domingo, 7 de diciembre de 2014

JENNY DE LA TORRE CÓRDOBA [14.198] Poeta de Colombia


Jenny de la Torre Córdoba

Nació en Barranquilla, Colombia. Vive en Bogotá. Se crió en Cartagena, pero sus raíces más profundas están en Quibdó, lugar al cual se siente profundamente ligada por sus ancestros. Es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas, de la Universidad de Cartagena de Indias. Diplomada en Resolución de Conflictos de la Universidad de los Andes, Bogotá. Es máster en Género, Mujer y Desarrollo, Universidad Nacional de Colombia, Centro de Estudios Sociales, Bogotá. Está doctorada en Perspectiva de Género en las Ciencias Sociales, Universidad Complutense, Facultad de Sociología y Ciencias Políticas, Madrid, España. Participó en la ii Cumbre Mundial en Europa de Africanos y Afrodescendientes, 2007-2008, Bruselas, 2007, como presidenta de la Fundación Génesis, una de las organizaciones de la diáspora africana en Europa, coordinadora de la actividad en Austria.

Actualmente es la presidenta del Alto Consejo de Comunidades Negras de España. Escritora de Génesis Producciones, Madrid, España. Corresponsal permanente de la revista mia, Madrid, España.
Consultora externa de la Secretaría de Estado y Cooperación Española
para elaboración del diagnóstico-estrategia del Plan Director, 2005- 2008, para pueblos indígenas y afrodescendientes de América Latina y el Caribe. Conferencista del módulo: América Latina, un Rostro Humano, Madrid, Ginebra y Estados Unidos. Catedrática del Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, Universidad Complutense de Madrid. Corresponsal de la revista Interviú, España.
Locutora de tv Hispana en programas académicos y de autoayuda, Miami, Estados Unidos. Programas: Padre Alberto, Infinito: mujeres_afrocolombianas.indb 276 14/5/10 12:30:52 Antología de mujeres poetas afrocolombianas 277 la vida y la muerte, Dr. Kanoche, Caminos de Israel. Ha participado en programas de formación y académicos en la televisión nacional de Colombia. Es catedrática de la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Es directora general de comunidades negras y otras colectividades étnicas del Ministerio del Interior en Colombia. Es asesora para comunidades étnicas del Congreso de la República de Colombia. Es presidenta de la Fundación Mujeres del Futuro en el Pacífico, Quibdó, Chocó. Además, es investigadora social de la Universidad Autónoma de Colombia en Estados Unidos y en España en asuntos de género y el género en la inmigración.

Ha publicado un libro de poemas: Sonata en exilio (Bogotá: Apidama,
2007). Cuenta con otras publicaciones en distintos campos, entre estas, las que corresponden al estudio de las leyes que rigen la vida de los afrodescendientes colombianos.




Ña caderona

Despierto a mi taita
dormio desde ayer,
vino cansao
de tanto mazamorreá.

Lo tiento y lo tiento
muy frío él etá,
parece más frío que
el río en la madrugá.

Ña caderona…
Ña caderona…
Ña caderona…
Mi viejo no ta frío.

Mi viejo se lo llevó
la patasola.

Se murió mi viejo.
Padre nuestro que etás
en el cielo,
¿a quién cocino,
Chere, ahora?
Ña caderona vení.

Ña caderona no me deje sola.
Cantemos alabaos
en casa de Ña Pastora.






África mía

Oscuro pozo de luz.

Tambor de hojalata
rasgado por mil voces,
que al unísono entonamos,
una oda a la libertad.

Escucha el eco
de nuestras cadenas ocultas,
desde esta orilla.
El tirano desapareció
pero dejó su látigo
y
esclavos aún,
nos arrullan
madres de arena.

Ya no somos Nabumba,
Umbanda ni Ilele.

Ahora somos López
González
y Pérez.




Nosotros, los de la otra orilla

Nosotros
somos briznas de sal
diluidos en labios ajenos.

Y fundidos, sin reconocimiento
ni gestos heroicos,
nosotros,
habitantes venidos de la otra orilla,
sumamos fuerza,
restamos olvidos.

Nosotros
somos los mendigos,
cosechamos sus campos,
aramos sus sequías.
Nos niegan sus raíces
y nos quedamos.

Nosotros
morimos en tumba ajena.



Mi abuelo negro

Mi abuelo nació cimarrón,
en un lugar dulce,
con nombre de flor.

Creció acunado por un río caudaloso,
arropado con un manto tejido
en selva virgen.

El sol de este pueblito tostaba distinto.
A los negros color marfil.

A los blancos color de duda.

Curaba mal de ojo,
caminaba sobre el agua.

Era cómplice de la lluvia,
detenía las tempestades.

Enderezaba cojos,
amansaba serpientes,
ayudaba a todos.

Su embrión era puro.

Creía en un mundo nuevo.

Mi abuelo nunca murió
–entre alabaos y gualis–
se fundió con el río Atrato.




Otra en mí

Mis ojos tienen agua escondida,
de tanto buscar la otra en mí.

Busco la compañera que no envejece,
que cuida mis desvelos, no me juzga,
y sonríe ante mis penas.

Busco la que conoce mi alegría,
la que acompaña mis errores,
la que lima mis asperezas.

Busco la que encontró a Dios
en el arroyo y lo convirtió en garza.

Busco la que sueña
con ciudades de cristal
y jardines encantados.

Busco la que espera sin prisa,
la inocente que duerme en un urna
para que no le roben su luz.

Busco la otra en mí,
la que pinta ángeles negros
y siembra la brisa en primavera.

Busco la mujer que hay en mí,
hecha de hilos de oro,
leve y ágil para el vuelo.





Mi negritudla Ley de negritudes de Colombia (Ley 70 de 1993

Mi negritud es de un rojo acrisolado.

Camina desnuda por mi cuerpo de ébano.

Se pasea con sombrero de ala
y zapatos de tacón alto.

Mi negritud es blanca como la pureza.

Añeja como el buen vino
y astuta como la comadreja.

Mi negritud no se doblega,
impetuosa como un huracán,
insiste y penetra, no deja espacio
para la pena.

Mi negritud es un mar azul verdoso,
su red de marfil ata mi pasado,
me invade, no me deja ser.

Mi negritud es huérfana.

Sin casa, sin vecinos, sin amigos.

La sacaron de paseo y no la regresaron.
Mi negritud se viste de coral y seda.

Toca tambor, danza ante la diosa.

Exige redención de ese holocausto
que le arrancó el corazón.

Mi negritud perdona y ama.







Trilogía épica

Le escribo a las tres Américas.

A la del Norte,
arrogante, invasiva,
domina con bengalas
continentes de papel,
dictadores de cera.

Te coronan jardines de cristal
y chimeneas con hollín ardiente.
Sabana multicolor.
Tierra de todos, suelo de nadie.
Tus ubres lechosas y afelpadas
emanan pólvora, canela y clavo.
Tus soldaditos de plomo
disparan balas de amapola
y llenas el planeta de polen y cenizas.

A la del Centro,
postrada, invisible, delgada, mestiza.
Oquedad, llanto hecho sudor.
Tejes tus redes con hilos de cobre.
Atrapas peces de colores,
orugas y gusanillos.
Conserva tu inocencia,
crisálida sin alas,
espera tu parto sagrado
arrullada por madreselvas
y flautas encantadas.

A la del Sur.
Salvaje, vegetal y desangrada;
custodiada por silencios,
guerras, desapariciones.
Arrastras el pasado,
convertido en río de hiedras.
Sollozan tus cabellos
trenzados sin sendero.
Sobreviven la tierra y tu tez canela.
Cierras tus heridas con arcilla,
esperas la resurrección amasando metales
en medio de bosques y mares




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