martes, 20 de mayo de 2014

RAQUEL SEÑORET GUEVARA [11.760]



Raquel Señoret Guevara 

(Viña del Mar, 10 de octubre de 1922 - Santiago de Chile, 27 de noviembre de 1990) fue una poetisa chilena.

Hija del político y diplomático Octavio Señoret Silva y de Doña Sibila Guevara Raimers. La menor de una familia de 5 hermanos: Margarita, Octavio, Sibila y María Luisa, esta última casada con el escritor chileno Enrique Lafourcade. Crece en el seno de una familia de la alta burguesía viñamarina cuyos antepasados, venidos de Francia impregnados de ideales libertarios de la Revolución Francesa, lucharon en la Marina por la independencia de Chile y en la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia. Este ideal libertario lo siguió su padre al abrazar la causa del Partido Radical, del cual fue presidente y Senador, y que le significó incluso la relegación durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo.

Gran parte de su infancia la pasa en un Internado para señoritas en Marolles-en-Hurepoix, cerca de París, Francia, donde había fallecido su madre,cuando tenía 7 años, en 1929, bajo la tutela de su tío Alvaro Guevara, pintor y casado con la pintora franco-inglesa Meraud Guinness. La temprana muerte de su madre tendría gran influencia en su vida, dado una permanente estadía en internados por la influencia de la segunda esposa de su padre, que le produjo una sensación de desamparo y falta de afecto que marcaron su relación con el mundo.

Regreso al país

Regresa a Chile con su padre y, precozmente, se empieza a interesar en la literatura, leyendo una serie de libros. Luego, viaja a Inglaterra al ser nombrado su padre Embajador de Chile dicho país en el año 1939, en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Esta designación fue consecuencia de un altercado dentro del Partido Radical, que lo llevó a tener un duelo con Juan Antonio Ríos, futuro presidente de Chile.

En 1940, cuando tiene 18 años, fallece en Lisboa, Portugal, su padre después de una corta enfermedad.

En 1945, conoce en Inglaterra, después de un fallido matrimonio con el escritor y militar inglés John Watney (con quien se había casado a los 17 años, en junio de 1940), al poeta Vicente Huidobro, fundador del creacionismo literario, quien la conduce por el camino de la poesía y a quién acompañó hasta el día en que este murió, el 2 de enero de 1948, en Cartagena, Chile. Posteriormente, en 1951, se casa con Pedro Burchard, arquitecto y pintor, hijo del destacado artista chileno Pablo Burchard con el cual tuvo tres hijos.

Participó en varios festivales, seminarios y encuentros de poesía publicando su primer libro Sin título en 1962. Su posición política como miembro del Partido Comunista de Chile le implicó persecución política durante la dictadura de Augusto Pinochet, régimen al que se opuso activamente, incluyendo la clandestinidad con las fuerza opositoras al usurpador. Escribió muchas poesías, pero, por problemas económicos, alcanzó a publicar su segundo libro de poesía, Anagogías recién en 1989. Despedida de su trabajo en el Ministerio de Economía por el régimen de Pinochet, realizó varias traducciones técnicas aprovechando sus conocimientos profundos de inglés y francés, para subsistir económicamente. Muy amiga del poeta norteamericano, Allen Ginsberg, autor de Howl, de la generación beat, tradujo parte de su obra al español.

La Obra

La obra de Raquel Señoret está sintetizada en sus dos principales libros: Sin Título (1962) y Anagogías (1989).





A LA SOMBRA DEL PÀJARO QUE HUÍA

A la sombra del pájaro que huía
tembloroso de verse cautivo en tierras desconocidas
nace la historia tejida sólo de sueños.

La pluma que fue abandonada de su ser
busca con desesperación la arena que la espera
para viajar en otra forma al fondo de las aguas.

Una ola nacía entre otras que habían desaparecido
y en sus labios se movía el silencio con tristeza.
El lenguaje habíase perdido en el desierto
mientras la tempestad golpeaba las puertas.

Volver los pasos para descubrir al tiempo
escondido en la memoria del universo
velar sin fin en el nacimiento de los astros
tomando la noche por la mano sin angustia.

Mirarlo todo y recordar la nada
guardar el llanto y cosechar lo presente.

Hay alguien que está muriendo muy cerca







Hace muchos años, Max Nordau, que tantas reservas formuló a los escritores de su tiempo, les concedía una gracia: sabían titular sus libros. Desde “Las flores del mal” de Baudelaire hasta “Cantos de vida y esperanza” de Rubén Darío, corre una época en la cual el poeta completa la visión interior de sus versos con el eufónico nombre de la recolección. Es verdad que de vez en cuando aparecen entonces algunos libros de títulos genéricos (“Poemas”, “Poesías”, “Estancias”, etc.), pero hay un periodo de la historia del arte en que la emulación por el nombre, que es como un sello o cuño que enuncia el contenido y lo realza logra bellísimos efectos.

En estos últimos años lo habitual es el título incoherente, como un pequeño caligrama, o truculento, sugerido por el tremendismo que suele, alternativamente, hallarse de moda. En la duda, la nueva poetisa Raquel Señoret ha nombrado su libro como “Sin título” (Editorial Orbe), lo que se prestará a no pocos equívocos y juegos de palabras. La índole de su poesía es, sin embargo, seria, recogida, nada humorística, con interrogaciones sobre lo que la autora cree ser o siente ser, cuando llega el momento de afirmarse en lo escrito. Hay prosaísmos, como en el comienzo de la “Elegía a Sonia Araquistain”, pero en este tiempo, ¿quién esquiva tanto el prosaísmo como para que no se le cuele entre las rendijas del poema?

También los hay en “Canto de un poeta”, composición extensa que aparece dedicada a Vicente Huidobro y que es, en el fondo, algo así como una confesión de este mismo:

“Aquí me encuentro.
¿Alguien quiere mi presencia?
Ya me estoy yendo de mí

........................................

El olvido se hace carne
Cuarno pienso en lo mucho que he llamado:
El eco del silencio me ha respondido”.

Hemos transcrito los versos tal cual los escribe la autora, esto es, sin otra puntuación que los dos puntos al final del penúltimo, y con mayúsculas en cada línea. Nuevas aflicciones para los exégetas del futuro, que saldrán a buscar cómo deben leerse estos versos a fin de captar en ellos la esencia de la poesía que debieron transparentar.

Como pista para esos exégetas del futuro debe señalarse que Raquel Señoret se acuerda del cisne (pág. 17), después de muchos años de olvido en que los poetas tuvieron a ese pájaro. Pero esos símbolos y esas alusiones no deben tomarse muy al pie de la letra, porque si las tomáramos, ¿qué diríamos de estos dos lindos versos?

“Mi palabra pierde su voz
Y yo he perdido la razón”.



CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1960-08-21. AUTOR: RICARDO LATCHAM
En un ángulo distinto se coloca “Sin título”, la producción reciente de Raquel Señoret (1) (1) Refiere Latcham a las dos críticas que acompañaron a la presente en su publicación original: “Canto a un hombre condenado” por Pedro Morgan y “La bestia mágica” por Alfonso Mora V. (N. del ed.). Es su primer libro, a pesar de que era conocida por haber sido premiada en los Juegos de Poesía de 1956, organizados por Ester Matte Alessandri. En esa oportunidad se sacudieron las aguas no siempre tranquilas del mundo literario santiaguino. Hubo sorpresa y alarma. Surgían 700 vates, en medio de una zarabanda infernal. Polémicas, peleas y feroces discusiones constituyeron el marco imponderable de la revelación final. Raquel Señoret pertenece a una familia con grandes vinculaciones al arte y a las letras. Su hermana María Luisa, es una pintora de grandes condiciones, casada con el bullicioso Enrique Lafourcade, inventor, según dicen, de la Generación de 1950. otra Señoret, Sibila, es la mujer de Claudio Giaconi. Pero Raquel no necesita mayores presentaciones, porque basta su libro para demostrar su arraigo en el mundo de la poesía.

No repite ni se repite. No cae en la sonetería que algunos elogian, pero tan propicia al lugar común. Aquí se encuentran una vibración joven, un acento llano y, a la vez, complicado en la estructura no siempre fácil. En “Canto de un poeta (A Vicente Huidobro)” se siente el registro intenso de Raquel Señoret, su asocio al tiempo y a la idea de su destrucción.

“Héme aquí con la muerte adentro.
Héme aquí con la muerte viva
Héme aquí y ya no soy”.

Variaciones sobre el motivo la conducen a resultados de gran acierto. La novel autora se mueve con naturalidad, camina con seguro paso, se dirige al punto preciso, con despliegue emotivo y sin perder el ritmo ajustado a la grandeza desolada del tema. En “Pienso en tus palabras” se repite el fenómeno, pero con diversa inspiración. Una lucidez admirable ilumina el derrotero del amor y clava su flecha precisa:

“Y ese mirar del amor verdadero
En el cual nada hay sin objeto,
Un hombre que nace de repente,
Un alma que llora toda su sangre,
Una estrella que cuida a otra,
Una creación de raíces desconocidas”.

En algún instante parece que Raquel Señoret se detiene en la órbita del poema intelectualizado, pero pronto vuelve a ella la onda humana, el gozoso exaltamiento vitalista, la frescura que culmina en “Avanzamos hacia nuestra noche (Elegía a Dylan Thomas)”. En “Sin título” no hay promesas, sino realidad. En “Arrancada de mis sueños”, uno de los mejores poemas del conjunto, se afirma y perfecciona el material lírico tan bien elaborado por Raquel Señoret.




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