miércoles, 18 de febrero de 2015

MAYAMÉRICA CORTEZ [14.948] Poeta de El Salvador


Mayamérica Cortez

Nació en San Salvador, El Salvador en 1947. Pero fue llevada desde los tres años a Sonsonate, donde creció y se educó. Hija única de Pedro Hernán Cortez, Linotipista, y Maria Elia Alas, ya fallecidos ambos, fue criada y educada por Pedro Regalado Cortez, abuelo paterno, a quien ella reconoció siempre como su Padre ya que fue quien llenó el lugar de ambos padres ausentes hasta la edad de casi 10 años, cuando Pedro Hernán, su progenitor, regresó de  Venezuela donde trabajaba. Su madre que siempre vivió en San Salvador, la veía esporádicamente pero el no perder ese contacto le ayudó a desarrollar el sentido integral de familia que le acompañaría en su vida adulta y al crear su propia familia ya que vino a ser madre de tres hijos, Carmen Elena, Karla Cecilia, (Karlísima), reconocida pintora y Alvaro Eduardo, convirtiéndose en abuela de una hermosa jovencita, Daniella Alexandra, hija de Carmen Elena. Inmigró en los ochenta a Estados Unidos debido a la guerra civil de El Salvador y reside allí desde entonces en donde se ha dado a conocer ampliamente por la fuerza de su trabajo poético.  Después de inmigrar, comenzó en todos los aspectos desde cero en USA y en 1994 empezó a publicar en los periódicos de Washington, DC y poco a poco ganó el favor del público por su trabajo literario, recibiendo un merecido reconocimiento internacional en 1995 en los Juegos Florales de Quetzaltenango en Guatemala. Ha participado en muchos recitales en lugares públicos de Washington como Bibliotecas y escuelas, además de entrevistas y participación en radios y programas de televisión. El Consulado de El Salvador en Long Island y el de Washington DC, la han reconocido por su obra, la que también ha sido difundida ampliamente por el Internet en muchos sitios, donde es fácil hacer una búsqueda con solo escribir su nombre.

Ha publicado “Lumbre de Soledad” (1976) que fue impreso en la Imprenta Nacional por el Ministerio del Interior en El Salvador y posteriormente “Nostalgias y Soledades”.(1995) Su más reciente poemario, Cantos del silencio, Primera edición, USA, Alexandria, Virginia, 2007, Union Printing Reprographics



BRINDIS PARA LA TRISTEZA

Estoy triste y tú lo sabes.
Tomaba un café y recordé de pronto
-por algo que dijiste-
que mis días se fueron
sin dejar huellas en mis manos.

Tantos años de romper angustias
y tengo miedo…
un miedo desquiciante de seguir no siendo.

Tres hijos, como tres soles,
alumbran mi vida
palpitando en mi horario
estrujando -hasta ahogarlas- mis angustias.

Hoy renuncio a la tristeza
y brindo por esos hijos y los del mundo
ofreciéndoles mi corazón
y esta dicha que me brindan




UNA CLAVE BLANCA

Todos llegamos a algún lado
arrastrando ilusiones que se quedaron
prendidas en las púas
de alambre retorcidos por alguna guerra
y en la esterilidad de los vientos.

La ilusión de los espejos centuplica mi nostalgia…
¿Recuerdas?... -Siempre me gusta decir: “¿Recuerdas?”
Es como una clave blanca con matices amarillos y violetas.

Y esta tarde camino calles con Domingos forzados
en la mitad de la semana y te recuerdo.

Sí. Estoy pensando en ti y sin decir tu nombre
lo sabe la brisa y lo saben los árboles
y también las nubes que desde lejos
me sonríen con su mirada blanca.

¿Y dónde estabas todo este tiempo
de arreboles y platillos sonoros vibrando en el éter?
Quizás buscando los corales que en el fondo del mar
dejé como señal para que desde arriba
continuaras buscando mi senda.

Y hoy por fin llegaste viajando en los vagones del pensamiento
pero vienen atiborrados de dudas y desaliento.
Pronto, salta de ese tren en la primera estación
que puedas y quédate quieto, muy quieto.

Yo también bajaré del tren que me lleva
y allí cumpliremos la cita que se quedó suspendida
en el vértice de nuestra luna primera. 






PUNTO EQUIDISTANTE DEL BESO

Del ruego, rojo ensueño.
Vuelvo del túnel de las horas.
Todo en verde y curvas
grises y violetas ¡Anhelos!!!
Y mi caja toráxica
se eleva, se llena.
Punto distante, equidistante
de tu último beso
de tus últimas manos y caricias.
De tu último silencio.

Quedas habitante de mis polos
durante las horas cotidianas
de este mi quehacer de calendario
aunque estés ausente
del palpitar de mis esquinas
y hay -¡Si que hay!
hormigas dormidas
sobre mi espalda desnuda.
y tus manos transparentes
deletreando sobre ella
la palabra AMOR. 





DE CARTAS A MIS HIJOS

¿Han visto cómo luce la mañana en la hora de la alborada?
Quizás no, pues siempre ocurre a hora tan temprana
que ustedes están dormidos y soñando con ángeles y rosas.
Tendrían que levantarse aún antes que salga el sol.
A esa hora en el firmamento todo es tenue y sonrosado
y abajo la tierra es de un color gris perla.
Apenas se vislumbran los perfiles de las cosas,
como una sombra repetida.
En este momento la sombra se diluye lentamente,
pero al mismo tiempo con tanta rapidez
que se escapa por segundos; es difícil aprisionarla.
Como cuando se pretende aprisionar el rumor del mar
y tan sólo es un eco en nuestro recuerdo.

Aprendan a amar la vida en toda su magnificencia o plenitud.
Porque la vida es como un cuento de hadas,
con silfos y duendecillos que se deslizan
por cualquier rayo de luz que penetre por nuestra ventana.
Y hay ventanas por donde quiera que queramos abrirlas.
Hasta en nuestra mente.

Sí, mis queridos niños, nuestra mente DEBE SIEMPRE tener
ventanas abiertas a nuevas ideas,
a nuevas intenciones, a nuevos proyectos. ¿Comprenden?
La vida hay que vivirla cada día, cada minuto
y siempre con alegría y optimismo, sobre todo a su edad.

Cuando yo era muy chica vivía con mi papá-abuelo,
en una casa de adobes hechos por él mismo.
(Los adobes son ladrillos de barro hechos a mano con el barro del terreno).
Por supuesto la casita también fue construida por él.

Tenía ventanas y puertas siempre abiertas
y un hermoso corredor. Una verdadera casa de campo.
¡Ah, cómo abundaban los árboles en aquella propiedad! 

Por sus puertas y ventanas, el sol entraba a raudales
prácticamente durante todo el día
y el polvo levantado por la menor brisa bailaba
como subiendo y bajando por esos rayos.
Entonces me quedaba extasiada
viendo los granitos de polvo, minúsculos
e imaginaba que eran duendecillos o angelitos.
Diminutos seres que iban y venían desde el cielo
que no era otra cosa que ese mundo especial
que mi imaginación creaba ―
y disfrutaba porque me decía que esos minúsculos seres
me traían la dicha y era feliz.

¿Se han dado cuenta que todos los niños
disfrutan los cuentos de hadas?
Bueno, voy a decirles que los cuentos
han sido escritos basados en la vida real.
En los cuentos hay hadas, ángeles ― seres bellos, muy bondadosos ―
princesas, pordioseros, mendigos,
brujas ― malas y feas ―
como también brujas buenas; niños ricos y pobres,
huérfanos y también parientes avaros.

El mundo es también así. O sea que podemos ver la vida
como un hermoso cuento de hadas más.
El tiempo de reír siempre llega;
el momento de la felicidad está
inmediatamente después de la esquina de cada sufrimiento.
Debemos aguardar CONFIADOS.

Bueno, mis amores, se preguntarán ─ ¿confiados en qué?─
Yo les diré. CONFIADOS EN DIOS.

Porque DIOS ES. Dios es TODO.
EL es Bondad, Amor, Felicidad, Paz, Esperanza, Futuro...
TODO lo BUENO que quieran o puedan imaginar,
será siempre un pensamiento de Dios.

Por eso tienen que tener siempre pensamientos buenos y felices.
No se permitan tener pensamientos tristes o negativos... oscuros,
ni de rencor o resentimiento. Ustedes serán lo que piensen.

Dicho de otra manera, cada acción que tengan, cada actitud, 
será siempre producto de lo que pensaron,
sea en su parte consciente o en su parte subconsciente.
¿Me comprenden, queridos míos?
Hay ― digamos ― pensamientos en la superficie de la mente,
como pensamientos en el fondo de la mente.

Todo lo que pasa "afuera" de nosotros (a nuestro alrededor),
será siempre producto de lo que pasa "adentro" de nosotros
(en nuestros pensamientos, en nuestra mente)

Por ello, mis niños queridos, es especialmente importante
qué es lo que hay dentro de sus cabecitas.
Es importante qué es lo que leen,
qué tipos de programas miran en la televisión,
como también es extremadamente importante
que no se pasen horas y horas frente al televisor.

Tienen que jugar en forma creativa,
darle rienda suelta a su propia imaginación.
Busquen los libros y pídanle a sus maestros
que les recomienden algunos buenos libros
para su edad y por favor, hijos adorados,
no olviden sus oraciones de la mañana
y de la noche,
y durante están en la escuela
o cuando jueguen también
Y siempre que durante el día se acuerden de mí,
cierren inmediatamente sus ojos y ofrezcan un pensamiento a Dios.
No le pidan nada, no le supliquen nada.
Sencillamente AFIRMEN
CUANTO LO QUIEREN y CUANTA FE TIENEN EN ÉL.

Besos de su madre. 




Cantos del silencio, poemas de Mayamérica Cortez


Canto XXII

Si me encuentras por esta ruta
de torcaces adormecidas
no es porque mis mariposas y mis violetas
hayan naufragado en las tardes del olvido.
Es porque mi lanto se hizo anciano
y los pentagramas tienen colgadas
palomas de destierro
señalando el inicio de mi canto.

Si acaso sin querer me encuentras
cuando vagando por tus caminos
de casas sin ventanas
vuelvas de tu abismal distancia
será porque mi sombra se quedó prendida
en tu figura de caminante sin brújula.

Y si te preguntas dónde estaba yo
a la vuelta de tu viaje
será porque la muerte te encontró desprevenido
y mis ojos se quedaron anclados
en tu mirada rasgada por el viento.

No me riñas por los besos
que rompieron mi cántaro de luz
fueron solo guijarros con los que quise marcar
la ruta por donde una tarde te fuiste
sin despedirte
sin siquiera un adiós
   ni sonido de tambor y mar.
Y con tu nombre de miel
entierro tantos otros muertos
que me dejaron un adiós
cayendo por mi ladera
llena de mil cocuyos
  con sus cárceles de sueños
llenas de pájaros heridos.

Y si me atrevo a escribirte una vez más
estos versos de terciopelo
es porque mi alma no alcanza a comprender
la dimensión de una ausencia llena de ti
llena de este silencio musical
que en mil arpegios brota incontenible
y no basta un "hasta aquí"
ni un prematuro punto final
que la muerte se llevó.





Quejas nocturnales

Ya no hay racimos de lluvia.
Dejó de llover hace muchos años.
Se levantó la tierra para encender mi sangre
y pintó el clarinero su voz en mi garganta.
Hay en mis pupilas viajes reprimidos.
En ellas se ven campos lejanos sembrados de sol
floreciendo el sudor de cada mano y cada frente.

Son los años de inmemoriales edades.
Aquellas que quedaron en la casucha de adobe y tejas
y son estos años nuevos, los de venado y río
los de ruido y fábrica...
Son éstos que soterran mis manos de angustia
los que albergo en la mirada y que me dicen
¡Te sigue la arcilla y viene el presagio de lo inmóvil!

Vaga quietud me conmueve
y lechos de piedra me llaman.
Líneas paralelas me siguen.
Hay quetzales y cenzontles traducidos
en olvido y en quimeras.
Es la sangre de mis hijos que vierten mis pupilas.
Es la ausencia de lo que está presente
lo que agita mi pecho.

Estoy a punto de volar en mil pedazos
a punto de gritar que no quiero nuevos horizontes
porque mi sol se tornó hielo.
Tú, el brujo conquistador de corazones
devuélveme el antiguo lecho
descríbeme los ritos del tejado y los espejos.

Devuélveme la plaza de mis azules ensueños
la queja y el rumor de mis olas.
¡Rompe los cielos de mi agonía!
Mis espacios de profundo verde
que se deshacen en luz convergiendo
hacia el olvido.

Necesito espacios... blancos y rojos.
Espacios infinitos de grande longitud.
Quiero reventar esta hilera de piedras y luceros,
este largo caminar de silencio inmóvil.
Esta vasija de barro y queja.

Tú, brujo y dios, devuelve mi mundo tranquilo,
mi cochecito mágico recién llegado.
Devuélveme tu voz que mi corazón se hace
abismo de amargura entre tus manos.
Quiero levantar mi frente de mármol frío
detener el principio de mi caída
que suena en hojalata y castañuelas.

Las campanas de tu cielo suenan a arrebato
y hay un follaje de plumas
abatidas sobre mis ojos...
Suena el silencio de tus manos
en voces y risas de niños
y una voz delgada, pálida, con crepúsculos de anillos
tintinea en triángulos al decir tu nombre.




Presencia

Me separaron de ti libélulas, alondras...
Me alejé en el diciembre de las horas
que asegurabas eran para mí.
El gris de tus pupilas estableció
la sombra de mis pasos.
Y este sabor a lágrima, esta presencia de soledad
  anclada en las estrellas.
¡Cuando llegará la pausa en la distancia?

¡Y aquellos días!  Hace tiempo que tuvieron su edad.
Y nosotros los de antes... ¡Qué silencio,
qué tristeza regresar a nuestras canciones!
La alondra escapó de su jaula... ¡Más, no!
  Estamos siempre presos
en la congoja de las palabras.
El ansia de nacer es fuego vivo.
¡Sorpresa y deleite! De pronto se 
perfila el rostro inolvidable;
delinenado los vientos con tus manos estabas allí
-- colores brillantes relfeja la tarde –-
...Y caminar con la alegría en los labios
sobre el tic-tac de nuestro espacio.
¡Qué pausa más corta nos concedió el tiempo!
Y aquí sigo ignorando cuál era mi puerta.
Decenios pasaron y aún estabas allí
diciendo hasta pronto en un beso
detenido del mundo en el otro confín.
  No quise que te fueras.
Que te llevaras esta transparencia
abierta en mis dolores; ni tu mirar, ni tu adiós,
más agudo y doloroso cuánto más callabas.

Minutos, horas o siglos...
¡Quién sabe cuántos pasaron así!
Y al final nuestras sombras perfilándose en la nada.
Sombría cuanto más lejana la mirada
y aquél adiós desprendiéndose de las manos
  con el tiempo de nuestros recuerdo











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