sábado, 17 de septiembre de 2016

ALDO MONTECINOS [19.151]


Aldo Montecinos

Nació en Trelew, Chubut, Argentina en 1968. Hasta los 18 años vivió en La Paz, Bolivia, donde hizo la escuela primaria y la secundaria. Desde 1987 reside en Bahía Blanca. Obtuvo el título de Licenciado en Letras por la Universidad Nacional del Sur. Entre 1998 y 2012 trabajó en el Museo del Puerto de Ingeniero White, coordinando las actividades La Cocina del Museo, ámbito en el que preparó las publicaciones Cocina a leña y darle al hacha. La cocina económica de los Malvar (1999), Hielero (2000) y La canción del prisionero. Fotos y relatos de guerra de Nino Lupo (2006). Actualmente trabaja en el Instituto Cultural de Bahía Blanca. En 2001 publicó Istmo en la revista Vox Virtual. Fue incluido en las antologías 23 chichos bahienses (Vox, Bahía Blanca, 2005) y Fuego Cruzado, panorama de la poesía argentina contemporánea (Lanzallamas.org, Santiago de Chile, 2009). En 2015 publicó en Vox su primer libro de poesía: Alasitas.



de Alasitas (2015):


sobre los desvelos en uso

I

Tres mil ochocientos doce metros sobre el mar.
Aquí, cualquier punto negro en el horizonte turquesa
se imprime al ojo como un corte de tierra sobre el lago
o como alguna de esas chocas extraviadas o será
la ondulación de los batracios contra el golpe de ola.

Muchos no salen nunca.
Adentro están, siempre ahí donde nada solar se filtra
tras la última capa de la atmósfera líquida
por eso son ciegos
por eso mudos.
No parecen ni sapos ni ranas
aunque las cocineras del Tiquina ofrezcan los cuartos traseros y digan
¡¡Anquitas de rana bien sazonados con ají y cebolla 
bien ricos!!
Así sí.
Mejor todavía con la Huari del cajón al natural.

Entre kilo y medio y dos se calcula el tamaño de cada una.
Será por ese cuero poroso más duro que la piel y negro además.
Islas que flotan y chocan curtidas por el agua helada
nadie sospecharía ahí una carne blanda.
Se dice que caen del cielo cuando los cúmulos vienen densos:
plock y plock y plock se sienten los panzazos concéntricos
si tienen la suerte de hacer blanco sobre la planicie del lago.
En otro pozo serán ungüento para los males de la sangre
según una combinación ritual de alcoholes, hierbas y oraciones.

Entonces hay certeza de cinco años con algo más de suerte.
Eso, al menos, se cree.


III

...no tiene ni remota idea de lo que es la ley.
                                                    Alcides Arguedas

Silencio extendido sobre toda la espina dorsal.

El espacio se abre en un punto del nudo norte
como para erguir, a cada lado
dos muros que arrastran con sigilo
ríos fríos y piedras amarillas.

El sol, al principio, puede ayudar a la vista con algo de rigor seco.
Pero, para sostenerla un rato más,
seguir el redondeo de los rapaces, la anarquía de suspenderse
es necesario encorvar las manos sobre la frente
amparar con sombras la retina.

Desde una iluminada fiesta en París
monsieur Arguedas hará de esta tierra una experiencia “enfermiza”
disputará la cumbre para ocuparla a lomo de fórmulas deterministas
y hasta logrará legar la conveniencia de cierto pesimismo
sin mayor remedio
convencido de que lo duro, seco y árido son razones de toda norma
lo imperfecto.
Un argumento de cuña para apuntalar el concepto “indio”
en el universo de su Estado feudal.

Abajo bien poco deberá quedar
paja encorvada sobre la meseta
filos agudos
surcos.


IX

La compra en dólares que el Estado hará de su petróleo
es una operación comercial tan original como
la de importar algo que el propio país produce…
                                                      Marcelo Quiroga Santa Cruz


Hasta ahí el programa de negociación era sencillo
a saber:
si el lobby les permitiría acceder ya a la explotación gasífera
lograr luego la propiedad de los yacimientos debería tener
a la larga
mayor rentabilidad.
El proyecto de inversión estimaría un gasto de cinco
a siete mil millones de dólares en un plazo de cinco años
además del pago de regalías e impuestos que podrían
ser amortizados de la misma ganancia
es decir:
por cada dólar que pudiera recibir el Estado
la exportadora habría recaudado ya quinientos cuatro.

Hasta ahí la lógica de consorcio era ventajosa
entiéndase de una vez
si por aquí el combustible es anafre, bosta y leña
¿Para qué cincuenta y dos trillones de pies cúbicos
en reserva?
¿Cincuenta y dos trillones de pies cúbicos para quién?
¿Para qué?
¿…?
Gruesos conductos se extenderán por los cuatro puntos cardinales
ni un cañito
ni uno solo alimentaría ninguna hornalla por acá.


X

yo soy del otro lado, yo soy el otro lado
yo soy del este o del oriente o este oriente
que no es frío, ese frío no es mío, el otro
lado es frío; lo mío es cálido, soy el calor
el calor es este oriente, el este cálido soy yo
es mío, nosotros somos gente del este, somos
altos, somos gente blanca, nosotros sabemos inglés
nosotros no tenemos frío, nosotros o yo
digamos que somos altos, somos blancos, somos
este lado que no es el otro, digamos que yo lo sé.

… declaró Gabriela Oviedo, Miss Bolivia, 
en una entrevista en Quito, donde se celebra 
el certamen de belleza internacional Miss Universo.
                            Associated Press, 29 de mayo de 2004.



XI

La tarde de cosecha apila sin fruto las cañas del wiru.
Muerdes y succionas y haces dulce la fibra en la boca.
Es que empeñarse en buscarle la vena blanca es lo más rico
así pulposa mejor
aunque haya que machucarle más los bordes, más los hilos
esforzar el goteo.

A la noche pueden revolotear los almakepis.
Apoyados sobre las panzas están un rato y después van y vienen,
van y vienen y van y vienen y así. Rezos hay que echarles –dicen–
aunque quizás mejor quieran alcoholcito.
Y frotar después.
Frotar lento hasta no sentirlos.

Las velas no los alejan mucho.
Es que en los adobes se prenden, en esos agujeros mal hechos
por donde el viento los mete.
Y cuando no hay más pabilo
bajan a mordernos los labios
el wiru dulce se llevan pero no se van
nunca se van.


XII

Por qué aquel grupo entra antes que el mío?!!!
Ubicado bajo la sombra de su parábola antisolar, esgrime con énfasis el filo del lápiz mientras vocifera razones frente al grupo de santos que lo rodean para protestar.

Atento a las anomalías en el cosmos de la procesión, Gregorio Rocha, responsable de la Mesa de Control en la última edición de los festejos para el “Tata” del Gran Poder, en el Barrio de Chijini, apunta:

– La Banda Pagador instigó a los Waca Waca de Laja 
para adelantar a una Kullawada.
– La Morenada Señorial del 6 de Agosto, nada más ni nada menos, 
entorpeció al inicio el recorrido de la procesión. 
– De los grupos locales comprometidos, sólo el Conjunto
Antawaras cumplió con lo asignado.
– Los Caporales Juventud Corazón de América entraron
dos veces por el mismo lugar.
– Las Ch’utas del Bajo Tejar creyeron ser las únicas en la fiesta
exageraron a la hora de la demostración. 
                                         El público abucheó.
– La Morenada Revelación Rebeldes fue el papelón mayor
el primer domingo discutió con compañeros de la ANAFABOL,
con la Morenada Real Urkupiña también y se trenzaron 
a puños con la Morenada Unión Copacabana.
– En la comparsa Witichi el exceso de alcohol fue notorio.
                                           Hoy 
                                                      los diablos 
                                                                            son lo mejorcito.


XIII

Han venido por sus tantawawas, aya markay quilla,
platos y vasos han traído, mast’akus para los que están de paso.
Aparecen un rato pero nadie ve, no pueden ver y escuchan.
Los adoran los chi’ticitos con habilidad para no alejarlos.
Por uno y otro lado se andan livianos entre los muros
empiezan a crecer sin pausa pero es sólo por hoy, aya markay quilla.
Tuqurus y mensajes a la vista hay para distraerles la memoria.

No ha llovido
difícil ya que llueva porque es día para escuchar silencio.
Sopla como brisa a la mañana y es un caudal por la noche.
Tanto que los platos se mueven, los vasos bajan a sorbos
y hasta se ha visto a las tantawawas declinar sus formas.
Han venido pero aquí no están, vienen para alentarse con un vapor de luz.
Ha tomado camino el ch’iki más allá del ukhu pacha.


XIV

Nayarum jiwayapxista, waranqa waranqanakaw kutt’anika.
                                                                                                      Apaza, 1781.

La cabeza y el tronco en la soga por tres días exhibidos
en lo más alto del Quilliquilli. El brazo derecho cercenado
para terror de los parajes del Achacachi y el izquierdo
fijo a la vista en alguna estaca pública del Sica Sica.
Una de las piernas, la diestra, debía ser hinchada, agusanada
podrida en el Caquiaviri; la otra, en los yungas del Chulumani.
Todo después reducido a cenizas y aventado por los aires.

Algunas estrategias del jaya mara sobre la puna han visto
en los movimientos más pequeños de ciertos animales
la posibilidad de avanzar / interrumpir / cercar / según sea
la fortaleza secular de la voz k’ara. Picar y desaparecer ya
según el plan de las pulgas; salir de noche, husmear y morder
esconderse a la mañana es el plan añathuya; plan hormiga
al bajar en zig zag desde las montañas en columnas cerradas.

El discurso que sostuvo la defensa contra el cerco de Chuquiago
luego de ciento nueve días y cuarenta mil aymaras sitiadores
refuerza la tesis de un delirio mesiánico que al oído de Katari
inspira consignas de un Pachakuti atroz. ¡Jamás lo permitiera
Dios! Además de operar con el método oficial de esta lengua
la peste como monopolio: era feo de cara, ordinario, bebedor, 
cruel, contrahecho de piernas y manos, indio al fin y al cabo.

Pelotas de lana gruesa empapadas en aceite y pólvora ruedan
hacia el centro de La Paz. Nada debía entrar, nadie podía salir.
Perros ya no hay, un gato anda en los seis pesos y una mula
de hambre muerta en los treinta y alcanza para bien poco.
De agua ni hablar, salvo por la idea de desbordar la represa
en el cerro de Achachicala construida por mineros de Ananea
pero falló. Un helicóptero sobrevuela la cresta de Q’arq’a Marka.



Tres poemas de la serie
el señor del gran poder

morenada

hasta aquí llegué o, a lo mejor, estuve siempre
caprichoso sobre los agujeros de este cielo colgado del mundo
medio giro a paso lento vamos uno a uno
uno tras otro en filas escalonadas
son veinte kilos más sobre la espalda
hilo, filigrana, brillo para la corpulencia de una vieja religión
las hombreras extendidas sobre la virulencia de las cicatrices
es labor africana sobre este frío suelo mineral
arrastramos las botas por la presión en las arterias
inversión efímera de fe.

vengo atado al sonido de la matraca en una palma
vaivén continuo para una descarga
reque pram reque pram reque pram
más barato que mitayo
imposible doblar las rodillas, dios
imposible la postura reverente.

he subido hasta llegar al Chijini
la mismísima Santísima Trinidad y el penacho de conquistador
labios gruesos de óxido, corte de gesto colonial
me hinchan las piernas como negras culebras
los tímpanos agobiados por la sinfonía del látigo
zumban atrás todos los vientos, señor,
todo el sudor va por dentro
sin humear ni ayer ni hoy el tabique seco de mi boca
es apenas el deseo de imaginarse,
agitamos ya la barba blanca,
en la postura magnífica de un rey.



caporales

voy a exprimir la piel de tu espalda
escupirte encima el jugo de mis hojas
no me dolerá bailarte sobre el pescuezo
yo soy el dueño de la calle y escolta
saya tundiqui, caporal de la tuntuna.

los brillos fuertes se contonean conmigo
somos “capos” por crédito a la autoridad
juventud ganada en la acrobacia, los tacos
son cascabeles para agredir el aire
oro, azul, plata, rojo… tunda y tunda.

la clase y la glamour se prenden de mi guacha
disposición para blanquear la prepotencia
látigo en mano, dragón en el pecho
mi voz neocolonial está de moda ¡ay¡ tiempo barroco liberal
tundiqui no entras, tundiqui te vas.

las calles han sido mías y la ciudad
narciso dominio de mi hermosura zamba
ya está acá, está acá ya la saya capanga
voy a invadirte el alma como patrón
triturarte las palabras hasta hacerte mudo.



diablada

pronto el aroma es azufre y la bruma roja
intensa ante la entrada a galope de supay sobre la urbe
hay que invocarlo ya, rápido llegarlo hasta aquí
acaso se arrepienta
y no quiera salir del claustro de sus saloneos
ni suturar los puntazos de sus aberturas
acaso no quiera levantarse de las cenizas
ni conceder más nada al favor de su santidad desplazada.
hay que acompañarlo ya
traerlo en procesión
apurarle la aridez
que venga ya
la boca hinchada de hoja y la cumbre a cuestas.

va a entrar a todo tranco para empujar
el desvelo de los días
tutela de apasancas y sapos anidados desde siempre
en la punta de esta lengua que lo arrumba
ina ps pachakuti abofeteará la sintaxis
atronadores los bombazos serán la guía
revientan ¡jina! más fuerte que nunca
contra esta armonía de metálicos, listos para dejar atrás
las caras de esos waricatos.
es vigor lo que revolea cada uno en el paño azul
k’ata vientos por ahí.
quién sabrá si toda esta cadencia atronadora sea
para alucinar la revuelta del subsuelo.
que se venga, entonces, de una vez
que llegue ya.
amén.



alasitas

bendecida
al mediodía
la fidelidad pagana


la casa es tiza
el auto lata
todo deseo puro


dos pesos para atraer
a la fortuna
en el plomo kallawaya


valor de uso
valor de cambio
grueso como marrano


la lluvia del 24
queda pendiente
sobre un nylon rojo


una gota
de agua bendita
inunda la feria


pan de dios
harina en gramos
la boca diminuta


son pocos días
para un calendario
sin santoral


cabe ganar más
o perder menos
en una escala alógica


ciertas nubes hilan
en el aguayo
una lengua multicolor


ekhako
interfiere
el conjuro


patas cortas
panza ancha
carga con tu suerte


intervenir la merca
hacerla mínima
y ponerle fe


un minicomponente
japonés
sonido full


papelitos de color
para el ejercicio civil
el pulso burocrático


ni ima taripawanchu
alarapiña
pala picota martillo


charango cigarrito
roscas y tambor
yeso calamina madera


supay
con abarcas de goma
y pies de barro


como si
imitara
un ídolo


pretende sostener
en un grano de arroz
la economía del orbe


y guarda
para mejores tiempos
algo más de crédito


al año traerá
de vuelta los augurios
con otra carcajada


sí y sólo sí
la lumbre en la comisura
arde propicia





.

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