viernes, 11 de julio de 2014

JOSÉ RIZAL [12.266]


José Rizal 

(FILIPINAS   1861-1896)

Hace más de ciento cincuenta años, el 19 de junio de 1861, nacía en Calambá (en la isla filipina de Luzón, entonces todavía española) José Rizal y Alonso, oftalmólogo, héroe de la independencia filipina, lingüista, historiador, pintor, naturalista y máximo representante de la literatura filipina escrita en castellano; un médico idealista que soñó con obtener por medios pacíficos reformas sociales y económicas para elevar la dignidad de su pueblo, y murió fusilado en Manila cuando tenía solo 35 años.

En 1878 ingresó en la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Manila para cursar los estudios de medicina y filosofía y letras, que continuó a partir de 1882 en Madrid. En 1885, ya en posesión de ambas licenciaturas, optó por marchar al extranjero para ampliar conocimientos y proseguir sus estudios médicos. En París, trabajó en la clínica del famoso oftalmólogo francoalemán Louis de Wecker, con quien aprendió la especialidad. Al año siguiente se estableció en Heidelberg, tradujo a Schiller y Goethe al castellano y al tagalo, y conoció a Virchow. En Alemania visitó también Leipzig y Berlín, donde el 21 de febrero de 1887 terminó su primera novela, Noli me tangere —escrita, como casi toda su obra literaria, en castellano—, en la que denunció los abusos de las órdenes religiosas y los gobernantes españoles.

En los años siguientes, prosiguió su periplo por Dresde, Praga, Viena, Núremberg, Múnich, Suiza, Italia, Marsella, China, Japón, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Bruselas, Madrid y Gante. Hasta que, en 1892, deseando estar más cerca de los suyos, se trasladó a vivir a Hong Kong, donde estableció un consultorio médico. Contra el consejo de sus familiares y amigos, regresó a Filipinas en 1892, tras haberse comprometido ante las autoridades españolas a no desarrollar actividades políticas en el Archipiélago. El 3 de julio fundó en Manila la Liga Filipina y cuatro días más tarde fue arrestado y desterrado a Dapitán, en la isla de Mindanao. En Mindanao, donde permanecerá desterrado cuatro largos años, Rizal ejerció la medicina de forma altruista; fundó un hospital y una escuela para los pobres; elaboró una gramática tagala comparada, hizo traducciones, escribió poesía, dibujó, talló esculturas y recogió especies animales nuevas o raras. En diciembre de 1896, acusado de haber tomado parte en un movimiento revolucionario, un tribunal militar lo declaró culpable y lo condenó a la pena capital. El 30 de diciembre, una descarga de fusilería acabó con la vida de este médico y poeta que clamó desesperadamente por la dignificación de su pueblo.

Por Fernando A. Navarro



A la juventud filipina

¡Alza su tersa frente,
Juventud Filipina, en este día!
¡Luce resplandeciente
Tu rica gallardía,
Bella esperanza de la patria mía!

Vuela, genio grandioso,
Y les infunde noble pensamiento,
Que lance vigoroso,
Más rápido que el viento,
Su mente virgen al glorioso asiento.

Baja con la luz grata
De las artes y ciencias a la arena,
Juventúd, y desata
La pesada cadena
Que tu genio poético encadena.

Ve que en la ardiente zona
Do moraron las sombras, el hispano
Esplendente corona,
Con pía sabia mano,
Ofrece al hijo de este suelo indiano.

Tú, que buscando subes,
En alas de tu rica fantasía,
Del Olimpo en las nubes
Tiernisima poesía
Más sabrosa que néctar y ambrosía.

Tú, de celeste acento,
Melodioso rival Filomena,
Que en variado concento
En la noche serena
Disipas del mortal la amarga pena.

Tú que la peña dura
Animas al impulso de tu mente,
Y la memoria pura
Del genio refulgente
Eternizas con genio prepotente.

Y tú, que el vario encanto
De Febo, amado del divino Apeles,
Y de natura el manto
Con mágicos pinceles
Trasladar al sencillo lienzo sueles.

¡Corred! que sacra llama
Del genio el lauro coronar espera,
Esparciendo la fama
Con trompa pregonera
El nombre del mortal por la ancha espera.

¡Día, día felice,
Filipinas gentil, para tu suelo!
¡Al Potente bendice
Que con amante anhelo
La ventura te envia y el consuelo!




Me piden versos

Piden que pulse la lira
Ha tiempo callada y rota:
Si ya no arranco una nota
Ni mi musa ya me inspira!
Balbuce fria y delira
Si la tortura mi mente;
Cuando rie solo miente;
Como miente su lamento:
Y es que en mi triste aislamiento
Mi alma ni goza ni siente.

Hubo un tiempo ... y es verdad!
Pero ya aquel tiempo huyo,
En que vate me llamo
La indulgencia a la amistad.
Ahora de aquella edad
El recuerdo apensas resta
Como quendan de una fiesta
Los misteriosos sonidos
Que retienen los oidos
Del bullicio de la orquesta.

Soy planta apenas crecida
Arrancada del Oriente,
Donde es perfume el ambiente,
Donde es un sueno la vida:
Patria que jamas se olvida!
Ensenaronme a cantar
Las aves, con su trinar;
Con su rumor, las cascadas;
Y en sus playas dilatadas,
Los murmurios de la mar.

Mientras en la infancia mia
Pude a su sol sonreir,
Dentro de mi pecho hervir
Volcan de fuego sentia;
Vate fui, porque queria
Con mis versos, con mi aliento,
Decir al rapido viento:
Vuela; su fama pregona!
Cantala de zona en zona;
De la tierra al firmamento!

La deje! ... mis patrios lares.
Arbol despojados y seco!
Ya no repiten el eco
De mis pasados cantares
Yo cruce los vastos mares
Ansiando cambiar de suerte,
Y mi locura no advierte
Que en vez del bien que buscaba,
El mar conmigo surcaba
El espectro de la muerte.

Toda mis hermosa ilusion,
Amor, entusiasmo, anhelo,
Alla quedan bajo el cielo
De tan florida región:
No pidais al corazon
Cantos de amor, que esta yerto;
Porque en medio del desierto
Donde discurro sin calma,
Siento que agoniza el alma
Y mi numen esta muerto.





Por la educación

La sabia educación, vital aliento
Infunde una virtud encantadora;
Ella eleva la Patria al alto asiento
De la gloria inmortal, deslumbradora,
Y cual de fresca brisa al soplo lento
Reverdece el matiz de flor odcra:
Tal la educación al ser humano
Bienhechora engrandece con larga mano.

Por ella sacrifica su existencia
El mortal y el placido reposo;
Por ella nacer vence el arte y la ciencia
Que ciñen al humano lauro hermoso:
Y cual del alto monte en la eminencia
Brota el puro raudal de arroyo undoso;
Así la educación da sin mesura
A la patria do mora paz segura.

Do sabia educación trono levanta
Lozana juventud robusta crece
Que subyuga el error con firme planta
Y con nobles ideas se engrandece:
Del vicio la cerviz ella quebranta;
Negro crimen ante ella palidece:
Ella domina bárbaras naciones,
Y de salvajes hace campeones.

Y cual el manantial que alimentando
Las plantas, los arbustos de la vega,
Su plácido caudal va derramando,
Y con bondoso afan constante riega
Las riberas do vase deslizando,
Y a la bella natura nada niega:
Tal al que sabia educación procura
Del honor se levanta hasta la lectura.

De sus labios las aguas cristalinas
De célica virtud sin cesar brotan,
Y de su fe las providas doctrinas
Del mal las fuerzas débiles agotan,
Que se estrellan cual olas blanquecinas
Que la playas inmóviles azotan:
Y aprenden con su ejemplo loas mortales
A trepar por las sendas celestiales.

En el pecho de miserios humanos
Ella enciende del bien la viva llama;
Al fiero criminal ata las manos,
Y el consuelo en los pechos fiel derrama.
Que buscan sus beneficos arcanos;
Y en el amor de bien su pecho inflama:
Y es la educación noble y cumplida
El bálsamo seguro de la vida.

Y cual peñón que elevase altanero
En medio da las ondas borrascosas
Al bramar del huracán y noto fiero,
Desprecia su furor y olas furiosas,
Que fatigadas del horror primero
Se retiran en calma temerosas;
Tal es el que sabia educación dirige
Las riendas de la patria invicto rige.

En zafiros estállense los hechos;
Tribútele la patria mil honores;
Pues de sus hijos en las nobles pechos
Transplanto la virtud lozanas flores;
Y en el amor del bien siempre deshechos
Verán los gobernantes y señores
Al noble pueblo que con fiel ventura
Cristiana educación siempre procura.

Y cual de rubio sol de la mañana
Vierten oro los rayos esplendentes,
Y cual la bella aurora de oro y grana
Esparce sus colores refulgentes;
Tal noche instrucción, ofrece ufana
De virtud el placer a los vivientes,
Y ella a nuestra cara patria ilustre
Inmortal esplendor e ilustre.


La mayor parte de los poemas de la época de madurez de Rizal fueron compuestos durante los años de su destierro en Dapitán, entre 1892 y 1896. En esta isla y en ese breve periodo creó una escuela para niños, ejerció la medicina, puso un negocio y prosiguió con sus investigaciones en distintos campos del conocimiento (historia natural y filología, entre otros). Uno de sus poemas mas señalados de esa época de destierro es el «Canto del viajero», donde expresaba sus sentimientos más lúgubres. De 1895 fue «Mi retiro» que, según la tradición, fue compuesto sobre unas formaciones rocosas sobre el mar en su finca de Dapitán. Este sereno poema está dedicado a su madre.
En 1896, cuando fue sometido a consejo de guerra, el fiscal utilizó como prueba en contra de Rizal la segunda estrofa de un inocente poema que este había compuesto en octubre de 1895 para sus alumnos, buscándole un significado sedicioso del que carecía:


Somos niños, pues tarde nacimos,
mas el alma tenemos lozana,
y hombres fuertes seremos mañana
que sabrán sus familias guardar.

Somos niños que nada intimida:
Ni las olas, ni el baguio, ni el trueno;
pronto el brazo y el rostro sereno,
en el trance sabremos luchar


Y de nuevo, en la quinta estrofa, donde según explicó Rizal se refería a los
preparativos ante un inminente ataque de gentes de Moro a Dapitán, el fiscal «leyó» la instigación a la revolución:


Nuestros brazos manejan a un tiempo
El cuchillo, la pluma, la azada,
La piqueta, el fusil y la espada,
compañeros del fuerte varón.


Obligada es en Manila la visita a la zona denominada «Intramuros», es decir, al lugar que constituía el corazón de la ciudad colonial española. Casi todo está en ruinas, como consecuencia de los combates y demoliciones que condujeron a la liberación de Manila de sus ocupantes nipones. No obstante, se conserva integra la celda en la que el héroe nacional filipino José Rizal –equivalente al cubano José Martí– pasó las últimas horas antes de ser fusilado por soldados colonialistas españoles. En 1996 se cumplió el centenario de su muerte y este año se ha reactualizado con motivo de la efemérides de 1898. Todo el trayecto –de unos quinientos metros– que recorrió Rizal desde la celda-capilla hasta el muro, donde se le fusiló, está señalado en el suelo por laminas de latón bañadas de oro que representan sus pasos. Con la debida perspectiva histórica, resalta no sólo lo execrable del crimen cometido con la ejecución de Rizal, sino el tremendo error político que supuso la brutal decisión del general Polavieja. Rizal no era entonces independentista sino autonomista, y en él podría haberse apoyado una solución política del problema de Filipinas similar a la que lograron los británicos en sus dominios de las geográficamente próximas Australia y Nueva Zelanda. A ello alude, en forma un poco simplista, Manuel Leguineche en su obra Filipinas es mi jardín, denunciadora de la dictadura conyugal de Ferdinand e Imelda Marcos. Según Leguineche, «En cualquier ciudad que se precie debe haber una gallera, un campo de béisbol, un estadio para elegir misses y celebrar mítines, las dos grandes pasiones nacionales, y una estatua de don José Rizal. A los más nacionalistas, esa rizalomanía no dejaba de parecerles desproporcionada; al fin y al cabo Rizal era un reformista, ansiaba ser español y los ultras no le dejaron.» Aunque Leguineche acierta en su acusación a los ultras, es simplista calificar a Rizal de meramente reformista.

Lo era, quizás, en aquella etapa pero es evidente que su odio al colonialismo español, y la incesante campaña contra él que realizaron los colonialistas más reaccionarios, le habrían conducido gradualmente hacia posiciones independentistas. Estas ya se adivinan en sus obras Nole me tangere y El filibusterismo, que contienen durísimas críticas a los frailes españoles y a la burguesía criolla colaboracionista con el colonialismo español. En todo caso, José Rizal fue el más abnegado y entusiasta difusor de la lengua y de la cultura española en Filipinas. Todas sus grandes obras literarias las escribió en español, tanto en poesía como en prosa. Es una vergüenza que sus grandes novelas Nole me tangere y El Filibusterismo, escritas en español, sólo las pude comprar traducidas al inglés, en la mesa expositoria de libros de Rizal que estaba próxima a su celda-capilla. No debe olvidarse que la lengua española ha sido prácticamente erradicada del archipiélago filipino. Ahora sólo se habla en inglés y tagalo. De ello es significativo el hecho de que, comiendo en un restaurante de Manila, se nos acercó un trío de cantantes que cantaba canciones españolas. Al dirigirnos a ellos en español, comprobamos que desconocían nuestra lengua y que cantaban en español exclusivamente de memoria. 

El último poema de Rizal, titulado «Mi último adiós», escrito en español en la celda-capilla, en 1896, dice:

¡Adiós, Patria adorada, región del sol querida, 
Perla del Mar de Oriente, nuestro perdido Edén! 
A darte voy alegre la triste, mustia vida, 
Y fuera más brillante, más fresca, más florida 
También por ti la diera, la diera por tu bien.

En campos de batalla, luchando con delirio, 
Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar; 
El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio, 
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio, 
Lo mismo es si lo piden la Patria y el hogar.

Yo muero cuando veo que el cielo se colora 
Y al fin anuncia el día, tras lóbrego capuz: 
Si grana necesitas para teñir tu aurora, 
Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora 
Y dórela un reflejo de su naciente luz.

Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente, 
Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor, 
Fueron el verte un día, joya del Mar de Oriente, 
Secos los negros ojos, alta la tersa frente 
Sin ceño, sin arrugas, sin mancha de rubor.

Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo, 
¡Salud te grita el alma que pronto ha de partir! 
¡Salud! ah, que es hermoso caer por darte vuelo, 
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo, 
Y en tu encantada tierra la Eternidad dormir

Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día 
Entre la espesa yerba sencilla, humilde flor, 
Acércala a tus labios y besa el alma mía, 
Y sienta yo en mi frente, bajo la tumba fría 
De tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.

Deja a la luna verme con luz tranquila y suave, 
Deja que el alba envíe su resplandor fugaz, 
Deja gemir al viento con su murmullo grave, 
Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave, 
Deja que el ave entone su cántico de paz.

Deja que el sol, ardiendo, las lluvias evapore 
Y al cielo tornen puras, con mi clamor en pos, 
Deja que un ser amigo mi fin temprano llore 
Y en las serenas tardes, cuando por mí alguien ore 
Ora también, ¡oh Patria, por mi descanso a Dios!

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, 
Por cuantos padecieron tormento sin igual, 
Por nuestras pobres madres, que gimen su amargura, 
Por huérfanos y viudas, por presos en tortura 
Y ora por ti que veas su redención final.

Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio 
Y solo los muertos queden velando allí, 
No turbes su reposo, no turbes el misterio, 
Tal vez acordes oigas de cítara o salterio, 
Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.

Y cuando ya mi tumba de todos olvidada 
No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar, 
Deja que la are el hombre, la esparza con la azada, 
Y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada, 
El polvo de tu alfombra que vayan a formar.

Entonces nada importa me pongas en olvido, 
Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré, 
Vibrante y limpia nota seré para tu oído, 
Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido 
Constante repitiendo la esencia de mi fe.

Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores, 
Querida Filipinas, oye el postrer adiós, 
Ahí te dejo todo, mis padres, mis amores, 
Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores, 
Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.

Adiós padres y hermanos, trozos del alma mía, 
Amigos de la infancia, en el perdido hogar, 
Dad gracias que descanso del fatigoso día, 
¡Adiós dulce extranjera, mi amiga, mi alegría! 
¡Adiós queridos seres, morir es descansar!

Es indudable que, con este impresionante último poema, José Rizal alcanzó las más altas cimas de la lírica en lengua española, y que su lugar en el acervo cultural hispánico es parangonable al alcanzado por José Martí con sus poemas. Es muy de lamentar que la gran aportación realizada por José Rizal al desarrollo literario de la lengua española, no haya permitido que en su patria, las islas Filipinas, tras de su desaparición se perdiese la bella lengua española, mientras que en la patria de José Martí siga plenamente pujante. En ese sentido no puede olvidarse que, durante la ocupación norteamericana de Filipinas, no sólo no se hizo nada para conservar el vehículo de cultura que constituía le lengua española, sino que las nuevas autoridades coloniales se esforzaron por asegurar la hegemonía de la lengua inglesa. Sin embargo, sería muy simplista atribuir la erradicación de la lengua española exclusivamente a la presión yanqui. De hecho, cuando ocuparon las tropas norteamericanas el archipiélago filipino, sólo hablaban en español el diez por ciento de los filipinos. En contraste a lo sucedido en Hispanoamérica, los españoles no se esforzaron en difundir la denominada lengua del Imperio, según la conocida expresión de Nebrija, ya que los frailes españoles prefirieron, tras duro aprendizaje, predicar en tagalo en lugar de hacerlo en su propia lengua española. A su vez la burguesía criolla, de ascendencia hispánica o mestiza, adoptó la posición aristocratizante de impedir que la lengua española se difundiese entre la masa de la población de habla tagala. Así podían sentirse superiores a la gran masa de la población que seguía utilizando el tagalo para comunicarse. Es de esperar que la labor, todavía reciente, del Instituto Cervantes en Manila permita, con el tiempo, una cierta recuperación de nuestra lengua y cultura en Filipinas.»









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