jueves, 19 de enero de 2017

MARTÍN BUSTAMANTE [19.877]


Martín Bustamante

(Landeta-Santa Fe-Argentina-1963). Desde 2014, co-docente en los talleres de poesía y narración oral de la Unidad penal 48. San Martín. Participó en TEDxRíodelaPlata en Tecnópolis frente a 10.000 personas leyendo su poesía en 2014. Publicó El personaje de mi barrio y otros cuentos (2014).

En 2016, ha publicado el libro de poesía "Agua Quemada" es el nombre del primer libro de la colección “Para la libertad”, de ediciones Lamás Médula. Un oxímoron. El resultante de una lucha entre opuestos. De un lado, la sed de la energía vital. Del otro, el fuego ardiente. Esta antología es la precisa conjunción de dos elementos dando nacimiento a un tercero: una poesía en estado de ebullición.


Mas si muere el amor, no queda libre el hombre del amor. Queda su sombra.
Luis Cernuda.

Deambula perdido
Se ilusiona e imagina
aquel gesto único
y el instinto revive
en pasos lujuriosos 

Te busco y te espero
y sigo en penurias
con el encierro intacto.




LAS CÁRCELES DEL SISTEMA

Martín Bustamante: “El encierro es tan doloroso que solo escribir me salvó de la locura”

El interno y codocente en la Unidad 48 de San Martín acaba de publicar su poemario Agua Quemada. Desafiar al sistema desde las letras, dice, para narrar “desde los bordes del inframundo”.

Por Julián Maradeo. Periodista

El preso forma parte de una cadena que reproduce hasta en lo más ínfimo la violenta y excluyente desigualdad del sistema. El preso que se anima a enfrentar la inercia, aunque el cansancio lo termine acobardando o matando, deja impresa una marca, en muchas ocasiones, indeleble. El protagonista de esta historia es uno de ellos.

El lugar era inmenso, como inmensa y abisal es la soledad dentro de la cárcel. Era 2014. Transcurría una nueva y multitudinaria jornada de TEDxRío de la Plata. Sobre el escenario, la profesora de filosofía Cristina Domenech fue narrando cómo nació el taller de escritura que dio en la Unidad 48 de San Martín, donde el lenguaje se convirtió en un instrumento de liberación. Es decir, en una herramienta que ayudase a voltear los muros materiales y simbólicos.

"Dicen que para ser poeta hay que bajar alguna vez al infierno. La primera vez que entré en la cárcel no me sorprendió ni el ruido de los candados, ni las puertas que se iban cerrando, ni las rejas, ni nada de todo lo que yo me había imaginado", soltó sosteniendo la mirada en el público. El silencio había ganado la sala. Se encontraba perfectamente erguida, hablando en sintonía con los movimientos acompasados de su mano izquierda.

Domenech reconstruyó la conversación inicial con los internos: “La primera vez que me reuní con los presos, les pregunté por qué estaban pidiendo un taller de escritura y me dijeron que ellos querían poder poner en un papel todo lo que no podían decir y lo que no podían hacer". Pero aunque ninguno de los presentes lo supiese, uno de ellos estaba ahí. Porque nada se compara con escuchar al poeta, esa persona que con un juego de palabras crea ataduras invisibles entre la experiencia y la idea.

Domenech hizo silencio y dirigió a la multitud hacia Martín Bustamante, que estaba sentado entre todos. Algo tembloroso y sin levantar la vista, con los anteojos que se habían deslizado hacia el centro de su tabique, leyó:



“El corazón mastica lágrimas de tiempo
ciego de ver esa luz
oculta la velocidad de la existencia
donde reman las imágenes
lucha,
no se deja ir.
El corazón se agrieta bajo miradas tristes,
cabalga en tormentas que riegan fuego,
levanta pechos aminorizados de vergüenza,
sabe que el método no es solo leer y seguir
también desea ver el infinito azul.
El corazón se sienta a pensar las cosas,
lucha por no caer en lo común,
intenta aprender a amar sin herir,
respira el sol dándose coraje,
se entrega,
viaja a la razón.
El corazón pelea entre ciénagas,
bordea la línea del inframundo,
cae sin fuerzas y no se entrega a lo fácil
mientras pasos desparejos de embriaguez despiertan,
despiertan la quietud

Soy Martín Bustamante, estoy preso en la Unidad 48 de San Martín, hoy es mi día de salidas transitorias. Y a mí la poesía y la literatura me cambiaron la vida.”



Dos años después, el pasado 6 de mayo, el día en que gozaba de salida transitoria, Bustamante presentaba su libro de poemas Agua quemada (editorial Lamás Médula) en la Biblioteca Nacional.

A la semana siguiente, cuando pudo acceder a una computadora, dejó un mensaje desafiante en su cuenta de Facebook: “Gracias a todos los que hicieron posible un hermoso sueño y los invito a continuar esta lucha tan desigual para intentar llegar antes que la cárcel a los barrios más humildes. Gracias...”.

Desde los bordes

¿Cómo es el proceso de creación en contexto de encierro? 

- No sé bien cómo o cuál es el proceso. En los talleres ingresás a un estado como mágico y uno sólo escribe.

¿Qué encontraste en la poesía?

- Un mundo para mostrar otro desde los bordes del inframundo.

Para que surjan muchos Martín Bustamante en condiciones tan adversas, ¿qué es necesario?

- Dedicación, me imagino, y hacer ver al otro que es posible. Creo, amigo, que el encierro es tan doloroso que la escritura es lo que en mi caso me salvo de la locura. En un sistema tan excluyente, tener una herramienta donde poder construir una identidad diferente a la única que tuvimos es todo un desafío, pero el camino comenzó y hay que empezar a golpear puertas.




Empiezo a escribir en sombras
donde calles y pasillos son torturados
con olvido.
Veo un horizonte entrecortado
que el tiempo encierra
con perversidad y tormentos.
Escribo
Me abrigo en ese rayo de sol
que atraviesa mi nicho
Intento respirar
intento engañar a la muerte
que oculta espera
mientras un sueño viaja en mis venas.



El libro del hombre libre

Por Sol Giles.

Agua Quemada es el nombre del primer libro de la colección “Para la libertad”, de ediciones Lamás Médula. Un oxímoron. El resultante de una lucha entre opuestos. De un lado, la sed de la energía vital. Del otro, el fuego ardiente. Esta antología es la precisa conjunción de dos elementos dando nacimiento a un tercero: una poesía en estado de ebullición.

No es casual. El autor de esta obra, Martín Bustamante, considera que él no es escritor ni poeta, sino un hombre que escribe. Pero no lo hace como cualquier otro, en un bar o mirando la lluvia caer en plena madrugada. Lo hace desde el penal de máxima seguridad de la Unidad N° 48 de San Martín.

Martín Bustamante es Agua Quemada. Es la fusión entre un mundo violento y corrompido, y ése pájaro que deja que se infiltre por la ventana.

Eso es lo que caracteriza esta nueva colección dirigida por Cristina Domenech, quien desde hace años dicta talleres literarios en cárceles e ideó esta posibilidad de impulsar publicaciones de personas presas, facilitando la impresión de su obra y otorgándoles el cincuenta por ciento de lo recaudado.

Hace unos días se presentó en la Biblioteca Nacional ante un auditorio repleto que reunió compañeros de celda, docentes de talleres literarios, guardiacárceles, lectores, amigos. El hombre que escribe estaba visiblemente emocionado. A diferencia de su primer libro, El personaje de mi barrio y otros cuentos, esta publicación es un compendio de poemas que relatan los crudos días de encierro en los que el autor vive hace ya veinte años.

En el panel de presentación, junto a Bustamante y Domenech, estuvieron la poeta María Malusardi y el editor y director de la editorial, Ture Salvatore. A su vez, el encuentro estuvo musicalizado en vivo por el flautista Vicente Graziano. “No puedo hablar mucho porque estoy muy emocionada”, expresó Domenech al tiempo que convocó a todos para que “corran la voz y compartan” esta herramienta que permitirá que otras personas en condiciones similares puedan publicar sus obras. “Hoy más que nunca hay que ayudar a abrir puertas, nuestra única condición es que haya poesía”, agregó al respecto.




El Premio Nobel de Literatura sudafricano 2003, J.M. Coetzee, visita la cárcel y presenta a Martín Bustamante.



“Su carrera como escritor demuestra que el espíritu, como una flor, puede crecer y florecer en el suelo más improbable.” – J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003

A continuación, Domenech sorprendió al autor al anunciar que el sudafricano John Coetzee, premio Nobel de Literatura, le había dedicado unas palabras para la ocasión, en las que confesaba: “He leído y admirado el libro anterior de Martín Bustamante. Le deseo mucho éxito con el nuevo. Su carrera como escritor demuestra que el espíritu, como una flor, puede crecer y florecer en el suelo más improbable”.

Por su parte, Malusardi –quien escribió la contratapa del libro- hizo referencia a la importancia del arte como salvación del ser y leyó “Mineros”, el famoso texto de John Berger. Allí el artista y escritor describe los dramas y miserias del hombre moderno y concluye afirmando que “los poderosos le temen al arte cualquiera sea su forma, y esa forma de arte corre entre la gente como un rumor y una leyenda porque encuentra un sentido que las atrocidades no encuentran, un sentido que nos une (…) El arte, cuando obra de ese modo, se vuelve un espacio de encuentro de lo invisible, lo irreductible, lo imperecedero, del valor y del honor.”

Para finalizar, Martín Bustamante tomó el micrófono, extendió su mirada en los presentes, dejó que transcurran los segundos y como susurrando, con una media sonrisa, dijo: “Y el mundo sigue vivo…”.

Ante el aplauso y la emoción que revoloteaba por la sala, Bustamante recordó que –paradójicamente- fue una mujer del Servicio Penitenciario la que le insistió para que escribiera. Luego conoció a su maestra, Cristina Domenech, y “las palabras empezaron a salir solas”.

“En un sólo lugar encontré la libertad, y era donde la policía no lograba entrar y yo encontraba nuevos amigos”, expresó refiriéndose a cómo transformó su vida la literatura. “El encierro es tan doloroso que escribir me salvó de la locura. Por eso de lunes a viernes voy a estudiar a la universidad. Así le llamo yo, ésa es la figura que me construí para no volverme loco”, agregó.

En ese sentido, contextualizó el drama vivido por “quienes no tuvimos la posibilidad de elegir, pero hoy sí sabemos cuál es nuestro lugar”. “La cárcel es una mierda y te hacen mierda. Algunos estamos más que locos porque queremos empezar un laburo, a pesar del viento, por eso acá estamos”, dijo y contó que durante sus salidas transitorias también colabora para que “no haya un pibe más en cana”.




“El encierro es tan doloroso que escribir me salvó de la locura.”

Este hombre de pocas pero filosas palabras da la sensación de haber encontrado el exacto equilibrio entre el silencio y la poesía. Quién pudiera acaso encontrar la belleza en medio del dolor, siendo cobarde el que de su realidad escapa y valiente quien la enfrenta y construye algo distinto. Ése es Bustamante: capaz de describir sus días entre roedores, pasillos y lejanos silbidos, el silencio y los fantasmas, el hambre y el abismo, la soledad y los pájaros, el desgarro y los sueños, el tiempo y la distancia, el frío, la locura y los verdugos.

La poesía de Agua Quemada es el relato en primera persona de una realidad única y concreta a la que el lector puede acercarse percibiendo el laberinto material y simbólico de una cárcel, pero también descubrir sus propios encierros y carceleros, comprendiendo que nadie es completamente libre. A tal punto que es posible inmiscuirse en una asfixia existencial y rozar algo así como el calabozo de quienes en teoría gozan de libertad.

En esa búsqueda Martín es libre. Y en la provocación, su poesía se vuelve pájaro.

“Darle vida al encierro” escribe en el último párrafo de uno de sus poemas, sin saber que en esa brevísima frase se encuentra la síntesis del libro de un hombre verdaderamente libre.








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1 comentario:

  1. Es interesante cuando alguien consigue sacar a la luz un texto
    construido desde el bolsillo del gabán que abriga al diablo.

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