lunes, 27 de agosto de 2012

7597.- AMPARO RUIZ LUJÁN





AMPARO RUIZ LUJÁN 
Nació en Puebla del Salvador (CUENCA). Se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona. Y en la actualidad ejerce como profesora de Educación Secundaria en el Alfonso VIII de Cuenca. Aparte es Asesora para el Desarrollo Cultural y Artístico del Centro de Profesores de Cuenca. Se trata de una de las voces líricas más importantes de Cuenca. Hasta la fecha ha publicado cuatro libros de poesía: Contra la guerra (1982), Intenciones de Antígona (1999), El brocal de Sémele (2001), La mirada de Atenea y Parole in volo, Perugia, 2007. Con motivo del IV Centenario de la publicación de El Quijote, ha realizado un estudio titulado Dulcinea: hija de sus obras. Amor y belleza en El Quijote y Dulcinea: sueño del Héroe Delirante.




Intenciones de Antígona 

“Has roto tu nombre en mil pedazos
en una estricta geometría
de ángulos y aristas”

“Pusiste más corazón del que tenías
en un cuerpo descarnado,
y llenaste de gladiolos y manzanas
un mar de incertidumbres…”

“Aunque me ofrezcan todos los nidos
seguiré clavada al arcángel de una vidriera
que araña imposibles,
en un columpio sin red,
y tejeré encajes de tiempo
en los que no existe Dios”.
Si nos vamos a El brocal de Sémele,
“Hay un amor que pasa por las cafeterías,
y una fidelidad tan frágil
que no hay que pronunciarla”.


“No te daré mi vida
ni mi tiempo
ni mi infierno.
Te entregaré distancias,
las armas de Atenea,
la vigilancia perpetua
de las vírgenes”.




Superviviente y solo.

Distante
como un forastero disidente
que llegase a los limites del mundo.
Galopando tristezas de olor a cerillas
en los viernes de nieve.
Lamiendo aristas esenciales
para lavar mis ojos
de reptil cansado.
Devórame en los álamos de ambiguos territorios
y elévame a este amor de tejados
hermoso
como un cometa en el exilio. 




Sobrevolando Ítaca

Recuerdo las gaviotas cómo besan la arena
y la muerte del joven amante de los dioses.
Veo hijos oscuros que no serán de nadie,
de caricias que lamen los cuerpos hacinados.
Hijos no prisioneros de lugares malditos,
corredores de fondo a la demencia suave
y que nunca se paran en las alas del miedo.
Recuerdo las gaviotas en voraces crepúsculos
y la grandeza tuya, bella en su agonía,
donde el dolor es digno y se abandona heroico
y se calza de plata como una luna llena
hacia una muerte honesta
que viene boca abajo vestida  del revés.
Recuerdo las gaviotas, cómo solas se niegan y conforman
en la presencia escondida de un amor perezoso
y permanecen en otros donde mueren los sueños.

Recuerdo las gaviotas sobrevolando Itaca
y se visten de un verde que tú dices sin rumbo
más hermosas que nunca en la inmortalidad de las plegarias.









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