viernes, 5 de septiembre de 2014

MONIQUE FACUSEH [13.199]


MONIQUE FACUSEH

Monique Facuseh nació en Santa Marta, Colombia, en 1964, descendiente de padres palestinos. Es intérprete de piano clásico y Administración de Empresas Turísticas egresada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena. Adelantó estudios en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Barranquilla. Se desempeña como profesora de piano e inglés. Fue cofundadora de la Fundación Poetas al Exilio. Libros de poesía publicados: Interno (1992), Ciudad al Fondo (1995), Entre Tonos (1998). Su poemario Lianas ha sido publicado online en agosto del 2009.






POCO ANIMATO 

Miro a lo lejos 
la tarde que cae 
antes de tiempo 
Alguna vez así 
partió mi padre 
Quizás yo aún 
no he dejado 
de caer.






ENÉRGICO 

Estamos 
en la medida 
en que sentimos 
El corazón deshecho 
es equipaje inútil 
Ajeno es el tiempo 
Al fin y al cabo 
lo que nos es dado 
tampoco es nuestro.






Hay un fondo que 
le aguarda. 
Sea de dicha o llanto 
su prisa apunta a la vaguedad. 
Lento el deseo de 
su vana gloria. 
Pulso o desencanto 
bajo el sol de su destino. 
Paraíso o mentira 
su cielo innegable, 
al fondo.







ADAGIO 

Ahora que llueve 
y el cielo es oscuro 
una sonata de agua ronda 
De algún lugar la memoria vuelve 
como una herida 
que no cesa 
En esta hora de humedad 
el sol se inclina 
leves caen las centellas 
graves sus acordes de luz 
La vida ora en el pentagrama 
como un lamento que no redime 
La ausencia llueve la tarde 
¿Quién sabrá del resplandor del ángel?







EL EXTRANJERO 

Despierta. 
Aún conserva el rostro ajado de la noche que le 
vio diluirse entre humo y luces. 
Su mirada desnuda impaciente cada recodo del lugar. 
Está solo. 
Kilómetros de distancia despejan el miedo que a 
menudo logra perturbarlo. 
Se abre paso a la mañana cegando sus ojos ante el sol verdugo. 
Ladea su rostro una y otra vez gimiendo acosos e imposibles. 
Patea su destino. 
Ahora vaga con un dejo de abandono 
con el justo fin 
de hallarse un cupo en la memoria.






Crescendo

A Ellos, in memoriam

I

Recuerdo el rostro de la abuela
su sombra meditándome
Cuánta sequía en sus ojos trigo entonces

II

Un aliento de luz
apenas sí cruza el cuarto
La memoria se abalanza
como un recuerdo enceguecido
como el hervor de la muerte

III

La tarde reposa
sobre un sol callado
El mar expande
mi visión de lo efímero y
me transporta a un
mundo olvidado
Mi padre alarga sus brazos
Un sollozo resuena en 
los pasillos de mi cuerpo

IV

Cuánto hará entonces...
El tiempo
se avecina en mí
se agolpa como una marea que quiebra

V

Conmigo llegan
y se van
todas las sombras
Aquello que atraviesa la luna
es sólo la mancha
entre mis ojos
Me duelo
como una estrella con sus puntas rotas

VI

Las horas se conjugan con la noche
y una tranquilidad
que espantan
Me tiendo en la lejanía
como un río olvidado
El lugar de las ansias
se desborda
mis pasos se agitan con dolor




Del libro Lianas

XXX

Ruego a Dios
no dejar de ser
a mi imagen y semejanza.
Pido al cielo
no me sea negado
el legítimo derecho
de todo condenado a muerte.
De rodillas clamo
al Todopoderoso
por el amor de mis hijos
y las secuelas de mis pecados.
Amén.




II

Contemplo los años
en el rostro de mi madre.
Mi madre
que no ha deseado envejecer
pero ya sus arrugas caen.
Acordonadas,
resbalan de año en año.
Sale una y regresa la otra. 
Terrible debe ser. 
Yo, llego a casa. 
Yo que apenas rayo los 32
siento el corazón deshecho.
Aturdida por los platos
la ropa sucia
la necesidad del marido
los antojos de los niños,
me acerco con premura a la ventana
llego a lo lejos con ansias locas
con absoluta libertad
y me desvanezco en un grito.

A Giovanna Polarollo







III

Sé del miedo a volar.
La caída del miedo se me adentra
a 26 mil pies de altura en el corazón.
Si cuento los minutos es peor.
Si cierro los ojos creo que no voy a ver más.
El mínimo movimiento es un presagio.
Recuerdo todo lo que he dejado atrás y me conmuevo.
Rezo.
Dicen que
no me preocupe.
El reporte meteorológico es bueno.
Falta poco ya.
Nada calma esta sed de perder y ganar muerte. 
Todos parecen tan calmos... 
Yo apenas puedo mirar por la ventanilla izquierda.
Me urge la llegada.
Me urge el final de este camino oscuro.
Escribo y tomo y miro fijo.
Ya casi, digo.
Al parecer nos aproximamos.
El alcohol me envuelve
me adormece
y así el miedo avanza
con su costumbre de siempre
con esa maldita manía
de transformarme el rostro.







V

Quiero llenar el papel
acaso acorte los días
las pocas horas que resten.
Aguarda, digo;
y quisiera sustituir el presente.
Si supieras,
pero no se puede ver más allá del mar. 
Y la brisa ondula
y la noche se alarga profunda
y me incluyo entonces
en la esquina de un caracol
absurda, inquieta
llena de signos
y de toda la sal del mundo.
La noche es seca.
Una muchacha corre desnuda
y la arena se agita.
Danza como un delfín
entre las sombras.
Si supiera cuánta luz derrama
mientras se aleja…

A Yirama Castaño








VI

Sobre la arena
sobre el sol de las 12
a un paso del mar
estoy ligera.
Recuerdo que llovía y la noche se perpetuaba.
En la casa grande
conmemorábamos la falta de luz
contando historias alrededor del miedo.
Éramos jóvenes entonces.
Ligeros de ropa
nos tirábamos a la baldosa
que mantenía aún el frescor de la mañana.
Los moscos zumbaban en el oído
y casi sin poder abrir los ojos
les palmoteábamos en el aire invisible del silencio.
De tarde, después del sudor
me recostaba toda en la grama china
ensanchando los ojos en un azul que ya no era.
La casa ya no guarda historias.
La grama no es la misma que antaño fuera.
Quedan intactas las baldosas
frías y tristes
y los zumbidos
o las voces incesantes
de lo que algún día fue
de lo que nunca más será.

A Ellos .






VII

No hay noche en qué mirarme. 
Tengo dos hijos de la tierra y de la muerte
y el recuerdo oscuro de la infancia.
Soy el ciego o el perro
empuño notas como soledades.
Soy el reflejo de ella y el espejo de él.
Extranjera de mí voy de soslayo por la vida.
Me detengo en el pasado y lloro
rabeo, maldigo.
-Los largos trayectos no hacen la estancia-
Me detengo en el presente
y sé que estoy amando.

A Maritza Thorrens







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