lunes, 18 de enero de 2016

SERGIO TAGLIA [17.936]


Sergio Taglia

Sergio Taglia nació en Neuquén, Argentina, en 1975. Vive en Mendoza.
Publicó los libros 21 poemas inútiles (1999); El canal de las flores negras (2001) y Folklorista de mí, este brazo no es mío (2003). Integra las antología Cross a la mandíbula (Francia, 2012) y 53/70. Poesía argentina del siglo XXI (2015). Poemas suyos han sido publicados en diversas revistas.



POEMAS

Cada sonrisa

A Olivia

Si en estos momentos estás leyendo
o la piel de tu esplendor cocina
esperando que el patio y el atardecer
estén también prolijos
va a ser porque creciste
de manera invisible para mí
pero tan cerca que intuitivamente
toco tu pelo y escucho cada palabra
cada sonrisa que tu inocencia
le da a los otros.
Te estás bañando en un río
hasta que el sol se vuelve tenue
y caminamos por una vez para dormir
en el mismo sitio.
Los dibujos y papeles que escribías
y alguien quiera sigas haciendo
están repartidos sin orden por la casa
hablan de un momento en que reías como ahora
pero ellos no son como el sol ni como nosotros
tomaron su fuerza con el tiempo
aunque no los miremos y el papel se desintegre.
Un día volvemos a verlos
y su detenimiento nos golpea
creemos un dibujo lo real
hasta que alguien nos llama o toca el hombro.
Pequeña en tu mundo de tres casas
creciste y para mí tu crecer
es como el camino del sol sobre ese río
tus brazos me envuelven el cuello
nadamos con tu risa en la corriente.


Reducir líneas de expresión

Una voz en el teléfono a la que no se sabe contestar.
El marcar con ansias frías el número, el transpirar antes
de conseguir comunicarse, pensando que allí no estará
la lluvia terrible que hace cuatro días nos ve agazapados y tiritando.
Siempre sin estufa, demasiado abrigados para movernos
con libertad. Pero las manos se hielan con el rozar de las teclas.
Ya son la doce del mediodía. Cuando salga el sol
traerá estalactitas ardientes y la luna, cuando llegue, ácida, tendrá
la fragancia de nuestros cuerpos.
Pero escuchamos por altoparlantes
se debe reducir líneas de expresión
que guardamos dentro nuestro como se guarda un secreto.
Imaginamos en el hueco de una esquina
la palabra que alguien al costado dice
y reformula versos y trabaja
novelistas, narradores cuya sustancia parece
por una división de géneros poco importante
pero que en su materia despiertan una idea:
la descripción de una vida
a partir de numerar objetos
y el itinerario de algunas calles.
Este esfuerzo alcanza intuiciones
luego reducidas a un sentido
tarea que recorre fuentes y lugares
donde conseguir barato lo que es caro.
La tormenta es cara, los árboles son caros.
En la humedad de esta pieza los pasos de afuera son irreales,
sólo la voz que repite hola con ansiedad,
pero no podemos contestar, aunque deseemos hablar
con los seres amados.


Testimonios desde un barrio bordeado por el campo

2

Una tarde cuando volvía del trabajo ví
animales muertos
perros, caballos, vacas y palomas
la sangre que salía de sus hocicos y de sus picos era verde
ví el cielo verde y la sonrisa de Dios
yo era un elemento que trataba de existir
era todos los oficios y sus empleados
el empleado gris y la empleada gris
esos animales muertos me miraron y empezaron a gemir
el campo se contrajo en sus extremos y pude ver
cerca lo que estaba lejos y eso me perdió
sentí mi cuerpo rasguear el atardecer y sus filamentos
salté solo por creer que tenía conciencia en mis piernas
al caer sentí el peso de la tierra en mis talones
ví las casas, las primeras luces en sus ventanas
e imaginé la gente adentro haciendo una comida
olvidé los animales y me quedé parado, los ojos
en lo negro del cielo que empezaba a aumentar, el cielo
a escasear.
Al llegar a casa me dolía la garganta
como si fuera a resfriarme y mis hijos habían muerto.






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