sábado, 14 de noviembre de 2015

MARTIN VEST [17.508] Poeta de Estados Unidos


Martin Vest 

Poeta EE.UU. Vive en Pocatello, Idaho. Ha publicado los cuadernos Dark Night of the Sybil (1998) y Swimming the Eclipse (2002), así como los libros Painting the Dead (2003) y Ghost in the Bloody Show (2004). Aquí se pueden leer algunos de sus poemas en castellano e inglés.



... SOBRE LOS CONEJOS

Me gustaría decir
que no te amé—
pero la verdad
es peor.
Mi conciencia está doblegada
por la rareza y el apetito—
y el amor
sin conciencia
no es otra cosa que Lenny cuando
acaricia un bolsillo de ratones;
implacable
y maravillado,
como si cada minúscula muerte
fuera la primera...

(Del cuaderno La noche oscura de la Sibila, 1998)



EL CANAL DEL CLIMA

Ella cocina apenas para crear
platos lavables
en esa maldita cocina,
traqueteos y estrépitos
desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche.
Va dando pisotadas por la casa
como si fuera Kong,
con lo cual envía una onda sísmica
a través de cada cerveza a medio beber
que hay sobre la mesa.
Ella maldice un nudo
que se ha formado en los hilos de su bordado—
¡Enderezate grandísimo 
hi-jue-pu-ta!
deja una gota de su sangre
en cada tapete, en cada guante,
en cada cena.
Ella desdobla su más reciente colcha.
La carga estática hace un chasquido
de tormenta a través del suelo—
sábanas eléctricas, las llama mi padre.
Él se cobija en su silla favorita,
sin prestar atención
a los truenos...



ALGO TIENE UN HOMBRE

Algo tiene un hombre
que lee un periódico ardiente
en la mesa del comedor.
Debe estar ciego o, si no,
¿cómo podría seguir leyendo?
Debe tener familia, este hombre,
o si no ¿quién le dirá buenas noches?
¿Cómo sabría él cuando es hora
de apagar el periódico
e irse a dormir?
¿Y qué me dicen de la candela
que empezó todo—
el centro de mesa casero
hecho de cera con aroma a lluvia—
el aguacero centelleante al final de la mecha?
¿Por cuánto tiempo debe practicar una esposa
balancear una nube en la punta de su dedo?
¿Cuán quieta debe estarse ella, cuán firme?
Algo tiene un hombre,
con sus piernas cruzadas,
un calcetín negro caído
y arrollado sobre su reluciente zapato,
cuando la cara de su reloj
refleja casualmente la llama:
se requiere más que boletines incendiados
para distraerlo a él de sus noticias.

(Del libro Pintando a los muertos, 2003)



VIDAS VIVIDAS...

Ves una foto de la Aguja Espacial de Seattle
en la parte de atrás de un paquetito de azúcar
y algo en el sonido de espacial y aguja
te recuerda a los Jetsons,
los de las caricaturas de los sábados por la mañana,
comiendo cereal Apple-Jack:
Apple-jack,
y ahora estás pensando en brandy y en licores
y en cómo tu matrimonio se deshizo
un día de primavera cuando tenías veintinco años.
Pensás en lo hermosa que se hizo tu esposa
después que te dejó—
en cómo entró al bar una noche,
rodeada de nuevos amigos,
de nuevo delgada, devuelta a la juventud
con avispas de orgullo en lugar de ojos,
a sabiendas de que tu dolor
se tejería solo en cada abril hasta que,
finalmente, confundirías tu sufrimiento
con el brotar de las flores.
Pero de pronto "sufrimiento" te recuerda
al joven Werther
y ahora te vas a la deriva hasta Alemania
lo cual te recuerda a los nazis
lo cual te recuerda a las tropas de asalto
lo cual te recuerda a la Guerra de las Galaxias
lo cual te recuerda a Reagan...
Mudás mil pieles de pensamiento
como trozos de celofán en las colinas
hasta que llega la camarera a llenar tu taza.
"Parece que estuvieras contempando el universo",
dice ella, sonriendo.
"No", te reís vos. "Es que me espacié un toque".
Ella se va y algo en el espacio
te hace pensar en un paquetito de azúcar.

(Del libro: El fantasma en el sangriento espectáculo, 2004)
Traducido por Gustavo Adolfo Chaves
http://cafeverlaine.blogspot.com.es/




The Safe Invisibility of Saints

It’s hard to say now
when I turned and took this road;
a wild of cigarette-thickets in my lungs,
holding my breath 
against the spark of whiskey
that will one day catch them fire.
Or when I first wore the feet
of Ichabod Crane
into the headless dark of a tavern 
with the punched blood of my nose
three fingers of tin
hardening into silverware
at the back of my throat
for a breakfast of failing liver:

The lean white worms
of my face’s nerves twitch
in the wreckage beneath their scars—
the nerves of my mind,
squealing untied balloons
half-pinched, releasing their little wind 
into a whirligig 
of prescription slips and dander.

It’s hard to say when I started killing myself.
It was something about the American dream.
Something about fifty years of my father’s life
working him into bone—
Something about poverty of spirit
and the safe invisibility of saints.
I wanted to eat rocks. I wanted to say 
that man does not live by bread at all.
I wanted to taste His blood in mine—
to buy a home in Oblivion with a money
that instinct invents along the way—
I wanted the world to forget my name.
It was something about saving my own life . . .



2009

Every day she walks by my window
on her way home from high school—
A girl much too young
to see that I am not so old.
But even if I had her
what would I do?
What she calls promiscuity
I call foreplay—
acts she hasn’t yet imagined
I have long worn out
on a handful of common-law wives.
I wish I could go back
to the days when sex 
was just sex.
Or she could come forward
ten years
through the tangled slop
of twisted men
she has yet to encounter—
through cigarettes and foreign beds,
a curtain of stretch-marks—
abandoned slang
and circular fashion . . .
It doesn’t take so long, really.
She’s already on her way
though she doesn’t know it.



A mere decade.

When we meet,
how much younger I will seem. 
There Is Something About a Man


There is something about a man
reading a burning newspaper
at a dinner table.
He must be blind or else
how could he go on reading?
He must have a family, this man,
or else who will tell him goodnight?
How will he know when it’s time
to put out the paper
and go to bed?
And what of the candle 
that started it all—
the homemade centerpiece
of rain-scented wax—
a downpour blazing at the end of a wick?
How long must a wife practice
to balance a cloud on the tip of her finger?
How quiet must she be, how steady?
There is something about a man,
with his legs crossed,
a black sock scrunched down
around the top of his polished shoe,
the face of his watch
casually reflecting the flame:
It will take more than bulletins on fire
to distract him from the news.







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