miércoles, 30 de julio de 2014

PABLO CESAR ESPINOZA LAFUENTE [12.587] Poeta de Bolivia



Pablo Cesar Espinoza Lafuente 

(Cochabamba, Bolivia, 1989)

Ha participado en encuentros y festivales de poesía en La Paz, Sucre, Cochabamba, Jujuy, Iquique y Santiago. Publicó el 2010 su poemario Cantar, Reír y Olvidar -el orden no importa (E. Yerba Mala Cartonera), poemario que fue traducido al francés por la E. Babel Cartonera (2011) y es parte de la antología de poesía cochabambina F/22 (E. Ubre Amarga).





FRENTE A LA FOTOGRAFÍA DEL KINDERGARDEN 95´

Todas las imágenes nos reducen a un sólo ejercicio.

La de apellido ruso y ojos verdes, 
intentará ser modelo hasta que le brote el acné.
La que parece pensar, 
aprenderá a restarse años, cejas y un par de lunares al reflejo del bisturí.
Los que parecen no figurar, nunca figurarán,
terminarán siendo un nombre sobre un escritorio, asimilando su distancia con el basurero.

La que hablaba chistoso aprenderá ingles.
Las más calladas, aprenderán a gemir.
La que vivía a la vuelta de mi casa, nunca dejará su hogar, 
forjará su identidad al cruzar la calle, saludar a la casera y comprar pan 
que con el tiempo será cada vez menos.

La que pegaba hombres, se afeitará el mentón.
La que sonríe natural, forzará los hoyuelos de la mejilla.
La que hace un zigzag con la nariz, 
será la más inquieta y absurda y atractiva desde ahí,
hasta lactar a los 16.
Al que no le alcanzó para pagar el uniforme, 
no le alcanzará para pagar el colegio de sus hijos.
La que jugaba conmigo regresará a los 20 sosteniendo un pasaporte, 
un acento y un rostro entre la multitud apunto de reconocer.

La que cruzó las piernas, las abrirá a los once y a las doce.
La que doblaba mi tamaño, tendrá un novio que doblará su edad.
El que se limpia los mocos, 
dejará también la cera de su oreja tras los bancos de la universidad y 
bajo la mesa de su primer juego de living.
Quienes no sonrieron, aprenderán a hacer muecas.
Los más listos, levantarán la mano para creer que tienen razón, 
y a diario, saldrán de un salón al escuchar un timbre.

Y claro, los que no, 
además de describir tras la ventana del Bus, 
siempre nos volveremos a encontrar, recordando 
que nos empujábamos en los últimos bancos, 
para que fuese uno quien saliera al frente.





MARCA-PASO

Lograste levantarte, con la intención de dejar las cosas en su lugar.
Olvidar a la gente a la velocidad de un saludo,
tratando de sonreír con el gesto adecuado y
Avanzar, con el paso de quien se retira.

Para ti,
lo más importante se decía en voz baja y 
te bastaba atender, el detenimiento tuyo al mirar el espejo.
Esa forma que tenías de no encontrar nada.

Para mí,
siempre estará tu silueta cojeando en el aeropuerto,
ó parada tras la comparsa del barrio
en un vanidoso esfuerzo por despedirte.





COLOCACIÓN

Adentro todavía recuerdo las paredes de la casa perdiendo su color
el conjunto de bolsas alineadas en el cuarto de mi madre, uno encima de otra
marcando la perfecta sincronía para sentir, que algo andaba mal, y 
su mirada al acurrucar el hombro contra la almohada, rellena por cartas de tarot,
con la total convicción de que lo mejor, para permanecer en este mundo, era permanecer.

Afuera mi padre viene llegando a pie el desgaste de sus huellas es un signo de convicción: “las cosas mejorarán”.

Mientras los días se cuentan como una secuencia de ignición
para que el techo de la sala se rinda a la gravedad
y enterrase una cena, un desayuno o nos despierte de súbito una noche cualquiera.

Y acá sólo un recuerdo se repite, acomodado, colocado, encuadrado, enmarcado y dislocado a nuestro modo de ver las cosas.






A NUESTRO MODO DE VER LAS COSAS 

Mojarnos con el vaso en la bañera del patio,
sentir lo que no sentimos al faltar a la excursión,
fue nuestro acto de reclamar el cloro
que tragaríamos los sábados en el sauna del frente.
Cualquiera podía ser rebelde a esa edad.
Dejar la sopa sobre la mesa hasta que exhale grasa
y la naveguen moscas pataleando un nado sincronizado, 
sacar la lengua fuera con la seguridad de que nadie la vuelva a meter, 
salir por la ventana con el gusto de tener un apuro casual.
(Ninguno pudo entender la palabra “Anticrético”)
¿Te acuerdas?
fue en el tendedero que aprendimos a colgar las poleras del cuello,
a vernos correr tras una sábana ó tras un guardapolvo,
a levantar la cabeza con los ojos cerrados.
Luego,
Crecer fue salir cada vez menos al patio,
esa manía por reducirlo todo, 
las veces que preferimos volver en minibús 
O lavar la ropa y dejarla afuera
toda la noche, todo el día 
y una noche más.






ARRIBO

Abordé Santiago, 
con la impresión de haber barajado las rutas
sobre una mesa de apuestas y 
como quién da sus primeros pasos,
pensando en aprender a correr.

Abordé Moscú, 
como quien llega con un bulto de intenciones mal amarradas
siguiendo un guión a medio corregir, de un libro que a desgano
nadie terminará de leer.
Abordé Cochabamba, 
como quien repite una película por costumbre
por alguna escena que no se termina de entender, por un final abierto
por un vacío y una multitud.





Los girasoles de Rusia



                                     Tín

                                                 Tón

                                                              Tín

                                                                           Tán.

Atención a los pasajeros:


El vuelo sin escalas a Moscú ha sido reprogramado por cuestiones técnicas de albañiles, obreros, rascabolas, pordioseros y cholos. Para los mismos, su equipaje de sueños enjaulados y promesas innecesarias no serán sujetas a revisión. Se recomienda plantearse al llegar: “A la tierra de nadie ha arribado la nada” y empezar a brillar en sembradíos de claustro. A la vez se les informa que la DEA y la INTERPOL están próximas a llegar a las instalaciones del aeropuerto.



Favor de abordar el avión ahora.

Tín

                       Tón

                                             Tín
                                                                       Tán.


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Imilla (Azotes de la vida real)



“Él le lanzaba cuchillos, ella los recibió para lavarlos”
-Mauricio Rodriguez

Griselda,

Si ya no te meten mano con los ojos,
me miras con tus dientes caídos
y comes con tu cara de “Me han dejado”.

Si tienes pelucas frenesí, ojos chojcho-color,
y sueños muertos en el pantalón del Boris

(Que aún lloras como si fueran tuyos).
Y si además animas tus noches
encamando abuelos con lencería,
como si olvidaras el aborto en la caseta 32
y la fragancia de letras rosa-chicha,
del galán de sindicato,
que alquiló una diana
al son de un degradé.

Entonces,
y para todos los casos Griselda:
“Nunca dejes la rutina”

No la abandones sólo porque te sostiene a ti.
(Así las doñitas se olvidan del tiempo)

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Desmonte

I

La Montaña no se persigna en el mercado (como si fuera su derecho),
No transita por los puestos de venta, ni pide rebajas en la ropa usada.

La Montaña no se esfuerza en ser parte de la alcantarilla, ó en descansar en la maceta y esperar el respeto que merece el living room.

La Montaña no se sube a los micros, pero sí se lanza de ellos.


La Montaña es el destino que comparte con el Q´epi,
de observar como trabaja el Maycol y no hacer nada para llorar con él.

El Q´epi, está enamorado de la Montaña.
Lleva comida para ella
Lleva ropa
Lleva explosivos
Lleva todos los instrumentos necesarios para crear un hogar en ella,
mientras que cada día,

La Montaña se levanta en la calle por el escupitajo del minero que pijcha.


II

El Q´epi nunca quiso pelear en marchas desde la espalda,
Tampoco correr de ellas y recibir el último golpe.
No quiso gasificarse, ni que le revienten el petardo a medio metro de altura.

El Q´epi nunca quiso dejar de ser Q´epi, desde su precaria percepción.

Ahora el Q´epi lleva periódicos pasados, revistas con las esquinas dobladas, abarcas rotas y poleras sucias del San José.

El Q´epi no se mueve, pero tampoco está en silla de ruedas.

(Bajo la cama)
El Q´epi no recuerda el momento exacto en que dejó a La Montaña,
pero que sabe que el Maycol, se hace más Michael al llegar a la ciudad





III (Montaje)

La Montaña levanta el asfalto cuando el Q´epi se lanza en caída libre.

Ambos, cada vez con más fuerza.







Ciclo-vía popular

Asómate al marítimo bullicio de las calles.
¿No oyes una sirena que llama desde el puerto?

O. Girondo


“La Cancha” se refleja en los ojos de la vinchuca, que ha dejado de ser vinchuca para convertirse en caserita, la caserita que ahora vende trancapecho que te tranca el culo, el culo que airea de un pedo callado los rosquetes dulces. Su olor y sabor atraen al borracho que lo come con su mano meada, que estuvo sobando sus bolas y mocos en la chichería de la anticuchera, aquella que folló el viernes con el llokalla que no se protegió el pilín, porque le bailaba el condón; el mismo chango que de minero se tomó fotos con gringos por un bizcocho, los gringos que pijchaban hoja de eucalipto por 5 pesos, al mismo precio que vendía la Gladys tragos infames, con caca de ratón en barriles piráticos; que sirven para que los Truferos aguanten el trabajo que sus imillas alzadas les obligan a hacer.

Y todo para luego terminar donde empezaron el día.

¿No ves la banderita blanca, que cuelga en cada esquina?


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