miércoles, 7 de mayo de 2014

ADAM KIRSCH [11.638] Poeta de Estados Unidos

Adam Kirsch

Adam Kirsch

Adam Kirsch es un poeta americano y crítico literario .

Kirsch nació en Los Angeles en 1976. Es hijo del abogado, escritor y estudioso de la Biblia Jonathan Kirsch. Empezó a escribir poesía a la edad de 14 años después de leer la poesía de TS Eliot, indicando, "Eliot me mostró la posibilidad de encontrar en la poesía una fuente de interés intelectual y moral compleja". En 1997, se graduó en la Harvard Universidad con una licenciatura en Inglés. Después de su graduación, trabajó como editor literario asistente para The New Republic. 

LIBROS:

The Thousand Wells , 2002
The Modern Element: Essays on Contemporary Poetry , 2008
The Wounded Surgeon: Confession and Transformation in Six American Poets ( Robert Lowell , Elizabeth Bishop , John Berryman , Randall Jarrell , Delmore Schwartz and Sylvia Plath ) 2005
Invasions: New Poems , 2008
Benjamin Disraeli, 2008
Why Trilling Matters , 2011




MI ESPOSA EN LA ALEGRÍA Y EN LA TRISTEZA, 1911

1

Ahora desconcertados por ser tan distintos,
Estaban hechos el uno para el otro desde el principio
La clase de pareja perfecta que todos
deseábamos para siempre, y aprendimos a descartarlo,
Su primera reacción es descalificar
La actitud del otro; y lo consiguen
A la perfección, por lo que terminan cambiando los papeles:
Uno, vivo, ha cerrado ojos y boca
Como para silenciar su conciencia,
Mientras que el otro, muerto, con los ojos y la boca abiertos
Parece entrar en el mundo que lo excluye.
A las madres, por supuesto, nunca se las engaña realmente
con bromas como ésta; el bebé vivo
Es más ligero sobre el brazo, como si el peso
Del alma lo atenuara, un aligeramiento,
Una fuerza contraria a la gravedad que, sin embargo,
arrastra al cuerpo sin alma hacia la tierra
Que muy pronto será su casa.

2.

La buena noticia es que uno se salvó;
Lo malo es que el otro no sabía lo suficiente
Para valerse por sí mismo, ni siquiera durante un rato.
O bien, lo bueno es que uno se desembaraza
pronto de la responsabilidad de sufrir,
para desdeñar el tipo de agonía
que delatan los ojos apenados, consumidos de su madre,
Pensando en lo que le espera al que sobrevive.

3

¿Qué clase de padre le pide a su esposa que sostenga
A su hijo muerto y a su hijo vivo en sus brazos,
Después la ignora y juguetea con las luces
Hasta que la escena está perfectamente preparada?
¿No ve la crispada tristeza
Con la que ella está mirando al objetivo, como si
tratara de echar a perder la fotografía por la sola fuerza de su voluntad?
¿O es exactamente esto lo que él quiere plasmar,
Una acusación contra sí mismo
Que acepta, el artista siempre tiene la libertad
De quedarse al margen, fuera de las vidas
Que atormenta y que observa
Como si fuera una parte tan mínima de ella
Como el bebé muerto en su fotografía?

Versión de Carlos Alcorta




SIN TENER CUERPO ALGUNO, ellos entenderán
cosas como el teclado o el volante de un coche
–todos los instrumentos hechos para la mano
y que, ya para entonces, juzgarán de vestigios,
como hacemos nosotros con aletas y branquias–
en tanto traductores malos del deseo,
yendo de lo que fue alguna vez la mente
al mundo fuera de ella. Tampoco admirarán
las alertas de error creadas por nosotros
cada vez que la falta de vías compatibles
entre dos se registra como una sola pérdida,
incluso cuando nuestra vanidad frustrada
le dé el nombre a esas fallas de arte. Si imaginamos
las señales perfectas que habrán de ser un día,
resulta más y más imposible creer
que cuanto hemos escrito se dirige a ellos. ~







V. 3. Quenam discors foedera rerum

Algo está haciendo falta. Cuando el telescopio
escruta ansiosamente un sector de la noche,
las cifras registradas no hacen sentido alguno;
sería el universo muy frío o muy caliente,
muy espeso o vacío, si no fuera por las
dimensiones que impiden cualquier discernimiento.
¿Por qué será que aquella ausencia tranquiliza?
Si dividimos nuestro saber por lo mirado,
siempre descubriremos ese resto perenne,
el margen de una antigua perplejidad, ahora
justificada, incluso lógica; pues en cierto
lugar, eso es seguro, debe hallarse la luz
–recordada, hipotética– que en alguna ocasión
convirtiera en visible nuestra oscura materia.



                                                           •



SEPTIEMBRE QUINCE, casa llena; pocos filántropos
parecen haber muerto o estar en sus hogares.
La Ópera neoyorquina, audaz, profesional,
nos recuerda que sigue la función. La ceniza,
desplazándose al norte, dejó tan fina capa
que aún la travertina lechada resplandece,
tan ligera que nadie tose al respirarla
en la brisa caliente de una noche en verano
–lo que llamo ceniza, pero que es este rostro
Polaroid, rostro Xerox, engrapado en un poste
y que cada respiro ayuda a deshacer
y dispersar, se integra a un todo nuevo. Pero,
¿qué aire no está henchido de viejos remanentes
como estos, elevados a infinita potencia?
¿Acaso no murieron para que ignoráramos
sus costumbres y fechas y razones de muerte? ~


Traducción de Hernán Bravo Varela
Estos tres poemas pertenecen al libro Invasiones (2008).




Farming Family, 1912

The cruelty of the men when they’re alone,
The women’s tiredness and resignation,
Do not get multiplied, as you’d expect,
When the extended families collect,
One day a year, to get their pictures taken.
It’s not that any of their faces soften,
Nor that there’s any obvious affection
Between the farmer’s mother and his son;
And only an idealist could see
In this brief cutting from the family tree
A symbol of the strength of rootedness—
Three generations dwelling in one place—
Knowing how soon the root will lose its branch,
Cut down and hacked to pieces in a trench.
The only explanation that makes sense
For the illusion of resilience
That lights their eyes and makes them look at home
Is that with every added generation
Buried potentialities appear:
The son who poses strumming his guitar
Refutes his father’s brandished Iron Cross
No more convincingly than his bare face
Proves that his father’s beard is obsolete;
Denying one another, they complete
Their likeness to the contradictory
God who commanded us to multiply
So He could manifest, in every birth,
Another of His attributes on earth.








Kinetics Researcher from Vienna, 1930

Nakedness ought to be undatable,
Proof that the latest phenotype is made
On the same plan as his original
Who sauntered through the Garden, unafraid.

Even without the cotton pouch he wears
As a concession to the prudery
Of viewers not evolved enough to share
His unembarrassed objectivity,

The willed detachment on his face would show,
Better than any clothes, the difference
Between the antique innocence that knows
No shame, and cultivated shamelessness.






Professional Middle-class Couple, 1922

What justifies the inequality
That issues her a tastefully square-cut
Ruby for her finger, him a suit
Whose rumpled, unemphatic dignity
Declares a life of working sitting down,
While someone in a sweatshop has to squint
And palsy sewing, and a continent
Sheds blood to pry the gemstone from the ground,
Could not be justice. Nothing but the use
To which they put prosperity can speak
In their defense: the faces money makes,
They demonstrate, don’t have to be obtuse,
Entitled, vapid, arrogantly strong;
Only among the burghers do you find
A glance so frank, engaging, and refined,
So tentative, so conscious of  its wrong.




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