lunes, 18 de junio de 2012

7051.- OLGA BRUZZONE DE BLOCH

OLGA BRUZZONE DE BLOCH
(La Paz, Bolivia, 1909 - Canadá, 1996).- Escritora.
Ganadora de varios premios literarios a nivel institucional. Dirigió la revista femenina Superación. Vocera de la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas (CONIF).
El crítico Juan Quirós sitúa al poema ‘Alma del suelo’ de Bruzzone, como uno de los cien mejores poemas bolivianos, argumentando: "Desentraña las propias emociones con palabras vigorosas y vibrantes. Por sobre todas las cosas es una poetisa maternal. Ningún matiz que se roce con el tema de la madre falta a sus versos, desde el diseño leve hasta el grito encrespado, disconforme y bronco".
Unas líneas de aquel poema dice: "Indio: recio vocablo, / indómito y sonoro. / Canción del pajonal libre del hierro. / Luz replegada en ardientes lavas. / Petrificada audacia de los Andes. / Adjetivo del sol. / Bronce de eco distante / enraizado en la paja brava".

LIBROS

Novela: Tras la cortina de incienso (1974); Torbellino de horas (Segundo Premio ‘Erich Guttentag’, 1984).
Poesía: Hondo, muy hondo (1960).





MANOS DE MADRE

Manos tibias de madre
que en la noche temblaron
esperando el milagro
y al lado de la cuna
tejieron su esperanza
con el hilo argentado
de la silente luna.
Manos que cobijaron
junto al materno seno
dulcemente al infante
y escondieron su anhelo
en los sedosos bucles
de dorado misterio.
Manos tiernas de madre
que enjugaron el llanto
que acompañó el suave brillo
de las áureas pupilas.
Manos tiernas de madre
que bordaron la alfombra
de esmeraldas y estrellas
donde fueron marcando
las diminutas huellas.
Manos tibias de madre
que calmaron la fiebre
de las quemantes sienes
en las noches sin sueño.
Manos infatigables
en la dura jornada
despiertas hasta el alba.
Manos tiernas de madre
que atajaron las sombras
y alejaron al miedo.
Manos que protegieron...
manos que defendieron...

Manos,
manos de madre,
hoy vacías de espanto...
manos desesperadas
en la implacable noche
del dolor y del llanto...
Manos desconcertadas
presas de incertidumbre
que en loco desvarío
acarician y palpan
el cuerpo inerte y frío
del hijo
que se ha ido...
Manos,
manos vacías
que retuercen su angustia
en la plegaria muda.
Manos que al cielo claman,
manos que el cielo imploran
y acongojadas tiemblan
con honda pesadumbre
y caen vacilantes,
exhaustas
y vencidas
por el dolor tronchadas
por la pena abatidas.
Manos,
manos vacías,
manos que envano buscan,
manos que en vano esperan…

Manos,
manos de madre
que calladas y mustias
van pasando en silencio
su rosario de penas...
Manos fría,
marchitas,
que la sombra acarician
y trémulas
y solas
esperan el gran sueño.





DESPEDIDA

Mi corazón quedó despedazado
debajo de las ruedas
del tren que te llevó.

Mi corazón quedó despedazado
en desgarramiento
del adiós.

Cierro los ojos
para guardar en ellos
la mirada de niño que dejaste
perdida en el andén.

Entre mis brazos tu calor oprimo
y mis manos estrujan su dolor.

Me golpean la pena y el vacío
y resuena tu voz.
Se ha parado el reloj de mis recuerdos
en la hora del adiós.

Hijo, te he dado el ansía de mis alas
para que vayas en busca de otro sol.
Hijo, te he dado el ansia de mis alas
y mi alma ha quedado mutilada
en el rincón oscuro del dolor.







ALMA DEL SUELO

Indio: recio vocablo,
indómito y sonoro.

Canción del pajonal libre del hierro.

Luz replegada en ardientes lavas.

Petrificada audacia de los Andes.

Adjetivo del Sol.

Bronce de eco distante
enraizado en la paja brava.

Polen del páramo.

Vendaval retenido en el surco, en la huella.

Oteador de la Aurora.

Dios de ti mismo.

Conoces el lenguaje de la estrella,
el idioma del agua,
la voz de las tormentas.

Autóctono. Telúrico.

Fecundado en la tierra por el viento.

Agresivo,
desafiante,
audaz,
tímido,
desconfiado,
huidizo.

Huanacu y Cóndor.

Inmersión de la altura en el abismo.

Vivificada piedra.

Alma del suelo.

Trasmutación estática del tiempo.

Rastreador de milenios.

Zampoña del dolor, amante quena.

Rebelión encerrada en el pututu.

Enturbiado caudal,
remanso claro.

Tienes los ojos nuevos
y aunque en el día leas la cartilla,
lees en la noche las estrellas.



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