viernes, 27 de febrero de 2015

DANIELA PRADO [15.099] Poeta de Colombia



Daniela Prado 

Cali, Colombia  (1994).  Estudiante de Licenciatura en literatura en la Universidad del Valle y Co-fundadora del grupo Poiésis Univalle.  Escribe en el blogspot Sublingual.




Escribo esto en caída libre
desde mil torres de babel
Algo que no intento llamar
poema, ni palabra, ni siquiera sílaba
Pendo de la lengua de los demagogos
y las muchachas tontas con cara bonita
Con mi tórax lleno de olas
y los perros de mi infancia
Soy un venado que acecha a la escopeta
un mensajero de la Grecia antigua
Juego esta vida como un yoyo
y derivo a la locura de los dioses
Pienso esta vida en otro orden
mientras camino por el techo

Esta glándula que se me abre desde el vientre
y me lastima el habla
ya no se cierra nunca más
Sangra a gritos un fantasma
que desgarra letras maduras y versos párvulos

Me meto de lleno en el reflejo de las horas
me hago materia y melancolía
Me encuentro en la encrucijada del derrumbe
de esta estructura sintáctica que es mi cuerpo
Me deshago y no me puedo armar a mi gusto
Sólo me hallo en el bosquejo de unas líneas
que manejan con hilos invisibles
este verso moldeado con arcilla.




*


Tengo un mar de 9 azules
que sangra mil preguntas
Tengo estas pústulas incesantes
quemando mi garganta
Y ¿qué será de mañana?
Me condenso entre tus besos y la espera
entre mi cóncavo sexo que llora tu partida
Soy una lluvia de silencios y gestos intempestivos
un derrumbe cautivo que espera tus caricias
un castillo de cartas que cae cuando lo miras
Hasta tus orillas he bajado mis barreras
reinventando mi torpeza aunque tiemble mi alma
Quiero explicarte en el único idioma que entiendo
cuanto importas
Quiero decirte que me estalla la tristeza en la boca
en el pliegue de mi cuerpo que te extraña
en el roce del recuerdo de tu forma
en tu boca
Tu boca es una casa acogedora
un silencio tibio en el que duermo desnuda
un cristal empañado por el que mis ojos miran
mi sonrisa colgando de la tuya
Tus brazos son un escudo que se ausenta
una esquirla en mi pecho izquierdo
Sueño tu rostro y se me inundan los miedos
se inclina mi balanza hacia el vacío

Soy un fantasma triste que tiende a la nobleza
Una estrella roja que espera que la mires.




Línea divisoria

Tengo un ebrio caracol por corazón
no sé hacía donde me dirijo, ni en donde estoy
escucho ecos sordos en mí cabeza
quiero gritar pero tengo los labios sellados.

Mi sombra no me encuentra
se ha amarrado un colibrí a mi pulso
las paredes extienden un imán hacía mi cuerpo
y el suelo le busca pelea a mi nariz.

Olvidé las llaves de casa,
olvidé servirle la comida al perro antes de salir
olvidé que no tengo perro, ni casa
me encuentro a punto de cruzar la línea divisoria
De la duda al abismo hay sólo un paso de locura.



Desarraigo

A Julio César Mondragón Fontes
y a los 43 de Ayotzinapa

He mirado a los ojos de la muerte
y se parece a un hermano mío,
tiene un rostro como el de mi padre
y en su mirada también se asoma el miedo

No quiere verse reflejada en este cuerpo
y por eso me atraviesa la carne
con la sed de esta rabia tan ciega
que ha regado a mi país de sangre

¿Cuántos sueños se han ido a la tierra?
¿Cuántos horrores guardan nuestros pasos?
¿Cuántas rabias callan nuestras bocas?
¿Cuántas lágrimas cierran nuestros parpados?

¡Mira este cuerpo que se come el gusano!
¡Mira estos huesos que ya no tienen nombre!
Soy como otros bajo tanto polvo,
ya no distingo de patria, ni madre.



Horizonte

El azul ha olvidado su sombra 
de viejo sombrero de mago, 
de naipe bajo el abrigo.

Ya no hay castillos, 
ni risa infantil 
después de unas olas.

Han soplado todas sus velas 
como hojas de otoño, 
Y se han quebrado sus parpados 
sobre las tejas del mundo.

Diariamente 
un hueso amarillo atraviesa su carne 
Y corta su vientre un pájaro de nieve 
que divide su rastro como una frontera, 
donde las gaviotas 
hacen la guerra con el hambre.



Lamento de siglo

Una torre de cartas 
se está incendiando 
en lo que va de éste siglo,
como la piel de una rosa
al tacto de un erizo

Y grita como boca 
que sale de otra boca,
que habla de este ruido 
entre tanta gente muda
Que olvidan los secretos
del mito y sus raíces
y compran su tristeza
en dosis gota a gota.

Ya nadie mira a nadie 
si no es un edificio
Ya nadie cree en nadie, 
ya alguien siempre es nadie

Y corren tristemente 
en todas direcciones
Sin encontrar la vida,
sin cuestionar al mundo,
sin reparar en nada,
porque nacieron muertos.




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