miércoles, 1 de octubre de 2014

JUSTO A. FACIO [13.516]




JUSTO A. FACIO

(1859-1931).
Poeta, ensayista, educador, filólogo y político costarricense de origen panameño, nacido en Santiago de Veragua (localidad perteneciente a Panamá, que era a la sazón un territorio perteneciente a la República de Colombia) el 17 de agosto de 1859, y fallecido en San José de Costa Rica en 1931. Fue una de las figuras más destacadas de la cultura y la educación costarricenses de los años finales del siglo XIX y el primer tercio de la centuria siguiente.

Cuando sólo contaba un año y medio de vida, fue llevado por los suyos a Costa Rica, país en el que pasó la práctica totalidad de su vida, y del que fue ciudadano de pleno derecho. Fue educado por sus padres en los mejores colegios costarricenses, en los que recibió una esmerada formación humanística que dio un impulso decisivo a su innata vocación literaria.

Muy pronto empezó, en efecto, a cultivar la creación poética, al tiempo que se presentaba también ante la intelectualidad costarriqueña como un brillante articulista periodístico que analizaba con suma destreza la actualidad cultural del país. A lo largo de toda su vida, Justo A. Facio mantuvo viva esta relación con los medios de comunicación, en los que, además de esos artículos, publicó gran parte de sus poemas originales. Consagrado, ya en su madurez, como uno de los grandes animadores del panorama artístico e intelectual de su país, dirigió varias revistas literarias y colaboró asiduamente en una de las más difundidas y prestigiadas de toda Hispanoamérica: Repertorio americano, dirigida por el gran narrador, editor y maestro costarricense Joaquín García Monge. En esta publicación dejó impresos Justo A. Facio, sobre todo en la década de los años veinte, algunos de sus mejores poemas, junto con una serie de ensayos sobre literatura y educación, y una valiosa colección de reseñas de crítica literaria que le convierten -como sostiene el estudioso Abelardo Bonilla en su interesantísima Historia de la Literatura Costarricense (San José: UACA, 1981; págs. 169-170)- en uno de los principales poetas y humanistas de su generación.

Además de esta dedicación al periodismo y a la creación literaria, don Justo A. Facio ejerció durante muchos años la docencia, lo que le condujo a reflexionar sobre el sistema educativo y los procedimientos pedagógicos hasta convertirse en uno de los principales educadores en la Costa Rica de su tiempo. La acreditada experiencia que fue acumulando en este ámbito le permitió alcanzar algunos de los cargos más relevantes de la Instrucción Pública costarricense, como el de rector del Instituto Nacional (organismo que presidió desde su inauguración), o el de Ministro de Educación Pública bajo el gobierno de Rafael Iglesias.

En su constante y destacada presencia en los principales foros y cenáculos literarios del panorama cultural costarriqueño, Justo A. Facio se convirtió en uno de los principales promotores de la búsqueda de una literatura nacional capaz de reflejar la identidad específica del pueblo de Costa Rica. Junto con otros destacados escritores de su tiempo -como el gran poeta y destacado filólogo Roberto Brenes Mesén, el narrador y dramaturgo Carlos Gagini, el poeta Rogelio Sotela o el ya citado Joaquín García Monge-, Facio contribuyó al rico debate ideológico acerca de la existencia o no dicha de dicha especificidad; y adoptó la postura de que era necesario perfilar y delimitar lo que él mismo denominó "discurso literario costarricense", convencido como estaba de que la existencia de esa identidad nacional y de la paulatina pero imparable forja de una literatura autóctona capaz de reflejarla. Todo ello quedó bien patente en uno de sus textos en prosa más leídos y celebrados por la crítica y los escritores de su tiempo: el extenso artículo que, bajo el título de "Carta literaria", publicó en el número 7 de la revista Athenea (1918, segunda época), editada en San José de Costa Rica, considerado como una de las piedras fundamentales sobre las que se asentó la construcción de dicha literatura nacional costarricense.

En su condición de escritor, Justo A. Facio sobresalió por unas composiciones poéticas de carácter nítidamente premodernista, con ciertos indicios de asimilación de las atrevidas propuestas de Rubén Darío, si bien muy alejadas todavía de esas brillantes innovaciones léxicas, rítmicas y temáticas que el Modernismo pronto habría de dejar en las obras de otros poetas más atentos a la evolución de la lírica hispanoamericana de su tiempo (como, por ejemplo, el recién citado Brenes Mesén). Centrado principalmente en la educación y las labores de promoción cultural, Facio no se ocupó en exceso de su obra poética, que fue dando a conocer con cuentagotas, diseminándola por las publicaciones periódicas con las que colaboraba. Sus poemas más conocidos fueron, así, los que recogió Máximo Fernández en su célebre muestra antológica titulada Lira costarricense (1890).

A mediados de la última década del siglo XIX, Facio decidió recopilar la mayor parte de sus composiciones dispersas en el volumen titulado Mis versos (San José: Tipografía Nacional, 1894). A través de las diferentes secciones que conforman este poemario recopilatorio ("Crespones", "Bronces", "Adelfas", "Medallones", "Tapices", "Sonetos grises", "Facetas", "Flores de llanto" y "Torsos"), el lector puede apreciar claramente ese papel de enlace entre el romanticismo tardío y el Modernismo que desempeñó Justo A. Facio en su condición de poeta.

Además de esta obra poética, Justo A. Facio dejó una interesante producción ensayística en la que cabe destacar algunos títulos como Lucha por la cultura (San José: Imprenta Trejos, 1923), La cultura literaria (San José: Imprenta Alsina, 1930) y Ojeada sobre el origen y el desenvolvimiento del romance castellano (San José: Imprenta Alsina, 1931).

Obras de Justo A. Facio

Título Año
Mis Versos. Tipografía Nacional. San José, Costa Rica. 1884
A Panamá. Tipografía Moderna. Panamá. 1908
En la Brecha. Tipografía de A.  Alsina. San José, Costa Rica. 1911
Temas de Educación. Editorial Gutenberg. San José, Costa Rica. 1929
La cultura literaria. Imprenta  Alsina. San José, Costa Rica. 1930




“MIS VERSOS”

(Fragmento)

Facio, es un parnasiano, pero no de los que dicen que la Venus de Milo es bella porque no tiene alma. Más claro: no es de los que creen que el arte está, solamente, en el empleo de frases adecuadas en el de "ridiculeces y extravagancias adorables" y en la impecabilidad de la forma.

Miremos como en precioso mármol talla el busto de una mujer que es aun casi una niña, es decir, de una niña que es ya casi una mujer


En el linde vital en que floreces
donde sus formas la niñez aleja
tu joven cuerpo de mujer semeja                                                               un botón de apretadas redondeces.


¡Magnífica estrofa! Al escucharla diríase que se arrodilla el alma para presenciar la sublime y lenta metamorfosis: el cambio de la niña en mujer. ¡Cómo se adivina el apretado capullo abriéndose lentamente en flor! ¡Cómo, la crisálida que se esponja suavemente pugnando por romper su cárcel de vida para volar convertida en mariposa!

León A. Soto en, El Mercurio de 20 de febrero de 1895.






Espartaco

Entre sus manos el osado toma,
alta en los aires, la rebelde enseña,
y cuando el brazo vigoroso empeña,
fuertes legiones desbarata y doma.

Fuego divino en su mirar asoma;
ama la libertad, con ella sueña,
y ni en trance derrota lo domeña
la pujanza titánica de Roma.

No entre broncos y torpes alaridos,
viendo rodar allí su cuerpo esclavo,
en el Circo el tumulto se divierte:

Para ejemplo glorioso de oprimidos,
la dulce libertad encuentra al cabo
en los brazos piadosos de la Muerte!






A una pecadora

Tu espíritu, a las sombras avezado,
hasta las almas sorprendidas llega
y a sus ojos atónitos despliega
la visión tentadora del pecado.

Cuando, con picaresco desenfado,
entre tus labios la sonrisa juega,
ante ti el pensamiento se doblega
como un dios dulcemente subyugado.

El profuso montón de tu cabello
es como negra y fúlgida cascada
que el aura voluptuosa desordena. . . . .

Quema tu boca con ardiente sello
y tiene en sus abismos tu mirada
atracciones obscuras de Sirena!.

Publicado en: 
El Heraldo del Istmo, Nº 23 y 24 de 31 de diciembre de 1904.





Tu recuerdo


                                    A VIRGINIA
                 
                       MADRIGAL.

Semejantes a fieros invasores,
los años implacables han pasado
dejando entre sus ruinas sepultado
mi vergel de esperanzas y de amores.

Más allí, resistiendo a los rigores
del tiempo y de las cosas y del hado,
tu recuerdo no más ha conservado
la frescura y la luz de sus albores.

Suele haber en desiertos arenales,
nutrido por ocultos manantiales,
árbol que galas sin cesar ostenta:

Pues así como ese árbol que florece,
no perece el recuerdo, no perece,
si la fuente del llanto lo sustenta.

Publicado en: 
El Heraldo del Istmo, Nº 23 y 24 de 31 de diciembre de 1904.





Virginia

I

Al oro mismo soberano humilla
—copo de sol— su rubia cabellera
y difunde la rosa tempranera
la sangre de su tez en su mejilla.

Es su dulce mirar mariposilla
en veste de flamante primavera,
que en argentado vaso prisionera
cual sobre fondo de topacio brilla,

Dos hojas de la flor de pasionaria
son sus labios vibrantes, cuyo dejo
tiene ritmos de risa y de plegaria.

Canta y se agita con vivaz despejo,
y en medio de su risa tumultuaria,
retoza en ella el infantil gracejo.


II

Sobre revuelto lecho todavía
su semblante de frente reclinado,
corno en pálida cera modelado
busto de ángel dormido parecía.

Su mirada serena más sombría
al trasluz del fulgor cristalizado,
semeja un pajarillo sepultado
bajo los copos de la nieve fría,

Vagan sonrisas en su boca yerta
y está su faz inmóvil, mientras tanto
de misteriosa placidez cubierta,

duerme la niña con penoso encanto
y tan dormida está, que no despierta
¡ni al gemido dantesco de mi llanto!

Publicado en: Mis Versos





Moisés

De perezosas sierpes negra trama
finge su luenga barba retorcida,
y es su frente a la cumbre parecida
que el sol calcina con eterna llama.

El pensamiento que el Señor proclama,
al partir de su lengua conmovida,
como un gigante con la sien herida
lleno de furia se retuerce y brama!

Sus fuertes nervios el furor violenta
cuando de Dios numera los agravios
de aterradora majestad cubierto...

Hay en sus ojos brillos de tormenta
y parece que viene de sus labios
un soplo retumbante del desierto.

Publicado en: Mis Versos





Crisálida

Es el verbo crisálida en capullo,
y fecunda sus celdas luminosas
el alma inescrutable de las cosas
que desdeña por simples el orgullo.

Yo las sigo en el cósmico barullo
y advierto en vibraciones misteriosas
como un sordo incubar de mariposas
en el fondo del rayo y del arrullo.

¿Qué aliento vivo las fecunda
y crea y en ellas pone singular decoro?
El alma de las cosas, que es la Idea;

Y si el soplo del arte las anima
al punto rompen el capullo de oro
y vuelan con las alas de la rima!

Publicado en: Mis Versos





Werther

En mis horas oscuras de remembranza
tú cobijas mis ansias y mis reveses
bajo la sombra triste de una esperanza
semejante a la sombra de los cipreses.

Tú derramas el pomo de tu beleño
en la frente que el ayo dobla por tierra,
y flota en mis pupilas sopor de sueño
cuando mis ojos, Werther, tu mano cierra.

Cuando tus pesadumbres con ansia viva
en mis hondas angustias de lejos sigo,
tú con voz sin engaños y compasiva
parece que me dices: ¡yo soy tu amigo!

Como daga que fuera de torva nieve
el hombre tu mirada siente y divisa,
y llevas en tus labios, marchita y leve,
la adelfa venenosa de tu sonrisa.

El cielo tus tristezas jamás alumbra,
y a solas en el limbo de tu santuario
te cubres con el velo de una penumbra
que baja de tus hombros como sudario.

El reproche en sus labios jamás asoma,
que no tienes, vencido, cabe tu lecho,
contra el dulce tirano que así te doma
ni el coraje siquiera de tu despecho.

Tiernamente padeces... ¿amas acaso?
El amor te tortura —¡bendita pena!
El néctar que guardaba tu frágil vaso
es un filtro de rosas que te envenena.

Deshojada la rosa de casto ensueño,
en silencio que finge triste bonanza,
desechas con orgullo, porque es pequeño
el placer enfermizo de la esperanza....

Tu pensamiento iguala roca desnuda
que erige en el espacio cumbre derecha, 
y sola, como un cuervo, la negra duda,
Werther, desde la cima voraz te acecha.

Tu dolor es un hierro que purifica:
cuando el filo te clava por indefenso
emerge de tus flancos, hermosa y rica,
una llama que fuera como de incienso.

A manera de un ángel de muerto brío
que esclaviza una mano llena de gloria,
al sentir en tus hombros su poderío
¡pareces orgulloso de su victoria!

¡Oh pasión bienhadada que te sublima!
Para tu contextura de varón fuerte,
semejante a montaña de clara cima,
es un reino sin sombras el de la muerte.

Tu amor busca los senos de lo grandioso,
y en el linde postrero de tu jornada
con sonrisa de mártir y victorioso
te yergues fieramente sobre la nada.

Esclavo satisfecho de tu destino,
bajo las llamaradas de un sol eterno
pasas, soberbio y triste, por tu camino
¡como un ángel precito por el infierno!

Te protege la muerte: tu amor es santo:
esa efigie que luce siniestras galas,
porque no fue de culpa tu noble llanto
un santuario te forma bajo sus alas.

Publicado en: Mis Versos





Mármol Griego

Brilla en su rostro de Hebe
la juventud eterna de las diosas,
y matiza su carne como nieve
la sangre de las venas de las rosas.

Ajenos a la queja,
en sus labios de adelfas en capullo
la voz mundana solamente deja
ternuras semejantes al arrullo.

Su imagen, que fulgura,
no inspira al alma tentador empeño,
pues recorre su cándida hermosura
la placidez radiosa del ensueño.

En sus dulces pupilas,
asilo de las sombras encantadas,
reposan inocentes y tranquilas,
como negras palomas, las miradas.

Es negra su corona,
y en relucientes ondas, el cabello
con oscuros anillos aprisiona,
como serpientes de ébano, su cuello.

Su aliento adormecido
hinche su seno en curvaturas suaves
como esponjan, ocultas en el nido,
el dorso blando voluptuosas aves.

El beso que convida
con ardiente placer al alma loca,
en ignorada languidez anida,
como inerte crisálida, en su boca.

Bajo puro destello,
su noble encanto de mujer encierra
la fría pesadumbre de lo bello
que no fecunda el soplo de la tierra.

Mas tiene, delicada,
el ímpetu de fuerza contenida
que al conjuro tenaz de la mirada
hace en el mármol palpitar la vida.

Es para el alma ansiosa,
al amor avezada y al desvelo,
hermosura que sueña y que reposa
con los sagrados éxtasis del cielo.

Así, por modos raros,
llevar parece entre sencillas galas,
sobre su torso helénico de Paros
el estímulo incierto de las alas.

Pero aun así, perdida
deja en las almas que sujeta el suelo,
como una vaga sensación de vida
con ternuras y ráfagas de anhelo.

(De Mis Versos--- Edición  de 1894, San José,
Costa Rica)




El Dante

Todo por misterioso mecanismo 
es en tus manos singular, ¡Oh Dante!,
y al amor abres cielo fulgurante
y a la torpe maldad hórrido abismo.

En tu viaje mortal, a un tiempo mismo
aspiras con aliento de gigante
los plácidos ensueños del amante
y las penas del hondo cataclismo.

El rudo estigma de tu enojo ciego
la frente de los réprobos abrasa
con resonantes cláusulas de fuego;

Pero más bienhechor y más fecundo,
el tierno acento de tu amor, aún pasa
como un hálito de ángel por el mundo!

Publicado en: 
Nuevos Ritos, Nº 51 de 15 de septiembre de 1909.





Septiembre

Cruza por los espacios siderales
la sombra de una nube muy ligera
y del rey invencible de la esfera
se oscurecen los vívidos fanales.

Pero bajo las sombras invernales
fulgura, sin embargo, su lumbrera
como tenue y radiosa cabellera
recogida entre lóbregas cendales.

Atravesando la penumbra, arroja
como una trasparente catarata
por todas partes su vivaz efluvio;

Y, a sus manos de orfebre, la paneja
despliega su penacho, que remata
en un copete de cabello rubio.

Publicado en: 
Nuevos Ritos, Nº 50 de 1º de septiembre de 1909.




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