lunes, 6 de diciembre de 2010

2332.- KARELYN BUENAÑO


Karelyn Buendaño


Karelyn Buenaño (Mérida, Venezuela, 1980). Poeta. Licenciada en Idiomas Modernos, y tesista en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de los Andes. Ha publicado los siguientes libros: La ciudad nos cantará para abrazarnos (DAES, Universidad de los Andes, Mérida, 1999); Complejo de Dido (DAES, Universidad de los Andes, Mérida, 2003); Siniestra (Ediciones Gitánjali, Mérida, 2005); Trópico de Circe (Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2006), La condición del fuego (Efory Atocha Ediciones, Madrid, 2012), y ha participado en varias antologías nacionales.




JOTABESO

Tarde con monopatines. La hierba
va quedándose en una de las ruedas;
dulce verde entre los dientes del parque.
Incisiva me guías. Y en el talle
recogerás la eternidad del martes.
Torcido un tronco, ensamblas soledades.
Intensa voz. Alguna zarza emula
vocales de otros parques y otra lluvia.








ORIGAMIA

(réquiem por el Chino Valera Mora)

Por el lado más ajado
me agrandas siempre;
doblas mis carnes
de tal manera
que multiplicas mis cejas magulladas;
y tal vez con ellas
los mandalas que soy.
Poseo exactamente
cincuenta y siete pliegues subterráneos
de los cuales
sólo cincuenta y seis
admitirán posibles reescrituras.
Las láminas de adentro
me arrugan fuerte
para acunar hormigas extraviadas.
Algunos himenópteros
me confunden con la central de las colmenas.
¡Abejas de la sed, venid a mí!
Creo en la sagrada rotación
de los ángulos
que imaginaron en mí
otra gaviota escalena.
A ver si ahora me dices
en cuál de tantas alas
comienza el festival de tus oficios.








PALINGENESIA

Aunque no vuelva a celebrar tus cascabeles
venciendo suavemente mis resquicios
puedo traerte en reversa a mis jornadas
puedo mirar a otro lugar, abandonarte
parar tu voz antes de abominarla
Todavía me es posible
no haber entrado nunca a los infiernos
no encender a mi Caín como lo hice
Pero
necesitaría tantos otros días
para no haber cantado a pecho ardiendo
esta insoportable canción de despedida
para aquél que ya se había marchado
indefectiblemente
la vez que entrabas a fumar
y te sentaste.







POEMA FREAK ZEN 

El poeta dijo una vez a su discípulo:
—Me es urgente una preciosa imagen
para mi excelsa amatista,
y para ella escribiré
las estrofas más largas.
Preciso una expresión que trascienda el cofre de sus manos,
que apenas roce
sus amaneceres.
Me es indispensable
lo jamás balbuceado
a sus cabellos argentos
cuando duermen.
Que mi poema
eterna vida sea
para una musa mansa y tan sencilla.
El discípulo le contestó:
—Escríbele a tu amada:
“oh, lechuga prístina”,
por ejemplo.
Y el poeta se iluminó.



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