martes, 5 de febrero de 2013

VIOLETA NICOLÁS [9.172]


Violeta Nicolás Martínez 

Murcia, 1984.
Doctora en Artes Escénicas, Universidad de Alcalá, licenciada en Bellas Artes, Universidad de Murcia, cursa un año en Accademia di Brera, (Milán). Se le concede la Ayuda a la Creación del INJUVE, 2014-2015, por su libro Flow. Recibe el tercer premio del IX Certamen de instalaciones “Mujer”, Sierra Norte (Madrid, 2014) por un proyecto de videopoesía. Desarrolla poemas performativos en diversos encuentros como en ArteViva, Sala búho real, (Madrid, 2015), Lluvia de autor@s, Espacio b (Madrid, 2015) o la Presentación del Festival Miradas de Mujeres, La Casa Encendida, (Madrid, 2014).

Publicaciones

Libros

"Lapsus Violeta" (Tigres de Papel, 2015)
"Flow" (Huerga y Fierro, 2015)
“Digestión Idílica” DM, editado en colaboración con Espacio Molinos del Río_Caballerizas, Murcia, 2012.

*

“Ritual, Comida, Cultura: Blanca” libro editado con el resultado del taller internacional de paisaje realizado en Blanca (Murcia) 2009.
“Signos sobre signos” libro sobre stick art y el arte urbano, recoge una serie de intervenciones hechas con motivo del taller “Brote”, centro de arte Monte-hermoso, dirigido por Nekane Aramburu. 2009.

Se le concedió el Primer premio de Poesía “CreaJoven” (Murcia 2010).

Ha publicado sus poemas en revistas como La Galla Ciencia, La Tribu de Frida, El coloquio de los perros, Kokoro, Fragmenta, Espacio Luke… Participa con uno de sus poemas en la antología “Ciudades Esqueleto”. En la actualidad imparte diversos talleres y colabora con la Universidad de Alcalá y con la revista cultural y de pensamiento “El Ciervo”.



Poética

Soy aparte del resto y el resto a la vez.



I

Hola, anochecer, bajas los hombros,
Sabes que no puede oscurecer,
Solo se te permite amanecer,
La oscura no es bienvenida.

De nuevo esta casa plagiada,
La puerta se abre las 24horas.

No tiene dos interiores,
Si no te caes hacia dentro.
Hago equilibrio con la piel.

No recuerdo si cerré la puerta,

Las llaves son prótesis de mis manos,

El alzamiento de mi dedo índice.
Todos pueden entrar en mi casa,
En un lugar abierto no me puedo acurrucar.


II

Por la noche calienta la calma,
Camino entre edificios pulpo,
El aire aísla, soy una escultura,
Me persiguen los sueños de la gente,
Los míos se reducen en mis uñas,
Cada pelo, cejas y pestañas,
Son accesorios de mi cuerpo,
Detalles que acompañan en eco,
La contaminación adherida a mí,
Esperanzas suspendidas en la ducha,
En el vaho del espejo de casa.


III

La casa igual al dibujo
Las ventanas dan a la noche.­

La buena noticia es el sol en los ojos,
El límite del cuerpo se hace invisible,
Sólo el calor me une al vacío al rededor,
Sin rozar a penas las caras de las cosas.


IV

La tarde sucede y hay menos luz,
Se va rompiendo cada cosa,
Mis ojos se estrechan,
Bajan cejas, nariz se estrecha,
El momento de cerrar la ventana,
La habitación queda hueca,
Calculo el aire por metro cuadrado,
Aprieto mi boca, muerdo el labio,
¿Queja o gemido de alegría?,
Hora de tumba de sueño, amor.


V

Sucede hoy, olor a melocotones,
Horas en unos segundos al llegar a mi cama,
La suerte se pronuncia con signos de sorpresa,

Tu cuerpo de novio a mi lado,

Hay que bendecir tu aliento,

El imán detrás de tu nombre.
La respiración sostenida,

La almohada es una extensión violeta.


VI

Quiero ir a mi casa, me digo en casa.
La extrañeza araña mi frente,
Nostalgia súbita y honda de qué,
No conozco otra casa que ésta.
Quiero ir a mi casa, me digo en casa.
Extraterrestre, vivo en lo aéreo.



VII

Se esparce mi cuerpo,
Bajo la superficie del agua,
Nada hasta llegar al fondo
En mi interior, interior submarino.

Galleta, pantalla, abrazo,
Casa, casa, casa,
Palabra-Prótesis,
Extensión
de
mí.


INSTANTE

“I don't want to settle down
I just wanna chew gum
Oh no, oh no, a slip of the tongue
You think you're chocolate but you're
chewing gum”
Annie
“got myself a piece of chewing gum”
Smashing Pumpkins


Me siento como un chicle rígido y frío,
-Consuela la humedad y movimiento anterior-,
Parezco una boca sin beso ni comida ni agua,
Una adolescente que escribe esto desde el pasado.
Carcasa violentada por la inclemencia atmosférica,
Bloque de algo solitario,
Materia por sí y en sí misma.


NUBES DE AVIÓN

A Roma cuando la ola de frío siberiana,
Fui a refugiarme de tu negativa.
El frío, guarida al desencanto,
Morimos un poco, por todos lados.
Al tocar tierra todo seguía en su sitio menos tú.
La ventana del avión en suspenso,
De pronto, las nubes que no pasan.
Tampoco vuelan.
El frío del norte que nos separó,
Con la helada deshicimos lo hecho.
Al pasar la ola de frío siberiana,
Permaneciste seco, dispuesto a mi caricia.
Extraño, porque la caricia estaba en suspenso
Sobrevolando nuestros rostros.



III HACER EL AMOR
MITO DE EXISTIR

No es nada existir, 
A penas un susurro,
El dictador lo supo.
Mientras corto jamón, 
Me debato en no cortarme,
En no morder mi lengua,
Mastico y me repudio,
Las mandíbulas activan mi cerebro.
La carne que sabe a humano decía Ranciére,
El sufrimiento del cerdo, 
Porqué comerlo.
Ya paro. Ya es bastante, ya es mañana.
Solo en el tacto, acuérdate, entonces.

2012 fin del mundo según los Mayas, 
Si no me amas,
Solo vivo en la acción amor,
Mientras nado, tú nadas, él nada.

Qué hacer si soy la dictadora violeta,
Soy insaciable, cada día giramos, 
Más saliva, me extraña mi boca,
“El humano sabe a cerdo”
Ofrezco cada órgano: comed de mí,
La energía: la más fuerte,
Yo, violeta (más que blue)
Es imposible existir, un mito.
Yo soy como tú: yo soy tú,
Nada de ausencias comparadas,
Existir es solo un mito,
La subjetividad absoluta,
El paladar sabe a jamón,
Existir es un mito, 
La piedra inerte que devasta.
Fluye la sangre circular,
No frunzas el ceño,
Despierta, despierta,
Todo es externo,
Importa la acción, lo que dicto. 
Fluidos, instantes, continuo circuito Cerrado,
Solo sabes de mí al acercarte, 
En besarme.

Solo el placer de ser tú, 
Del desborde.
De mi sangre, violeta.
La subjetividad que practicas.
El sujeto que me atas, que nos haga reales.
Restaurarnos en hacer el amor,
En el acercarnos del sexo a tierra,
En sujetarnos, ser sujetos, 
Subjetivos,
Nos saludamos continuamente.




Poemas de Flow (Huerga y Fierro, 2015)


Respiración en el agua

How do you know but every Bird that cuts the airy way,
Is an immense world of delight, clos’d by your senses five?
William Blake

Agitaba las alas como tsunamis,
Mi cabeza de loba al sol, aullidos,
Las piernas, ancas de rana fosforitas
Así entre el agua del mar y del río
El placer ocupaba mi cuerpo entero
Esa era la alegría que me movía
Estar viva a cada latido.

Sonrío en la dimensión de ballena
Mi peso proyectado a gran velocidad
Es un arma que ciega.


Gafas

Me fijo en los detalles,
Amplío lo pequeño,
Desde niña, por la miopía,
Miro cerca de mi cuerpo,
En los espejos de los extraños,
El mundo es una maqueta,
Lo mínimo es habitable.
Siento el pelo en latidos,
Igual al del perro del recuerdo,
Sus ojos de almendra,
El hocico oscila al respirar,
Es una afirmación inmensa,
Un lazo a la vida de la tierra.
Mirar al cielo con miopía,
Si ves con exactitud de telescopio
Las estrellas te extrañarán,
Igual que tus ojos con luna más un poco de musgo
El cielo no se puede abrir.
Todo el suelo que he visto,
Lo más cerca de mis pies,
Nítido hasta borrarse, se hunde.
Tantas presencias de vida,
Ese calor desbordante, andar,
Para regresar al colchón,
De quién será la ciudad entera.
Alzar la mirada es perderme,
Confundo amigos por desconocidos,
De lejos anónimos a la deriva,
Solo tiene nombre lo acariciable,
Conservo esa tendencia miope.



Negra


El tiempo, insinuándose en tu cuerpo
Luis Cernuda

El calor es lo único que nos rodea,
El espejo está empañado,
Es translúcido aquello que no quieres decir.
Tu cuerpo es predecible a cada momento,
Soy una máquina de posibilidades remotas,
Repito hasta no hacerlo, alien de otra parte,
Perderme en el lugar de mi casa.

Por la noche soy negra,
Mi piel oscurece y es sol en potencia,
Me escondo de vosotros,
Acaricio al hombre negro a mi lado,
Las líneas juntan cada forma,
Tumbados nadie sabrá donde respiro.



Quédate


Así la poesía no era palabras en una página, (…)
era arboles, piedras y manantiales
Kathleen Raine

La articulación se desprende,
Mi cuerpo es un paisaje.
Es el viento, respiro,
Hay sonidos de desierto,
Vegetaciones de órganos.

El pelo móvil se confunde con la luz,
El sonido de las ramas al viento,
¿Oyes los árboles? La música primera,
Escuchas el instante en el brusss, brisa,
Que se lleve el miedo, pasado pesadilla,
Nuestras calaveras se iluminan,
Acercarnos en el beso flotante.

Siento el cuerpo por partes,
En un abanico, opus frustrada.
Conservo mis versos, el margen de ser feliz,
Sigo el camino de ojos cuajados,
Apoyo el peso de mi cuerpo sobre el árbol.
El cielo del acercamiento nos trajo ingravidez.





Lapsus Violeta



Arranques

Bañarme en el calor de mi sangre sin morir
Estar de pie dentro de un árbol
Planear por la playa al entristecer.
Partirme las uñas al llegar su nombre

Alzar las manos en el césped de plástico
Vestirme de noche negra y estrellada.

Así sigo, agita y entra
El embalse en los ojos
Dura lo que el sol,
A la oscura todo es llanura
Donde tumbarnos.

Has confesado que se seca la mirada
Solo con tu boca torcida
Y un segundo de nariz arrugada.



DOBLE EN ESPEJO NEGRO


Il dissipe le jour,

Il montre aux hommes les images déliées de l’apparence
Paul Eluard


Donde hay una sombra empañada
En el espejo del baño, de todos, caigo,
Me cuelo por la hendidura de los ojos
Resido en el pecho con miles de nervaduras
El agua es el canto que condena hasta el techo
La altura repleta de vapor y goteras
En las hojas que crecen de mi tronco,
Donde hay marcas alienígenas circulares
Solo requieren decir lo sola y sola
La soledad violeta que se filtra dentro
Las gotas caen sobre el mismo punto,
Esa que se ve solo en un espejo negro,
Son el líquido a destilar con mirada fija.



Cuando parezco anónima

Soy la que bebe agua lenta,
La sed se va a los rincones
Me traspasan los minutos de quererte
En olas crecientes la boca se llena
Me asiento en el agua lenta.
Soy la fuente enquistada y benigna
Ladro de noche en la esquina mohosa
Y en las manos se reseca la tierra
Sobre mi cara el barro, máscara
Para ser más bella y fugitiva
-Más rápido se acaba el día-
Ser ninguna frente al espejo.
Nadie traga, nadie se refleja,
Nadie en la imagen me embebe.


Ya no me queda nada

Queridos hermanos y hermanas,
Madre me dijo que gasté todo al nacer
Aquello que poseían, todos sus bienes,
La herencia es una pequeña manía,
El gesto de quitar migas de pan de la mesa,
La herencia es un humor áspero y meloso
Adaptable hasta a un pronóstico fatídico.
Vosotros queréis los bienes más valiosos
Las joyas que contienen ceguera
La victoria del gesto más seguro
El orgullo de merecer más que el otro.

Sonrisa, cuando nazco lo tengo todo.

Poemas de Lapsus Violeta (Tigres de papel, 2015)




"Lapsus Violeta" de Violeta Nicolás 

(por José Óscar López)


LA AVENTURA SALVAJE

Violeta Nicolás se nos presentaba con digestión idílica, un libro que revelaba a una creadora distinta y sorprendente, alguien que se hallaba embarcada en una búsqueda genuina y verdadera. Y esta sospecha se confirmaba al asistir a algunos de sus recitales, pequeñas performances hechas de poesía verdadera.

Ahora, Violeta se nos presenta con su tercer libro, lapsus violeta. Lo abre un prólogo firmado. por sus tres abuelas, como ella las llama, dos biológicas y una tercera que es una “abuela poética”. La primera de ellas, Ana García, dice de Violeta que es una mujer bonita por dentro y por fuera, pero que más allá de su belleza -hay muchas mujeres guapas en el mundo, dice- Violeta está también dotada de un carácter semejante al de su bisabuela, “que siempre llevaba un pequeño revólver de nácar en el tobillo y sabía cazar mejor que muchos hombres”. La segunda abuela, Eulalia López, declara sentirse por dentro tan artista como su nieta y nos recuerda las dificultades que han tenido siempre las mujeres para hacer cosas fuera del ámbito que para ellas estaba reservado, algo muy importante en tiempos en que muchos descreen de las reivindicaciones feministas . Y la tercera “abuela”, la gran poeta Dionisia García, nos habla del misterio, la ambigüedad y la emoción de la poesía de Violeta Nicolás, de la verdad y la belleza de sus versos.
Hay en Violeta, como digo, una autenticidad salvaje porque ella lleva a cabo tal asunción de una genealogía y, desde ahí, una indagación de la realidad de una manera valiente y personal. Desde el principio encontramos las ideas de esa genealogía –desde el mismo prólogo- y también de una identificación con lo que nos rodea, y la confluencia final en el amor, con los primeros versos del libro (en el poema “Arranques”):

Bañarme en el calor de mi sangre sin morir
Estar de pie dentro de un árbol
Planear por la playa al entristecer.
Partirme las uñas a llegar su nombre

Violeta Nicolás confirma en este libro que concibe la vida, como todo poeta verdadero, como una aventura continua en la poesía, y esta poesía como una indagación y un descubrimiento perpetuo  del mundo.
Podemos pensar en el  descubrimiento perpetuo del mundo en la infancia, y la inocencia de la mirada de la autora, presente con inusitada fuerza en su poética ya desde su primer libro, no elude la necesaria travesía por el desierto de toda madurez:

En el esternón entra el valor torpe
Que avanza hacia el tropiezo
Que soportar años y guindas rojas
[…]
 A la orilla de arena de mi reloj roto
Amorosa, se envalentona mi lengua.

Escribe en “El centro del pecho”. Y en “El desierto ciudad”: ”Me quema el aire de la explanada adolescente”. Y hay también un desierto en los demás, como se nos dice en “Pequeña imperfección de una ceja más alta” (descripción de una fiesta o reunión de amigos):

El humo se funde en los ojos
Detrás, mientras os oigo dentro
Abajo, miradas telepáticas de rayo
Más abajo, arritmia de la risa
La soledad irreverente arqueó mis cejas
Arqueadas en mi careta de serie,
Desde que me reconocí en las superficies
Siempre de espejo
Siempre de arenas movedizas.

Toda corporeidad, así como toda historia del espíritu, tiene una genealogía. Y la genealogía es una aventura que hay que descubrir en uno mismo, repitiendo las costumbres heredadas para indagar en ellas y someterlas a necesaria crítica y revisión: solo así uno las descubre de verdad, y las hace de verdad suyas.
 En este último poemario de Violeta Nicolás hay, creo, la idea de una madurez como suma, como resultado inestable e inseguro, pero con la certeza de que la creación constante es la única madurez posible.
Escribía en su primer libro:

Tendrías que besarme,
Para desdecirte, para callarnos,
Y poder ser algo.

(“Besar a quien quieres / Mito de la poesía”)

Violeta Nicolás entiende la identidad como un proceso en continua construcción sobre las arenas movedizas de nuestro trato con los otros y con lo que nos rodea, desde el límite de nuestra propia materialidad, que marca “las yemas sangrantes de nuestras huellas digitales” (escribe en lapsus violeta) sobre lo físico y lo anímico: “Algo solitario y denso / materia por sí y en sí misma” (escribe en digestión idílica). Violeta regresa a su nombre como “lapsus” y se escribe en poemas, a través de percepciones abiertas, llenas de sentimiento y de un sentido tocado por la indeterminación contemporánea, desde una autenticidad salvaje.
Parte de este salvajismo se halla en la escritura de Violeta Nicolás, por ejemplo, a través de la presencia constante de los animales en sus poemas: así en “Casa para dos y una gata” o en las hormigas como metáfora de una lluvia que sumerge a la autora en la materialidad del ruido y el ritmo, la metáfora y la poesía, y la pura presencia del presente, en el breve poema “Bajo el paraguas”:

Oigo el ritmo de gotas encima
Las hormigas me comen
Me dan lo que comen para que no muera.

Esta atención constante a la presencia animal enlaza con la piedad y la comprensión que ya demostraba en digestión idílica por una cucaracha. Ahora, en lapsus violeta, descubre en un gato ciego, mutilado por la crueldad del mundo (unos niños en su cruel inconsciencia), que “enfrente hay un mundo platónico cegador”.

Y hay también aquí saltamontes, como antes había cucarachas con las que Violeta firmaba armisticios de convivencia doméstica: son los “bichos” que fascinan en los juegos de la infancia, juegos que se prolongan en la vida adulta para determinar nuestra identidad. “El cuello se alarga hasta el iris del ombligo / Asomarse al asombro constante del cuerpo”, escribe Violeta.  No es raro que suceda en casa de los padres, hay allí saltamontes y también libros: “Los libros apilados son mis padres”, escribe: genealogía física y lectora, biología y espíritu. Sigue el poema: “Donde nos abandonamos a lo que se calla”, y es una intimidad sin palabras que Violeta trata de dar cuerpo en palabras, con su poesía, desde la ausencia de la infancia que constituye, y que construye, toda madurez.
En el caso de una madurez valiosa, como la que Violeta Nicolás apunta ya en su tercer libro, se trata de una ausencia activa. “La casa sin terminar”, se titula el poema. Y Violeta lo cierra con estos versos:

Si resisto es por la pompa donde me abrazan
La burbuja que reluce y nadie puede tocar”.

Lo que calla, lo que no puede tocarse. Como en el poema “Soy flash”, que es el último del libro pero que de alguna manera también es el primero, si el primer poema que leemos del libro es el que figura, como introducción a él, en la contraportada del volumen. Es el movimiento constante, el proceso, la aventura. Que vuelve una y otra vez a la corporeidad y las cosas, en la poesía de Violeta Nicolás.

Sumergirse en las cosas, leer las cosas:

Al girar la cabeza, despacio, leo,
Cada uno de los objetos de casa
[…]
A cada segundo leo, submarino.

(“Lectura interior”)

Pero también la corporeidad supone el silencio: así en “Adagio blanquecino”, donde ni cruasanes con nata ni albaricoques pueden llenar a la poeta, y todo está perdido, dice, “desde que no puedo hablar / Cualquier sonido cae y cae en la bilis”. Y en “Cuando parezco anónima”: “Sobre mi cara el barro, máscara / Para ser más bella y fugitiva / […] / ser ninguna frente al espejo”.

En este proceso de construcción de una identidad, Violeta apunta: “Repetir la norma ayuda a conocerse / la mímesis es necesaria para la normalidad / cuando sigo la norma entro en la coreografía” (En “El baile de zombies”). Hay, sí, la herencia familiar que le sonríe (“Cuando nazco, lo tengo todo”) y una sencillez entendida como riqueza espiritual, en el sentido en que la buscaban los poetas ascéticos, sean Fray Luis de León o los poetas vagabundos japoneses que escribían haikus; también pienso en el yoga y su lectura de lo material, que convierte el cuerpo en signo: los gestos de las manos, como el que ilustra la portada de este libro y de los que Violeta se sirve en sus recitales/performances.

El tema de la identidad regresa –si es que se ausenta alguna vez en la poesía de Violeta Nicolás- en el poema “Otra desconocida”, donde Violeta afirma que ella puede ser esa Violeta del pasado que contempla –¿en una fotografía?-, con la asunción de esa otredad múltiple de uno mismo en el tiempo. Y es que el cuerpo es el universo entero, en imagen que ya usaban desde Pitágoras a Borges, Platón o Baudelaire, y que según Francisco Rico acaso ilustre la historia intelectual de todo Occidente.

Escribe Violeta:

El pelo se enreda en el viento
Desde antes del universo órgano
Al fondo de la calle sin salida
El giro es hacia dentro, de vuelta.

(“El mecanismo de las ruedas”)

Volver al cuerpo, así, es volver al mundo. Idea en la el siguiente poema insiste ya desde el título, “Olvida que a esa hora el mar era yo”:

En la playa el mar es mi reflejo
Me miras porque ves el agua
Quieres beber todo el océano
Aunque la sal dispare tu sed
Y estanque el corazón
Nada, solo nada.

 Vuelve el desierto, esta vez en la forma de un océano: ausencia total y abundancia total. También lo negativo se incorpora a la materialidad que asume la metáfora con su mecanismo de sustitución de lo real por lo imaginario, y que torna en secreto real lo imaginario (es el secreto de toda buena poesía). Igual que todos nosotros estamos contenidos en los pasos que damos, “los pasos que ardimos”, escribe Violeta.
Y escribe en “Brindis nocturno”: “Propago una sombra que quema, / Solo quiero destilar mi saliva / Solo quiero que la bebamos”. Y en “Magulladura”: “Evacuación de los habitantes de mi mente / desalojo de cada deseo aguado en los ojos”
Finalmente, tenemos la presencia serena pero imparable del amor; así en “Sin un fondo conocido”: “Tus ojos me vienen en caída libre / […] / Es imposible pararte”. Y en “Yemas dulces”: “Si pasas por mí, prendes para alumbrarme”. Pero el amor empieza y termina, y empieza, en la materia, que es siempre para Violeta también espíritu, y en la sangre, la huella de los dedos, también en “Yemas dulces”:

Sigue adelante hacia la caja de mi órgano
Donde las notas rebosan de nervio y néctar
Solo se oye mi nombre repetido.

Yemas sangrantes
Quiebran mi huella digital.

También el amor es reconstrucción de una infancia perdida; pero ahora, porque la hemos reconstruido con nuestra voluntad y desde nuestra madurez, es acaso más verdadera:

Al acercarme a darte un abrazo
Haces el muerto en blanco
El bicho bola en bucle.

De nuevo los animales, los bichos de la infancia, y las lecciones que aún nos dan: “el perro que ordena por olores lo que teme”, y que intervienen en la identidad, la de la poeta en su propia actividad como poeta (esa “lengua gusano” que se repite en más de un poema) y en su misma identidad:

No os diré que merezco ser Violeta
[…]
Un animal se aúpa.


Hay numerosos poemas dedicados, donde Violeta da forma al amor como comprensión del otro; hay poemas dedicados al marido, a la hermana, a su mentora literaria… Porque “uno necesita del otro para ser suficiente”. Encontramos, en fin, en la poesía de Violeta Nicolás, una aventura del yo a través de los demás y también de la materialidad pura del mundo, de las cosas más sencillas y del asombro perpetuo que el mundo produce en los poetas verdaderos como Violeta; la misma comida, como en digestión idílica (la comida, la identidad y la genealogía se mezclan cuando escribe: “Quiero ser otra hija canela”), y porque el cuerpo también es la comida que lo sustenta; y el cuerpo, ya lo hemos dicho, es imagen del universo:

Me pliego en lo que pudo haber sido
Quién crees que soy sino tu cuerpo
Sino el hoyo en la vía láctea chocolatada.

Pero finalmente hay la soledad del creador, la “materialidad rítmica”, con la que, de una u otra forma, trabaja todo creador. Porque en ese viaje de ida y vuelta e ida a los demás de la poesía y de la vida, estamos solos. “No insistas, tienden a perderse y a confundirse”, escribe nuestra autora. Llega la inquietud, las hormigas;  llega la lluvia, y la lluvia, escribe Violeta Nicolás, “solo cala a solas”. Y también:

Bailo la caída

Mi propio invento de la felicidad.

José Óscar López





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