miércoles, 15 de julio de 2015

ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR [16.570] Poeta de Perú


Enrique López Albújar

Enrique López Albújar fue un gran poeta, periodista, novelista y escritor peruano. Nació el 23 de diciembre de 1872 en Chiclayo (Perú) y falleció el 6 de marzo de 1966 a los 93 años en Lima (Perú).

Cultivó diferentes estilos en la narrativa, e incursionó, así mismo, en el periodismo y es sobre todo conocido como uno de los creadores del indigenismo y uno de los primeros en construir una imagen verosímil del indio peruano. Con él se “inaugura el tratamiento realista de la vida indígena y agraria en el Perú” (W. Delgado).

Hubo confusión respecto del lugar de nacimiento. Se ha aclarado que nació en Piura conforme consta en su partida de bautismo, en su file de la Universidad Mayor de San Marcos y en su acta de matrimonio civil en la Municipalidad Distrital de La Huaca de la provincia de Paita, despejando toda duda.

Creció y se educó en Piura. Terminó su educación secundaria en Lima, en el Liceo Preparatorio y en el Colegio Nacional de Guadalupe, entre 1886 y 1890. A los 21 años, en 1893, tuvo que pasar varios meses de prisión por ciertos textos periodísticos en los que se burlaba del dictador de turno, y su tesis universitaria “La injusticia en la propiedad del suelo” fue rechazada por subversiva. Estudió jurisprudencia en la Universidad Mayor de San Marcos, graduándose como abogado en 1899.

De regreso en Piura, imparte clases de historia en el Colegio San Miguel de Piura, luego, en 1911 fue designado juez temporal de Piura, después en Tumbes y en 1917 Juez de primera instancia de Huánuco. En 1923 en su condición de Juez, López Albújar fue trasladado nuevamente a Piura; luego en 1929 fue vocal interino de la Corte Superior de Lambayeque, y después fue Vocal Superior de la Corte Superior de Tacna, donde fue Presidente en tres oportunidades.


¡Sufre, que el sufrimiento te hará fuerte!

Durante su primer regreso a Piura desarrolló también una activa labor en el periodismo siendo director de la publicación “El Amigo del Pueblo” y, posteriormente, de La Prensa de Lima (1916).

Fue miembro del Ateneo de Lima, club Unión de Lima y Tacna; presidente del club Grau de Piura y miembro correspondiente de la Sociedad Geográfica de Lima. Ha dejado varios estudios como “Los caballeros del delito”, que lo configuran como uno de los representantes de la Sociología Jurídica en el Perú.

Viajó a los Estados Unidos dando recitales en la Unión Panamericana y charlas en la universidad de Columbia (New York). Colaboró en “La Prensa” de Lima y en “La Prensa” de Buenos Aires, Argentina.

Lo más estimable de su obra se encuentra en sus “Cuentos andinos” (1920), que continuó con “Nuevos cuentos andinos” (1937) y con “El hechizo de Tomayquichua” (1943). Su identificación con las víctimas de la injusticia social, en este caso los indios, lo llevó a trazar cuadros de gran plasticidad e interés. En la misma línea construyó la novela “Matalaché” (1929), sobre la dura existencia de los negros en las grandes haciendas. Pero a diferencia de otros novelistas, en la obra de López Albújar, no es la fuerza de la naturaleza, ni la opresión de los indios, los asuntos que aparecen en primer plano: es la psicología de los personajes, la naturaleza trágica de los acontecimientos. A decir de Jorge Basadre: "...extrajo estas narraciones de la veta misma de la vida,... Penetró en el ambiente rural y presentó al indio dentro de una variedad de casos sociales y sicológicos,... cogiéndolo en su propio clima y no desde Lima o París". Algumas de sus obras las escribió bajo los seudónimos de Sansón Carrasco y León Cobo.

Por su labor en la narrativa peruana recibió el Premio Nacional de Literatura en 1950 con su libro de cuentos Las caridades de la señora Tordoya. Murió en 1966.

Albujar, entre la justicia y la ley

Enrique López Albújar vivió intensamente su actividad judicial. Siendo juez en Huánuco, en 1917, la Corte Suprema lo suspendió de sus funciones por tres meses por haber dictado una sentencia de absolución en un caso de doble adulterio. Albújar, aún sabiendo las consecuencias que le acarrearía su decisión opta por aplicar la justicia antes que la ley. El mismo lo explica:

Si el fin de la penalidad es el restablecimiento del orden social perturbado, cuando el hecho que se juzga no lo perturba en realidad, la aplicación de la pena carece de objeto y se torna injusta; que como en el presente caso en el que el hecho que se trata es un adulterio -hecho que por su naturaleza pertenece a un orden privado e íntimo-... (publicado en Memorias, 1966).

Preferí ser hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez y hacer que el hombre con sólo un poco de humanismo salvara los fueros del ideal. Y aunque el sentido común -ese escudero importuno de los que llevamos un pedazo de Quijote en el alma- me declamó por varios días sobre los riesgos que iba a correr en la aventura judicial, opté por taparme los oídos y seguir los impulsos del corazón.

¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no. (Introducción en Cuentos andinos, 1920).

En una carta de gratitud dirigida a Miguel de Unamuno por el reconocimiento de su obra literaria, le confiesa:

Yo no soy sólo un cuentista, mi querido don Miguel, sino un perpetuo inadaptado, un rebelde, y, por contraposición, un encadenado a la prosaica labor de hacer justicia a los hombres. Vivo, pues, en continuo vaivén entre el arte y la magistratura, inhibiéndome o desinhibiéndome, saltando del papel sellado a la cuartilla, del proceso al libro, de la dura y desconsoladora realidad a las ficciones de mi fantasía. Este es mi drama, mi señor don Miguel.

Producción literaria

Miniaturas (1895), poemas que dibujan semblanzas de hermosas mujeres limeñas.
De mi casona
Edición de 1924
Desolación (1916), drama en un acto.
Cuentos andinos (1920), primera obra importante del indigenismo. Relatos centrados en la vida de los indígenas dando a conocer al indio, como primer personaje, sin el tratamiento paternalista como había ocurrido en el pasado, sino como verdadero ser humano; resaltando sus virtudes, sus vicios y, sobre todo, su humanidad.
De mi casona (1924), uno de sus más hermosos libros, donde narra sus primeros recuerdos de su natal Piura.
Matalaché (1928), narra los amores de un negro y de su ama blanca en Piura virreinal.
Calderonadas (1930), greguerías de intención satírica.
Los caballeros del delito (1937), estampas de bandoleros.
Nuevos cuentos andinos (1937).
De la tierra brava; poemas afroyungas (1938), poesías.
El hechizo de Tomaiquichua (1943).
Las caridades de la señora Tordoya (1955), compendio de cuentos realistas de temática urbana que empezó a escribirlos desde 1950.
Memorias (1966), recuento de sus funciones como magistrado, pero que se convirtió en una obra de gran valor cultural que encierra interesantes y curiosas ideas del célebre narrador.
De mi casona 2º parte (1966).



SUFRE

¡sufre, que el sufrimiento te hará fuerte!"
así te dije en una carta un día,
y así te repetí cuando partía,
triste, pero orgulloso de quererte.

Y hoy que sufro el suplicio de no verte,
"¡sufre!" me digo, y sufro, vida mía,
pero feliz, por que mi fe confía
en que he de unir tu suerte con mi suerte

y, ante esta idea, todo sufrimiento
indigno me parece un lamento
o de una imprecación contra el destino.

Que sufrir por amar nunca es vano,
pues, si el sufrir del hombre es muy humano
¡el sufrir la mujer, casi divino!






La Bandera

   La Bandera es palma heroica,
la bandera es arca santa,
que en las manos de los pueblos
une el Dios de las batallas;
talismán glorioso que hace revivir en el vencido
el cadáver solitario de una náufraga esperanza;
Sol bendito que en la noche
del destierro se levanta
y nos trae en cada rayo
mil recuerdos de la patria;
el recuerdo de la madre, cuyos besos nos parece
que cayeran lentamente destilando sobre el alma;
el recuerdo de la esposa, cuya voz es cien mil veces
más dulcísima y más grata
que la más grata y más dulce
melodía que pudiera producir la nota humana;
el recuerdo de los hijos, esas ramas florecientes,
de las que es el padre tronco, y el amor materno savia;
el recuerdo de la tierra donde nuestro primer grito
fue un heraldo de la vida que llegó empapado en lágrimas;
de esa tierra que es más grande,
más ilustre, más hermosa y más deseada
cuanto más distante estamos
de la cresta de sus montes, del murmullo de sus aguas.

    Inmortal es la bandera;
aparece con la lucha y por ella es consagrada
como emblema perdurable
de los odios y las guerras seculares de las razas;
distintivo es en la horda,
jerarquía en la mesnada,
poderío con el feudo
y poder, y distintivo y hasta Dios es en la patria.
Con Aquiles marchó a Troya,
con Eneas marchó a Italia
y también fue a la conquista del dorado vellocino
en la proa de la nave de los fieros argonautas.
La bandera es la más noble compañera de los hombres;
en las ondas o en las cumbres, en el mástil o en el asta;
ella encarna un pensamiento
o la imagen de la patria.

    La bandera tiene vida,
la bandera tiene alma,
y ama el Sol y ama la altura
porque es águila,
y padece como ella la nostalgia de las cumbres
y es más grande y más soberbia cuanto más del suelo se alza.

¡Cuántas formas ha sufrido, cuántas forma la bandera!
En Egipto fue el buey Apis, con los turcos Cimitarra;
en Asiria, el gigantesco mastodonte de los mares;
la paloma, en Babilonia y en la vieja Roma, el águila...
Pero, bestia, pez o ave,
la bandera siempre ha sido lo que debe ser: La Patria.

    Inmortal es la bandera:
verde o roja, negra o blanca,
a través de las ficciones que le da la fantasía;
ya el rampante león de España,
ya la media luna turca
se destaquen en sus franjas,
una sola es la bandera
porque es uno el pensamiento sacrosanto que ella encarna,
porque es uno mismo el pueblo
que la misma lengua habla,
porque es una su grandeza
y son una sus desgracias,
y en la misma historia juntos, como en iris gigantesco
va lo rojo de la guerra consagrada por la espada,
va lo blanco de la paz, esa madre del progreso,
va lo negro de la impura y torpe bestia: la autocracia.

Es la patria la bandera;
en el campo de batalla
cuando avanza o retrocede,
van tras de ella las miradas
como tras de la columna luminosa del desierto
fuera un día, trashumante, el caudillo de una raza; cuando cae,
presurosas hay mil manos que se bajan para alzarla
y mil pechos que se oponen resistentes, como el bronce,
al acero y a las balas.
Y al mirarla por la sangre enrojecida,
y al mirarla por el plomo desgarrada,
nos parece ver un seno desgarrado y palpitante,
una boca convulsiva que nos reta y que nos llama,
y unos ojos que nos miran
demandándonos venganza;
y esos ojos, y esa boca, y ese seno desgarrado
son el seno, son la boca, son los ojos de la Patria.

     ¡Cómo aviva el entusiasmo,
cómo aviva la esperanza
cuando más desalentado combatiendo está el guerrero,
cuanto más sangrienta y ruda se va haciendo la batalla!
Y en la hora en que el Destino
le da a un pueblo la victoria y a otro pueblo se la arranca,
y parece que los hombres y las bestias y las cosas
fueran una sola masa,
y los gritos y lamentos
y la voz de la metralla
una horrenda sinfonía de mil truenos
semejaran
la bandera, la bandera
como una hostia se levanta,
como una hostia: es el misterio eucarístico en que el cuerpo
del soldado con la sangre derramada
se convierten en el cuerpo y en la sangre de la Patria.
Es entonces cuando en torno
de la insignia sacrosanta
forman cuadros los vencidos
como el pueblo de Israel ante el arca de la alianza,
es entonces cuando al verla por la sangre enrojecida,
es entonces cuando al verla por el plomo desgarrada,
nos parece ver un seno desgarrado y palpitante,
una boca convulsiva que nos reta y que nos llama
y unos ojos que nos miran
demandándonos venganza;
y esos ojos, y esa boca, y ese seno desgarrado
son el seno, son la boca, son los ojos de la Patria.

    Fue bandera,
fue bandera, roja y gualda,
la que heroica y aguerrida se mantuvo siete siglos
como el credo de una raza,
la que en Navas y en Lepanto
arrancara dos florones a las huestes musulmanas
y en las manos de Balboa
fue la Europa saludando del Pacífico las aguas.
Fue bandera,
la bandera de tres franjas,
imperial con Bonaparte,
con Dantón republicana,
la que dio la vuelta al mundo
coronada por un águila
y a su paso fue regando en las almas la semilla
de la libertad humana.


Fue bandera
la bandera roja y blanca,
la que altiva allá en el Morro
un adiós de muerte diera a la estrella solitaria,
la que allí fue sacrificio;
la que allí cayó en el ara
bautizada con la sangre del guerrero más heroico
que inmolóse, como un Cristo, por la redención peruana.
Fue bandera la que al tope
de la nave legendaria
por tres veces cayó herida,
como un ave ensangrentada,
y tres veces alzó el vuelo
entre nubes, entre truenos, entre rayos y entre salvas;
y cayó porque no había
ya una mano que la alzara
y cayó porque era justo
que a los cuerpos de sus hijos les sirviera de mortaja.
¡Ah, Jesús también un día siete veces da en el suelo,
y las siete veces, triste, pero heroico, se levanta...

      ¡Oh bandera bicolor!
¡Oh bandera roja y blanca!
que en el Morro fuiste incendio
y jirones en el "Huáscar";
que parece que la sangre de tus hijos te hizo roja
y la nieve diamantina de los Andes te hizo blanca.
¡Oh bandera, tú que has visto
nuestras glorias desgarradas
por el hosco y formidable
vendaval de la desgracia;
vuelve a ser lo que tú has sido:
el orgullo de la Patria,
deja ese aire dolorido de vergüenza y de derrota,
y en el mástil de esa nave, que ha de ser en nuestras aguas
otro andante caballero
de perínclitas hazañas
desenvuélvete altanera
y sacúdete gallarda.
Sólo así nuestras pupilas te verán como una hostia
cuando tornes a la cruenta comunión de las batallas.





TACNA ES UNA EMOCIÓN

Por su pasado, todo lleno
de rebeldía y de pasión,
martirio y sangre, muerte y odio,
Tacna es una emoción.

Por sus mujeres, que supieron,
encadenadas al terror,
tender sus brazos siempre al norte,
Tacna es una emoción.

Por esas otras, que hoy sonríen,
llenas de gracia y vibración,
mezcla de pájaro y sirena,
Tacna es una emoción.

Por la belleza de sus flores,
pomposas gamas del color,
cálices ebrios de perfume,
Tacna es una emoción.

Por ese sol, que es alegría
y en todo pone un resplandor,
desde la aurora hasta el ocaso,
Tacna es una emoción.

Por la orfandad de sus casonas,
silencio, olvido, destrucción,
ayer boato, amor y vida,
Tacna es una emoción.

Por ese templo, cuya gloria
dejó frustrada una invasión
y hoy es emblema de impotencia,
Tacna es una emoción.

Por esa pampa desolada,
que, más que alianza, es desunión
y simboliza un desacierto,
Tacna es una emoción.

Por el Tacora -¡ya no es nuestro!-
que ayer fue puño retador
y hoy un espía que avizora,
Tacna es una emoción.

Por ese mártir de la idea
y ese otro mártir del honor,
que en sus plazuelas perpetúa,
Tacna es una emoción.

Por sus desfiles escolares
tras del sagrado bicolor,
proscrito un día de esta tierra,
Tacna es una emoción.

Por ese himno, que al oírse
decir parece, con dolor:
"Ya está otra vez la patria aquí",
Tacna es una emoción.

Por lo que dice al pensamiento,
por lo que exalta el corazón,
por lo que ha sido y será siempre,
como el enigma filisteo,
Tacna fue siempre fuerza
en la boca de un león.






SULLANA

La Punta ayer con la Colonia,
Sullana hoy con la República;
vértice de aquel tórrido triángulo
que formas tú con Paita y Piura,
pero señalada otra vez por el destino
para ser ya no La Punta, sino punta
de la patriótica carrera en que tres provincias
la copa de la gloria se disputan.

Sullana simplemente y no “Perla del Chira”,
como intentan apodarte cursilonamente
los esclavos del ripio, o del clisé, o los súcubos
que feminizan todo lo que es macho y fuerte.
Sullana hoy y mañana y por todos los siglos;
Sullana, en cuyo nombre parece que florece
el de la gran cacica Capullana,
esa hembra altiva que desafió a “los trece
de la fama” y que supo reír ante unos hombres
que otros hombres no se atrevían a mirar de frente.

Tropicalmente perezosa y como fascinada
por el acuático espectáculo de un río inmenso,
al fin te has levantado y has roto
tu secular encantamiento;
al fin has comenzado a desentumecer tus músculos,
ávidos de la divina sensación del esfuerzo.
y ha sido tu sacudida tan violenta
que has removido todo lo que circunda tu asiento,
desde las serranas alturas
hasta las soledosas pampas y los paiteños puertos,
y tus palpitaciones han repercutido
en el mismo corazón de ecuatorianos pueblos.

Dejaste ya tu paso de tortuga
por el galope del motor. En tu pecho
te ha prendido una rosa el entusiasmo
y ha comenzado a acariciarte el ensueño.
El poncho, el jipijapa, el caballo y las espuelas
de tus rumbosos y dominicales paseos
han fugado a la voz del automóvil
y a las fisgas del smoking caballero.
A la atracción del chichero libidinoso
el hechizo del cinema has opuesto,
y al tintineo cacofónico de la campana,
el imperturbable ritmo del émbolo.

Ya no eres sólo índice que señala
urbe de alma cosmopolita, centro
de un agro en el que todo es óptimo
y cada fundo un seno ubérrimo,
sino ansia de superación en todo instante,
en el encuentro urbano y en el encuentro atlético

i Piura es por su abolengo y primogenitura
relicario de cien gloriosas tradiciones
y catedral de señorío y cultura,
y Paita, el escudo que paró todos los golpes
que asestaran contra la piurana tierra
el pirata de ayer y el de las revoluciones
de hoy, tú, Sullana, eres por tu dinamismo
y esa campechanía que en toda fiesta pones
el mejor paladín de la piurana democracia
y el primer meridiano mercurial del norte.

Comienzas ya a tener coloquios con la Historia
y a sentir la embriaguez peligrosa de la fama,
esa que ayer no más desconocías
porque su vino rara vez se sirve en mesa aldeana,
y de pronto has pasado a ser la reina de un enjambre
que vive laborando rica miel para la patria.

Ya tienen encadenado a tu indómito río
con un puente; ya estás con un pie en cada banda;
ya se abren para tus ojos nuevos horizontes
y nuevas tierras para tus brazos y máquinas;
ya no es para ti rémora esa corriente
que al pasar parecía que te desafiaba,
mientras tú, acorralada por los médanos,
padecías los suplicios de la arena y el agua.

Todo por ti está ahora avasallado.
más que la domadora de un río eres la soberana
de todo lo que ese río riega y fecunda,
y tu potencia tendrá que ser medida mañana,
más que por lo que te ha brindando la suerte
y la excelencia de tus campos, por lo que tú haga

No olvides que aún estás en plena selva espiritual,
donde el guante puede menos que la garra,
y que en la selva, para llegar, se abren las trochas
con las manos desnudas y a golpes de hacha.

No estás en donde estas, por un vano capricho,
sino por un designio inescrutable
para ser de la estratégica puerta
que guarda nuestro norte, la llave;
para decirle desde ahí, a quien pretenda
traspasar esa puerta: “Por aquí nadie pasa”
y ese es tu alto destino, tu envidiable destino
y lo que te hará grande algún día, Sullana.

dedicado a Isaías Garrido
DE LA TIERRA BRAVA POEMAS AFROYUNGAS
Tacna, 25 de octubre de 1937.





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