jueves, 25 de diciembre de 2014

ROLANDO ELÍAS [14.315] Poeta de El Salvador


Rolando Elías 

Nació en la ciudad de Mejicanos, El Salvador el 27 de enero de 1940. Murió en San Salvador el 24 de mayo de 1999. Desde muy joven comenzó su pasión por la literatura y por el periodismo. Fue encargado de prensa de la Embajada de la República Federal de Alemania en El Salvador, corresponsal de editoras internacionales, Redactor de El Diario de Hoy, Diario El Mundo, La Prensa Gráfica, y Diario Latino. En este último, mantuvo junto con los poetas Mario Noel  Rodríguez y André Cruchaga, la Página de Juan Caminos. Además se desempeñó como Jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de Economía y Banco Central de Reserva de El Salvador. Fue miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

Entre la obra editada se encuentra: Crónica de Alemania, Ritual de la mirada y otros rituales, Poemas del amor sobreviviente, Homenaje a la pintura, Siete crónicas y un discurso, Pasión de la memoria, Cantata de mayo y Celebración de la rosa.


Del libro: Pasión de la memoria



Brevedad del poema

La guitarra
Suena como una piedra del río a medianoche.

La bugambilia morada
Tiembla en los brazos del verde.

El limonero sestea
Hasta que lo toca el viento.





Recuerdo

Yo palpaba tu cuerpo como palpar el agua.
Me hundía en ti como en el mar un náufrago.

Yo vivía en el ámbito de tu respiración.
Aleteaban los cuerpos como pájaros ciegos.
Tú andabas en el aire con sigilo de brisa.





Memorial del adiós

Voy a decir adiós
 Nunca lo dije
Voy a decir adiós
 Lo estoy diciendo
Todos los nunca llegan

Adiós al tú que dije
Al yo que tú dijiste
Apretando los labios con los ojos cerrados
Adiós no a la memoria
A las manos frotándose
A la crepitación del fuego alzado
A las llamas del tiempo compartido
Adiós sí a la palabra
Recogida en el cuenco de tu oreja
 Tu mejilla
 Tu pecho

Voy a decir adiós
 Lo estoy diciendo
Adiós no a la memoria
Se quedará por siempre en esta página





Celebración de la luz

III

El alma no está sola: se desnuda
De memorias y tiempo; pero insiste
En ser esta campana que persiste
Pese a la realidad que cambia y muda.


IV

Si vivir no es negarse a la pasión,
Morir sería consentir la vida.
Y por eso es el alma la que anuda
A Dios con la conciencia y la razón.




Del libro: Celebración de la rosa



Del fusil y la rosa

Un aire me circunda o me traspasa.
Un aliento dulcísimo me embriaga
Con una sensación desnuda y vaga,
Porque la sombra alúmbrame la casa.

Y si pone en mi herida suave gasa
No hay fusil que la tronche ni deshaga.
Porque la rosa en su virtud de maga,
Los ruidos del metal calla y rebasa.

Por eso está en mi mano, palpitante,
Floreciendo la rosa en la desnuda
Desnudez del asombro y del instante.

Y aquí se quedará mientras trasuda
—en la Hora terrible y acuciante—
sombra la muerte con su guerra cruda.




Asunción del poeta

No la cerca el perfume ni la espina
(esa espina que hiere como esquirla)
nada habrá que pretenda consumirla.
Tiene luz de la estrella matutina.

Luz de perpetuidad que no de
Rebrote del aroma. Al asumirla
El poeta, ya sabe como asirla
Si con la frente grave se le inclina.

Así estará la rosa rediviva.
Así de tan sencillo, que al decirlo
Por la sola palabra se reviva

Como revive en canto el dulce mirlo.
Y así se quedará libre o cautiva,
La rosa que al poeta ha de asumirlo.





La hora del poeta

La guerra estaba necia en su denuedo
De sangrar al país. Yo en mi retiro
Sorbía sal de agónico suspiro,
Mientras corría sangre por el ruedo.

Así el testigo fui de tanto miedo
Sin esperanza casi, sin respiro.
Pero llegó la paz y en ese giro
Señaló el horizonte con el dedo.

Y entonces el poeta fue quien dijo:
—viva la rosa ardida en su secreto—
que triunfa sobre el fuego avasallante.

La rosa de la paz, de la que es hijo
Este poema en forma de soneto
Que celebra la autora de ese instante.





Mensaje

Que la alaben los liróforos.
 Alabadla.
En verdad os digo que ya vivió
Ahora es sombra buscando asilo.
André Cruchaga

Alabadla, poetas, a la del orto
De oro bruñida en su tersura.
A la del día o noche oscura.
A la del suelo, sea largo, o corto.

A la rosa, poetas, que yo aporto,
Arrimadla al temblor de la ternura,
Y cobijad con ella la armadura
Del corazón atónito y absorto.

Cantadla, sí, poetas, y alabadla,
Porque la rosa pide vuestro asilo
Para su ángel de aroma palpitante.

Miradla así poetas, celebradla.
Y en el verso llevadla como en vilo
Mientras vive el milagro del instante.



Del libro: Cantata de mayo


Mayo de mis abuelos
Mayo de viento fresco, pajarero.
Mayo de temporal que no termina.
Mayo de la cosecha campesina.
Mayo de dulce chonte mañanero.

Mayo-azahar y aroma en limonero.
Mayo de la alborada matutina.
Mayo de la tristeza vespertina.
Mayo crepuscular del clarinero.

Mayo de mis abuelos. Mayo mío.
Tuyo también María de las flores.
Mayo de árbol dormido sobre río.

Mayo-pericos. Mayo-ruiseñores.
Mayo del verde y del azul umbrío.
Mayo de amor. Amor de los amores.




Cielo de Mayo

Cielo de Cuscatlán. Cielo de Mayo.
Cielo gris. Cielo azul. Cielo caído.
Cielo a las veces como decaído.
Cielo asustado en repentino rayo.

Cielo tila también es un desmayo
De Dios que lo ha pintado distraído,
Mientras estaba acaso distraído
Pintando una pintura de soslayo.

El cielo así por el pintor mirado
Con azules, violetas y con grises
Tras la lluvia ha quedado despejado.

Salen de la barranca codornices
Y el día se despierta iluminado
En los ojos de Dios que están felices.




Hablo de mayo

Mayo es un cántaro que suda
El trasegado vino del invierno.
En el árbol chorrea sentimientos
Y moja el tiesto agónico del día.

El pájaro se interna en la arboleda
Y se refugia en la orfandad del aire,
Mientras la flor de mayo desparrama
Su frescor en plena lluvia.

En la mojada tierra hay un aliento
De savia natural que se condensa
Con olores de ocote lagrimeantes.

Yo hablo de mayo porque estoy sediento
De sorber agua en poros de tinaja
Y de escuchar al ángel del rocío.





I

No vengo de tan lejos
Pero algo hay en mi vida
Que se fatiga
Y busca ya el reposo.

Vengo apenas de ayer
De ahora mismo
Y sin embargo
He caminado tanto
Que me duelen los huesos
Y hasta el alma me duelo.



II

Nada me duele tanto en estos días
Como esto de no salir a recibir la lluvia
Cuando toca mi puerta con su túnica
 De frescura marina.

Nada me duele tanto como el alma
Que anda un tanto de prisa
 En estos días
Arreglándolo todo para un viaje imprevisto.




De: Poemas sueltos


Ruego

I*

Dame, Señor, la gracia del olvido
Para todo lo que haya en mi dejado
—como estigma de sombra y de pecado—
el ánimo contrario y confundido.

Dame la plenitud de esto que pido:
Conciencia para verme reflejado
En el fuego que se ha purificado
Lo que soy, lo que fui, lo que he vivido.

Y después que ya me hayas concedido
La gracia de lavarme de la escoria,
Dame la luz y el aire con el día.

Dame para el camino la poesía,
Que yo con ella iré —modesta gloria—
Contando por ganado lo perdido.


II

Yo no te pido más sino que vuelvas
A encender esta lámpara quebrada
En las aristas ciegas de la nada,
Y que la luz con ella me devuelvas.

Yo no te pido más sino que absuelvas
Toda mi obscuridad encadenada,
Toda la lumbre que quedó empozada
Y que ahora te pido la resuelvas.

¿No le darás por fin claro sosiego
al alma que así clama y así ruega
desde su pozo de honda quemadura?

¡Responde a los clamores de mi ruego!
Que estoy velando entre la noche ciega
Por la mañana azul y el alba pura
_____________
*(Revista Dominical de La Prensa Gráfica, octubre 25 de 1992, San Salvador, El Salvador)





Variaciones sobre el Ser y el Tiempo.**

1

Nadie conocerá el desasosiego
En que consiste estar como despierto,
Con toda la razón al ser abierto
Y con toda la fe transida en ruego.

Nadie conocerá salvo este ciego
Que camina al azar en su desierto;
Y sin embargo, ¡vaya si no es cierto!
Su luz es de otra luz y de otro fuego.

Nadie conocerá salvo el que aquieta
Su clamor interior con una suerte
De intuición superior, la del poeta

Que le dará en el ánimo una fuerte
Sensación de vencer, como el profeta
Los enigmas del tiempo y de la muerte.




2

Nada niega el valor de la quimera.
Todo afirma el valor de la esperanza.
Nada niega la fe que nos alcanza.
Todo afirma la luz que persevera.

Nada niega la voz que condujera
Al caminante que al andar avanza.
Todo afirma el amor que así nos lanza
A la ventura del amor que espera.

Nada niega el clamor de la paciencia.
Todo afirma la sed de la confianza.
Nada niega las luces de la ciencia

Que alumbran el camino en el que afianza
Sus verdades primarias la conciencia,
En justa simetría y fiel balanza.




3

En recordar parece que yo insisto.
No sé por qué, opero es que así parece.
Y es que ese recordar conmigo crece
Mientras en la memoria yo persisto.

Es que así la memoria me ha previsto
De una forma de ser que no parece
Aunque la edad dijera que decrece
Y al azar me señale lo imprevisto.

Lo imprevisto del tiempo acaso sea
Otra forma de ser con la memoria
Que en el estar perenne se recrea.

Y así renueva el hilo de la historia:
Ésta que ahora enciendo como tea
Repitiendo el milagro de la noria.



4

Sabe a bosque la hora vespertina
En que navega el sol hacia el ocaso,
Cuando la tarde amarra como un lazo
A la noche que el día se encamina.

Sabe a fulgor de llama y trementina
La hora de la tarde que da el brazo
A este noctambulismo en que me abraso
Como un leño en el fuego que rechina.

Sabe la hora a tiempo detenido.
Sabe a silencio grave. Sabe a viento.
A fuego en la ceniza contenido.

Y sabe a fluir de vida y sentimiento
Que se desliza como un sol vencido
Con el ritmo solar del pensamiento.



5

Yo no he quedado huérfano de esperas.
Estoy más bien ardido de quimeras,
Porque en Otoño sueño Primaveras
Y en el erial cultivo enredaderas.

Yo estoy en la penumbra iluminado
Por una piel con luz en mi costado,
Y estoy, por eso, como al día atado
Y por la mano del amor tocado.

Yo estoy. Yo soy. Yo siento. Vivo
En mi presente el tiempo fugitivo
Como pájaro suelto y no cautivo.

Yo estoy, por eso, entre las luces preso
Pues tengo con el ánimo confeso
La sensación de estar salvo e ileso.

______________
**(Suplemento: Filosofía, Arte y Letras de El Diario de Hoy, 5 de noviembre de 1994, San Salvador, El Salvador)Rolando Elías Poemas 




Acción de Gracias***

Yo también le doy las gracias, con Rosita,
A Dios que esta faena a permitido
De hacer la realidad sueño cumplido
Y por el cual aquí nos damos cita.

Y es que este aniversario lo amerita
Por tanto libro sabio que ha venido
—como el pan en el horno bien cocido—
a la mesa en que un ángel nos invita.

Y también le doy gracias Roxana,
Y desde luego con José y Silvita,
A Dios en cuya ciencia soberana

A soñar con el arte nos invita
—en fantasía fraternal y humana—
con Roxsil de la mano de Rosita.
_______________
***(Poema leído por el poeta el 8 de octubre de 1994, en ocasión de celebrar los veinticinco años de fundada la Editorial Clásicos Roxsil, El Salvador)




Poema para el fin del camino****

A Hugo Lindo

Bien.
Se ha dicho bastante del origen.
Desde el vagido de las rodillas de la madre primera
Hasta los libros y las explicaciones de la historia.

Se ha dicho ya la soledad del hombre en el jardín primero
Y de su hallazgo dulce como fruto del árbol de la vida,
Cuando sus manos tocaron sentimiento
 Tocaron emoción
 Tocaron carne
Y no sabía nada ni del bien ni del mal.

Podemos, pues,
Estar seguros del origen
Con la evidencia que reflejan los ojos
En nuestro cuerpo de ángel indomable,
En nuestra historia
Y hasta en cosas tan simples como un zapato
O el lápiz vacilante que no encuentra el camino tan claro
 De la página en blanco.

La vida es un camino y aquí vamos
A veces con nostalgia de los primeros pasos,
Y hay en todo esto plena certidumbre:
Porque si estamos somos, y venimos.

Pero intentemos ver un poco más adentro
O más allá de la inmediata circunstancia,
Hasta dar si es posible
Con la clave segura del final del camino.

Dicen que ahí la sangre se detiene
Y el cuerpo es solamente destino de cenizas,
De abandonados huesos,
Materia disolviéndose o cambiando
Como el agua en el aire,
Como flor en espacio donde reina
La fugaz permanencia del aroma.

Y la vida es verdad como el origen
Pero ambos son los miembros de este cuerpo
Que es la historia de todos, tuya y mía.

Tiene que haber, entonces, algo
A partir del minuto en que la sangre
Comience a convertirse en materia deshecha.

Yo me miro las manos y los ojos
Y sé que no envejecen pero cambian,
Sé que caminan
Fieles a su destino de temporales formas
Y que al rostro me suben los caminos del tiempo.

Pero algo me recorre debajo de la piel
O encima de los huesos
O alrededor del cuerpo –donde sea.

Antes del fuerte impulso de la sangre,
Del vientre conmovido por la vida,
Algo se abría paso como una flor en su raíz.

Algo. No es sólo una palabra.
Le veremos la cara cuando estemos despiertos
Pese al inmóvil gesto de los cuerpos que yacen
Y luego poco a poco se disuelven
En su tiempo de olvido.

Le varemos la cara
Y será como un fuego al que el agua no apague.

_____________
****(Poema publicado en la Revista Dominical de La Prensa Gráfica, el 29 de septel 29 de septiembre de 1985, El Salvador. Con este poema, Rolando rindió tributo al poeta Hugo Lindo, fallecido el 9 de ese mes y año) 

La presente compilación y selección de la muestra poética de Rolando Elías, ha sido realizada por el poeta André Cruchaga.






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