miércoles, 20 de agosto de 2014

LUIS BARROS MÉNDEZ [12.972]


Luis Barros Méndez

Nació en Concepción en el año 1861, hijo de Juan Agustín Barros Morán y de Carmen Méndez Urrejola. Casado con Teresa Moreira Urrejola, con 12 hijos.

Estudió en el Colegio San Ignacio desde 1874. Ingresó a la Universidad de Chile, Facultad de Derecho y juró como Abogado el 8 de enero de 1883.

En Concepción fue redactor de la Revista Católica y ejerció su profesión de abogado.

Administrador del Hospital San Juan de Dios 1902. Profesor de Derecho Natural, Medicina Legal y Código Penal en la Universidad Católica de Chile del 29 de marzo de 1889 al 1898.

Ministro de Guerra y Marina desde el 23 de octubre de 1903 al 10 de enero de 1904, bajo el gobierno de Germán Riesco.

Muy conocidos son sus poemas "Al Mar" y "En los bosques de mi tierra".Como poeta no fue brillante pero es destacado un cuarteto grabado en la entrada del Cementerio General de Santiago, que dice: "Ancha es la puerta, pasajero avanza, y ante el misterio de la tumba advierte, como guardan el sueño de la muerte, la Fé, la Caridad y la Esperanza".

Diputado por Chillán y San Carlos para el período 1891 a 1894. Integró la Comisión de Elecciones, Calificadora de Peticiones y la Comisión de Educación y Beneficencia. Diputado por Itata para el período 1900 a 1903. Ocupó la Primera Vicepresidencia desde el 2 de junio al 11 de julio de 1900. Integró la Comisión de Constitución, legislación y Justicia y la Comisión de Legislación y Justicia.

Militante del partido Conservador.

Falleció en Santiago el 6 de enero de 1906. 





MATER DOLOROSA

Imaginé, María, tus dolores
si pudo algún mortal imaginarlo,
y ¡cuánto me atormenta de cifrarlo
con pobre lengua y pálidos colores!

En tus ojos miré los resplandores
que arrobaron a Dios al contemplarlos
y tus suspiros me atreví a expiarlos,
al desmayar el sol de tus amores.

Mas si rompió las nubes el lamento
que el Hijo tuyo al expirar vertía,
y si llegó a temblar el firmamento

¡cuál tu dolor acerbo, cuál sería,
al escuchar el eco de su acento,
oh madre triste, virginal María!







AL MAR

Cansado en mi camino hacia la nieve,
me detuve un instante a media falda,
y con los ojos vagos del que sueña,
vi a lo lejos la playa de mi infancia.

Y al palpitar en mi aterida frente
las olas frías del recuerdo, en mi alma
sentí aletear un canto que nacía,
y lo lancé a volar en la palabra.

¡Oh mar, sublime mar!, si ante tu abismo
el corazón del hombre se anonada,
al contemplar tu inmensidad fecunda,
el pensamiento sube y se dilata.

Todo en ti cobra vida y movimiento:
si el cielo mismo a tus abismos baja,
la luna y las estrellas en las olas
al dulce son de tus canciones danzan.

Y danzan los bajeles portentosos,
los peces, las gaviotas y las algas,
en tanto que en las playas arenosas
rumorean las olas coronadas.

Danza también mi alegre fantasía
si tus gigantes ondas la arrebatan
y, al contemplar tu majestuoso ceño,
se detiene a admirar tu fuerza extraña:

el martilleo eterno de las olas
en las clavadas rocas de la playa
y en la arena lavada el desmayado
y lánguido abandono de las aguas;

la placidez serena y silenciosa
del mar dormido en aparente calma,
cuando la luna al beso de sus rayos
hace temblar las ondas de esmeralda;

el furor invencible del oleaje
cuando porfía con la nave osada,
y el blando velo transparente y terso
que el avecilla con sus plumas rasga;

el ondeante penacho blanquecino
que flébil viento con temor levanta,
y la amarilla espuma, flor marchita
que el mar, cantando, a los peñascos lanza;

el galante repliegue de las ondas
al recibir las inocentes aguas
del dulce arroyo que a morir se acerca
y como el cisne en su agonía canta;

la lucha bulliciosa y turbulenta
del ancho río en la confusa barra
donde el mar, defendiendo sus dominios,
la invasora corriente audaz rechaza;

todo, todo es sublime en tus dominios,
gigante mar, y todo en ti contrasta
con las débiles luces de la tierra
que apenas pueden conmover el alma.

Despedazando el cielo con mil rayos
por un momento, si su vida exhala
puede imitar tu acento majestuoso
el trueno cuando guía las borrascas.

El prado verde donde el viento juega,
remeda apenas la llanura ondeada
que cruzando, cual débiles insectos
con sus largas antenas, van las barcas.

Tus aguas son la sangre del planeta;
tu corazón. . .la luna enamorada,
a cuyo impulso circulando siempre
por cielo y tierra, inmenso te dilatas.

Con la insondaJble copa de tu abismo,
desbordando la espuma por las playas,
le infundes vida al universo entero
en las nubes que flotan sobre el agua.

¡Sublime mar! Llevado de tus ondas
mi pensamiento al Creador alcanza,
y en alas de tu acento poderoso
se elevan suspirando mis plegarias.

¡Oh Dios!, el mar adusto te obedece
y, ora te tiende alfombras de esmeralda,
ora repliega el velo de sus linfas
y te lo arroja en cintas desflocadas.

¡Señor! ¡El mar a impulso de los vientos
en blandas nubes llega hasta tu plantas,
y al escuchar tu acento soberano,
a repartir la lluvia al suelo baja!

Y, ¡Dios mío!, si sube hasta los cielos,
como la nube, el himno que te canta,
también desciende al alma que te implora
trocado en lluvia de divinas gracias.






CÁNTICO DE EZEQUÍAS

De Isaías, cap. XXXVIII.



En la mitad del día
llegué a la última puerta que me espera,
y de la vida mía
la nada vi y clamé de esta manera:

¡Ay!,   ¡entre los vivientes
ya no veré de Dios el rostro manso,
ya no veré otras gentes
llegar al reino del final descanso!

Torció ante mí la rienda,
y súbito pasó mi descendencia
como movible tienda
de pastores sin fija residencia.

El hilo con que cose
dispone el tejedor según medida:
así por Dios cortóse
el hilo del tejido de mi vida.

Ahora va violenta
de la aurora al crepúsculo, y mañana
el tiempo mi osamenta
dispersa, cual león que rompe lana.

Termina mi existencia
hoy a la tarde, en la mañana dije,
y gemí en mi dolencia
como golondrinilla que se aflige.

Por no ver tus enojos
gemí como paloma con dulzura;
gastáronse mis ojos
escudriñando la celeste altura.

Valedme, pues, Dios mío;
por dolor espantoso he sido absorto;
mas, ¡ay!, ¿por qué confío
en quien me da las penas que soporto?

Repasaré mis años
en, tu presencia con dolor de mi alma;
y, ¡oh señor!, si son vida tales daños,
hiere, castiga, vivifica y calma.

He aquí en dulzor trocado
el amargo insufrible de mis labios.
Me libraste: el pecado
a la espalda cargaste y los agravios.

y ni infierno ni muerte
tu gloria o alabanza satisfacen;
no miran la luz fuerte
de tu verdad los que en la tumba yacen.

La vida, Dios clemente,
la vida te bendice y te confiesa;
en ella hice patente
a mi hijo las verdades que profesa.

Salvadme, pues, Dios santo,
y nuestros salmos cantarán tu gloria;
salvadmr; así mi canto
resonará en el templo en tu memoria.






LAS GOLONDRINAS DE SAN FRANCISCO

Bulliciosas y alegres en bandadas
huyen volando del obscuro invierno.
Siguiendo van sus huellas perfumadas,
¡oh Primavera!, en tu camino eterno.

Ya al beso de la luz brillan sus alas
esmaltadas de azul. Ya brisas suaves
van esparciendo aromas... Ya las galas
del campo admiran las viajeras aves.

A respirar detiénense un instante
en un bosque de pinos y de encinas
y a la luz de la aurora coruscante,
gorjean de placer las golondrinas.

A la sombra del bosque donde cantan,
canta Francisco la verdad eterna.
Las gentes escuchándolo se encantan
y él a las aves, con palabra tierna:

-Callad -les dice-, hermanas golondrinas;
de la gloria de Dios estoy hablando
a la virtud y la bondad divinas,
¡silencio! ..., y luego seguiréis cantando.

¡Al punto enmudecieron!. . A sus plantas
en azulado círculo en el suelo
se extendieron mansísimas, y tantas
cuantas estrellas brillan en el cielo.

Y, en medio del silencio más profundo,
siguió diciendo el inspirado santo:
-Hermanas golondrinas, es el mundo
para la raza humana un mar de llanto.

"No conocéis su pena en el trabajo:
no conocéis sus mares de amargura;
hermanas golondrinas, aquí abajo
sólo debéis cantar vuestra ventura.

"Vosotras no sembráis, y la cosecha
segura la tenéis todos los años;
mas, ¡ay!, el hombre en esta vida estrecha
se afana por palpar sus desengaños.

"Os viste el cielo de azuladas plumas,
siempre la tierra os brinda el alimento;
si del invierno divisáis las brumas,
la primavera os llama con su aliento.

"Abiertos a las luces de los cielos
de las cumbres colgáis vuestros palacios
donde apenas piando los polluelos
ya miden con la vista los espacios.

"Hermanas golondrinas, dad al hombre
ejemplo de alegría y de paciencia;
y la humana flaqueza no os asombre,
que en la cuna quedó nuestra inocencia.

"Mas vosotras, felices e inocentes,
concertad vuestro cántico sonoro
con el que a Dios elevan reverentes
los serafines en sus arpas de oro.

"Cantad al que del orbe la belleza
en las cadenas de la luz encierra
y publicad la gloria y la grandeza
del Creador del cielo y de la tierra."

Dijo el. santo ... y las aves raudo vuelo
emprendieron cantando de alegría:
y, esparciendo sus notas por el cielo,
llenó el espacio una onda de armonía.













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