jueves, 6 de diciembre de 2012

MARIO MORALES [8708]


Mario Morales (Pehuajó, 1936 – Ciudad de Buenos Aires, 1987).
Fue profesor de filosofía, poeta y maestro de poetas. En su juventud frecuentó las reuniones de poetas organizadas por Roberto Juarroz y dirigió con él la revista poesía=poesía. En esa época ambos recibieron la influencia decisiva de Antonio Porchia. Más tarde, en la década del setenta, nacen los grupos de poesía Nosferatu, El sonido y la furia, y luego Último Reino, creados en torno a Mario Morales. Alrededor de esos grupos se generaron traducciones, libros de poesía, recitales, debates, polémicas y publicaciones de revistas, Nosferatu y Último Reino, entre ellas. En la década de 1980 el legado de Morales alcanzó plenitud pública a través de la revista y la editorial Último Reino, que ocupó un lugar central en la historia de la poesía argentina de esos años. En 1973 recibió el premio Fondo Nacional de las Artes por su libro Plegarias.
Es autor de los libros Cartas a mi sangre (1958), Variaciones concretas (1962), Plegarias o el eco de un silencio (1974), La canción de Occidente (1981), La tierra el hombre el cielo (1983) y En la edad de la palabra (1986).
Fondo de Cultura Económica ha publicado La distancia infinita. Antología poética 1958-1983 (2012).




Fragmento de 1964 (inédito)

pero mientras haya hombres que no tengan tiempo para ser hombres
mientras exista un solo niño que no recuerde ninguno de los lugares
donde fue niño
mientras los disparos no se vuelvan lágrimas
mientras otros nos atajen las balas
mientras continuemos charlando sobre la amistad y tratemos
al amigo como un libro para subrayar solo en algunas líneas interesantes
mientras el verbo no sea también encarnar los pétalos vivos de la rosa
junto a todas las verdades y los virus del hombre
mientras la verdad de algunos diarios sea más urgente
que la verdad de no leerlos
mientras suceden estas cosas dudo
si aún puedo continuar
a solas
con mis palabras
ahora
que ellas están solas y necesitan más que nunca
mi soledad

[Gentileza de María Julia Ruschi]






ANTES DE HABLAR
HAY QUE APRENDER A ESTAR SOLOS

¿Es la vida del poeta
violencia y rencor,
celos que hacen del corazón
un archivo de miserias?
Para qué
escribir infamias, ambiguas dedicatorias,
traicionar Al Maestro o Al Joven Discípulo,
imaginar epitafios para los vivos en lugar de amarlos
como se ama el sol y la noche interminable
que nos une a todos
en la palabra que nos separa de todo.

(EL MEJOR MAESTRO ES EL VIENTO.
El mejor poema, un amigo.)

HAY QUE APRENDER DE LOS ÁRBOLES
EL SILENCIO Y LA CAÍDA.

[De La tierra, el hombre, el cielo, Ediciones Último Reino, 1983]
http://campodemaniobras.blogspot.com.es/






¿Cuándo la sombra nos dará su espalda?
¿Cuándo la espalda caerá en el silencio,
sin dividir, con su aliento cerrado,
el sentido jadeante, pero unitario, de la voz?

Hoy una fragua de polvo me hace hablar.

Ahora únicamente soy
una esponja de música
que resta sonidos
cuando furtivamente la moja
el latido izquierdo de un pensamiento.

La piel baja.
Ya es cuerpo para el amor.





He nacido en tu aliento
para ser
todo lo que no eres.

He nacido en tus pies mientras andabas descalza,
como una foto hacia dios.

He nacido
en tu manera de ofrecer.

He nacido en ti
como en una flor
hecha de encontrar miradas.





Cuando estoy lejos
tengo la forma de tus caricias
y dibujo un beso
para unirlas.





Estoy adentro tuyo
hasta no tener nombre.

Estás desnuda
como si tuvieras alas.
Estás quieta
como si fueras a ser.

Eres únicamente
lo que yo amo en ti.






Dibujar
un pájaro sin distancia.
Volar
adentro del pájaro
como en un espacio que se busca.





Gotera insaciable,
pensar sin pensamiento.

Sí, escarbando bien, el vacío
ocupa por un segundo su lugar
y nos junta las alas adentro del vuelo.

¿Hacia qué repentina piedra?
En el eco negro de la semilla
nada nace del todo.







Cuando paralizamos nuestra vida
con un gesto,
con un solo matiz de la intemperie.
Cuando en la caída de un pétalo
la mirada se nos vuelve
todo el rosal.
Cuando por el silencio
o la encarnación que buscan las cosas,
cuando por un reproche comenzamos a tutearnos
como la respiración encerrada en una piedra.

Cuando con otra mujer
aprendo nuevamente a desnudarte
y toco nada más que la vida.
Cuando imagino la soledad necesaria.






El mástil balbucea:
el universo es más intenso y más lento
desde aquí.
Un fuego exacto.
Un dolor que prolonga su abandono.

El placer sabe:
cada cosa, cada palabra es asumir
la roca y la multitud de ser uno en uno mismo.

Bautizar y negar todo
con el sí que nos tacha la sangre.







Una línea
expresando el color y el sonido
de todas sus células.




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