lunes, 9 de febrero de 2015

SAN JUAN DE LA CRUZ [14.793]




San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez y su primera identificación como fraile Juan de San Matías (Fontiveros, Ávila, España, 24 de junio de 1542 – Úbeda, Jaén, 14 de diciembre de 1591), fue un religioso y poeta místico del renacimiento español. Fue reformador de la Orden de los Carmelitas y cofundador de la Orden de Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús. Desde 1952 es el patrono de los poetas en lengua española.

Nació en 1542 en la localidad abulense de Fontiveros, sita en la amplia paramera delimitada por Madrigal de las Altas Torres, Arévalo y Ávila. Fue hijo de un tejedor toledano de buratos llamado Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez. Tenía dos hermanos mayores llamados Francisco y Luis. El padre de Juan murió cuando tenía cuatro años lo que dejó a la familia en una difícil situación. Su hermano Luis murió cuando él tenía seis años, quizá por mala alimentación. La madre y los dos hijos restantes, Francisco y el propio Juan, sufren una acuciante pobreza por lo que se ven obligados a trasladarse primero a Arévalo, donde viven durante cuatro años, y en 1551 a Medina del Campo. La tradición achacaba a estas penalidades pasadas que Juan fuera un hombre de escasa corpulencia, bastante bajo de estatura, tanto que Santa Teresa de Jesús lo llamara «mi medio fraile». Sin embargo, en la exhumación, estudio y restauración que en 1992 hicieron de sus restos, se confirmó que su estatura estaba entre 1,60 y 1,65 m., normal para su época. El incremento de fortuna, que les reportó el matrimonio del hermano mayor con Ana Izquierdo, consiguió que se establecieran allí definitivamente. Juan, gracias a su condición de pobre de solemnidad, pudo asistir al Colegio de los Niños de la Doctrina,6 privilegio que le obliga a realizar ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a Misa y a los Oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna. La mínima formación recibida en el colegio le capacitó para continuar su formación en el recién creado (1551) Colegio de los jesuitas, que le dio una sólida base en Humanidades. Como alumno externo y a tiempo parcial, debía compaginar sus estudios con un trabajo de asistencia en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción de Medina del Campo, especializado en la curación de enfermedades venéreas.

Así, pues, entre 1559 y 1563, estudia con los jesuitas; durante los primeros tres años, recibe la formación según la novedosa Ratio Studiorum, en la que el latín era la base de todo el currículo; en el cuarto año, aparte de recibir instrucción retórica, aprende a escribir en latín, a construir versos en este idioma y a traducir a Cicerón, Julio César, Virgilio, Ovidio, Marcial y Horacio. Simultáneamente, vive las nuevas corrientes del humanismo cristiano, con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.

A los veintiún años, en 1563, ingresa en el Convento de los Padres Carmelitas de Medina del Campo, de la Orden de los Carmelitas, y adopta el nombre de Fray Juan de san Matías. Tras realizar el noviciado entre 1563 y 1564 en el Convento de Santa Ana, se traslada a Salamanca donde estudiará en el Colegio de San Andrés de los Cármenes entre 1564 y 1567 los tres cursos preceptivos para bachillerarse en artes. Durante el tercer curso, fue nombrado, por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes en el colegio de San Andrés.

Relación con Santa Teresa de Jesús

Su insatisfacción con el modo de vivir la experiencia contemplativa en el Carmelo, le hacen considerar irse a la Cartuja, pero en 1567 regresa a Medina del Campo por unos pocos días para ser ordenado presbítero y celebrar su primera misa en presencia de su hermano, el resto de su familia y sus amigos del convento y allí conoce a Teresa de Cepeda y Ahumada, futura santa Teresa de Jesús, que había llegado a la ciudad para fundar una nueva sede de su «Reforma carmelita», los llamados carmelitas descalzos. Teresa convence a Juan y lo une a su causa de reforma de su orden, que tropezó con una gran hostilidad por parte de los carmelitas calzados.

Juan regresa a Salamanca e inicia estudios de teología durante el curso 1567-1568, pero sólo termina un curso de cuatro por lo que no obtuvo ni siquiera el grado de bachiller. En agosto abandona Salamanca para acompañar a Teresa en su fundación femenina de Valladolid. El 28 de noviembre de 1568 funda en Duruelo (Ávila) el primer convento de la rama masculina del Carmelo Descalzo siguiendo la «Regla Primitiva» de San Alberto esto es, un establecimiento que propugna el retorno a la práctica original de la orden. Durante la ceremonia cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz. En 1570 la fundación se trasladó a Mancera, donde Juan desempeñó el cargo de subprior y maestro de novicios. En 1571, después de una breve estancia en Pastrana, donde puso en marcha su noviciado, se establece en Alcalá de Henares como rector del recién fundado Colegio convento de Carmelitas Descalzos de San Cirilo.

Juan se convierte en uno de los principales formadores para los nuevos adeptos a esta reforma carmelitana. En 1572 viaja, invitado por Teresa de Jesús, al Convento de la Encarnación en Ávila, donde asumirá las tareas de vicario y confesor de las monjas. Permanecerá aquí hasta finales de 1577, por lo que acompañará a la madre Teresa a la fundación de diversos conventos de descalzas, como el de Segovia.

Enfrentamiento entre carmelitas

Oratorio de San Juan de la Cruz en Úbeda, donde fue sepultado al morir.
Durante este periodo, en el seno de la Orden del Carmelo se habían agravado los conflictos jurisdiccionales entre los carmelitas calzados y descalzos, debidos a distintos enfoques espirituales de la reforma; por lo demás, el pleito se enmarcaba también en la confrontación entre el poder real y el pontificio por dominar el sector de las órdenes religiosas. Así, en 1575, el Capítulo General de los Carmelitas decidió enviar un visitador de la Orden para suprimir los conventos fundados sin licencia del General y de recluir a la madre Teresa en un convento. Finalmente, en 1580 el Carmelo Descalzo se erige en Provincia exenta y en 1588 es reconocida como Orden.

Encarcelamiento

En este contexto es en el que se produce el encarcelamiento de Juan de la Cruz, quien ya en 1575 había sido detenido y encarcelado en Medina del Campo durante unos días por los frailes calzados. La noche del 3 de diciembre de 1577 Juan de la Cruz es nuevamente apresado y trasladado al convento de frailes carmelitas de Toledo, donde es obligado a comparecer ante un tribunal de frailes calzados para retractarse de la Reforma teresiana. Ante su negativa, es recluido en una prisión conventual durante ocho meses. Durante este periodo de reclusión escribe las treinta y una primeras estrofas del Cántico espiritual (en la versión conocida como protocántico), varios romances y el poema de la fonte, y los canta en su estrecha reclusión para consolarse.

Fuga

Tras concienciarse de que su liberación iba a ser difícil, planea detenidamente su fuga y entre el 16 y el 18 de mayo de 1578, con la ayuda de un carcelero, se escapa en medio de la noche y se acoge en el convento de las Madres Carmelitas Descalzas, también en Toledo. Para mayor seguridad, las monjas lo envían al Hospital de Santa Cruz, en el que estuvo mes y medio.

Cargos en su orden

En 1578 se dirige a Andalucía para recuperarse completamente. Pasa por Almodóvar del Campo, cuna de los místicos San Juan de Ávila y San Juan Bautista de la Concepción, y luego llega como Vicario al convento de El Calvario en Beas de Segura, Jaén. Entabla amistad con Ana de Jesús, tras algunas visitas a la fundación de Beas. En junio de 1579 se establece en la fundación de Baeza donde permanece como Rector del Colegio Mayor hasta 1582, en que marcha para Granada tras ser nombrado Tercer Definidor y Prior de los Mártires de esa ciudad. Realiza numerosos viajes por Andalucía y Portugal, por razones del cargo. En 1588 es elegido Primer Definidor y Tercer Consiliario de la Consulta, la cual le traslada a Segovia.

Muerte y canonización

Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal en 1590, es destituido en 1591 de todos sus cargos, y queda como simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje de vuelta a Segovia, cae enfermo en el convento de La Peñuela de La Carolina y es trasladado a Úbeda, donde muere la noche del 13 al 14 de diciembre.

Inmediatamente tras su muerte, su cuerpo es despojado y se inician los pleitos entre Úbeda y Segovia por la posesión de sus restos. En 1593, éstos, mutilados, se trasladan clandestinamente a Segovia, donde reposan actualmente. El proceso de beatificación y canonización se inició en 1627 y finalizó en 1630. Fue beatificado en 1675 por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Posteriormente, el 24 de agosto de 1926, Pío XI lo proclama Doctor de la Iglesia Universal.

Obra literaria

Artículo principal: Cántico espiritual

Influencia

La poesía de Juan de Yepes constituye el punto de encuentro de una larga tradición literaria. Su lírica integra tradiciones literarias de distinto origen que, aunadas por el escritor en sus textos, van adquiriendo significados y valores múltiples que sobrepasan aquellos que tenían en su origen.

La crítica, desde Dámaso Alonso, ha puesto de relieve la confluencia de tres influjos: por un lado, el bíblico del Cantar de los Cantares, y, por otro, la tradición de la poesía culta italianizante y la tradición de la poesía popular y de cancioneros del Renacimiento español. El influjo de la Biblia es fundamental en su poesía, en tanto actúa como molde y catalizador del resto de lecturas que conforman el bagaje cultural de San Juan. Particularmente, resulta trascendental en el Cántico espiritual, cuyo simbolismo e imágenes tienen su origen en el Cantar de los cantares.

Religiosidad y filología

La obra de San Juan de la Cruz ha sido, desde siempre, enfocada desde dos perspectivas, la teológica y la literaria, que, en muchas ocasiones, se han presentado mezcladas.

Perspectiva religiosa

la obra de San Juan sufre una serie de manipulaciones tendentes a integrarla dentro de los límites y convenciones de la ortodoxia. Probablemente, la primera manipulación la realiza el propio autor cuando se decide a redactar los comentarios.

La cita hace referencia a los comentarios o paráfrasis explicativa que Juan de la Cruz escribió para su obra más importante, el llamado Cántico espiritual, con una finalidad didáctica como resultado de las dificultades de adaptar la estructura del poema al esquema del itinerario místico (las tres vías y los tres estados correlativos). Esta presencia teológica sobre su obra, y en concreto sobre el Cántico, se ha manifestado también en las constantes manipulaciones de tipo editorial que ha sufrido, en forma de añadidos al título o de epígrafes para determinados grupos de estrofas del poema. Consecuentemente, una importante rama de los estudios sanjuanistas se ha dedicado a demostrar la adecuación de lo escrito por San Juan a la ortodoxia religiosa católica, privilegiando los Comentarios en prosa sobre la poesía.

Perspectiva filológica

Por otro lado, es frecuente en el estudio literario de su obra que o bien se den saltos continuos a lo teológico, o bien que se estudien de forma conjunta la poesía y los Comentarios doctrinales del propio poeta, con la idea de que estos son necesarios para comprender aquella. Frente a esta vertiente de los estudios sanjuanistas, se encuentra otra que postula que «la necesidad (o posibilidad) de la interpretación religiosa es algo que debe ser argumentado y discutido en cada caso», en tanto que el sentido objetivo de la poesía de San Juan no obliga necesariamente a aceptar un significado religioso.

Poesía

Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva; y un conjunto de poemas habitualmente calificados como menores: cinco glosas, diez romances (nueve de ellos pueden contarse como una sola composición) y dos cantares. La difusión de su obra fue manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los problemas textuales que conllevan. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual y Llama de amor viva.


Escudo grabado en una hoja del Manuscrito de Sanlúcar.

Las poesías atribuibles sin lugar a duda a San Juan de la Cruz son las recogidas en el códice de Sanlúcar o manuscrito S, ya que este fue supervisado por el mismo San Juan. El repertorio de sus poemas, según dicha fuente, se restringe a diez composiciones (los tres poemas mayores citados y otras siete composiciones), siempre y cuando los romances que comprenden los textos titulados In principio erat Verbum, que son un total de nueve, sean considerados una única obra. La autenticidad del resto de su obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por tradición se acepta generalmente que también son suyos los poemas Sin arrimo y con arrimo y Por toda la hermosura, y las letrillas Del Verbo divino y Olvido de lo criado. Las siete glosas y poemas «menores» cuya autoría no está discutida son los siguientes: (se citan por el primer verso):

Entréme donde no supe
Glosa al Vivo sin vivir en mí
Tras de un amoroso lance
Un pastorcico solo está penado
Que bien sé yo la fonte
En el principio moraba
In principio erat Verbum (nueve romances cuyos primeros versos son: «En aquel amor inmenso», «Una esposa que te ame», «Hágase, pues, dijo el Padre», «Con esta buena esperanza», «En aquellos y otros ruegos», «Ya que el tiempo era llegado», «Entonces llamó un arcángel», «Ya que era llegado el tiempo» y «Encima de las corrientes»)
Prosa[editar]
Su obra en prosa pretende ser corolario explicativo, dado el hermetismo simbólico que entre cierta crítica se atribuye su poesía: (las tres primeras han sido editadas juntas reunidas en el volumen Obras espirituales que encaminan a un alma a la unión perfecta con Dios) y Cántico espiritual.

Subida al monte Carmelo (1578-1583)
Noche oscura del alma
Cántico espiritual (1584)
Llama de amor viva (1584 o 1585)

Doctrina

La existencia de estas tres vías se corresponde con las tres potencias clásicas del alma: memoria, entendimiento y voluntad, que en este mismo orden son reducidas a un estado de perfecto silencio. El silencio de la memoria es llamado en la mística esperanza. El silencio del entendimiento se llama fe y el silencio de la voluntad caridad o amor. Estos tres silencios representan a la par un vaciamiento interior y una renuncia de uno mismo que alcanza su máximo grado a través de la virtud de la caridad. De ahí sobrevienen la enorme angustia y la sensación de muerte característica de los místicos, pues unirse a Dios es un perderse previo a sí mismo para después ganarse.

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
Primera estrofa de Noche oscura. San Juan de la Cruz

Originalidad

San Juan de la Cruz ofrece una radical originalidad en el misticismo consistente en el concepto de noche oscura espiritual. Desde los inicios históricos de la vida retirada eremítica, los buscadores renunciaban a los bienes y placeres mundanos sometiéndose a ayunos y otras asperezas, con el objeto de vaciar sus deseos del mundo y llenarlo de bienes más elevados. San Juan de la Cruz aclara que esta es solamente la primera etapa, ya que tras ella viene la citada noche espiritual, en que el buscador, ya desapegado de los consuelos y placeres mundanos, perderá también el apoyo de su paz, de sus suavidades interiores, entrando en la más "espantable" noche a la que sí sigue la perfecta contemplación.

Una de las partes más originales y más profundas de la doctrina de San Juan de la Cruz, con la que más ha hecho progresar la teología mística y merecido el título de Doctor, es la que se refiere a lo que él llama la noche pasiva del espíritu.

Réginald Garrigou-Lagrange

Un campo sin explorar. Juan de la Cruz percibe la urgencia y la dificultad, y se decide a explorar todo ese campo de la noche, en especial las zonas más arduas donde ningún escritor había logrado penetrar.
José Vicente Rodríguez y Federico Ruiz

Monte de perfección

En su célebre dibujo del Monte de perfección la recta senda del ascenso aparece flanqueada por dos caminos laterales sin salida. El de la derecha, el camino mundano, señala sus peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. Asimismo el de la izquierda marca también los peligros de un camino espiritual: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso. Sorprende especialmente la leyenda de los escalones del camino central, el correcto, en los cuales se lee: Nada, nada, nada, nada, nada Como nota de este gráfico el autor escribe: Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y queden en la suma desnudez y libertad de espíritu, la cual se requiere para la divina unión. Algunas de sus frases breves resumen bien su doctrina, como: «Niega tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón» y «El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado».



Canciones del alma en la íntima comunicación 
de unión de amor de Dios

¡O llama de amor viva 
que tiernamente hieres 
de mi alma en el más profundo centro! 
Pues ya no eres esquiva 
acaba ya si quieres, 
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡O cauterio süave! 
¡O regalada llaga! 
¡O mano blanda! ¡O toque delicado 
que a vida eterna sabe 
y toda deuda paga! 
Matando, muerte en vida has trocado.

¡O lámparas de fuego 
en cuyos resplandores 
las profundas cavernas del sentido,  
que estaba oscuro y ciego, 
con extraños primores 
color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso 
recuerdas en mi seno 
donde secretamente solo moras, 
y en tu aspirar sabroso 
de bien y gloria lleno, 
cuán delicadamente me enamoras!







Cántico

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.
Pastores, los que fueres
allá por las majadas al otero,
si por ventura vieres
aquel que yo más quiero,
decídle que adolesco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,
¡oh prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de veras;
no quieras enviarme
de hoy más mensajero
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viendo donde vives,
y haciendo por que mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
sí en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no aparezca nadie en la campiña.
Detente, cierzo muerto;
ven, astro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran tus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
¡Oh ninfas de Judea!,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
poblad los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales.
Escóndete, Carillo,
y mira con tu faz a las montañas,
y no quieras decidlo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores,
y miedos de las noches veladores:
Por las amenas liras
y canto de sirenas os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada;
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
Nuestro lecho florido,
de cueva de leones enlazado,
en púrpura teñido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
A zaga de tu huella
las jóvenes recorren el camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.
En la interior bodega
de mi Amado bebí, y, cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.
Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio
no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido,
que, andando enamorada,
me hice perdediza y fui ganada.
De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.
En sólo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que veían.
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado,
y ya la tortolica
al socio deseado
en las verdes riberas ha hallado.
En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
donde mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.
El aspirar el aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.
Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco aparecía
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.








Cántico espiritual

Esposa
¿Adónde te escondiste, 
Amado, y me dejaste con gemido? 
Como el ciervo huiste 
habiéndome herido; 
salí tras ti clamando, y eras ido. 

Pastores, los que fuerdes 
allá por las majadas al otero, 
si por ventura vierdes 
aquél que yo más quiero, 
decidle que adolezco, peno y muero. 

Buscando mis amores, 
iré por esos montes y riberas; 
ni cogeré las flores, 
ni temeré las fieras, 
y pasaré los fuertes y fronteras. 

Pregunta a las criaturas
¡Oh bosques y espesuras, 
plantadas por la mano del Amado! 
¡Oh prado de verduras, 
de flores esmaltado!, 
decid si por vosotros ha pasado. 

Respuesta de las criaturas
Mil gracias derramando 
pasó por estos sotos con presura, 
y, yéndolos mirando, 
con sola su figura 
vestidos los dejó de hermosura. 

Esposa
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? 
Acaba de entregarte ya de vero; 
no quieras emviarme 
de hoy más ya mensajero 
que no saben decirme lo que quiero. 

Y todos cuantos vagan 
de ti me van mil gracias refiriendo, 
y todos más me llagan, 
y déjame muriendo 
un no sé qué que quedan balbuciendo. 

Mas, ¿cómo perseveras, 
¡oh, vida!, no viviendo donde vives, 
y haciendo porque mueras 
las flechas que recibes 
de lo que del Amado en ti concibes? 

¿Por qué, pues has llagado 
aqueste corazón, no le sanaste? 
Y pues me le has robado, 
¿por qué así le dejaste, 
y no tomas el robo que robaste? 

Apaga mis enojos, 
pues que ninguno basta a deshacellos, 
y véante mis ojos, 
pues eres lumbre dellos, 
y sólo para ti quiero tenellos. 

Descubre tu presencia, 
y máteme tu vista y hermosura; 
mira que la dolencia 
de amor, que no se cura 
sino con la presencia y la figura. 

¡Oh cristalina fuente, 
si en esos tus semblantes plateados 
formases de repente 
los ojos deseados 
que tengo en mis entrañas dibujados! 

¡Apártalos, Amado, 
que voy de vuelo!

Esposo 
Vuélvete, paloma, 
que el ciervo vulnerado 
por el otero asoma 
al aire de tu vuelo, y fresco toma. 

Esposa
Mi Amado, las montañas, 
los valles solitarios nemorosos, 
las ínsulas extrañas, 
los ríos sonorosos, 
el silbo de los aires amorosos, 

la noche sosegada 
en par de los levantes de la aurora, 
la música callada, 
la soledad sonora, 
la cena que recrea y enamora.

Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.

A zaga de tu huella,
las jóvenes discurren el camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega
de mi Amado bebí y, cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya solo en amar es mi ejercicio.

Pues ya sin el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido
que andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.

De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas.

En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

Cuando tú me mirabas,
tu gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.

No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.

Cogednos las raposas, 
questá ya florecida nuestra viña, 
en tanto que de rosas 
hacemos una piña, 
y no parezca nadie en la montiña. 

Detente, cierzo muerto; 
ven, austro, que recuerdas los amores, 
aspira por mi huerto, 
y corran sus olores, 
y pacerá el Amado entre las flores. 

Esposo
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera vïolada.

A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores:

Por las amenas liras,
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.

Esposa
¡Oh ninfas de Judea!
en tanto que en las flores y rosales 
el ámbar perfumea, 
morá en los arrabales, 
y no queráis tocar nuestros umbrales. 

Escóndete, Carillo, 
y mira con tu haz a las montañas, 
y no quieras decillo; 
mas mira las compañas 
de la que va por ínsulas extrañas.

Esposo
La blanca palomica 
al arca con el ramo se ha tornado, 
y ya la tortolica 
al socio deseado 
en las riberas verdes ha hallado. 

En soledad vivía, 
y en soledad a puesto ya su nido, 
y en soledad la guía 
a solas su querido, 
también en soledad de amor herido. 

Esposa
Gocémonos, Amado, 
y vámonos a ver en tu hermosura 
al monte y al collado, 
do mana el agua pura; 
entremos más adentro en la espesura. 

Y luego a las subidas 
cabernas de la piedra nos iremos 
que están bien escondidas, 
y allí nos entraremos, 
y el mosto de granadas gustaremos. 

Allí me mostrarías 
aquello que mi alma pretendía, 
y luego me darías 
allí tú, vida mía, 
aquello que me diste el otro día. 

El aspirar de el aire, 
el canto de la dulce filomena, 
el soto y su donaire 
en la noche serena, 
con llama que consume y no da pena. 

Que nadie lo miraba, 
Aminadab tampoco parecía, 
y el cerco sosegaba, 
y la caballería 
a vista de las aguas descendía.







Coplas del alma que pena por ver a Dios

Vivo sin vivir en mí 
y de tal manera espero 
que muero porque no muero. 

En mí yo no vivo ya 
y sin Dios vivir no puedo 
pues sin él y sin mí quedo 
éste vivir ¿qué será? 
Mil muertes se me hará 
pues mi misma vida espero 
muriendo porque no muero. 

II 
Esta vida que yo vivo 
es privación de vivir 
y así es continuo morir 
hasta que viva contigo. 
Oye, mi Dios, lo que digo: 
que esta vida no la quiero 
que muero porque no muero. 

III 
Estando ausente de ti 
¿qué vida puedo tener 
sino muerte padecer 
la mayor que nunca vi? 
Lástima tengo de mí 
pues de suerte persevero 
que muero porque no muero. 

IV 
El pez que del agua sale 
aun de alivio no carece 
que en la muerte que padece 
al fin la muerte le vale. 
¿Qué muerte habrá que se iguale 
a mi vivir lastimero 
pues si más vivo más muero? 

Cuando me pienso aliviar 
de verte en el Sacramento 
háceme más sentimiento 
el no te poder gozar 
todo es para más penar 
por no verte como quiero 
y muero porque no muero. 

VI 
Y si me gozo, Señor, 
con esperanza de verte 
en ver que puedo perderte 
se me dobla mi dolor; 
viviendo en tanto pavor 
y esperando como espero, 
muérome porque no muero. 

VII 
Sácame de aquesta muerte 
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida 
en este lazo tan fuerte; 
mira que peno por verte, 
y mi mal es tan entero 
que muero porque no muero. 

VIII 
Lloraré mi muerte ya 
y lamentaré mi vida 
en tanto que detenida 
por mis pecados está. 
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será 
cuando yo diga de vero 
vivo ya porque no muero?






Coplas hechas sobre un éxtasis

Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde entraba,
porque, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

De paz y de piedad
era la ciencia perfeta,
en profunda soledad,
entendida vía reta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.

Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado;
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda ciencia trascendiendo.

Cuanto más alto se sube,
tanto menos entendía
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.

El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece;
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.

Este no saber sabiendo
es de tal alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan comprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.

Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal Esencia.
Es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.







El pastorcico 

Un pastorcico solo está penado 
ajeno de placer y de contento 
y en su pastora puesto el pensamiento 
y el pecho de amor muy lastimado. 

No llora por haberle amor llagado, 
que no le pena verse así afligido, 
aunque en el corazón está herido; 
mas llora por pensar que está olvidado. 

Que sólo de pensar que está olvidado 
de su bella pastora, con gran pena 
se deja maltratar en tierra ajena, 
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado 
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia 
y no quiere gozar la mi presencia 
y el pecho por su amor muy lastimado! 

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado 
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos, 
y muerto se ha quedado, asido de ellos, 
el pecho del amor muy lastimado.






Glosa a lo divino

Por toda la hermosura 
nunca yo me perderé, 
sino por un no sé qué 
que se alcança por ventura. 

1
Sabor de bien que es finito 
lo más que puede llegar 
es cansar el apetito 
y estragar el paladar 
y assí por toda dulçura 
nunca yo me perderé 
sino por un no sé qué 
que se halla por ventura. 

El coraçón generoso 
nunca cura de parar 
donde se puede passar 
sino en más dificultoso 
nada le causa hartura 
y sube tanto su fee 
que gusta de un no sé qué 
que se halla por ventura. 

3
El que de amor adolesce 
de el divino ser tocado 
tiene el gusto tan trocado 
que a los gustos desfallece 
como el que con calentura 
fastidia el manjar que ve 
y apetece un no sé qué 
que se halla por ventura. 

4
No os maravilléis de aquesto 
que el gusto se quede tal 
porque es la causa del mal 
ajena de todo el resto 
y así toda criatura 
enajenada se vee 
y gusta de un no sé qué 
que se halla por ventura. 

5
Que estando la voluntad 
de divinidad tocada 
no puede quedar pagada 
sino con divinidad 
mas, por ser tal su hermosura 
que sólo se vee por fee, 
gústala en un no sé qué 
que se halla por ventura. 

6
Pues, de tal enamorado 
dezidme si abréis dolor 
pues que no tiene sabor 
entre todo lo criado 
solo sin forma y figura 
sin hallar arrimo y pie 
gustando allá un no sé qué 
que se halla por ventura. 

7
No penséis que el interior 
que es de mucha más valía 
halla gozo y alegría 
en lo que acá da sabor 
mas sobre toda hermosura 
y lo que es y será y fue 
gusta de allá un no sé qué 
que se halla por ventura. 


8
Más emplea su cuydado 
quien se quiere aventajar 
en lo que está por ganar 
que en lo que tiene ganado 
y assí, para más altura 
yo siempre me inclinaré 
sobre todo a un no sé qué 
que se halla por ventura. 

9
Por lo que por el sentido 
puede acá comprehenderse 
y todo lo que entenderse 
aunque sea muy subido 
ni por gracia y hermosura 
yo nunca me perderé 
sino por un no sé qué 
que se halla por ventura.







Glosa de Él mismo

Sin arrimo y con arrimo, 
sin luz y ascuras viviendo 
todo me voy consumiendo. 

1
Mi alma está desassida 
de toda cosa criada 
y sobre sí levantada 
y en una sabrosa vida 
sólo en su Dios arrimada. 

2
Por esso ya se dirá 
la cosa que más estimo 
que mi alma se vee ya 
sin arrimo y con arrimo. 

3
Y aunque tinieblas padezco 
en esta vida mortal 
no es tan crecido mi mal 
porque si de luz carezco 
tengo vida celestial 
porque el amor da tal vida 
quando más ciego va siendo 
que tiene al alma rendida 
sin luz y ascuras viviendo. 

4
Haze tal obra el amor 
después que le conocí 
que si ay bien o mal en mí 
todo lo haze de un sabor 
y al alma transforma en sí 
y assí en su llama sabrosa 
la qual en mí estoy sintiendo 
apriessa sin quedar cosa, 
todo me voy consumiendo.







La fonte que mane y corre

Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.







La noche oscura

                             Canciones del alma que se goza de haber llegado al 
                         alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
                                                         por el camino de la negación espiritual.

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada. 

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada. 

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía 
sino la que en el corazón ardía. 

Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía. 

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada! 

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba. 

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía. 

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.







Super Flumina Babilonis

Encima de las corrientes
que en Babilonia hallaba,
allí me senté llorando
allí la tierra regaba,
acordándome de ti
¡o Sión!, a quien amaba.
Era dulce tu memoria
y con ella más lloraba.
Dejé los trajes de fiesta
los de trabajo tomaba,
y colgué en los verdes sauces
la música que llevaba
poniéndola en esperanza
de aquello que en ti esperaba.
Allí me hirió el amor
y el corazón me sacaba.
Dícele que me matase








Tras de un amoroso lance

Tras de un amoroso lance 
y no de esperanza falto 
volé tan alto tan alto 
que le di a la caza alcance. 

Para que yo alcance diese 
a aqueste lance divino 
tanto volar me convino 
que de vista me perdiese 
y con todo en este trance 
en el vuelo quedé falto 
mas el amor fue tan alto 
que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto subía 
deslumbróseme la vista 
y la más fuerte conquista 
en escuro se hacía 
mas, por ser de amor el lance 
di un ciego y oscuro salto 
y fui tan alto tan alto 
que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto llegaba 
de este lance tan subido 
tanto más bajo y rendido 
y abatido me hallaba 
dije: No habrá quien alcance. 
Abatíme tanto tanto 
que fui tan alto tan alto 
que le di a la caza alcance.

Por una extraña manera 
mil vuelos pasé de un vuelo 
porque esperanza de cielo 
tanto alcanza cuanto espera 
esperé solo este lance 
y en esperar no fui falto 
pues fui tan alto tan alto, 
que le di a la caza alcance.





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