lunes, 13 de abril de 2015

ANACLETO OLÓ MIBUY [15.581]


ANACLETO OLÓ MIBUY

Guinea Ecuatorial

ANACLETO OLÓ MIBUY, POETA Y MÁRTIR

Por Joaquín Mbomío Bacheng

Sus antiguos alumnos le siguen llamando “el profe” porque Anacleto Oló Mibuy forma parte del reducido núcleo de inteléctuales guineohispanos que han dejado una huella indeleble en el escenario sociocultural guineoecuatoriano. Menos conocido en los medios internacionales Oló Mibuy es sin embargo una de las plumas que brillan en Guinea, artífice también de este renacimiento cultural de los años ochenta. Decenio que podría muy bien calificarse de “periódo de ilustración guineana”, período marcado por la presencia concomitante en el suelo patrio de las principales mentes pensantes y creadoras del momento, el escultor Leandro Mbomio Nsue, el profesor Constantino Ocha’a Nvé, el poeta Juan Balboa Boneke, la universitaria Trinidad Morgades Besari, el lírico Ciriaco Bokesa Napo, estos y otros de menos relieve son los que inician una larga labor de “reajuste cultural” que consiste en la recuperación de los valores culturales Áfricanos para actualizarlos en el modernismo

El visionario

Esa acción cultural de renacimiento nacional y renovación sociopolítica se acompaña de una toma de conciencia del guineano como portador y representante de la comunidad hispánica en el continente Áfricano. De allí surge el concepto que define la teoría guineoecuatoriana del afro-ibero-americanismo. Un postulado que cobra realidad en el Primer Congreso Internacional Hispánico-Áfricano, celebrado en Bata en 1984, que reúne en Guinea Ecuatorial a toda la familia hispánica, con delegaciones llegadas del continente Áfricano, de la Peninsula Ibérica y de América Latina. Este evento, de honda repercusíón histórica y de audiencia tricontinental, culmina con el reconocimiento de Guinea Ecuatorial como punto de anclaje del mundo hispano en sus tres vertientes, ibérica, Áfricana y latinoamericana. Aunque, en el marco político, el que se arropa del éxito de este evento afroiberoamericano es el ministro de cultura de entonces, Leandro Mbomío, el inspirador, el ideólogo, el diseñador de esa construccíón intelectual de renacimiento Áfricano en la negritud hispana es Anacleto Oló Mibuy. Oló Mibuy quien marca la pauta de este proceso integrador del mundo bantú en el universo hispano con un artículo publicado en África 2000 (Num. 5, Año III, Epoca II) dedicándose al espacio hispanófono en África.

Para Oló Mibuy, la pérdida de la hegemonia europea en el marco de la administración central Áfricana no se traduce necesariamente por el rechazo total de los valores aportados. Todo lo contrario, tras el justo reconocimiento por parte de las diferentes metrópolis de las independencias Áfricanas, el Áfricano, hecho hombre libre, tras superar su experiencia colonial, luego de experimentar también el peso de la responsabilidad que le incumbe en el concierto de naciones, se encuentra de nuevo en condiciones de reiniciar un diálogo de mutuo enriquecimiento con su antiguo colonizador. En este sentido Anacleto escribe: “Mirando hacia atrás, estamos contemplando nuestras sociedades desde un dinamsmo intríseco que ha cambiado de uso; ha transformado creencias e instituciones; ha introducido sistemas nuevos y, hoy más que nuca se están vehiculando ideologías y modelo de sociedades que difícilmente pertenecen a alguien. Europa nos ha dado en ese sentido una lección ilustrativa, en la medida en que supo sumir su realidad histórica y, sobre todo, en la medida en que supo vigorizar la propia cultura con aportes exteriores, …”. Este diálogo se sitúa esta vez, para Oló Mibuy, en un marco condicionado por los instrumentos modernos de la cooperación internacional como sigue escribiendo: “La realidad es que existe un África Francófona que une todo el mundo francófono a través de acciones de cooperación que engloba todos los aspectos, todos los sectores con una sutileza impresionante; pues el ideal de la francofonía supera todos los límites, genera nuevos espacios de solidaridad que no dan lugar a planteamientos nacionalistas o a sentimientos anticolonialistas de los años 60. Existe un África anglófona que reagrupa a los países de lengua inglesa y se extiende por todo el mundo a través de la Commonwealth, una institución tan potente que indirectamente presenta un mundo, una mentalidad concordante disperso por todos los continentes…“.

Un proceso armonizado también por supuestos históricos resultantes del largo intercambio interhumano de enfrentamientos, choques culturales, intereses divergentes y ambiciones diferentes. De allí la aparición de bloques euroÁfricanos de proyección postcolonial acorde con realidades supraregionales y lingüísticas, la Commonwealth y la Francofonía. Son ejemplos que se destacan de esa dinámica. En el caso de Guinea Ecuatorial, Oló Mibuy aboga por un espacio hispano en África, siendo Guinea Ecuatorial el trampolin natural de España en el continente negro, en un marco que abarca todo el contexto afropeninsular. Es decir, icluyendo Portugal y los países lusófonos. Y lo presenta de esta manera: “Un espacio hispánico o afroibérico tiene cabida por las mismas razones históricas. La contribución de la Península Ibérica al conocimiento de nuevos mundos es tan incuestionable que la referencia constante si impone, al mismo tiempo que exige la asunción de responsabilidades y de cierto orgullo de haber, accidentalmente, unido la Áfricanidad y la hispanidad, cimientos de un espacio Afro-Ibero-Americano mucho más vasto, más rico y más compenetrante, debido al particular encuentro entre las culturas… Cine Áfricano, radio y televisión, unen fuertemente al mundo francófono, incluido el Canadá y Caribe; la conferencia Franco-Áfricana de Jefes de Estado, etc., amén de otros tipos de cooperación multisectorial y político entre África, Europa, América y el Océano Indico… Mientras, el espacio Afro-Ibérico sigue lamentablemente ausente en África. Si a Portugal y España se le ocurre un día llenar el vacio con sus homólogos Áfricanos, tienen un camino ya hecho y un ejemplo a seguir. El caso contrario sepultaría una historia común y unas soberanías particulares acalladas en África con su especial manera de aportar su experiencia al desarrollo del Continente…”.

En otras palabras, se podría afirmar, con poco margen de error, que la entrada reciente de Guinea Ecuatorial en el espacio lusófono es una proyección que se viene manejando desde hace mucho tiempo en Guinea Ecuatorial. Ya lo teorizó y lo escribió Anacleto Oló Mibuy hace casi un cuarto de siglo.

El hombre del sincretismo

Religioso y pagano, culto y salvaje, revolucionario y conservador, creyente y ateo, párroco en los Alpes, en Friburgo (Suiza) donde se formó, evangelizador en Ndjiacokom (Guinea) donde predica todos los domingos, Ancleto Oló Mibuy es el hombre del sincretismo, de la sintesis. Es el típico personaje salido de la comedia del arte guineano, porque Anacleto podría arroparse con los personajes del “El párroco de niefang”, un cuento también típicamente guineano, ya que Oló Mibuy tiene la sensibilidad del frágil padre Gabriel, posee la académica ilustración del brillante padre Matanga, maneja gustos de consumo a la manera del padre Nkang Nzama en sus compras cotidianas en el mercado de mendoasi (Bata). A veces, Anacleto huye también del sexo femenino, como su homónimo de la novela, el catequista de Edum, que practica la abstención de la concupiscencia. Este es Anacletín (para los familiares), una inspiración iluminada, un soplo del tiempo, un hombre de su época, una buena revelación aparecida en mal tiempo, siempre capeando el temporal, con esse temple fuerte, un optimismo bestial, salido de la selva fang, capaz de dañar el mal asustando también al bien. Porque Oló Mibuy es un hombre polifacético, políglota, habla fang, ndowe (combe), castellano, francés, inglés, pidjin y alemán. Puesto en Guinea, Anacleto Oló Mibuy es un hombre imposible porque es, él sólo, todo una empresa magnífica, atemporal y de geometría variable. Una empresa humana con una mecánica perfectamente encajada, cuyas piezas de recambio sólo se encuentran en centrales sofisticados localizados en espacios de alta gracitación mental. Porque Anacletín es, como decimos en Guinea, un intelectual. Le gusta la ópera, cantada o pagana. Su espíritu religioso le incita a la celebración de los grandes autos, como en Madrid, como en Toledo, como en Sevilla. Siempre con la cruz en la mano, en nombre del que manda. Porque Oló Mibuy nació en aquellas tierras de fervor, de lucha anticolonial, cerca de Afanegui, y de devoción católica, no lejos de Nkue Efulan, allí donde nació un Santo de Guinea, Beato José Sí Esono, que en vida practicó entre los suyos el apostolado de la tranca.
Este sincretismo específico, guineano, guieoecuatoriano, es el que encarna Anacleto Oló Mibuy.

El poeta

Difícilmente se podría asimilar el sentimiento profundo, la experiencia vital, que vehicula el verbo poético muy cargado de Oló Mibuy, cuya significación trasciende el simple acto literario del proprio poeta, autor de su obra. Para ello es necesario una aproximación, una iniciación como una andadura para conocer la geografía de la patria chica del autor. Anacleto es un hombre de su pueblo, por eso es un poeta nato y por eso también escribe como respira, de forma normal, natural, su escritura brota de la tierra como una planta, pura, pulcra, fresca, dulce, limpia, nítida y espontánea. Sus versos no son cálculos de letras ni ecuaciones de silogismos, son espasmos de vida que sacuden todo su ser, son gotas de sudor que rezuman todo su cuerpo, siempre expuesto bajo el sol tropical de su selva ecuatorial. A veces trasnochado, trasplantado, apátrido, huérfano y solo, Anacleto escupe sus palabras y esculpe su obra con experiencias reales de su vida, penas frustradas salidas de su interioridad. En ese sentido, la poesía de Oló Mibuy es existencialista porque canta lo que existe, lo que sufre, su Guinea, incluso en la muerte. Con un padre inexistente.


Con el título de Gritos de libertad y de esperanza, reunió en 1987 sus poemas más significativos el antropólogo guineano Anacleto Olo Mibuy (1951), impulsor de la identidad bantú y propagador del afroiberoamericanismo. Su obra expresa el sufrimiento de su pueblo bajo el azote de una dictadura cruel.



LA VOZ DE LOS OPRIMIDOS

Mis poesías serán leídas un día,
debajo de mis árboles,
sin techos ni barnices de aire.

Será la vieja acurrucada
con su cestón de memorias iletradas.

Leerán los árboles fingidos
de muertos injustos,
y la tierra se moverá espesando
la melancolía de un nuevo sol.

En las tumbas se alzarán
esqueletos de negros invisibles
sentados en su banco de condenados.

Entonces mi poesía acusará
pondrá en cada boca de hueso, la sentencia
y el látigo macabro de penitencia.

Se levantarán todos los muertos
y los huérfanos tullidos de miseria;
algún dedo de papel aplastado
señalará entre los vivos de la historia
el asesino de la Libertad.

Allí se leerá mi poesía fúnebre
y mis líneas de Libertad cruel,
cantarán las gestas sepultadas
en cada flor y en cada árbol.

Muertos y vivos de corazón arañado
de cualquier negra injusticia,
mis poesías llamarán a la resurrección
con la voz de los que no la tuvieron,
con la voz de los oprimidos.

Antología de la literatura guineana, 1984.




Morir en el Exilio

(A Alberto OBAMA muerto en Madrid esperando, soñando, sufriendo)

Padre:
Ha muerto un guineano más.
No importa sexo, tribu,
circunstancias, lugar.
Ha muerto. Guineano,
hermano, paisano
que se apaga en un día
-y como todos-
con la marea del exilio;
con la soga de la nostalgia.
Y… mueren para no volver
ni a Guinea ni a la miseria.
Y… mueren para no vivir
la vida que no viven,
mientras la noche
el exilio indefenso
la pena y el dolor,
se miran mutuamente
de invierno en invierno,
entre sonrisa y sonrisa.
Que Dios acoja a los que se van…
A los que se van sin despedirse,
nide sus padres muertos en Guinea,
ni de sus ríos y bosques…
Y que la muerte de los muertos
no viole la muerte de los vivos.




Poeta fecundo y lleno de inspiración, Anacleto se nutre de la maleza del bosque que configuró su entorno circundante durante su infancia, la selva virgen y su vegetación exuberante. Un frondoso follaje verdosos donde todo sale y crece como una abundante inspiración de permanente creación. Porque Oló Mibuy nació en el país fang de la rama Ntumu, en un espacio dominado por cuatro tribus, como los cuatro evangelistas denominados también por la letra “E”: Esamongón, Esandón, Esambira, y Esakunan. Una concentración humana en el fondo de la selva que clama su existencia también a los cuatro vientos, porque el país de Anacleto, su patria chica, es un pueblo de voceadores y cuna de artistas. Maele y Barón ya Buk-lu, dos de los máximos exponentes del canto guineoecuatoriano, figuran en el libro de familia de Anacletin, sesgo cultural donde todos manan en la misma fuente de inspiración. Por eso los versos de Anacletin son melodiosos, porque su familia canta y toda la Guinea baila.




Mis Hijos

Todo está aquí, para esconder sus cejas
en la mente de la noche al fracaso del sol.
oscura, como el ébano
de tus bosques…
El solse levanta cansado
de su alcoba de barro.
Todo está quieto Los pucheros se llenan
en las orilla de todas de lágrimas piadosas.
las esperanzas,
desplumando, com ansia, Porque todo está aquí
todas las frustraciones. En la quietud de los días,
sobornando lentamente
las hojas de la esperanza.
Todo duerme como el invierno dime que esas manos
seco del Ecuador, como las otras,
en una cama de polvo mis hermanos del aire
y gravillas rojas… y del cosmos,
Todo el cielo azul somos los dueños de mañana
se cubre todas las tardes sin la sombra de ayer.




Artista bohemio, poeta errante, que grita libertad, siempre de viaje incluso en su casa, Anacletin viene de esta parte de Guinea, de la zona continental de Río Muni, que desde Niefang se designa Ntem-osi, de allí se llega a Kie-osi hasta las tierras de Akonangui de Akamayong, y, se puede seguir caminando atravesando fronteras hasta los bosques de Kribi en Camerún. El verdadero pueblo de Oló Mibuy se llama Cuatro Caminos, en Madrid, por esos caminos se llega a Roma porque Anacletin estudió también teología. Pero desde Kribi bajando por la playa se llega a Bikombé, se atraviesa de nuevo la frontera del Campo, por el litoral riomunense, se llega hasta Bata, el espacio íntimo de Anacletín, ahí se encuentra su alma playera. Allí celebra su próprio reencuentro, la unidad de su ente personal esparcido en los cuatro puntos cardinales. Es el hombre de las orillas y de las riberas. Su espacio vital es el espejo fluvial; la mar de Bata, los ríos de Guinea, el Ekucu, el Utonde, el Nvia, el Wele, los saltos de Yengüe, las cataratas de Sendje, los manantiales de Mbini. Una vez el poeta llegó al borde del río Mumu y echó sus pétalos al agua.




Al Río Mumu

Me encontraron verde;
y verde me sentí mustio
en la soledad de la tarde
mirando el sueño del río.
Río de olas tristes.
Tristezas ahogadas del día.
El río se duerme
en su melancolía,
sin vientos ni hombres.
Mi río azul se hizo verde
con su losa muda.
Se hizo vivo en la noche
mientras todo dormitaba.
Río Mumu, Río Mumu.
Testigo de infancias agitadas.
Corre, guardando aguas
en la alcoba de la tribu.



El Literato

Como se deja ver en su arte poética, Anacleto Oló Mibuy tiene una imaginación desbordante, no necesita meditar para escribir, todo le sale de la mano como un chorro sin discontinuar. Este autor nació com la pluma bajo el brazo. Oló Mibuy escribe como vive, como viste y como come. Como su imaginación, su pluma también se le va de la mano y crea un universo que trasciende su autor. Por eso la obra de Anacleto es pública, colectiva, fruto de sus selva, para todos, puesta a la disposición de la comunidad, como el bosque tropical. Porque el edificio literario de este escritor guineano es vegetal. Se nutre de la savia que fluye en nuestra corteza de tallo afro-bantú.

Catalogándole en el marco de las escrituras guineanas, Anacleto Oló Mibuy forma parte de lo que puede denominarse “la Corriente Hispana o Castellana”, junto a otros nombres prestigiosos de las letras guineanas que corresponden a esa corriente, como Donato Ndongo Bidyogo (“Las tinieblas de tu memoria negra”, 1987); Justo Bolekia Boleká (“Löbëla”, 1999); Francisco Zamora Loboch (“Cómo ser negro y no morir en Aravaca”, 1994); Raquel Ilonbé (“Leyendas guineanas”, 1981); Juan Balboa Boneke (“O boriba – El exiliado”, 1982); Marcelo Ensema (“Elegía en piedra”, 1967); Ciriaco Bokesa Napo (“Voces de espumas”, 1987); Carlos Nsué Otong (“Balbuceos y otros poemas”, 2008).

En la literatura guineana contemporánea, la corriente hispana o castellana la componen personalidades cuyas obras se inspiran y se sitúan en el contexto cultural hispano, valorando su aportación (la lengua y la cultura), poco importa si el tópico tratado es africano. En el marco formal son escritores que buscan la pureza castellana, se evita al máximo el empleo de modismos y localismos guineanos. Los autores de la corriente castellana lanzan un llamamiento al mundo hispano y más allá porque estiman que su mensaje, culto y universal, ya no tiene cabida en las reducidas dimensiones académicas de Guinea y de España. En este sentido aboga la tesis de Anacleto Oló Mibuy, a favor de la emergencia de un espacio tricontinental Afro-Ibéro-Américano, un bloque que integra Portugal, España, sus respectivas ex-colonias africanas y también latinoamericanas como réplica también a los dos otros bloques ya existentes el bloque francófono y el bloque anglófono.

Los hispanos guineanos consideran a España como fuente natural de la hispanidad. Y muchos de sus principales representantes han pasado parte de su vida profesional en la Península Ibérica, para ellos la literatura es un canto lírico como Machado en la estepa castellana (Ciriaco Bokesa) un compromiso social (Paco Zamora), una vocación (Justo Bolekia) que puede llegar a ser un apostolado (Donato Ndongo Bidyogo). En el caso de Anacleto Oló Mibuy, la literatura es vida. La obra poética es inseparable del autor, de su pueblo y de su entorno natural. En el mundo creado por Oló Mibuy en su obra literaria, el autor desaparece completamente, dejando paso a su propia creación, devoradora, abrumadora. Todo está aquí, en la mente de la noche oscura, como el ébano de tus bosques.

La corriente hispana traduce la presencia de España en el corazón de África, y Anacleto Oló Mibuy es uno de sus más dignos representantes.








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