domingo, 5 de septiembre de 2010

LISEL MUELLER [900]


Lisel Mueller 

Nacida en Hamburgo (Alemania) el 8-Feb-1924.  Poeta, tiene la nacionalidad de Estados Unidos, país en el que reside desde los quince años. 

En el año 1997 Lisel Mueller, obtuvo el prestigioso premio Pulitzer de poesía por: Alive Together: New and Selected Poems.

Obra:

Dependencies (1965, poetry)
The Private Life (1976, poetry)
Voices from the Forest (1977, poetry)
The Need to Hold Still (1980, poetry)
Second Language (1986, poetry)
Waving from Shore (1989, poetry)
Learning to Play by Ear (1990, poetry)
Alive Together: New and Selected Poems (1996, poetry)


Vivir juntos

Hablando de maravillas, vivo
junto contigo, cuando podría haber vivido
con otro cualquiera,
cuando podría haber sido la mujer

de Abelardo

o la fulana de un papa del Renacimiento
o la esposa de un campesino

sin comida suficiente

ni suficiente amor, mis niños
muertos por la plaga. Podría haber dormido
en una alcoba cerca del hombre
de la nariz dorada que apunta
a las estrellas,
o haber cosido una bandera estrellada
para un general con dientes de madera.
Podría haber sido la Pocahontas ejemplar
o una mujer sin nombre
llorando en la cama del Amo
por mi marido, cambiada por una mula,
hija mía, perdida en una apuesta borracha.
Podría haber sido amarrada

al palo de un tótem

para apaciguar a un dios vengativo
o abandonada, niña sin provecho,
a la muerte en el acantilado.

Me gusta pensar

que podría haber sido Mary Shelley
enamorada del ángel insidioso,
o la amiga de Mary. Podría haber sido tú.
Este poema no tiene fin, las probabilidades
en contra nuestra son interminables,
nuestras oportunidades de vivir juntos
estadísticamente inexistentes;
aún así lo hemos hecho, vivir en un tiempo
en que racionalistas de ajustados sombreros
y destocados Testigos de Jehová
están de acuerdo en casi todo,
vivir con nuestros niños vivaces
quienes —para los interminables si—
podrían haberse perdido el vivir
juntos con maravillas y locuras
y anhelos y engaños y deseos
y error y humor y compasión
y viajes y voces y rostros
y colores y veranos y mañanas
y conocimiento y lágrimas y azar.




El amor, como la sal

Yace cristalino en nuestras manos
demasiado intrincado para descifrar

Entra en la sartén
sin pensárselo

Se derrama sobre el piso, tan delicado
que todos pasamos por encima

Llevamos un pellizco en cada pupila

Nos sale en la frente

Lo guardamos en nuestros cuerpos
en secretos odres

En la cena, lo pasamos por toda la mesa
hablando de vacaciones junto al mar




Dando nombre a los animales

Hasta que él llamó al caballo
caballo,
no dejaron los cascos huella sobre la tierra,
no fueron inventadas las crines,
la velocidad y la gracia no se hermanaron.

Hasta que él llamó a la vaca
vaca,
nadie dormía de pie,
nadie veía a través de ojos opacos,
la comida se masticaba sólo una vez.

Sólo cuando él llamó al pez
pez,
puso la luz sobre las pieles
aceite de amarillo y plata,
revelándose a sí misma como bailarina
y campeona del mundo en salto de altura,

así como por último
hubo de llamar a la mujer
amor
antes de que pudiera él
mostrarle al conocimiento
quién era ella, la de pequeñas manos.



A veces, cuando la luz

A veces, cuando la luz
incide en extraños ángulos

y te devuelve a la infancia

deambulando por una mansión desvencijada
totalmente oculta bajo viejos sauces
o un convento abandonado
que guardan la cicuta
y abetos gigantescos erguidos
flanco a flanco,

de nuevo sabes que allende ese muro,
bajo la indómita cabellera de los sauces

persiste algo secreto,
tan maravilloso y peligroso

que si te adentraras y contemplaras
morirías, o serías feliz por siempre.



De paso

Cuán veloz la tensa miel
de la luz del crepúsculo
fluye hacia la oscuridad

y el capullo cerrado se acoge
en especial misterio
para romper en flor

como si cuanto existe, existiera
porque en su acabamiento
llegara a ser precioso.

Versión de los poemas: Antonio Mengs




Su trabajo frecuentemente toca el tema de la historia, así como la mitología e historias fantásticas, y siempre está ligado a la vida doméstica y a su propia autobiografía. Ganó el National Book Award en 1980 con The Need to Hold Still y el Pulitzer Prize en 1996 con su libro Alive Together: New & Selected Poems. Los poemas que presentamos aquí, pertenecen a este último libro. Anteriormente en esta misma revista, Lisel Mueller es citada a propósito de ¿Por qué escribir poesía? en el ensayo “Maestría y misterio. Veintiún maneras de leer todo un siglo” publicado por primera vez en la Poetry.



De New Poems

CURRÍCULUM VITAE

1) Nací en una Ciudad Libre, cerca del Mar del Norte.

2) El año en que nací, el dinero era triturado hasta
ser confeti. Una hogaza de pan costaba un millón de marcos. Por
supuesto, no lo recuerdo.

3) Padres y abuelos me rodeaban. El
mundo en el que viví tenía una voz suaves
y sin garras.

4) Un cuerno de la abundancia lleno de golosinas me llevó a un edificio
con campanas. Una profesora de pecho amplio me acogió.

5) En casa, los libreros conectaban el cielo y la tierra.

6) Los domingos, la niña de la ciudad cruzó por los pinos
y las prímulas de pantano, una distancia corta en tren.

7) Mi país fue golpeado por la historia más mortalmente
que por temblores o huracanes.

8) Mi padre estaba ocupado eludiendo a los monstruos. Mi madre
me dijo que las paredes tenían oídos. Aprendí el peso de los secretos.

9) Me mudé a los días muy brillantes, las noches muy oscuras
de la adolescencia.

10) Dos padres, dos hijas, seguimos al sol
y la luna a través del océano. Mis abuelos se quedaron atrás,
en la oscuridad.

11) En el nuevo idioma todos hablaban muy rápido. Eventualmente
los alcancé.

12) Cuando te conocí, el nuevo idioma se convirtió en el idioma
del amor.

13) La muerte de la madre hirió a la hija llevándola a la poesía.
La hija se convirtió en madre de hijas.

14) Vida ordinaria: la abundancia y el grosor de esto. Nudos atando
hilos hacia todas partes. El pasado se hizo a un lado, el futuro
se fue sin ser imaginado en el nombre del glorioso, difícil, apasionado
presente.

15) Años y años de esto.

16) Las niñas ya no son niñas. El dolor de un hombre viejo,
la soledad de un hombre viejo.

17) Y entonces mi padre también desapareció.

18) Traté de ir a casa de nuevo. Permanecí en la puerta de mi
infancia, pero estaba cerrada al público.

19) Un día, en un elevador lleno de gente, los rostros de todos eran más jóvenes
que el mío.

20) Hasta este punto, toda bien. Los días y noches brillantes
se quedaron sin aliento en su prisa. Nosotros seguimos, tú y yo.

Traducción por David Ruano González



LÁGRIMAS

La primera mujer que lloró
se horrorizó por lo que ardía
en sus ojos y corría por sus mejillas.
Agua salada. Agua de mar.
¿Cómo era esto posible?
¿No habían pasado ella y el hombre
varios días desplazándose
tierra arriba hacia donde la hierba
prosperaba, donde el arroyo
apagaba su sed con agua dulce?
¿Cómo podía haber cargado estas gotas de mar
como si fueran semillas preciosas;
dónde podía haberlas almacenado?
Ella observó a las atentas gacelas
y las ranas con una gran carga;
ella observó a los pájaros con ojos de cristal
y a los nerviosos ratones de ojos negros.
Ninguno de ellos lloraba, ni siquiera los peces
que goteaban en sus manos cuando ella los capturó.
Ni siquiera el hombre. Sólo ella
cargaba el mar dentro de su cuerpo.

Traducción por Andrea Muriel



LITERATURA NORTEAMERICANA

Poetas y narradores
se trasladan a las vacantes
que Edward Hopper les dejó.
Ellos se establecen en los espacios en blanco,
donde la luz ha sido restregada y decolorada
hasta parecer blanco-esqueleto, y donde nada crece
excepto ausencia. Donde algo falta,
el hombre por el que espera una mujer,
o muebles en un habitación
despojada como una cama de hospital
donde el paciente murió.
Aquellos desprovistos interiores
son justo lo que ellos están buscando,
los escritores, que llegan con su equipaje
de varitas de zahorí y libros manoseados,
sus molestas fotos familiares,
sus boludas camas, su predilección
por comenzar fuegos en habitaciones vacías.

Traducción por Andrea Muriel



FAMILIAS FELICES E INFELICES I

Si todas las familias felices son parecidas,
entonces lo son también las familias infelices,
cuyas vidas celebramos
porque se mueven y son cálidas,
porque son lo que pensamos que es la vida.
Alguien está mintiendo y a alguien
le están mintiendo. Alguien es golpeado
y alguien más está dando los golpes.
Alguien está rezando, o llora
porque no sabe cómo rezar.
Alguien bebe toda la noche;
alguien se arrincona en las esquinas;
alguien amenaza y alguien suplica.
Amargas palabras en la mesa,
amargos sollozos en la habitación;
represalias respirando en el espejo del baño.
La casa cruje con secretos;
todos elaboran un plan de escape.
Alguien se hace añicos sin sonido alguno.
A veces uno de ellos deja la casa
en camilla, en terrible silencio.
¡Cuánta energía roba el sufrimiento!
Es como un fuego que quema y quema
pero no puede incendiar hasta la extinción.
Las familias infelices nunca son ociosas;
siempre se encuentran donde está la acción,
no como las otras, las felices,
que nunca levantan la voz
ni escupen sangre, que nunca hacen nada
para merecer su felicidad.

Traducción por David Ruano González




LECTOR

para Mary Elsie Robertson, autora de Family Life

Un esposo. Una esposa. Tres hijos. El año pasado no existían; hoy los padres son mayores, una de las hijas es adulta. Vivo con ellos en su casa de verano que está cerca del mar. Vivo ahí pero ellos no pueden verme compartir sus caminatas por la playa, la preparación de la cena en la cocina. Me duele porque sé lo que ellos no saben, que uno de ellos ha recortado los hilos que entretejían sus vidas y ahora no hay solución a este lento desenredo. Si soy un fantasma que pueden atravesar con la mirada, también soy un coro griego, un aplauso dirigido a la boca por miedo, sabiendo que sus mejores intenciones saldrán mal. “No lo hagas”, quiero gritar, pero soy ellos no pueden escucharme; las toallas de playa sobre sus hombros, la cuchara de madera en su mano, ellos siguen jalando los hilos. Cuando nada queda ellos desaparecen. Cerrando el libro me siento abandonada. He perdido a mis queridos amigos. Quiero escribirlos, desearles suerte en todo, asegurarle a cada uno de ellos mi cariño. Si tan sólo me hubieran dejado despedirme.

Traducción por Andrea Muriel



De The Need to Hold Still (1980)

EL FINAL DE LA CIENCIA FICCIÓN

Esto no es fantasía, es nuestra vida.
Somos los personajes
que invadieron a la Luna,
que no pueden detener sus computadoras.
Somos los dioses que pueden deshacer
el mundo en siete días.

Ambas manos son detenidas al mediodía.
Comenzamos a vivir por siempre,
en cuerpos adelgazados, cuerpos de aluminio
con números escrito en nuestras espaldas.
Marcamos nuestras palabras como Muzak.
Nos escuchamos los unos a los otros a través del agua.

El género está muerto. Inventa algo nuevo.
Inventa a un hombre y una mujer
desnudos en un jardín,
inventa a un niño que salvará al mundo,
un hombre que carga a su padre
fuera de una ciudad en llamas.
Inventa una madeja de hilo
que guíe a un héroe a un lugar seguro,
inventa una isla donde él abandona
a la mujer que salvó su vida
sin algún remordimiento por su traición.

Invéntanos como éramos
antes de que nuestros cuerpos brillaran
y dejáramos de sangrar;
inventa a un pastor que mata a un gigante,
una chica que crece convirtiéndose en un árbol,
una mujer que se reúsa a volver
a darle la espalda a su pasado y es convertida en sal,
un joven que le roba su primogenitura a su hermano
y se vuelve la cabeza de una nación.
Inventa lágrimas reales, amor difícil,
palabras ancestrales, dichas con lentitud,
difíciles como los primeros pasos
de un niño atravesando la habitación.

Traducción por David Ruano González




Un día como cualquier otro

Qué insignificancia: un vistazo
a tu historial sobre el escritorio del médico
una carta que no va destinada a ti.
¿Cómo podías saberlo? No es verdad
que tu vida pase delante de ti
a cámara rápida, pero tu reloj
de pronto suena como un corazón amplificado,
las manos se congelan contra una blancura
que es una sentencia. Por lo demás, nada.
La cara en el espejo todavía es la tuya.
Dos hombres pasan por la acera
y no miran hacia tu ventana.
Tu habitación permanece en silencio, las plantas
encerradas en su misteriosa vida,
como siempre. La reina de la noche
se niega a florecer, no acepta
tu definición. No tiene sentido
que examines la calle en busca de un embotellamiento,
una nueva grieta en el pavimento,
una bandera a media asta, señales
de cierta perturbación en el mundo
porque tu amigo, el sol de la mañana,
ha vuelto hacia ti su cara oscura.

Alive Together. New and Selected Poems, Louisiana University Press, Baton Rouge, 1996
Versión de Jonio González



A DAY LIKE ANY OTHER

Such insignificance: a glance 
at your record on the doctor's desk 
or a letter not meant for you. 
How could you have known? It's not true 
that your life passes before you 
in rapid motion, but your watch 
suddenly ticks like an amplified heart, 
the hands freezing against a white 
that is a judgment. Otherwise nothing. 
The face in the mirror is still yours. 
Two men pass on the sidewalk 
and do not stare at your window. 
Your room is silent, the plants 
locked inside their mysterious lives 
as always. The queen-of-the-night 
refuses to bloom, does not accept 
your definition. It makes no sense, 
your scanning the street for a traffic snarl, 
a new crack in the pavement, 
a flag at half-mast -- signs 
of some disturbance in the world 
because your friend, the morning sun, 
has turned its dark side toward you. 



CURRICULUM VITAE

1) I was born in a Free City, near the North Sea.

2) In the year of my birth, money was shredded into
confetti. A loaf of bread cost a million marks. Of
course I do not remember this.

3) Parents and grandparents hovered around me. The
world I lived in had a soft voice and no claws.

4) A cornucopia filled with treats took me into a building
with bells. A wide-bosomed teacher took me in.

5) At home the bookshelves connected heaven and earth.

6) On Sundays the city child waded through pinecones
and primrose marshes, a short train ride away.

7) My country was struck by history more deadly than
earthquakes or hurricanes.

8) My father was busy eluding the monsters. My mother
told me the walls had ears. I learned the burden of secrets.

9) I moved into the too bright days, the too dark nights
of adolescence.

10) Two parents, two daughters, we followed the sun
and the moon across the ocean. My grandparents stayed
behind in darkness.

11) In the new language everyone spoke too fast. Eventually
I caught up with them.

12) When I met you, the new language became the language
of love.

13) The death of the mother hurt the daughter into poetry.
The daughter became a mother of daughters.

14) Ordinary life: the plenty and thick of it. Knots tying
threads to everywhere. The past pushed away, the future left
unimagined for the sake of the glorious, difficult, passionate
present.

15) Years and years of this.

16) The children no longer children. An old man’s pain, an
old man’s loneliness.

17) And then my father too disappeared.

18) I tried to go home again. I stood at the door to my
childhood, but it was closed to the public.

19) One day, on a crowded elevator, everyone’s face was younger
than mine.

20) So far, so good. The brilliant days and nights are
breathless in their hurry. We follow, you and I.




TEARS

The first woman who ever wept
was appalled at what stung
her eyes and ran down her cheeks.
Saltwater. Seawater.
How was it posible?
Hadn’t she and the man
spent many days moving
upland to where the grass
flourished, where the stream
quenched their thirst with sea water?
How could she have carried these sea drops
as if they were precios seeds;
where could she have stowed them?
She looked at the watchful gazelles
and the heavy-lidded frogs;
she looked at glass-eyed birds
and nervous, black-eyed mice.
None of them wept, not even the fish
that dripped in her hands when she caught them.
Not even the man. Only she
carried the sea inside her body.



AMERICAN LITERATURE

Poets and storytellers
move into the vacancies
Edward Hopper left them.
They settle down in blank spaces,
where the light has been scoured and bleached
skull-white, and nothing grows
except absence. Where something is missing,
the man a woman waits for,
or furniture in a room
stripped like a hospital bed
after the patient has died.
Such bereft interiors
are just what they’ve been looking for,
the writers, who come with their baggage
of dowsing rods and dog-eared books,
their uneasy family photographs,
their lumpy beds, their predilection
for starting fires in empty rooms.



HAPPY AND UNHAPPY FAMILIES I

If all happy families are alike,
then so are the unhappy families,
whose lifes we celebrate
because they are motion and heat,
because they are what we think of as life.
Someone is lying and someone else
is being lied to. Someone is beaten
and someone else is doing the beating.
Someone is praying, or weeps
because she does not know how to pray.
Someone drink all night;
someone cowers in corners;
someone threatens and someone pleads.
Bitter words at the table,
ditter sobs in the bedroom;
repisal breathed on the bathroom mirror.
The house crackles with secrets;
Everyone draws up a plan of escape.
Somebody shatters without a sound.
Sometimes one of them leaves the house
on a stretcher, in terrible silence.
How much energy suffering takes!
It is like the fire that burns and burns
but cannot burn down to extinction.
Unhappy families are never idle;
they are where the action is,
unlike the others, the happy ones,
who never raise their voices
and spit no blood, who do nothing
to deserve their happiness.




READER

for Mary Elsie Robertson, autor of Family Life

A husband. A wife. Three children. Last year they did not exist; today the parents are middle-aged, one of the daughters grown. I live with them in their summer house by the sea. I live with them, but they can’t see me sharing their walks on the beach, their dinner preparations in the kitchen. I am in pain because I know what they don’t, that one of them has snipped the interlocking threads of their lives and now there is no end to the slow unraveling. If I am a ghost they look through, I am also a Greek chorus, hand clapped to mouth in fear, knowing their best intentions will go wrong. “Don’t,” I want to shout, but I am inaudible to them; beach towels over their shoulders, wooden spoon in hand, they keep pulling at the threads. When nothing is left they disappear. Closing the book I feel abandoned. I have lost them, my dear friends. I want to write them, wish them well, assure each one of my affection. If only they would have let me say good-bye.



De The Need to Hold Still (1980)


THE END OF SCIENCE FICTION

This is not fantasy, this is our life.
We are the characters
who have invaded the moon,
who cannot stop their computers.
We are the gods who can unmake
the world in seven days.
Both hands are stopped at noon.
We are beginning to live forever,
in lightweight, aluminum bodies
with numbers stamped on our backs.
We dial our words like Muzak.
We hear each other through water.
The genre is dead. Invent something new.
Invent a man and a woman
naked in a garden,
invent a child that will save the world,
a man who carries his father
out of a burning city.
Invent a spool of thread
that leads a hero to safety,
invent an island on which he abandons
the woman who saved his life
with no loss of sleep over his betrayal.
Invent us as we were
before our bodies glittered
and we stopped bleeding:
invent a shepherd who kills a giant,
a girl who grows into a tree,
a woman who refuses to turn
her back on the past and is changed to salt,
a boy who steals his brother’s birthright
and becomes the head of a nation.
Invent real tears, hard love,
slow-spoken, ancient words,
difficult as a child’s
first steps across a room.

http://circulodepoesia.com/2015/10/pulitzer-prize-1997-lisel-mueller/




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