martes, 3 de noviembre de 2015

NORMA QUINTANA PADRÓN [17.345] Poeta de Cuba


Norma Quintana Padrón

Actualmente mexicana y quintanarroense, nació en Pinar del Río, Cuba, en 1956. Estudió lengua y literatura hispánicas en la Universidad de La Habana, donde se licenció con una tesis sobre la poesía de Ernesto Cardenal.

Ha publicado el poemario Éxodos (1991) y el libro de ensayos La muerte en la poesía de Nicolás Guillén. Trabaja para la Secretaría de Cultura de Quintana Roo desde 1993. Imparte las cátedras de Gramática y Redacción en la Universidad de Quintana Roo hace doce años, y en dos ocasiones ha sido distinguida como becaria del Programa de Estímulo al Desarrollo y Desempeño Artístico en la categoría de Creadores con trayectoria. Reside en Quintana Roo, México. 




PERSISTENCIA DE LA IMAGEN

Una imagen regresa la finísima arena
donde se deslíe,  silencioso,
el sueño que somos.
Sombras en la niebla extienden sus brazos
se rozan un segundo
antes de esfumarse.
Atrapar la imagen,
Recuperar el instante alado,
sentir, cremoso, el olor de la fruta,
volver al duro sopor de los caminos,
vagabundos del tiempo,
esa barrera de polvo lunar.
Trae, la fugitiva,
repentinos escorzos de un mundo,
sonrisas y gestos, 
abrazos en el muelle de un puerto
olvidados
y vuelto a recordar al roce de una canción.
Y en esa melodía, no sabemos cómo
regresa un día de agosto junto al mar:
una piel transitada por el salitre y el viento
un canto lanzado contra las rocas
un oro encendido entre las nubes
goteando el mediodía pájaros de un rojo sangriento.




EN EL SUEÑO

No es aquí tu piel sino el tacto,
imagen en mis labios;
olor en la memoria de mis huesos
al que sigo por instinto.
No son aquí tus dientes sino la huella de tus dientes
en la ansiedad fugitiva de mis senos.
No son tus ojos sino el rastro de tus ojos
en el sismo de mi cuerpo.
No somos aquí los dos,
asidos a ese grito sin rostro ni destino,
sino  tensión, angustiosa paz,
instante lúcido.
No somos aquí sino en el sueño
en donde entras una y otra vez
y veo como mueres de vida.



OCTUBRE

A la niebla luz
de la estación cansada
hojas sin norte
lloviznan su color
sobre los caminantes.




SUFICIENTE

Basta la luz
de la abierta ventana
para que grabes,
dentro de los sentidos,
su desnudez dormida.




CAMINANTE SOBRE LAS AGUAS

El agua quieta
abraza al litoral.
La enorme luna
desgarrada en espejos
traza un camino. Lo tomo.




DOS EN EL ESPEJO

Todavía es posible desatar las olas.
Agitemos, pues, este légamo
abaniquemos el aire con susurros
hagamos saltar dragones desde el fondo.
Busca la hembra  que soy  en el espejo
donde te miro, transfigurado,
girar lentamente las caderas
alejando el momento
eternizando mi gesto
mientras pido más y ruego al cielo
que no acabe tu expresión de animal desbocado
entre mis piernas.




NOSTALGIA POR EL FAUNO

Heme aquí en este bosque, amado ausente.
¡Ah!, los labios sordos, la piel muda,
el cuerpo deshojado en la memoria.
Amor escarcha,
paisaje vedado, te invoco
con esta prisa de agua en remanso
ansiosa de vuelo.
Ven por los caminos del sueño y de las mariposas nocturnas,
trae tu luciérnaga, tu flecha, tu lengua, tu caramillo
las amapolas del insomnio,
el estertor de la sangre sin bridas
el río que viaja hacia ti desquiciando entrañas.
Y trae las manos de amasar el pan de mi cintura,
 tus caderas y el rito de ahogarnos
como peces ensartados en el mismo anzuelo.




SOMBRAS CHINESCAS

Semipenumbra en la estación del sueño…
recuerda, piel, que has sido acariciada.
 Descifraron en ti la ruta del deseo
unos labios parecidos al musgo.
Fue  llama y claridad
y  acordes  en clave de batalla
el tejido escandaloso de los cuerpos
¡tanto amaste, piel, y tan desmayada
quedó  de los amantes
la sombra en la pared!




Nocturno

El viento se desliza, ronda las puertas
sin ser escuchado.
Canta su voz un sueño que trae desde lejos los rostros perdidos.
Rendida ente la luz, la ciudad se agolpa bajo notas estridentes,
baila una danza para quienes no advirtieron los presagios.
Junto al agua indecisa, el ser rezagado, en pesadumbre,
acuna pedazos de su canción
descifra los hilos de la muerte.





Saeta

Flecha en el cielo,
la gaviota pasa.
Deja su grito
bordado entre los oros
huérfanos de la tarde.







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