesan todos tres
que el tu precioso luzero
eternal Dios verdadero
fue y es.

12   Ofrecen más adelante
el oro por don segundo,
y con gracioso semblante
te dizen será tu infante
eternal señor del mundo:
«por lo qual este metal
que nosotros presentamos,
por una cierta señal
de vasallaje eternal
gelo damos».

13   La otra nueva tercera
que el tercero don figura,
aunque parece muy fiera,
si bien la mira quienquiera
agena va de tristura,
porque la mirra ofrecida
de su carne nos confiesa
no su muerte dolorida,
mas tú ser no corronpida
en la fuesa.

14   ¡O, quánta gloria sentiste
quando después de adorado
de tales personas viste
el hijo que tú pariste
tan en estremo loado,
y del infante nascido,
preciosa Virgen y madre,
quedaba por concluido
que te daban por marido
a Dios Padre!

15   Venga tu quarto dulçor,
pues te dio gozo sobrado
quando después del dolor
aparesció el Redemptor
ante tí resucitado;
¡O Virgen, quán dulce cosa
a tu pena dolorida
fue ver su carne preciosa
tras muerte tan dolorosa
tan garnida!

16   Viste tan claras y bellas
sus cinco plagas, señora,
que el claror que sale dellas,
como el sol a las estrellas
Él al sol le descolora,
con lo qual, de gozo llena,
aunque estabas medio muerta,
tornaste luego serena,
como quien sueña grand pena
y despierta.

17   ¡O sacra resurreción,
galardón de gran estima!,
tu dulce contemplación
al más flaco coraçón
a sufrir penas anima,
porque el ser galardonado
con gloria tan soberana
pone fuerça al desmayo
para ser martirizado
muy de gana.

18   Así que por esta vía
del quarto gozo, concluyo
que el plazer de su alegría
debe ser, Virgen María,
tanto nuestro como tuyo,
porque, virgen sin escoria,
es tu quarto gozo tal
que nos da con su memoria
grand esperança de gloria
inmortal.

19   Muy soberano consuelo
el quinto gozo te dio,
al tiempo que deste suelo
ante tus ojos al çielo
tu sacro Hijo subió,
quando su carne sagrada
por lo que sufrió por nos
fue a ser aposentada
en la más junta posada
cabe Dios.

20   ¡Qué gozo tan esmerado
te fue saber que subía
para ser de Dios privado,
para ser nuestro abogado,
para sernos cierta guía,
y tanbién para enviarnos
el espíritu divinal
a que venga a consolarnos,
dotrinarnos y esforçarnos
contra el mal!

21   ¡Qué gloria tan soberana,
qué plazer tan singular
te fue ver su carne humana
asentarse tan ufana
cabe Dios casi a la par!
¡O, qué causas tan estrañas
tienes de gozo creçido,
pues en grandezas tamañas
el hijo de tus entrañas
es subido!

22   El sesto gozo te ruego
que contemples, Virgen Madre:
en son de lenguas de fuego
envió tu Hijo luego
el amor suyo y del Padre
a poblar de siete dones
aquella sancta compaña,
por dar a sus coraçones
contra las persecuçiones
fuerça y maña.

23   Desta gracia repartida
que el amor de Dios reparte,
¡o Virgen no corrompida!,
es verdad muy conocida
que a tí dio la mayor parte,
porque son en tantos grados
sus gracias en tí sculpidas
que en tí todos los estados
pueden fallar los dechados
de sus vidas.

24   Gózate, madre de Dios,
con tan alta dignidad,
que tú, viviendo entre nos,
de tres personas, las dos
te envió la Trinidad:
la una dentro encarnada
en el tu vientre bendito;
la otra fuera mostrada
y de dentro debuxada
en tu espíritu.

25   La tu setena alegría,
toda gloria muy más fina,
¡quán dulce te fue aquel día,
quando tu alma sobía
a ver la cara divina,
a sellar dentro en tus ojos
para siempre su presencia,
a nunca sentir enojos,
a ganarnos de hinojos
su clemencia!


Cabo

26   Tu cuerpo, tenplo sagrado
do puso Dios su tesoro,
cuerpo sin culpa engendrado,
cuerpo sin ningún pecado
carne más limpia que el oro,
porque conozca la gente
que jamás nunca pecó,
¡o gozo tan excelente!,
con tu alma juntamente
se sobió.





Coplas en que pone la cena que Nuestro Señor hizo con sus discípulos quando instituyó el sancto sacramento del su sagrado cuerpo

Fray Íñigo de Mendoza

[Nota preliminar: edición digital a partir de la Edición de Foulché Delbosc, Cancionero castellano del siglo XV, Madrid, Casa editorial Bailly-Baillière, 1912-1915 (Nueva Biblioteca de Autores Españoles; 19-8) pp. 97-104 y cotejada edición crítica de Julio Rodríguez-Puértolas: Fray Íñigo de Mendoza, Cancionero, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 163-182. Seguimos los criterios de actualización ortográfica y puntuación de esta última, cuya consulta recomendamos por ser imprescindible para la correcta apreciación crítica de la obra.]





Invocación

1   Tú que solo Dios meresces
que te pidamos favor,
bien que nunca nos fallesces,
sol que siempre nos ofresces
tu divino resplandor,
majestad tan piadosa,
sufrimiento sin çoçobra,
divina bondad preciosa,
con tu gracia faz graciosa
esta obra.

2   Da fuerças a mi flaqueza,
a mis desdones donaire,
discreción a mi sinpleza,
y tu divina destreza
adiestre tan ciego flaire,
y pues tú me diste gana
de trobar cosa tan alta,
suple, gracia soberana,
en mi lengua castellana,
lo que falta.


Invocación a Nuestra Señora

3   Tú, reina sancta del cielo,
tú, madre de Dios eterno,
favor y dulce consuelo,
seguridad sin recelo,
frontera contra el infierno,
puerto de nuestra tormenta
en el mar quando ay çoçobra,
esfuerço de nuestra afruenta,
suplico que estés atenta
a mi obra.

4   Ya no estás amortecida,
ida es la ansia fuerte
que daba muerte a tu vida
con la muerte dolorida
que dio vida a nuestra muerte;
tu dolor es ya pasado,
tú, reina, virgen y madre,
tu Hijo crucificado
a la diestra está asentado
de Dios Padre.

5   Su corona tan penosa
que viste llena de espinas,
ya se le tornó preciosa
corona real ponposa;
sus espinas, clavellinas;
sus puntas ensangrentadas
son tornadas rosicler,
y sus llagas lastimadas,
en dulçor son trastocadas
de plazer.

6   Su cuerpo tan açotado
con vergas, sin merecerlas,
es hecho nuestro dechado
por mano de Dios bordado
de cien mil piedras y perlas,
y la llaga del costado
que sus entrañas passiona,
es ya postigo dorado
que nunca será cerrado
a persona.

7   Y la lança de Longinos
que hizo su llaga sancta,
ya sus méritos divinos
nos libra de los malinos
que los fiere y los espanta,
y los clavos trabajosos
de sus pies y de sus manos,
son tornados tan preciosos
que los adoran gozosos
los humanos.

8   El vino junto con fiel
que le dio tan mal sabor,
tornó dulce como miel
en vernos libres por él
del infernal amargor,
y la muerte tan penada
de dolor inconportable,
es vida glorificada,
vida bienaventurada
perdurable.

9   La cruz, que tan duramente
le dio penas y dolores,
es fecha tan excelente
que la ponen en la fruente
por joyel sus servidores,
y la muy brava passión
que sufrió trabado en ella,
en la tierra es salvaçión
y en el cielo población
de su mella.


Concluye la invocación

10    Pues virgen, ya sus enojos
pasados son en la tierra,
y no quedan en tus ojos
sino solos los despojos
del galardón de su guerra,
por do puedes, si quisieres,
sin dolor de conpassión,
¡o favor de las mugeres!,
hablar con grandes plazeres
su passión.

11   Y contar con gran dulçor,
madre de Dios verdadero,
cómo fue lo del dolor
que sufrió mi Redemptor
enclavado en el madero,
que pues es tornado gloria
lo que te solía doler,
en recontar su victoria
recibirá tu memoria
gran plazer.

12   Pues dime con alegría
la pasión del soberano,
que yo ya, señora mía,
con esfuerço de tu guía,
la pluma tomo en la mano,
y pues tu cara serena
non se puede tornar triste,
¡o madre de Dios tan buena!,
fazme merçed de la pena
que sentiste.


Comiença la passión de Nuestro Redemptor. Exclamaçión del actor

13    Mis sentidos, alteraos;
erizadvos, mis cabellos;
mis sospiros, despertaos;
mis solloços, levantaos;
lágrimas, salid con ellos;
¡o mi duro coraçón,
muévate causa tan fuerte
a dolor y conpasión,
pues que por tu redenpçión
fue su muerte!

14   Mi lengua, tórnate muda
de sentimiento y de espanto,
pues que ansia tan sañuda,
tan dolorosa y tan cruda,
te demanda justo llanto;
¡o mis pecados traidores,
quánto vuestro mal condena,
pues sólo nuestros errores
al señor de los señores
dan tal pena!

15   Que si Adán non pecara
y nosotros dentro en él,
si encarnara o no encarnara,
a lo menos no pasara
en la cruz muerte cruel,
ca la divina justiçia
que todas las cosas mide
jamás nunca se desquiçia
a dar pena sin maliçia
do la pide.

16   Y pues no tuvo pecado
aquel preçioso cordero,
queda que fue condenado
por aquel triste bocado
de nuestro padre primero,
así que el meresçimiento
de nuestras culpas mortales
fue la causa, fue el çimiento
de su cruz y su tormento
y de sus males.

17   ¡O espantosa ingratitud,
o ciegos ojos humanos!
¿cómo tan alta virtud,
reparo de la salud
de los plazeres mundanos?
¡o gente desgradeçida,
dureza llena de daños!,
¿por qué non lloráis la vida
por vosotros afligida
tantos años?

18   Llorad al rezién nascido,
que un pobre peregrino,
como malhechor fuido
por desierto no sabido,
por trabajoso camino,
por los montes, por las sierras,
con mil hambres, con mil quexas,
¡o Niño que el mundo ençierras!
¿cómo por mí te destierras
tanto lexos?

19   No quiero quedar conmigo
ni más contento bevir,
caminar quiero contigo,
y pues que yo te fatigo,
irte quiero a servir
y pedirte de hinojos
que quieras, señor del çielo,
caminar sobre mis ojos,
no por los duros abrojos
deste suelo.

20   Aquesto bastar debiera
para nuestra salvación,
sin que primero feziera
en preçiosa y verdadera
carne la circuncisión,
sin que tu sangre sagrada
tan niño se derramara,
¡o humanidad culpada,
y cómo fueste conprada
tan cara!

21 . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
a nuestras culpas y daños
tu vida tan excelente,
tan dura, tan penitente,
tantos tiempos, tantos años,
tus trabajos, tus dolores,
tus hambres, velas y ayunos,
tus caminos, tus temores,
tu sofrir de infamadores
inportunos.

22   Tu dormir en tierra dura,
las piedras por cabeçera;
tu bevir siempre en tristura,
sin el cáliz de amargura
con tal muerte te veniera,
¡ay de mí, triste, abiltado!
¿qué faré quando moriere,
pues a Hijo tan amado
Dios, por ageno pecado,
así fiere?

23   Y no le basta tal vida,
tan amarga y tan penosa,
más triste vida sofrida
le da muerte desabrida,
tan cruel y tan penosa,
¡o santísima pasión,
o bondad digna de espanto,
dadme justa conpasión,
esfuerça mi coraçón
en su llanto!


Comiença la cena

24   ¡O Señor, con quánta pena,
sabiendo lo por venir,
en la postrimera çena
mostrabas cara serena
al desonrado morir,
predicando tu partida
con una cara graciosa!
¡O amor tan sin medida,
quán amarga despedida
y quán llorosa!

25    ¿Qué sientes, virgen sagrada,
en oir tan triste nueva?
¡O madre desconsolada,
nunca fue tan ansiada
otra madre desde Eva;
nunca tan sin alegría
fue hecho despedimiento!
¡O sancta virgen María,
qué dolor el de aquel día
y qué tormento!

26   Todo aquel colegio sancto
con la nueva de tristura
estaba lleno de espanto,
de tormento y de quebranto,
de tristeza y desventura;
Sant Pedro todo se altera
mostrando muy fieros modos;
todos sienten pena fiera,
mas la madre lastimera
sobre todos.

27   Con amorosas razones
aquella boca divina,
con dulces consolaçiones
esfuerça sus coraçones
contra la afruenta vezina,
diziendo que les conplía
que se partiese del suelo,
porque si Él no partía
su amor no bastaría
desde el cielo.

28   Su amor, el no humano,
mas el divino y eterno,
su amor el soberano,
cuya poderosa mano
les fará fuerte lo tierno,
así que de la ternura
de su presente dolor
no debe hazer gran cura,
que Él traerá tras la tristura
gran dulçor.

29   Y traerá perfeçiones
tales, con tales miraglos,
que vencerá con sus dones
todas las contradiciones
de los ombres y los diablos,
y en la flaca cobardía
plantará un tal denuedo
que la cruel tiranía
de su libre osadía
aya miedo.

30   Y fará tan alumbrados
los rudos entendimientos,
que fagan asnos atados
a los mundanos letrados
con todos sus argumentos,
pues con tal consolador
nuestro Redemptor les ruega
que quieran tomar vigor
contra el humano temor
que los ciega.

31   Con estas dulces razones
el Redemptor esforçaba
los cobardes coraçones
de aquellos sanctos varones
que el espanto desmayaba,
y con secreto recelo,
esperando el cruel tracto,
de rodillas en el suelo
comiença el señor del suelo
su mandato.

32   ¿Quieres conocer qué es
su mandato y lavatorio?
Has de saber que los pies
son las culpas que después
se penan en purgatorio
porque sus pies ensuziados
se lavaron, y entendieron
los veniales pecados
que después de bautizados
cometieron.

33   Quel pecado original
nos tiene tan corrompidos
que jamás ombre mortal
de la culpa venial
fue librado en los nacidos,
aunque por ser verdadero
una sola en este mundo
fue la madre del cordero,
agena de lo primero
y lo segundo.

34   Presumpción esquiva, vana,
¿qué de tí te maravillas?
Afición, gloria mundana,
la voluntad soberana
está puesta de rodillas
a los pies de sus criados,
alimpiándolos del lodo,
porque tus altos estados
sean del todo.

35   Engañada estimación,
vergonçosa ceguedad,
¿quién sufre tal confusión?
Tú, lleno de presunpción
y Dios lleno de humildad;
Él, de rodillas inclina
su persona divinal;
tu soberbia sienpre enpina
contra la voluntad divina,
inmortal.

36   Mucho debes de tener
el fin que el altivo lieva,
que es muy cierto de caer
como fizo Lucifer
y tanbién Adán y Eva,
¡o ciega, loca, perdida,
soberbia, vana, engañosa,
que encubres la su venida
para dar al fin caída
tan dapñosa!

37   Gran temor, gran escarmiento,
es ver en eterna fragua
al loco rico avariento
con infinito tormento,
deseando un poco de agua,
y pues mientra que Dios dura
no tiene remedio, no,
dí, soberbia, dí, locura,
¿qué le aprovecha el altura
en que se vio?

38   La ponposa monarchía
de Alexandre el tan nombrado,
y con esta burlería
quanto va por esta vía,
es pasado y no pasado:
es pasado él, sí señor,
y trocado por infierno;
no pasado su dolor,
porque su triste amargor
es eterno.

39   Así que debes, altivo,
menospreciar el honor,
pues que el Fijo de Dios vivo,
no soberbio, no esquivo,
se muestra más el menor
dando a sus gobernadores
su mandato por exemplos,
no en ser grandes señores,
soberbios profaçadores
de sus templos.

40   Tornemos al triste cuento
de la cena congoxosa,
do la vianda es tormento
y la fruta sentimiento
de la nueva dolorosa,
y el remedio es consagrar
aquello que el cielo farta,
porque tan dulce manjar
pueda con ellos quedar,
aunque parta.

41   Y porque todos tengamos
un tal prescio consagrado
que quántas vezes pecamos
ofresciéndole podamos
redemir nuestro pecado,
porque del padre primero
nos quedó tal debda y llanto
que sin ofrescer cordero
Fijo de Dios verdadero
valga tanto.

42   Pues el mandato acabado
con tal humillados modos,
a la cena ya tornado
da su cuerpo consagrado
para que comulgen todos,
ascondido en sacramento
en forma que no le viesen,
porque sin estrañamiento
a Él en mantenimiento
rescibiesen.

43   Entendimiento criado,
lo que yo a tí te enseño
es que corras enfrenado,
que si vas desatentado
despeñarás a tu dueño,
o quando necio desvarío
es ombre fecho de lodo,
que con tu reposo y brío
al divino poderío
pongas modo.

44   ¿Quáles fueron las maneras?
Noticia cierta muy clara
con que Dios doze carreras
tan secas y verdaderas
hizo al toque de una vara,
no sofriendo el Mar Bermejo
los insiervos más que plomo;
pues que para tu consejo
tú tienes algún vencejo,
dí el cómo.

45   Dí tanbién la maravilla
cómo se pudo hazer
de tan pequeña costilla
tan angosta y tan chiquilla
una tan alta muger,
quando con gesto jocundo
nuestra madre fue formada,
y si crees más profundo,
dime cómo creó el mundo
de no nada.

46   Otros mil cuentos de cosas
que puede pensar la gente
las manos muy poderosas,
divinas, maravillosas,
fazen milagrosamente,
y sin más escudriñar
tú las crees sin entendellas:
pues ¿por qué quieres dubdar
en la hostia del altar
más que en ellas?

47   Ca la su misma potencia,
su misma virtud y mano,
si convierten por esencia
el pan que tiene presencia
en su santo cuerpo humano,
¿adónde el sabio divino
tan remontado se empina?
Que para ir su camino
la fe sola pone tino
al que camina.

48   No fagas mucho cuidado,
como de gran maravilla,
de verte multiplicado
en el espejo quebrado
puesto en cada partezilla;
dexa toda esperiencia,
la fe diga como fue,
porque el erege de sciencia
no burle de tu sentencia
y nuestra fe.

49   Ni le des tú por respuesta,
por satisfazer su antojo,
que la muy crescida cuesta
la mire cómo está puesta
dentro de tan pequeño ojo,
porque es todo mirado
conparación mentirosa,
y aunque tiene gran tocado,
en los ojos del letrado
no es cosa.

50   ¿Qué más firme fundamento
quieres tú para probar
este santo sacramento
que la fe, cuyo argumento
no se puede contrastar?
Quien con la luz invisible
de la fe christiana mira,
conosce ser imposible
que su verdad infalible
sea mentira.

51   ¡O preciosa carne pura,
dicha Dios por unión,
de mucha mayor altura
que el maná que fue figura
de tu santa comunión!
ca, puesto que lo gustaron,
al limbo se descendieron,
mas los que a tí comulgaron
al cielo que desearon
se subieron.

52   Quando el cordero pascual
con su sangre se mataba
por voluntad divinal,
las cosas de su señal
a tí, hostia, figuraba,
que trayendo a la memoria
tu dulce sangre bendita,
no sólo nos dá victoria,
mas alcançamos la gloria
infinita.

53   Con gesto muy sosegado
del Señor, y dulce fabla,
desque los ovo lavado,
consolado y comulgado,
fizo levantar la tabla,
y en ver los servidores
que levantan los manteles,
se levantan los temores,
las angustias, los tenblores,
más crueles.

54   De tí, madre, ¿qué sentías
al tiempo de levantarse,
quando tú, señora, vías
al Fijo que así querías
la muerte tan acercarse,
quando su rostro sagrado
en sólo, señora, verte,
se tornaba demudado,
como muy certificado
de su muerte?

55   ¿Quando Aquél que tanto amaba
tu persona y coraçón,
en igual se atormentaba
del dolor que te penaba
y de su misma pasión,
así que en su sobrevienta
el Fijo de Dios y tuyo
Él estaba en igual cuenta,
el dolor que te atormenta
con el suyo?

56   El Señor que despedía
la cena y la comunión,
el traidor se le desvía
con aleve tiranía
a dar fin a su traición:
¡o traidor y mal criado,
que tú mismo sentenciaste,
quán grave fue el pecado,
pues que de desesperado
te colgaste!

57   ¿A do tienes la memoria,
do, que así Judas olvida
en el Señor de la gloria
la virtud tan sin escoria,
tan inocente la vida,
la alteza tan divina,
la llaneza tan humana?
¡O ceguedad tan mezquina,
tan traidora y tan malina,
y tan profana!

58   Y ¿qué son treinta reales,
o ciego, perdido, necio,
ni todos nuestros metales,
ni los cuerpos celestiales,
para poder ser su precio?:
que los cielos y la tierra
y los ángeles tanbién
estén aquí en asaz guerra;
en su puño los encierra
y es su bien.

59   Mas prosigue tu camino,
abominable malsín,
que el sufrimiento divino
por dar fin a lo que vino
sufrirá que le des fin,
porque con tal ocasión
su saber, que es muy profundo,
a tí dará punición
y perdón y salvación
a todo el mundo.

60   Si debemos reprochar
a Judas estrañamente,
¡quánto más es de tachar
en su vender y comprar
alguna christiana gente!
Que por un solo cornado
le venden de mil maneras;
pues que Judas es dañado,
tú, que eres su traslado,
¿qué esperas?

61   Aun Judas quando vendía
era el precio más crescido,
y tanbién, no conosçía,
con la pasión que tenía,
la dignidad del vendido;
cometió muy gran traición,
mas no más de una vegada,
y fue con restitución:
desto todo, en tu vención,
no ay nada.

62   Ca le crees ser Dios cierto
y confiesas sin dubdar
que por divino concierto
deshonrada muerte muerto
fue por todos nos salvar:
pues si tu fe no es ficción
y en ella nada no dubdas,
en vender lo trasfagón
más meresces tú baldón
que no Judas.














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