domingo, 19 de octubre de 2014

FERNANDO CHELLE [13.734]


Fernando Chelle 

(Mercedes, Uruguay 1976). Profesor de literatura en Uruguay (en los departamentos de Soriano, Montevideo y Canelones). En el año 2011 se radica en Colombia, en el Departamento Norte de Santander, en la ciudad de Cúcuta, donde se ha desempeñado como Profesor de Lengua Castellana en bachillerato y como docente universitario al frente de la Cátedra de la asignatura Competencias Comunicativas de la Universidad Simón Bolívar.
Es ensayista, corrector de estilo y crítico literario. Autor de los libros, Poesía de los pájaros pintados (Colombia 2013) y Curso general de lectoescritura y corrección de estilo, guía para formular escritos correctos (Colombia 2014). Ha sido corrector de estilo de las revistas, Respuestas (publicación oficial de la Universidad Francisco de Paula Santander, Norte de Santander, Colombia) y Fronteras del saber (publicación oficial de la Universidad Simón Bolívar Extensión Cúcuta); Director de Contenido y Redacción del Periódico El Libertador (publicación oficial de la Universidad Simón Bolívar Extensión Cúcuta). Sus ensayos y críticas literarias se han publicado en revistas, periódicos y portales literarios de diferentes países. 



Selección poética tomada del libro 
Poesía de los pájaros pintados (Colombia 2013)


Yo lírico

Poeta de la espuma circunstancial
Cazador de recuerdos
De fragancias pasadas
Avaro de ese cofre
Donde descansa tu nombre
Tallado a punta de diamante.

Poeta de un río, negro
Como el abismo
Y dulce como el oboe
Alfarero de esa bohemia
Hechicera de paso lento
Ojos de fuego y manos de tierra.

Poeta del humo
Cobijo del amor
Que duerme y sueña,
Descansa
En su nervio de ceniza alada. 

  


Calles de mi ciudad

En estas calles de la ciudad mía,
Y extranjero en las calles de mi ciudad
Yo tuve patria donde corre el Negro
Por entre verdes islas
Y fantasmas de viejos eucaliptos.




Farolito de papel

Excepcional exilio voluntario y voluptuoso
Solitaria rebeldía
Pasionalmente anárquica
Sueño ensoñado de belleza
Subjetiva, idílica,
Terreno exquisitamente melancólico
En la naturaleza apacible,
Divina
Místicamente enamorada del poeta
Llama de la eternidad.




Al Gran Sol

Ilumina el templo con el poncho
que hasta los ricos se verán deleitados.

Pon tus hebras de fuego extendidas
sobre la tenebrosa y profunda unidad.

Haz arder los rostros de los suicidas
para que con tu humo no se esfumen
y años de albañilería no sucumban
en un momento de derrumbamiento.

Entibia la guarida de la esperanza
que como un lagarto se dejará a-dorar
ante tu imperio de luz.

Infunde en mi tu poder,
haz que yo haga amanecer
encendiendo palabras y sonidos
colores y notas.




Mieles de luna

Donde, mi hechicera bohemia, andan tus pasos
tus ojos de fuego, tus manos de tierra.

Acaso arrastrarías tu manto de estrellas
por las estrechas calles de esta noche sin luna.

Ven a poblar mi soledad de árbol
mi ausencia sin canciones
mis poemas febriles
como viudas sin dote.

No dudaría en arrebatar tus labios de sangre
derramarme en la miel de tu vientre,
y guardar mis nervios, dagas que me atraviesan
en el cofre blanco que se esconde
en las lunas de tu pecho.




Casualidad

Mujeres altas
Faunos de mi existencia.
El vértigo ha vuelto a apuñalarme,
Ayer salieron de un recuerdo de Artaud,
Recuerdo de una escoria,
Hoy vienen con esta lluvia de jueves,
Lluvia germinal,
Altura de precipicio
De verticalidad
De erección infinita
De perspectiva que dirime
El extrañamiento
Del salto.




Caeré en tu pecho

Caería como una manzana
fundido por tu dulzura,
presipitándome ante tu carne morena,
así podría beber de tus ojos de gata
y arrebatarte tus labios de sangre.

Caería como Adán ante Eva
en el cascabel de un nido de serpientes
y junto a ti, sublime
contra todo lo esperado
lograría despojarte de tus perennes hojas.

¡Oh mujer de mis delirios!
mi débil carne gime por ti
y siento que la sangre que me habita
late en tu pecho
como en su nido.




Credo poético

Creo en la flor de la tarde
agitada como abanico de sangre
caída a tus pies de ninfa.

Creo en el ave de hierro
dejando caer sus plumas
como cuchillos de sombra.

Estoy seguro de la seguridad
de los volantes, de los dados
y de tu vientre de niña.

Me he convencido de la caída
y de la ascensión, pero mi grito
quisiera apuñalar
la ley de gravedad.




Trampos

Será mañana este hoy
Que está sujeto,
Hundido en el letargo de la quietud.

Pero el reflejo viene desde un solo lugar.

Huir de los espejos
De las caídas narcisistas.

Solo el sol me llama
El vidrio extiende su filo.

Caen mis pedazos
Después de viajar sin asideros
Sin transitados muelles.

Suena el acordeón del Mingo
Al solcito de Poulliér.




Despertar

Amanezco junto al mar,
Me confundo con las gotas que
Caen en mi carpa, tercer pilar
De Santa Lucía del Este.

Toc, toc, tero, tero…
Un lugar del mundo
Donde la arena es libre
Donde el emperador silencio
Ha llegado con su orquesta
De vientos

Y el amor?
Duerme y sueña
Y el amor, hombre de fuego?
Descansa
En su nervio de ceniza
Alada.




Recuérdame

De romántico a trágico
Imposibilitado el amor
Se levanta el muro.

Calla el exterior para dar paso
A dos balas en direcciones distintas
Que se rozaron.

El tiempo no ha mudado su costumbre
Dejando nuevos colores
No siempre vivos
Y algunas veces
Inesperados.

Entonces, nosotros, los de entonces
Ya no somos los mismos.
Y bien, quedémonos con la flor
La espina no, la flor
Porque hubo flor.




Del río al mar

Nací herido por los rayos de la luna lorquiana
Cerca de un río solitario
Negro como el abismo
Con la pupila fría de las quimeras.

Hoy soy un toro con una flor en la boca
Tratando de hacer sentir su peso,
Ya mi desesperación
Te picará en los ojos mujer
Porque será imposible
Ponerle diques al mar.




Patio de la abuela

Ciprés ascendente en precipitación vertical verde,
Espinas de un marchito borracho combustible,
Azahar de naranjos cargados de continuo,
Nota amarilla de un limón colgante,
La tierra en su sequedad se ha partido.

1959 dicen tus pilares arcanos,
Agujas que descansan en una
Almohada de terciopelo,
Lento como tu sombra veo caer el sol.

Tu bastón de la tarde
Ha reflejado un grito
En el largo pasillo
Que lleva a los pinceles.

El búfalo en su cueva observa extrañado
El discurso que un día supo ser resistencia
Y ahora que tu perfume
No puebla ya esta tierra
Llegó para quedarse tu verde melodía.




Una tarde en la Coqueta

Me fui cazando los recuerdos y alguna fragancia al pasar.
Me suele suceder cuando miro brillar los adoquines del barrio.
Llego al río,
al único,
a ese que es Negro como el abismo pero dulce como el oboe.
Encallo en el puerto y me convierto en humo,
eso si,
como ellos están atrás echo sobre mí un manto,
el manto de la vida,
el manto de los sueños,
ese que seguro no verán jamás.
Y ahí descanso, al menos hoy,
como descansa mi cigarro,
en su nervio de ceniza,
alada.




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