lunes, 16 de febrero de 2015

MARÍA EUGENIA LÓPEZ [14.896] Poeta de Argentina


María Eugenia López 

Nací en La Plata el 29 de septiembre de 1977. Soy estudiante de Letras y floretista. Dirijo la colección de poesía joven “chicas de bolsillo” de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata y Espacio qu (espacio queer) de la misma universidad. Publiqué Bonkei (La Plata, 2004; Sâo Paulo, 2014), Sybille Schmitz (plaquette, Santiago de Chile, 2007), Arena (México, 2009), Jirones de París (Barcelona, 2014), en las antologías Felicidades también (18 poetas) (Buenos Aires, 2005), 18 poetas latinoamericanos (Lima, 2006), Tránsito de Fuego (Caracas, 2009), El Vértigo de los Aires. Poesía iberoamericana 2009 (México, 2009), El espacio no es un vacío (Toronto, 2010), Si Hamlet duda le daremos muerte (La Plata, 2010), La Plata, ciudad inventada (La Plata, 2010), Mi país es un zoombie (México, 2011), Cajita de música: poetas hispanoamericanos del siglo XXI (Madrid, 2011), Hallucinated Horse. New Latin American Poets (Londres, 2012), Barcos sobre el agua natal: antología de poesía hispanoamericana para el siglo xxi (México-Madrid, 2012), El arte reescribe la violencia en América Latina (PNUD, 2013), San Diego poetry annual 2013-2014 (San Diego, 2014), La Plata Spoon River (La Plata, 2014), en las revistas Los poetas del 5 (Santiago de Chile, 2006), O Casulo (San Pablo, 2006), Rilttaura (Bogotá, 2006), Punto de partida (México, 2008), Oficios terrestres 23 (La Plata, 2008), Literal (México, 2009), Trampas de la comunicación y la cultura 66 (La Plata, 2010), Revista Prometeo # 97 (Medellín, 2014), y en diversos sitios web. Participé de los festivales de poesía Novissima Verba (Lima, 2005), Poquita fe (Santiago de Chile, 2006), Tordesilhas (Sao Paulo, 2007), Fabulosa Lampalagua (Quequén, 2008), Flap! (Sao Paulo, 2008), XXVI Encuentro de escritores patagónicos (Madryn, 2008), Primer encuentro de escritores del ALBA (San Cristobal-Caracas, 2008), Vértigo de los aires (México, 2009), IV Festival Internacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño (Guayaquil, 2011), VIII Festival Internacional Poesía Caracol (Tijuana, 2013). 






Mi affair con Jessica Rabbit me enseñó a desear una muerte perfecta. Algún accidente de auto precipitado por la Mulholland Drive y dando de fauces en Sunset Boulevard, mi cara hacia atrás, como quien acaba de tener un orgasmo, la sangre en mi frente, mi nariz y mi boca. Al conocernos me invitó a que metiera la mano en su cuerpo y terminé tocándome mientras ella me mordía los labios. Un taco aguja en la calle y la mano brotando a modo de saludo por la ventanilla. Mi aventura con Jessica Rabbit me dejó frases como remember me para mi muerte and I love you, sweetheart, mientras mirábamos hacia arriba, a los espejos del techo del hotel. Gente llorando mi juventud sin sospechar que se ha cumplido un gran sueño. Ahora Jess y yo no estamos juntas. A decir verdad sólo compartimos la cama una sola vez y me enamoró. Gloriosa muerte, tan admirable. Ella sí que sabe hacer el amor hasta enloquecerte. Pero al despertar sólo tuve su perfume y una tarjeta rosa que decía I’ll see you in your dreams. Que me entierren en algún bosquecito santo.

***


Peces. Y ganas de llorar. Casaron a la princesa con un bárbaro para mantener la paz. En el desierto de Gobi la porcelana china se transforma con la leche agria. Y mientras rompe fuente antes de tiempo mira la sangre que empieza a brotar como borbotones de satén. Pequeño objeto rojo, casi fuera del agua, casi ahogándose. Nunca vio un rubí tan lindo. Envuelto en algas. Sushi rubí. Natsuishi sabe que vive de puro milagro.

***

Esta historia es sobre un callejón oscuro de chicas licenciosas, de la mala vida, de la noche. Recuerdo haber amado a una de ellas, que mataba el tiempo entre los clientes leyendo cómics. Con el cuerpo de heroína y los tacos embarrados, arrimaba su figura a la mía y apoyando la cabeza en mi hombro me contaba su última aventura. Yo fumaba mirando cómo el humo empañaba su sonrisa, convirtiéndola en una cortesana londinense. Así, me llevaba a ciudades raras, nocturnas, donde el bien y el mal eran colores bien definidos, hasta que otro cliente la devolvía al callejón. Entonces, besaba sus labios pop y la veía alejarse vestida de plenos planos. Un día la encontraron azul, lejos, con el rouge corrido hacia el piso y la vincha en la garganta. Recuerdo que me contaba su sueño de ser villana. En la callejuela inmunda de las mujeres perdidas.


Los textos pertenecen a Bonkei, libro publicado a fines de 2004 por la Universidad Nacional de La Plata dentro de la colección Chicas de Bolsillo.




TRÁNSITO DE FUEGO / TRÂNSITO DE FOGO - Selección de jóvenes poetas latinoamericanos


I

Una separa las flores de su pelo y pierde gotitas de sangre por la entrepierna. De rodillas miro cómo caen, lentas. Mi niña tiene miedo de sangrar y de no sangrar. Por eso la baño en oliva, volcando el aceite desde arriba. A veces el agua de azahar le chorrea. Una separa las piernas y me caen las lágrimas. Acostada mira cómo caen, lentas. Nenita golosa. Se lleva las manos a la boca luego de tocarse los labios. Y me dice que el francés sólo tiene dos palabras. Je t’, Una, je t’. Marioneta, mariposita. Todo corazón y lágrimas. Para mí todo es igual. Sobre vos miro cómo sacás papelitos de una granadilla abierta. Te va a tocar una palabra y va a ser agua.


II

El cielo se oscurece con remolinos de polillas y vuelan hojas entre los relámpagos. Todo es gris en la calle menos la lengua del perro. Ella se abraza las piernas, sentada en el cordón de la vereda. Tiene ojos grandes y un chupetín y le da lo mismo apoyar cualquiera de los dos en cualquier lado. Ahora mira un auto que viene y empuja y deja ovillitos de aire en el asfalto. Ahora mira al perro, del otro lado de la calle, ajeno a los fenómenos naturales. Y lo llama despacio para probar su obediencia. Entonces todo es gris menos la lengua y el charco de sangre que lo ahoga. Ella se acerca, se levanta la remera y apoya el hocico en su pezón sin leche. Acaricia la cabeza pegajosa y sonríe. Pobrecito, hijito, dar la vida por mamá.


III

Se acuesta verde sobre el musgo y se le hunde la espalda. Las líneas de los
ojos caen al suelo, rodean la cara, gotean. La tela de su yukata no termina
de caer y hay tantas estrellas en la noche y tanto frío. Una mano llena de
florecitas y otra que tantea suelo y charquitos de rocío. Atrapa un pez rojo
y se lo pone en la boca para que no muera. La lluvia hinchará su garganta
para siempre. Y la selva avanza por el cuerpo. Y se le mete entre las piernas. Ella se transforma hasta parecer una bolita de wasabi.


IV

Las naranjas desparramadas por la arena. Las olitas las acercan, las alejan.
Eri juega a tirarle tul y panes al mar, las naranjas siempre vuelven. El mar
va, pero todavía no. Los tules verdes y los panes. Las olitas blancas. No hay
playa cuando no hay sol. Todo se torna viscoso y es elástica la tormenta en
el horizonte. No hay playa. Es más bien un caldo, un aroma, un hundirse
de a poco. El mar viene. Todos los llantos y todas las flores en la arena. El gran calamar rojo pasa y donde estaba la niña ahora hay una mancha de tinta.




Elizabeth Strides


soy yo el que escudriña los riñones y el corazón
y os daré a cada uno según sus obras.
                       Apocalipsis 2, 23



Long Liz parece pequeña cuando está en la calle. Tiene la cara caliente y las manitas frías. Cuando está en la vereda la gente ve salir la sangre del cuerpo. Es un río bordó abriéndose paso entre los adoquines.



A la mujer se le sale el Támesis por la garganta. Brotan dos niños de un naufragio de hace diez años. Las ropitas mojadas con tanto alcohol que arden. Dos pequeños llenos de peces buscando el vientre chorrean desde el cuello y se abren paso entre los adoquines.



Aidós y Némesis quieren trufas pero mamá les da queso y papas. Beben agua todo el tiempo. Nada les quita la sed. Como peces de agua dulce en el mar. Como niños de agua salada en el río. Volviendo a la madre todo el tiempo, buscando algo que les moje los labios.



Tienen flores en los dientes y los ojitos brillantes y se toman de las manos para nadar más rápido. Mamá los sigue de lejos y grita sus nombres. De su boca salen burbujas y remolinos de agua. Los niñitos ríen y se les caen las flores. Como algas que se hunden, como algas. Como estrellitas muertas.



Pantanos para Némesis y Aidós. Primero asoman las cabezas, los hombros, las guitarritas de plástico. Las espaldas flotan y se hunden, las narices salen a buscar aire. Cuando suenan las trompetas el pantano es un río bordó en el empedrado.



El aire contiene el líquido para que no desborde. La mitad de la sangre en el cuerpo, la mitad la absorbe la tierra. Nace un gajo de manzano, verde, florecido, y pare una esfera de vidrio. Como una pecera.



Long Liz lleva un pañuelo de seda que la mantiene caliente mientras se  desangra. A nadie sonríe porque no tiene dientes es la parte izquierda. Si  le vas a sacar la vida no le saques el calor. Y dale belleza.



Tiene los zapatos sucios en el medio del camino y las manos con barro  en medio de la vereda. En la calle Berne hay unos anillos y unos peniques  tirados. Los caballos del carro pisan todo. Hasta las señoritas que yacen muertas.






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