lunes, 13 de agosto de 2012

7386.- OMAR PÉREZ LÓPEZ





Omar Pérez López

Nacido en La Habana, CUBA en 1964, graduado de Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad de la Habana (1987), y ha realizado estudios de las lenguas italiana y holandesa. Es comúnmente nombrado como uno de los escritores que marcan un desgajamiento radical con la poesía de la generación que le antecede. Domina varios idiomas extranjeros, ha cursado estudios posgraduados en Cuba y en el exterior, ha participado en certámenes y eventos poético-literarios, nacionales e internacionales, y ha incursionado con éxito en diversos géneros periodísticos, en la ensayística y en la locución. También ha realizado traducciones de obras de la literatura universal para diferentes editoriales del Instituto Cubano del Libro, mientras que su creación intelectual está recogida en libros y en publicaciones periódicas, tanto locales como foráneas.

Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén

Omar Pérez López, fue el ganador del Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2010, otorgado por la Fundación homónima y la Editorial Letras Cubanas, al libro de su autoría “Crítica de la razón puta”. El jurado estuvo integrado por los intelectuales, Lina de Feria, Roberto Manzano y Basilia Papasmatiú, quienes decidieron premiar ese texto poético por la reactualización de líneas temáticas nacionales y universales de carácter ético, filosófico, político y hasta pedagógico, que el también miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desarrolla en las páginas de “Crítica…”. Los miembros del jurado llegaron a la conclusión unánime de que el libro de Pérez López era el merecedor de ese importante galardón en el campo de la cultura cubana.

Obras publicadas

Algo de lo sagrado.
Oíste hablar del gato de pelea.
Lingua Franca.
Canciones y Letanías.
Colección de ensayos «La perseverancia de un hombre oscuro», Premio Nacional de la Crítica.



POR EL OCÉANO

En altamar la mendicidad no existe,
no hay bastardos en una zona como esta
donde el firmamento llega de trasmano;
las historias son metálicas y sin elocuencia,
en cambio en tierra
siempre aflora la brillante amenaza del subsuelo;
en cambio en tierra
después de unos preliminares moteados de leche
y otros preliminares donde lo hacen cimbrar
con relatos de cobardes golpeados con toalleros
sale el hombre a fundirse con su imagen de oveja barcina
y agota con el oficio de sopesarla vida de una o dos colonias de peces.
En altamar la mendicidad no existe
pero en tierra sólo por error se llega a descubrir
que el sitio de los maestros es demasiado áspero.
Y ellos, los maestros,
retirados por la cirrosis y la ubicuidad,
se sumergen seguros de que en algún punto del océano
volverán a salir hinchados y todavía reconocibles.
En esos días perfectos que nadie envidiaría
se escribe la superioridad del hombre sobre la medusa;
nuestra cobardía tentadora como el bucle de un niño
es sin embargo diez dedos más palpable
que esas manchas aerodinámicas de acero y agua que a la larga
el sol hace apestar sin leyenda previa.
Días perfectos para hombres,
niñez carente de religión para los peces o viceversa,
a ambos los separa la única franja de tierra aun no cultivable.
En el océano la mendicidad no existe,
los hombres van a mitigar su miedo en el abrevadero de los pinos.






SANGRE DE ALUMNOS

Todos necesitamos de un padre,
aunque sea uno macilento;
en el momento en que la fusilería
pasa a ser la estrella de una función interminable,
el joven pide a su creador una palabra
que lo ayude a no traspasar cegado por el humo
el acre que lo separa del carnicero.
Al niño después de mostrarle el uso de las manos
se le enseña que nada puede serle más dañino
que la cercanía de un maestro preciosista;
somos alumnos que no podemos diferenciar un latido del otro,
sólo conocemos el peso de la distancia pura
que se afianza entre cada una de las pulsaciones.
El progenitor es simplemente
una bendición soplada hasta el seguro del arma,
nada como eso puede conservarnos
el escaso centímetro cuadrado de piel de arcángel en el torso,
todos necesitamos de un padre
aunque su brazo se agote en el cabo de un hacha.






MULOS Y CABALLEROS.

En el fresco y sombreado recinto de los coros
donde entrar no es propiamente un riesgo,
unos entran haciendo sonar las botas en la madera que no cruje,
calafateada hasta sus últimas consecuencias,
los otros ven como sus cabellos mojados
se erizan y se curvan tratando de llegar al compás;
en el fresco y sombreado recinto de los coros
ser cínico es tan útil como enamorarse,
al sonar el tenue rugido de la liebre mecánica,
y una vez trazado el ábaco en un cuadro de tierra
seca y brillosa y eficiente durante tres generaciones,
partimos dispuestos a una carrera sin sudor ni azagayas
y algo como un vaho de serenidad nos observa y nos quiere
y nosotros respiramos la vida como un ábaco.
En el vértice de las frescas y sombreadas manipulaciones
todos nos miramos nos atendemos,
en busca de un compadrazgo o de un cántaro de agua
pasamos mulos o caballeros, esto no se decide al azar,
pasamos a los dos papeles posibles para el hombre,
pacientes como puede serlo la resina.
El día tratará de girar hacia dos direcciones;
busco que cese el horario de la paciencia nata,
busco que algo me bendiga,
porque el hombre niño es una larva a medias,
un hombre que espera es siempre un hombre de dos caras.






ES TAN DIFÍCIL ANOCHECER. 

En un asta cargada de alambre o de laureles,
en un asta que se inclina sólo en la vejez;
en un barril de peces vivos, pero muy lejos de las rocas,
son rocas que estallaron en la infancia de todo.
En el asta y en las rocas del alma de una loba
que ya odia la nieve porque tupe las huellas del regreso
es difícil anochecer
para uno que conozca el lugar de sus heridas
tanto como el carpintero acierta al sitio de las herramientas.






VÁMONOS CON LOS INDIOS

El alma, una traílla que se nutre de césped
marcha hacia las tierras altas que nos avergüenzan
allá donde el venablo dice hola.
De cierto modo nada estará asegurado
excepto la probabilidad de las ñañaras
y la probabilidad de gacelas de segunda
afortunadamente sencillas
y la probabilidad de la calaña de los versos entrecortados
en los que no se distingue el heno del aullido del labrador.
Y todo esto se desperdicia en máximas de pino
en epístolas que aciertan a sangrar las encías
en el día sí y el día no
en el muslo que sí y en el muslo que no
en el asesino en sí manos de carpintero pero bajo la nuca.
Uno se precia de deliberar el dolor o el hastío
con todas las líneas en las manos de dramaturgia
pero los indios esperan junto a la propela de un árbol.







LA PALOMA Y EL LEÓN EN EL PASILLO A CONSULTA

Camilo se posesiona del pasillo a consulta
en la foto demasiado vieja para mí
y demasiado nueva para él que puede soportar más
aún en este tipo de lugar.
Camilo se ríe solo en el pasillo a consulta
y el que se ríe solo
se acuerda de una época más clara y más simple
el que se ríe solo
deposita su corazón inteligible
en un lavamanos como crédito.
Camilo se ríe solo
corre que cuando Camilo se ríe solo
está claro que para mí hay una salida
yo lo imito
y como si fuera un santo un poco malcriado
y como si fuera un santo un poco renuente
yo me pongo a masticar la ceniza ardiendo de un tiempo más difícil
él me imita.






LA VICTORIA DE LOS DESOBEDIENTES

En la multitud
un hombre ha pateado disimuladamente una paloma
muchas veces antes de recogerla.
Hay una sola vida y la cubriremos con las palabras de otros
la patearemos disimuladamente varias veces
antes de decidir que la queremos.






LA MELODÍA DEL CÓDIGO

Después del baño
se recuerda preferiblemente a los padres
se recuerdan mejor sus lecciones
y las úlceras que les impidieron reposar.
El número favorito de la madre es la suma de hijos,
el del padrees la cantidad de años que demore en merecer la muerte.
El padre le enseñó a suspirar y lo adiestró
en el variado uso de las manos,
la madre le enseñó a no embriagarse nunca fuera del recinto.
Así, la ternura del guerrero,
la ferocidad a manera de bruma
estropea las pupilas del hijo pródigo.






ESTE CIUDADANO NO INVENTÓ LA DEMAGOGIA

Olvidado por todos menos por su gorra
este negro va a ejercer presión sobre los arcángeles;
él restriega su bigote de tomar contra el viento
no tan lejos del piso manchado de cerveza.
Esto es la felicidad esto no es la felicidad
él no va a discutir nada con nosotros
los sobrevoladores de cualquier sutileza
sólo nos entrega algo,
cuidado, es una papa muy caliente.






ES EL MOMENTO DE CENAR Y NO OTRA COSA

Es el momento de cenar y ninguna otra cosa
debería distraernos de la disciplina
sagrada, por demás, de comer mano a mano;
es el instante de la supervivencia y aunque ceno desnudo
añoro un viejo mantel de bordados rojizos.
Para conciliar urbanidad e instinto este,
y no otro, es el momento
haciendo uso de una sangre fría acumulada
durante alegres temporadas de procacidad.
Es el momento en que resucitamos, que no se escuchen
ni aforismos, ni quejas, ni ruidos de cucharas.








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