miércoles, 9 de mayo de 2012

6769.- MIGUEL GAYA


Miguel Gaya nació en Ayacucho, Prov. de Buenos Aires, en 1953. Integró en 1979 el Grupo Onofrio de Poesía Descarnada junto con Javier Cófreces y Jonio González. Miembro del Comité Editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón, desde 1981 hasta su transformación en Ediciones en Danza en 2001. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La vida secreta de los escarabajos de la playa (1982), Levanta contra el viento la cabeza oscura (1983), Colección Robin Hood (1994), Siluetas en la corriente del río (2000), Los Poetas Salvajes (2003), Lo efímero y otros poemas inestables (2009) y Mediterráneo (2010). Editorial Bruguera, del grupo Ediciones B publicó en España su primera novela “Contemplar ese animal sangriento”, en febrero de 2008, que fue finalista del Premio Biblioteca Nacional 2006 con un jurado integrado por David Viñas, Luis Gusmán y Martín Kohan.




Finisterre

Hemos ido perdiendo todo.

Desde esta mañana
la niebla fue tragándose el pasado,
lo que somos,
el futuro.
Creímos que eso éramos
pero lo demás se fue yendo después:
en el puerto los barcos amarrados,
un hombre en un bote,
las casas del camino,
una hilera de hórreos en el campo

Todo disolviéndose
frente a nosotros
y todo lo observamos
en silencio.

Otra hilera se fue
de chopos desvaneciéndose callados
como quien se licúa.

Las nubes bajaron entonces,
nos bañaron
enormes.

Una ceguera blanca después subió desde la tierra,
la humedad final que preña al mundo.

Espiamos por la ventana lo que se esfuma
y nada nos decimos.

Estamos en el centro de algo que termina.

Con un hierro aguzado avivas la llama de los troncos.

“¿Quieres té?”, dices ahora.
También la noche viene. También el viento.
Y la tempestad, y el graznido de pájaros que viajan por el aire.

Navegamos lo inmenso.





(Marsella)

Rimbaud y los perros

Durante sus correrías por África
Arthur Rimbaud era asediado
por los perros.
Amarillos, feroces,
persistentes,
trotaban y gruñían
mezclándose en la sombra del poeta.
Reproduciéndose a dentelladas
famélicas.

Todas las mañanas Rimbaud
llenaba sus bolsillos de piedras afiladas
para mantener a raya a los perros
que palpitaban
por su carroña.
Lo que iba dejando a su paso
los alimentaba.
Ruinas y hombres oscuros
rajados a latigazos
de un idioma incomprensible.

Los perros de Rimbaud lo atormentaban.
A veces lo esperaban
echados en las galerías
y lamían sus manos.
Otras
con los pelos erizados
y las fauces rojas
lo acechaban encorvados
en la oscuridad.
Nunca supo qué le producía más terror.

Los vio en África.
Los procreó en Roche.
En Marsella lo alcanzaron
y les dio de comer su pierna.

Adiós les dijo
al expirar.

17/12/09

en Perras, varios autores, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010




Campo de Mayo

Todos los muertos de pie
uno junto al otro
en la bruma de la mañana
entre el verde de los pajonales
inclinados de rocío
Son ellos
Los hermanos los amigos
las novias
los que fuimos
entre los jirones de la niebla
y la humedad
de la mañana
Perfilándonos
todos
De pie
Sin desamparo
Sin futuro
Sin tiempo







EL MAR

1

Lo que trae el mar
parece estar
todo acabado,
todo roto,
irreconocible
o que da cuentas
de un mundo a pedazos,
molido por una fuerza
insensata.
Si acaso hay suerte
vendrá entre despojos
un caracol
o alguna otra cosa de inexplicable belleza
abandonados por capricho
entre algas oscuras
y mejillones.

Puede estar a la vuelta de la esquina
o habitar nuestros sueños.
Pero sus señales de lo inmenso llegan a nosotros
en un lenguaje
sin traducción.




de Colección Robin Hood (1994)


Harto sorprendiéndose Robinson Crusoe
de la huella estampada
en arena húmeda
Pie desnudo en el reino
de la soledad
Así
caviloso
me detengo en las señales que tu cuerpo deja
en desolado territorio
Desnudo también
para mejores días


La condena del Hombre
que Ríe:
Toda belleza sucede
afuera
No puedo salir
de tu corazón
que pasa


Ella usaba el pelo
como el Príncipe Valiente
y modales impropios
de la familia real
Combatimos mucho
en batallas privadas
y nunca hubo acuerdo
sobre la victoria
Sin tiempo para sagas
ni conciencia de gestos
que pudieran cantarse
no dejamos tras nuestro
más que
toscos mensajes
señales urgentes
que no fueron leyenda:
“La cerveza en la heladera
Ya no hay comida
Besos”


Para que engorde el caldo
le ponemos
cosas innombrables.
Para que tenga sustancia.
Y después negamos
“Tiene choclo nomás
alguna tripa gorda...”

Tierra de ranqueles es esta
De cristianos dudosos.
Más que de mentiras
nos alimentamos de ocultamientos
Todos comimos
Carne de yegua
gusanos de la tierra.








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