martes, 7 de enero de 2014

HUGO MORALES SOLÁ [10.816]

hugo Morales

Hugo Morales Solá 

Nació en Tucumán (Argentina) en 1955. Se inició en el periodismo en 1980. Fue redactor y columnista en diarios y revistas de Tucumán y periodista en diferentes radios y canales de televisión de esta provincia. Escribe libros biográficos de diferentes personalidades políticas, sociales y culturales de la provincia y el noroeste argentino, así como investigaciones históricas de diversa naturaleza. Es poeta y publica sus poemas en las redes sociales y en diferentes programas culturales de la provincia y de otros países, además de su blog personal (El Mirador). Es autor de la novela Caza de Altura y actualmente trabaja en su segunda novela.





América, ¿dónde te has ido?

El largo beso del sol orada la tierra reseca,
agrieta su sed.
Los océanos se agazapan, 
bullen en el invernáculo global.
Polos y glaciares se desangran. Los mares se sublevan.
Tú y yo miramos como si no fuéramos.

La nieve petrifica el Amazonas
y la jungla se levanta impune
en el Ártico como en el Antártico.
Sobre el acantilado de sombras
han subido las aguas de Kamchatka,
han llegado a crear el mar de los Andes.
Una colosal pampa de agua salada
ondula con las últimas corrientes marinas.

Los océanos se han fundido 
y habito solo en la isla patagónica.
Remo sobre el vuelo de los cóndores
y los delfines danzan sobre las coronas 
desheladas del Aconcagua.

Los hombres son peces desterrados.
Han vuelto al agua, a los orígenes de la pulsión vital.
Pero no habrá otro bing bang, ni otro soplo de vida.
El universo es una flecha rota, sin rumbo y sin conciencia.
Aroma de asfalto y un paisaje de alelíes
penetran por la ventana del recuerdo de mi casa.
Sólo veo chozas flotando y un cardumen de hombres
que respiran por sus branquias.

Ya no están mis amigos de pulmones rosados,
ni el sanguinolento plumaje de los flamencos de Atacama.
Las mujeres desovan en las gargantas del mar 
y sus pechos turgentes son dos lágrimas blancas 
que se hunden en el vacío.

Me dejo llevar por las olas
y floto sobre la corriente del Mato Grosso.
El Amazonas desagua desde abajo del océano
y su selva y sus pantanales son junglas de algas.
Un colibrí busca su flor debajo de las aguas,
sacude sus alas invisibles hasta morir 
y busca en el cielo al sol callado.
Hay un silencio de peces en la algaba, 
donde antes gobernaba el griterío de mil voces. 
América, me digo, está perdida, sumergida
por el caldero planetario, por la estatura de los mares.

Navego a tientas, como un marinero desbrujulado.
Siento tus pasos detrás de mí y huelo todavía
aroma de azahares submarinos.
Me pregunto: ¿qué será del planeta sin América?
Miro el perpetuo rojizo del cielo:
es el atardecer de un día que no oscurece nunca 
y recuerdo la luna en este inmenso cráter de ausencia.
¿Y las mareas? ¿quién agitará las aguas y
quién traerá las ballenas y orientará a las gaviotas
en la quietud de este universal estanque?

Miro más allá, hacia lo que fue el norte. 
No aparece el cuello continental.
¿Dónde quedó ese diminuto canal 
que unía jactanciosamente los océanos?
¿Dónde quedó el omnímodo poder de los americanos? 
Todavía ondean en las olas
los restos de las ciudades del miedo y el desprecio
sobre las que se levantara el dominio de los poderosos.

Tú estás aquí, a mi lado, 
como cuando nos amábamos en tierra firme, 
entre las penumbras de las sábanas,
y podíamos disfrutar de aquellos pasos inseparables
y la mirada tierna de los hijos, mientras el cerro
se derramaba sobre nuestras espaldas.

Se acerca una playa.
No hay arenas ni bosques ni montañas.
El mar se cuela en la urbe que rasguñan las olas.
De pie, majestuosa, se siente el ojo del mundo.
Allí se refugian los que infectaron los cielos y la tierra,
los que encapsularon de gas al planeta y derritieron
los glaciares como un hielo en el whisky.
Borrachos de poder, se olvidaron de la muerte.
Nosotros estamos muertos. Ellos están vivos. Todavía.








Ingravidez

Te desnudo con las palabras,
con susurros de papel.
Son salmos de amor
que sobre tu piel caen,
se deslizan suavemente,
se deshojan y te visten de versos.
Son presagios de instintos
que corren por tu cuerpo.
Como un arroyo de ternura,
crecen desde tu boca
y desaguan en la espesura de tu asombro.
Son dos gotas de este poema
que ruedan cuesta abajo,
entre la curvatura de tu exaltación
y la quietud de este deseo desgajándose en gemidos.
Levitas en el aire, como pétalos de suspiros
y es tan ingrávida y deletérea la felicidad
que nada sigue, nada vuelve. Como la eternidad.
Apenas te suspende la respiración de la noche,
aunque estés afuera de su marcha hacia la luz,
porque de marfil es ahora el tiempo
y de ébano tus ojos lustrosos y sin memoria.
Si te sonrojas, 
caeremos sin remedio
de esta breve inmortalidad.
No vuelvas al barro de los dolores.
Quedémonos aquí,
como un recuerdo de lo que seremos.







Vuelvo

Sabes a la lágrima de los sauces sobre el río.
Suenas como el silbido de los álamos de la tarde,
como el bramido del tiempo sobre la memoria.
Hueles al aroma cruzado de dos nostalgias,
a los almendros de la noche.
Me habitas como un eco de la infancia,
como una semilla que guardarán los frutos.
Me inundas como un viento de estambres
sobre el pistilo de los alelíes.
Tu presencia es inmensa como una luna de altamar.
Y vuelvo. Siempre vuelvo, 
como vuelve sin remedio 
el silencio de los pájaros del atardecer.






Poemario: "Espejos"

Los espejos que te miraban
preguntan por tu silencio.
Preguntan dónde están tus ojos pardos,
como la tierra reseca del invierno.
Preguntan qué fue de tu risa,
agitadora de todos mis sentidos.
Yo los miro y les digo,
mirándome fijamente a los ojos,
que prefieres al tajo de la noche oscura,
que habitas en la lágrima de una angustia.
Ellos dicen que volverás pendiendo de
un suspiro leve como la bruma amanecida.
Que volverás cuando dos gotas
de rayo de luna surquen tus pasos sin luz.
De qué sombras estará hecha tu figura,
de cuántos anocheceres se enmascaró tu sonrisa.
Si me dices que la esperanza es destejer
lo tejido y volver a empezar cada día,
te diré que los espejos no son Penélope
ni tú Odiseo y abandonarás su memoria.
Yo, en cambio, seguiré buscando
tu imagen de cristal
hasta que aparezcas de nuevo,
como un fantasma de silicio.







Poemario: "Sin cielo"

Pisas el hielo de otros inviernos,
pero tus pies sienten el frío de la distancia.
Tus ojos lloran el llanto de otras sombras,
pero tus lágrimas se entierran en las ausencias
que te siguieron sin remedio.

Hay tantos cielos en el cielo
y no perteneces a ninguno.
Hay tantas tierras en la tierra
y flotas en el aire de nadie.
Vives aquí y sueñas allá.

Te has vuelto un ser del viento
de raíces etéreas casi irreales,
un extranjero de tu propia carne.
Piensas aquí y sientes allá.

Tus amores tienen dos riberas:
la de las pasiones viejas, que quedaron
en el puerto de aquella despedida
y la de las ternuras nuevas, que te salvaron
del cadalso de tantas soledades.
Lloras aquí y ríes allá.

Tu poesía está rota, rasgada de silencios,
de silencios que saben a destierro,
del destierro vertical que ahoga tus días,
por donde respira el dolor del naufragio.
El corazón se contrae aquí y se dilata allá.

De una orilla a la otra, 
cruzas incansablemente la nostalgia.
Los amigos de aquí y de allá,
las dos playas de tus amores:
ésa es la verdadera patria,
ciudadano en fuga.







Poemario: "Cenizas"

Un coágulo de sombra
puede apagar la belleza de la luz.
Hay un niño sin carne,
un niño de huesos
que llora con su estómago de aire.
Hay un niño feliz,
que ríe la saciedad de su inocencia.
Almas gemelas, vidas extremas.
El cielo las une, la tierra las divide.
Una muere para que la otra viva.
Un coágulo de sombra
puede apagar la belleza de la luz.
Hay un hombre que muere
porque pudo ser feliz.
Hay otro que muere
porque no pudo saber que vivió.
Un coágulo de sombra
puede apagar la belleza de la luz.
Hay un niño que cuelga
de su moco la belleza.
Hay otro que ríe su tristeza
desde un iPad.
Un coágulo de sombra
puede apagar la belleza de la luz.
Hay humo de tu dolor
que sube al cielo.
Mañana será lluvia de cenizas
que se esparcirá sobre
la justicia y la injusticia.
Un coágulo de sombra
puede apagar la belleza de la luz.




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