domingo, 15 de junio de 2014

JUAN DE ARMAZA [11.912]



Juan de Armaza

Juan de Armaza, pseudónimo de Alfonso Bulnes (Chile,  1885 - 1970). Historiador, ensayista y diplomático. Entre sus obras se cuenta: "Viñetas" (poesía); y los libros de ensayo: "Juan Francisco González", "Alonso de Ovalle", "Visión de Ercilla y otros ensayos", "La prensa chilena en tiempo de Portales".



Rectilíneo
en busca de los cielos
  es un grito del potrero fecundo.
 Tembloroso el follaje se entrega
       a la errante caricia de los vientos.
   Si es sombra, sombra tenue, movediza
       telaraña de sombras sobre el suelo quemante.
     Artista, al toque del dolor desprende el dorado
       atavío de las hojas. Sereno muere, y al entrar
        cada invierno, ve podrirse en los charcos su
 alfombra amarillenta.
     Siempre lejano,
   él es el horizonte.





Viñetas
Autor: Juan de Armaza
París, Francia: París-América, 1927



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1928-10-28. AUTOR: OMER EMETH
Por una mala suerte, que debo deplorar, el libro de Juan de Armaza ha tardado mucho en llegar a mis manos. Si lo hubiese yo conocido en días pasados, cuando escribí mi artículo sobre los versos del joven poeta don Clemente Andrade Marchant, Habríame valido de él para demostrar que se puede ser poeta modernísimo sin echar por la borda las reglas esenciales de la lógica, de la gramática y de la poesía.

Y no se me diga que, siendo escrito en prosa el libro de Juan de Armaza no puede servir de base para argumentar contra un libro de versos. Contestaré, desde luego, que, en último análisis, los versos de índole dadáica, si algo son, son prosa, y una prosa infinitamente más prosaica que la de este libro. En realidad, esos versos son meros artificios (o artefactos) tipográficos. Se los llama versos por pura cortesía, como se llama doctor a un “meico”…

En cambio, la prosa de Juan de Armaza tiene cierto ritmo que, fácilmente, la haría tomar por poesía en estado de esbozo. ¿Qué le falta para ser verso? Si se trata de versos al estilo de los “Pájaros de Humo”, lo único que le falta es la atención de un tipógrafo. Y si se trata de versos al estilo tradicional y corriente, tengo entendido que, con poco esfuerzo, un experto versificador la trasformaría en poesía.

Prueba de esto, la composición intitulada “El Álamo”, que copiamos con absoluta exactitud, reproduciendo su curiosa disposición tipográfica:



Rectilíneo
en busca de los cielos
  es un grito del potrero fecundo.
 Tembloroso el follaje se entrega
       a la errante caricia de los vientos.


Léase en voz alta y se percibirá inmediatamente el ritmo propio, la armonía de una prosa que, pide a gritos, transformarse en verso.

Juan de Armaza ha escrito doce composiciones análogas a la que acabamos de leer. En todas ellas manifiéstase un poder especial de “comulgar” si tal puede decirse, con la naturaleza. De él podríamos decir con Baudelaire:

“Heureux celui…
Qui plane sur la vie et comprend sans effort
Le langage des fieurs et des choses muettes…”

Para él, en efecto, todos los seres vivos son verdaderamente parábolas. En cada uno de ellos es como si una criatura humana estuviese presente y disfrazada. Ejemplo: “El Eucaliptus”.



Fui
     cuando me conocisteis
        un pordiosero.
Colgaban de mis brazos los harapos,
pero supe llevarlos con dignidad.

Bajo ellos se ocultaba la delicada corteza 
de mi cuerpo puro.
Fui un pordiosero que no abdicó su nobleza.
Hoy ya me véis,
Vivo solo, y siempre erguido en ambición de cielo.
Me busca el viento, y si prestáis oído cuando él me azota,
escucharéis entre mis ramas un rechinar de puertas invisibles.



Facilísimo sería hacer de ese eucaliptos el tema de una lección de moral y hasta de un sermón.

El libro de Juan de Armaza tiene sobre los que el dadaísmo inspira a los jóvenes escritores de este país, una superioridad verdaderamente inmensa: es inteligente aunque raro y es poético aunque escrito en prosa. Al cerrarlo, nos quedamos con la memoria llena de imágenes simbólicas, que fácilmente pueden convertirse en ideas-fuerzas. Los grabados en que María Villanueva traduce esas imágenes, a veces acrecientan el poder sugestivo de estas. Ejemplo: “Los Tiuques”, de la página 28, “taciturno parlamento”, cuya evocación en negro sobre blanco es impresionante.

En lo que no comulgo con Juan de Armaza es en la filosofía que se inspira su última composición: “Vértigo”. Dice allí: “No se volverá en el tajo la inmensa catarata de las cosas: todas, hasta las más remotas, viven suspendidas sobre el frágil cristal. Tú las creabas” (pág. 42).

No. No… Cuando nos muramos, la inmensa catarata no se volcará en el tajo con nosotros… Continuará, continuará… El río de la vida seguirá corriendo como si tal cosa, sin una arruga ni un estremecimiento en la superficie de sus aguas… Y aun cuando se muriesen de repente todos, todos los hombres a la vez, el río de la vida seguiría corriendo como si tal cosa…

La verdadera filosofía así lo enseña. Todo lo demás es literatura… Sirve aquello para escribir poemas melancólicos y para nada más.









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