martes, 25 de marzo de 2014

ENRIQUE PARADAS [11.355]


Enrique Paradas 

(Sevilla, 1865-1925), de vida novelesca, que era fecundo poeta. Como bien se sabe, Paradas fue muy amigo de los Machado y, juntos los tres, hicieron a fines del siglo la revista satírica La caricatura (1892-1893). Aurora de Albornoz ha reproducido los textos de Antonio (no los de Manuel) y los que se escribieron en colaboración en esta publicación, por lo visto dirigida por Paradas.

También se recordará que Paradas y Manuel Machado colaboraron en dos libros tempranos (Tristes y alegres, 1894  y Etcétera, 1895). Años después, en su discurso académico leído en 1936, Manuel Machado, con evidente afecto, expresa grandes elogios de su amigo: 

Enrique Paradas fue, sin duda, el mejor autor de cantares que ha habido en España. Millonario a los veinte años; cochero de punta... a los veinticinco. Y luego, nada y todo: cómico, maestro de escuela, comisionista, fotógrafo ambulante... Cuando yo lo conocí [...) estaba de partiquino en la compañía del Teatro Español. Con un poco de paciencia habría resultado un actor excelente [...]. Y esto ocurrió a Paradas, cuyas coplas, en su mayoría, fueron a parar al mar de la poesía popular. Y no encontraron, sino pocas—¡oh, crítica española!— un pescador que de allí las sacase para reivindicar el nombre de su autor. 

Por su parte, Antonio Machado cita la siguiente copla de Paradas: El hombre, para ser hombre necesita haber vivido, algo sorprendente, ilógico, disparatado, fluente, cambiante, contradictorio, vulgar y maravilloso al mismo tiempo, sin atadero ni sentido apreciable. Y siempre en marcha...» En efecto, su vida era movimiento constante (alguien lo llamaba por eso Corrientes), totalmente sin sentido común e irreflexiva. Había derrochado una fortuna —afirma Machado— pero quería ganar dinero por los más absurdos y extraordinarios caminos. 

Era todo lo contrario de un hombre de letras; no le importaba tampoco la gloria; y la publicación de un libro (vendía ejemplares yendo de casa en casa) representaba una momentánea tregua en los frecuentes períodos de extremada indigencia. Cochero en provincia, actor en la capital. Abandonado el teatro, quedó nuevamente «a la clemencia divina, con el día y la noche por todo capital». Machado cita varios cantares de Agonías, libro del cual el viejo Campoamor había comprado siete ejemplares para ayudar económicamente a Paradas, y reproduzco uno de ellos: 

«No encuentro vino en el mundo 
que se suba a mi cabeza.
Como el aceite en el agua 
así flotan mis tristezas». 



Rehuía siempre la publicidad y totalmente ignorado logró, paradójicamente, la gloria de ser sentido y comprendido.Tras las clases de latín proporcionadas por Benot y el fracaso del negocio de La Caricatura, se esfumó la única seguridad que tenía Paradas, quien se marchó de la Corte recorriendo «media España como anticuario o trapero, fotógrafo ambulante y librero de viejo». De tiempo en tiempo venía a Madrid, enriquecido el caudal de cantares pero empobrecida pronta la bolsa volvía a marcharse. Al levantar su librería de Cádiz, nos dice Machado, regresa a Madrid con la idea de instalarse definitivamente, pero fatigado por tantas correrías, pronto murió al cumplir sesenta años. Eso, pues, en 1925.

haber dormido en la calle
y, a veces, no haber comido. 

Y luego añade un comentario que no tiene desperdicio: ... Yo no sé si esto es poesía, ni me importa saberlo en este caso. La copla—un documento sincero de alma española— me encanta por su ingenuidad. En ella se define la hombría por la experiencia de la vida, la cual, a su vez, se revela por una indigencia que implica el riesgo de perderla. Y este a veces, tan desvergonzadamente prosaico, me parece la perla de la copla. Por él injerta el poeta —¡con cuanta modestia!— su experiencia individual en la canción, lo que algún día llamaremos —horripilantemente— la vivencia del hambre, sin la cual la copla no se hubiera escrito. 

El primer libro de Paradas que he manejado directamente (hubo otro anterior, Agonías de 1891) es Undulaciones (Madrid, Imp. de El Secretariado, 1893), volumen dedicado al venerable amigo de los tres escritores Eduardo Benot, a cuya tertulia solían asistir con regularidad. Se añade al libro un epílogo de Manuel Machado («Post Scriptum»,179-189). En estas páginas finales Machado se refiere de manera especial a los cantares, que estima de lo más hermoso del libro, e insiste en la dificultad de conseguir la genuina nota popular, así como la sencillez y espontaneidad del pueblo. Ese género no se imita, dice, y no se han hecho estos versos en las bibliotecas. Paradas tiene una fabulosa aptitud para el género de los cantares, y ahora insiste Machado: ... No es el imitador de la poesía popular; no el vate que estudia las maneras del pueblo para asemejársele mediante una labor concienzuda y penosa; no es tampoco el que con usar un lenguaje pobre y grosero cree haber vencido la dificultad del cantar, olvidando que las más felices expresiones de los más profundos sentimientos se encuentran en las poesías populares; lejos de todo eso, Enrique Paradas es el identificado por completo [...] espontáneo en la expresión del sentimiento, exacto en las comparaciones, vivo en las imágenes, rápido y conciso en la expresión, fecundo como la musa popular y como ella elocuente (180-181). 

En Undulaciones hay también muchos poemas inspirados en la risueña y pródiga naturaleza de Andalucía, con toda su luz y color («Ya amanece», «Luz y sombra», «Sevilla»), y Paradas exalta el paisaje primaveral de su tierra natal, así como las bellezas morenas («Mayo andaluz»). Tampoco faltan los motivos taurinos y todo lo más típico del ambiente andaluz, así como el sentimiento de la pena y el llanto («Allí»). Machado, por su parte, elogia la composición «Ultima voluntad», en que el poeta pide a la amada que no ultraje el recuerdo del hombre que tanto la había querido. 


De los cantares, que expresan con una gran economía de recursos los temas característicos de la pena y la soledad, algunos son verdaderos hallazgos, lo que dificulta la selección de ejemplos: 


En silencio te he querido
y en silencio te querré:
Lo sabes, niña, lo triste
que es en silencio querer!

Tienes tan blanco tu seno
como graciosa la cara,
y el cabello tan dorado
como negras las entrañas. 

En las seguidillas se acentúan las notas fatídicas, ahora más intensamente amargas, y,  junto con un sufrimiento más agudo, se impone el frío de la muerte. Tampoco falta el tema de la maldad de los hombres y del mundo en los cantares de tono filosófico: 



Hay ojos que enfrían;
Hay ojos que encantan;
tus ojos, morena, 
calientan de un modo 
que encienden y matan.


No quiero consuelos
que ha muerto mi madre:
¡el dolor que yo siento en el alma
no lo alivia nadie!



Perdí la tristeza
y hallé la salud,
en aquellos ojazos tan negros
que dan tanta luz.


Es triste la cárcel,
triste el hospital;
pero aún es más triste 
vivir en el mundo
de la caridad. 


Al año siguiente, como ya se dijo, aparece el libro Tristes y alegres escrito en colaboración con Manuel Machado, y ahora solamente me conciernen las páginas de Paradas. Sin embargo, en el volumen de 1894 se publica una breve contera de cuatro páginas de Salvador Rueda, y quisiera agregar que Machado por su parte aporta unos diecisiete cantares y otras coplas populares (cuatro soleares). En el aludido epílogo Rueda elogia los cantos del pueblo y cita con abundancia otras coplas («la historia entera de una raza»), definiendo el género como «mariposa de cuatro alas». 


Ocupándose de los textos de Machado y Paradas, reproduce algunos de los que más le han llamado la atención y luego pregunta: «¿No le parecen al lector estos cantares de lo mejor que en España se ha producido en su clase? ¿Y no es cierto también que esto vale infinitamente más que los millares de odas huecas y versos arquitectónicos y limados, de que tanto se ha abusado por los vates de paciencia china?» 

Como ha de esperarse, son los cantares de Paradas (setenta y cuatro en total) las composiciones de mayor interés y sobre ellas escribe Cossío:  «... su carácter popular tiene una autenticidad verdadera, y más meritoria y si cabe decirlo más auténtica, porque no son imitaciones o transcripciones que pretenden una identidad con las coplas del pueblo en carácter, en tono o en lenguaje, sino una depuración delos rasgos más selectos y significativos de tales cantares». Que valgan como otros ejemplos de la capacidad que tenía Paradas en este tipo de poesía concisa y sobria: 


Compadéceme, gitana, 
que quisiera darte un mundo
y no puedo darte nada.


Mas triste voy que un sepulcro,
rodando por esas calles,
y andando por esos mundos.


Te pasas la vida
como la moneda,
sin querer a nadie, 
de una mano en otra,
rueda que te rueda. 



En estos poemitas se ha logrado la autenticidad a que se refiere Cossío, feliz en el concepto y en su expresión. Encuentro poco interés en los otros poemas del libro, que en general continúan la vena andaluza, aunque la nota entre humorista y sarcástica es a menudo más aguda. Sin embargo, como advierte Cossío, uno tiene la sensación de que algunos versos son en realidad un cantar en ciernes: 

«Vivo para cumplir la penitencia  
que quieren pronunciar tus labios rojos,  
para llorar rigores de tu ausencia,  
para dormir soñando con tus ojos.»


Por último, en 1913, Paradas publica otro libro de poesía titulado Impresiones. Cantares (Madrid, Imprenta Helénica), que se inicia conun autorretrato del cual reproduzco algunos versos, que revelan su carácter bohemio, así como la inevitable dispersión en su vida:   



«Tantas cosas quise ser, 
tantas cosas he emprendido 
que al cabo no he sido nada, 
pues ninguna he concluido. 
La independencia es mi anhelo
vivir según mi capricho; 
ni mandar ni obedecer, 
ni ser yunque ni martillo».


A mi modo de ver, los versos del nuevo volumen tienden a hacerse más sentenciosos, con mengua de los pocos momentos de verdadero lirismo. Poesía admonitoria e ingeniosa expresada en fragmen-tos sin desarrollo, a menudo de indiferencia sarcástica. Paradas, escéptico y decepcionado, ha vivido mucho y ha luchado, expresando su cansancio espiritual en virtud de la monotonía de una existencia ingrata.Esos momentos de engaño y de tristeza que le acompañan en el presente se representan en los siguientes versos decepcionados: 


En el libro de la vida
Las olas buscan la playa;
he aprendido lo que sé,
las olas vuelven al mar,
por él he sabido cosas
también quiero yo dejarte
que no quisiera saber,
y no te puedo dejar.

¿Qué vale el dinero?
No me mires en el templo;
El dinero se va y viene:
no me hagas estar pecando
la vida es lo que perdemos,
y rezar al mismo tiempo.





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