viernes, 6 de febrero de 2015

VÍCTOR RAÚL JARAMILLO [14.733] Poeta de Colombia


Víctor Raúl Jaramillo  

Nació en Sonsón, Antioquia, Colombia, el 14 de junio de 1966. Filósofo de la Universidad de Antioquia, Licenciado en Educación de la Universidad Cooperativa de Colombia, Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha hecho estudios de pintura y música. Creador de un Consultorio Filosófico. Fundador del grupo de rock Reencarnación Con el que ha prensado tres demo-tapes: Dioses muertos (1987), Alucinógeno (1989), Planeta azul (1994). El L.P.: Reencarnación (1988). El E.P.: Acompáñame a la tumba (1988). Los C.D'S: Egipto (1996), Visiones terrenales (2000). Ha publicado los libros de poemas: Tatuajes de viento, 1992, Jornada de silencio, 1994; Lucifer el hermoso, 1997; Bajo el signo de Hermes, 1998; Alas para el escorpión, 1999. El libro de filosofía y estética: El vuelo del ancla, 1998. La tesis doctoral: Terapia dialógica: introducción al consultorio filosófico, 2000. La antología impropia: La reunión del solitario, 1999. Publicó como co-autor el libro de filosofía como medicina: La palabra detonante (2002). Editó una antología musicalizada de sus poemas en cassette (1998). Actualmente se desempeña como profesor y terapeuta.




Poemas del libro
Los peces tienen sed
 


REALIDAD HABITADA

Estar con el otro,
Adivinar su pena,
Contagiar la calma.

No lo otro 
Que es paisaje.

El otro,
Y su palabra quijotesca.

Su ser que interroga
Ante la humana condición
Que se abre paso
A través de lo que es uno
Y lo mismo
Y a la vez distinto.

Ese curso de aguas
En que navegan
El dios y su nada.

Existencia más que estancia.

Una realidad habitada.
(Una casa iluminada).





DISCURSO AMOROSO

Otra voz
Es lo que esperamos,
Sentados y sin reconocer
Que somos la voz misma.

Otra mano
Es lo que pedimos,
Sin observar la tierra ajada
Que nos sostiene.

Visión y bautismo,
Agua que nos lleva al dios,
A su canto 
Que es la suma de los cantos.

Otra palabra,
Otro lenguaje,
Otro ojo luminoso
Que nos advierte en la madrugada
De un día cualquiera
Sin permitir siquiera la plegaria.

¿Qué es lo que buscamos
Más allá de nosotros mismos,
Sino la imagen 
Que hemos dejado en el sueño?





INTUICIÓN Y PALABRA

De mis manos hablo,
Potencia,
Naves de alta mar.

Hago propias mis manos,
Nazco a ellas
En mi recién oír.

No desato la huída
Ni cierro la puerta.

Me hago cargo
Del mundo que habla,
Lo comprendo,
Le doy el sentido
Que otros no pueden.

De mi mano derecha
La palabra;
De mi mano izquierda
La intuición.

De su canto el canto,
De su altura el abismo.

Ahora voy como quien sabe,
Como quien ama,
Como quien ve al dios derrotado
Y lo abraza
Y le da una mano.


***********

COLUMNAS DE FUEGO 
DONDE SE PURIFICA EL AGUA

Acunados los antílopes
por la garra del tigre.

Quizá así tus muslos
y mi boca que te nombra.

Dos versiones de la furia,
gemelos que alguna vez estuvieron juntos.

Ahora ríos en otro paisaje.
Columnas de fuego
donde se purifica el agua.

Ven y atiende esta barca,
ven y consuela esta noche extrema.

Caída en el tiempo tu ausencia.
Desplomada bestia que implora salud.

No más que citar la ilusoria esperanza.
Acaso la vuelta a un primer abrazo.

Tal vez el día sea otro vacío
que el sol alumbra.
Y la nostalgia una manera más calcárea
de reconocer el paso con las monedas en los ojos.

Quizá el tiempo que imploro 
no sea más que una nada
que da forma a los cuerpos.

Y la voz una forma de olvido.





CARTA CON CIEN PÁJAROS

Soy luna, vacío.
Entro, tenue viento,
silencioso margen de luz.

A tu hora busco norte,
quebrada primavera, voz imperiosa.
De ti la rosa que también muere.

Asómate al límite,
dirige tu ojo, mediodía.

Salto o fuerza, navío,
ruta, fantasma del tiempo.
Todo concluye, mano, amor,
brisa truco del sur.

Ave vuela, aullido anuncia.
Tu pelo simula cascadas de jade.

Es otra mañana,
el canto brota,
veta, mirada danzando al llamado.

Qué decir de tu sonrisa,
qué de tu cadera amarilla.

atrás, del lado de la sangre,
turbión, ancla tejida vigorosa.
Hoy en tu pecho,
leche, conquista del mar.

Otro juego impera,
susurro a tu oído.
Lluvia, licor de miércoles.

Una veleta te nombra,
quizá el camino sea fiel.
Mas no dejes al viento tu acto.

Descansa ahora,
arremete al alba.
No es tarde para el beso.





CUANDO LLAMES HABRÁ UN GATO

Brida de tu aplomo,
vestigio, noche esperada.

A ti te nombro,
cubil, vientre, tarántula.
A ti te engullo,
danza, gesto, voz que nutre.

Ven, riégate.
Camina, conquista,
lluvia de otros soles.

Busca conmigo,
muerte, lago, serpiente.

Anuncia el grito,
sigue el bosque,
descuelga al ahorcado.

Otra brújula has traído.
Otro barco.

En tu boca, carga,
lunas desmesuradas.
En tu pecho, bebida.

Silencio anuda,
tras tu aliento el brillo.

Ven, acúname,
ora mi paso.

Mudez de tu mano, 
Conjúgame.
Verbo, manantial.

De luces nuevas tu arrollo.
Dame su señal.

En otros días,
campos arriesgados,
noches con prisa.

Ahora, serenidad.             





La quijada del súbdito
     
De nuevo convocados a la guerra estúpida que estremece la Tierra. Con la punta del siglo en el costado, cargando las muertes que otros nos dan de alimento. Los secuestros que anuncian la humanidad partida en pedazos, trastabillando bajo el dominio de una ráfaga de mentiras. Cobardía incendiaria que se instala en los rincones que la calle permite, mientras se contrabandea el ánimo, la libertad, la alegría. Hambruna desfigurada que corroe el camino de los vivos, el juego de los niños que brincan en las camas sangrantes donde agoniza la paz. El rugido ahuyenta el rebaño, las trompetas suenan sin que ningún profeta las anuncie. ¿Dónde crecen los espejos que nos muestran la luz que compartimos desde el principio? ¿dónde el milagro que nos asegura la continuación de nuestros hijos? Pero a quien podría doler esto, es sólo poesía, de la que no truena, de la que dejan olvidada los que toman la quijada para fracturar la cabeza de su hermano. Aquí vamos de la mano de la mierda que nos venden cada mañana. Cada día que pasa nos levantamos envueltos en farsas que nos niegan el centro, que nos alejan del alma. Ninguna razón nos da la magnitud del otro, su nerviosismo lo pone a bailar a la orilla de la realidad. El cuerpo plural de los días estalla y nadie lo reconoce, ningún signo, su voz ha caído, los ojos los han sacado; la calavera rueda por los pasillos del poder, mala señal; los súbditos corren en turba, alguien tropezará; los ángeles observan, llevan las cuentas; los demonios devoran, al fin y al cabo no todos los días nos atrevemos a la guerra del fin del mundo.

De Alas para el escorpión (1999)

   
   

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