jueves, 15 de enero de 2015

LUISA CARVAJAL Y MENDOZA [14.486]


Mª Luisa Carvajal y Mendoza 

(Jaraicejo, Cáceres 2 de enero de 1566 o 1568 − Londres, 2 de enero de 1614) fue una de las mejores poetas místicas de España.

Nació en la aldea de Jaraicejo (Cáceres), de familia noble. Su padre fue Francisco de Carvajal y su madre María de Mendoza, hermana de Francisco Hurtado de Mendoza, primer marqués de Almazán. Fue la única hija, después de cinco varones. Cuando cumplió seis años de edad falleció primero su madre y casi inmediatamente después, su padre. Fue separada de sus hermanos y enviada a Madrid a vivir con su tía abuela materna, María Chacón, quien había sido aya de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.

En 1576, cuando murió también su tía, fue a vivir a Soria con su tío materno, Francisco Hurtado de Mendoza, marqués de Almazán, junto a la esposa de éste y sus primas. Allí recibió una educación doméstica e intelectual esmerada: lecciones de latín, lectura de los clásicos, conocimientos cristianos y la práctica de la caridad, una de las ocupaciones más importantes de las mujeres nobles.

Adolescencia

Su tío, marqués de Almazán, fue nombrado virrey de Navarra y se marchó a vivir a Pamplona. Al cumplir Luisa Carvajal los trece años, su tío la mandó llamar y ella se mudó a Pamplona sola, sin su tía y sin un ama de llaves que vigilara la relación del marqués con la niña. En un manuscrito acerca de su vida espiritual ―que más adelante, en la víspera de su viaje a Inglaterra, dirigirá a su confesor― Luisa Carvajal no llega a explicar claramente qué sucedió con su tío, pero alcanza a mostrar que el marqués la sometió a sádicas «penitencias»:

Votos religiosos

En 1591 su tío la autorizó a vivir en otra casa, en compañía de una criada. Carvajal comenzará entonces a llevar una vida independiente. En 1592 fallecieron sus tíos (el marqués y su esposa). Entonces Carvajal reclama su herencia paterna, y la dona a los jesuitas, con quienes había estrechado lazos. A los 26 años de edad abandona las costumbres de la nobleza, e incluso llega a usar vestimenta de monja en su casa, pero sin entrar en un convento. En el propio palacio de su tío, comenzó una asociación religiosa con los miembros de la servidumbre de sus tíos. En 1593, hizo los votos de pobreza, obediencia, mayor perfección y martirio. A partir de este momento, en su residencia establecerá una especie de beaterio. También brindaba consuelo y consejo a las damas nobles y reales que la solían visitar.

En 1595, conmovida por la ejecución en Inglaterra del jesuita inglés Henry Walpole, decidió dedicar su fortuna a la creación y mantenimiento del Colegio Inglés de Jesuitas en Lovaina (Bélgica). En 1597, recibió permiso de su confesor para recibir la comunión a diario, algo muy inusual entonces. En 1598 escribió: «Procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas las ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios». En esta época empezó a escribir acerca de sus experiencias de místicas y desarrolló la mayor parte de su producción poética. Sus sacrificios llegaron a ser tan extremos que mermaron su salud. Contrajo una enfermedad contra la cual tuvo que luchar el resto de su vida. A raíz de su enfermedad, decidió abandonar sus experimentos de pobreza.

En 1601, se mudó a Valladolid, donde se había instalado la corte real. En 1602 realizó allí los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. En 1604 hizo escribir su testamento, dispuesta al martirio.

Vida en Londres

El 24 de enero de 1605 partió hacia Londres, vía París y Bruselas. Llegó completamente sin dinero en noviembre de 1605. Las disciplinas que usaba le fueron confiscados en las aduanas al entrar. Llegó en el peor momento: justo antes de la llamada Conspiración de la Pólvora (Gunpowder Plot), en que un grupo de católicos intentó volar por los aires el Parlamento inglés para derrocar el Gobierno del rey Jaime I. En esta época Carvajal se dedicó a la peligrosa tarea de proteger a estos acusados. Desde Inglaterra escribiría un abundante epistolario.

En Londres, el superior de los jesuitas, Enrique Garnet, intentó disuadirla de sus deseos de martirio. El embajador español Alonso de Velasco la tuvo bajo su protección. Para llevar a cabo su clandestina labor misionera («al servicio de Dios y de la Sagrada Virgen») aprendería, no sin esfuerzo, el idioma inglés. Visitaba a sacerdotes y laicos católicos presos en las cárceles inglesas, realizaba misiones evangelizadoras y fundó la Compañía de la Soberana Virgen María, Nuestra Señora, para mujeres.

Primer encarcelamiento

En 1608 fue encarcelada por primera vez. Pudo salir indemne gracias al apoyo diplomático de la embajada española en Londres.

Después de su liberación se dedicó a recoger los miembros amputados de los católicos, ejecutados por descuartizamiento. Ella misma los adecentaba y guardaba en cajas de plomo como reliquias.

El 9 de diciembre de 1610, «la dama española Donna Luisa de Carvajal» proveyó un banquete en la prisión de Newgate para veinte condenados católicos, entre los que se encontraba el monje benedictino católico John Roberts (c. 1576-1610). En el agasajo ella presidió la mesa y John Roberts fue el invitado de honor. Al día siguiente él fue colgado y descuartizado en Tyburn. Carvajal pudo recuperar un dedo, que se conserva en la abadía de Downside.

Segundo encarcelamiento

En 1613, el arzobispo de Canterbury George Abbot la hizo encarcelar por segunda vez junto a tres de sus compañeras, debido a que algunos creían que estaba conspirando contra el rey Jaime I y su parlamento. Esto provocó un verdadero conflicto diplomático, ya que el rey inglés quería conservar la paz con España. Una vez más, el embajador español ―esta vez Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar― logró liberarla. Sin embargo, a raíz de este nuevo encarcelamiento, la corte madrileña del rey Felipe III dictó una orden en la que exigía que Carvajal retornara inmediatamente a la península ibérica.

Muerte

En pleno invierno, Luisa Carvajal salió enferma de la cárcel. Antes de poder cumplir con la orden de su rey, falleció en casa de Gondomar el 2 de enero de 1614, el mismo día en que cumplía los 48 de edad. Sus restos volverían a España en agosto de 1615. Fue enterrada en el Real Monasterio de la Encarnación (en Madrid).

Está pendiente la causa de su beatificación.

Obras

De sus poemas no existen ejemplares originales. Algunos de ellos se conocen por la publicación que terceras personas hicieron de ellos. En el Real Monasterio de la Encarnación se conservan 178 cartas, así como todos sus manuscritos, incluido su testamento.

La temática de toda su obra es eminentemente religiosa. En poesía, ensayó todas las formas que se usaban en el barroco, o sea, las tradicionales letrillas, décimas, romances, liras, redondillas, villancicos, octavas reales y sonetos.

Cartas

Poesías espirituales (o Poesías espirituales de la venerable doña Luisa de Carvajal y Mendoza).
Muestras de su ingenio y de su espíritu (publicado en 1885).




Poesías
Mª Luisa Carvajal y Mendoza


1.- Redondillas Espirituales de Silva

Al buen empleo de su amor y frutos que de él sintió


-¡No encubras, Silva, tu gloria!
-Más dime: ¿por qué así dejas
esparcidas las ovejas
sin tener dellas memoria?

   Las ovejas que solías
con tanto gusto guardar,
que por las apacentar
los peligros no temías,

   ni sabes si a la majada
van, ni si van al ejido:
¿por qué las diste al olvido?
¡Aun de ti estás olvidada!

   Que mal se puede encubrir
el alma que está sujeta
a la dorada saeta
con que Amor la quiso herir.

   -A eso puedo responderte,
pastora, que has acertado
en pensar que a mi cuidado
le cupo tan alta suerte.

   Y si quieres escuchar,
pues me preguntas, diré
que puse toda mi fe
adonde no puede errar.

   Y pienso yo que la tuya,
oyéndome, quedará
tan prendada, que podrá
no tenerse más por suya.

   Aunque de aquesta ventura
mucha parte en no decilla
consiste, que a maravilla
el silencio la asegura;

   con verdad te afirmaré,
amada zagala mía,
que en un venturoso día
a la Belleza encontré.

   La cual yo consideraba
en mi agraciado pastor;
y dióseme por señor,
y yo quedé por su esclava.

   Que luego, allí, me rindió
con una flecha amorosa,
para mí tan venturosa,
pues el alma me acertó.


*  *  *

   Allá en mi primera edad,
guardando mi amor sincero,
fue mi pastor el primero
que robó mi voluntad.

   Con sus claros ojos bellos
me hizo su prisionera,
porque divinidad era
lo que se encerraba en ellos.

   Que, entre su garzo color,
aquellas luces divinas
a las piedras diamantinas
quitaban el resplandor.

   Pues, sus castaños cabellos,
que deben ser adorados,
más que aquese sol dorados,
pues su luz recibe dellos;

   y aquel color soberano
cual primavera florida,
y la frente esclarecida
que excede a todo lo humano,

   con los arcos de solaz
que al diluvio sucedieron,
y en mi cielo se pusieron
por señal de eterna paz;

   y la nariz afilada
de notable perfección,
tras sí llevó mi afición
con fuerza no imaginada.

   Su boca y labios, pastora,
mis pesares me quitaron,
y en su lugar me dejaron
la gloria que en ellos mora.

   Los dientes se parecieron
entre el rojo carmesí
para darme vida a mí,
y vida cual me la dieron.

   ¿Quién jamás hubo mirado
sus manos como la nieve,
que por ellas no se niegue
a todo lo que hay criado?

   En las cuales matizaban
las rubicundas heridas,
y entre lo blanco esculpidas
su lindeza acrecentaban.

   Y aquellos pies, respetados
de la angélica grandeza,
que en menor naturaleza
sobre ella son levantados,

   con obligación tan fuerte,
que los que la resistieron
muy justamente incurrieron
en culpa de eterna muerte:

   Y aunque de tanto valor,
quisieron siempre quedar,
para más me aficionar,
con las señales de amor.

   Y puedes estar segura
que en talle y disposición,
entre cuantos hombres son
no se vió tal hermosura

   La aurora me pareció
cuando en él puse los ojos,
que con inmensos despojos
el alma me enriqueció.

   Pero ¿quién podrá contar
su gentileza y primor,
siendo su eterno interior
bastante a glorificar?

   Díjome que, si le amaba;
que él me había amado primero,
y dádome en el madero
la vida que me faltaba.

   Y que a tanto había llegado,
que abrió para entrar en Sí
una puerta, que yo vi
rasgada en su diestro lado.

   Respondíle: «¡Por ti muero!»
Y cuando aquesto aceptaba,
mis tinieblas alumbraba
un clarísimo lucero.

   Y luego que a mis orejas
su voz sonora llegó;
como el alma derritió,
deshiciéronse mis quejas.


*  *  *

   Cien mil gracias derramaba
aquella figura bella,
porque se derramó en ella
toda cuanta en Dios estaba.

   Y fui tan favorecida
que de la mano me asió,
y en mi jardín se metió:
¡oh ventura no entendida!

   Como las flores sintieron
ante sí la Real presencia,
con muy presta diligencia
trascendiente olor vertieron.

   Las azucenas, perfetas
más que nunca se mostraron,
y su blancor renovaron
los jazmines y mosquetas.

   Los dorados tornasoles
de oro fino se volvieron,
y los alelíes dieron
unos nuevos resplandores.

   Los claveles y las rosas,
con su color encendido
más que de sangre teñido,
con las violetas graciosas,

   sus lazos entretejidos;
que en los trances más costosos
se afinan los valerosos
amantes, nunca vencidos.

   Y la verde, de alegría
y frescura se vistió,
que claramente mostró
que a su Hacedor conocía.

   Los casi secos frutales
echaron hojas, y fruto
dieron luego por tributo
conforme a sus propiedades.

   Y el apacible ruïdo
y silbos del austro amable,
con blandura deleitable
sonaban en el oído.

   Y esparcido por el huerto
su fragancia acrecentó;
y en un cielo se volvió,
con lo que digo, el desierto.

   La fuente se apresuraba,
manando a toda porfía;
por la tierra se vertía
hasta que a sus pies llegaba.

   Y después que me mostró
la fuerza de su mirar,
a aquesto, quiso obligar
su palabra, y me afirmó:

   Que Esposo fiel me sería,
sin que jamás mé faltase;
pero que no le olvidase
ni le hiciese alevosía.

   -Antes que tal me acontezca
(le dije), bien de mi vida,
en el infierno metida
en cuerpo y alma padezca.

   Al paladar se me apegue
la lengua, y con gran furor
en mí se apure el rigor
de justicia, y luego ciegue.

   En lugar de arras me dió,
con otras joyas gloriosas,
dos finas piedras preciosas,
y Él el alma me llevó.

   Y de aquí no pasaré;
porque, si pruebo a pasar,
en tan grande y ancho mar
anegada quedaré.

   Si más quisieres saber,
buscalle es lo más dichoso;
que hallarás puerto glorioso
cuando le llegues a ver.



2.- Romance Espiritual

de interiores sentimientos. Habla el alma que los padecía, con su corazón


Asaltos tan rigurosos
sufres sin desalentarte:
Dime, flaco corazón,
¿haste vuelto de diamante?
Entre esas llamas fogosas
que te cercan y combaten,
parece te tiene amor
tan hecho a sus propiedades,
que, cuando fuerte te quiere,
fuerte eres e inexpugnable,
y cuando de blanda cera,
te derrites y deshaces.
Entre mortales heridas,
y dolores desiguales,
de amor vives, y esa vida
te alivia y te satisface.
Quéjaste en los accidentes
y sientes su rigor grave,
no habiendo gloria en la tierra
con quien gustes de trocarle.
Que sólo el vivir, muriendo
porque no mueres, te aplace;
la libertad te atormenta
y sirve de estrecha cárcel.
Y por oscuras mazmorras
suspiras, y ausentes trances:
¡Oh, en cuán extraña cadena
quiso Amor aprisionarte!



3.- Romance Espiritual de Silva

De afectos interiores de amor de Dios

¡Ay, si entre los lazos fieros
que a mi gloria aprisionaron
par mi libertad, yo viera
enlazar mi cuello y manos!
Pero si es atrevimiento,
porque esos son sacrosantos,
e indigna toda criatura
de adornos tan soberanos;
concédeme, Amor, siquiera
(pues en dar no eres escaso)
algunas dulces prisiones
que les parezcan en algo.
Dulces las llamo, porque,
en ley de amor, sus amargos
son tan dulces, que la vida
se suele dar por comprarlos.
¡Oh cuán mil veces dichosa
aquella, do ejecutados
mil sangrientos sacrificios
y abrasados holocaustos,
se te ofrece Cristo mío,
en lo posible mostrando
cuán imposible es que quede
en ningún modo ni caso,
su fuerte amor satisfecho,
ni el tuyo inmenso pagado!



4.- Romance Espiritual de Silva

en que, de paso, va tocando lo sucedido, en su espiritual camino


 Por un áspero vïaje,
mirando con vista humana,
caminaba una pastora,
el alma de amor llagada.

   Con lágrimas en los ojos
con sí misma razonaba,
diciendo: «Silva, si huiste
y dejaste la cabaña,
bien sabes que lo causó
aquella belleza extraña
que un día considerarte
en el que te robó el alma,
y te tiró aquella flecha
en su amor enherbolada,
que en tal extremo te puso,
que, luego, determinada
te viste a dejarlo todo
cuando fuera dél se halla.

   Y el solícito cuidado
que en tu pecho se encerraba
a modo de ardiente fuego
las entrañas te abrasaba;
y en busca de tu pastor
saliste por la montaña,
porque tuviste por cierto
que en lo agrio della habitaba.
Sola, con sólo el amor
que a solas te acompañaba,
pisaste la agreste tierra
de espesas zarzas poblada;
y metida tan adentro
desta soledad tamaña,
a oír los fuertes bramidos
de fieras acostumbrada
quedaste, y acometerlas
con libertad denodada;
la flor de la mocedad
marchita y desfigurada,
perdido el lozano talle
en la amorosa demanda,
y lo vistoso y lucido
que al mirar vano agradaba.

   Y entre ti y tu dulce Bien,
hecha ya ley asentada
con mil solemnes promesas,
y dádole la palabra
de que siempre serás suya,
y te tendrás par su esclava,
y que será tu blasón
verte por él aherrojada;
a romper dificultades
de continuo aparejada.
-¡Y ahora, sólo un pensamiento
te trae tan desanimada,
y de tristeza cubierto
el corazón y la cara!

   Estas cosas dice Silva,
y grandes suspiros daba,
apremiada del dolor
que la consume y acaba.
El cual causó parecerle
que su pastor la olvidaba;
y que cuánto ha referido
no debe estimarse en nada,
que nada puede llegar
a lo que se halla obligada.

   Y procurando alentarse,
este remedio tomaba
de no acordarse de sí,
y emboscarse en la montaña
más áspera y más fragosa,
en busca de aquel que ama,
embebida toda en él,
y a él toda sacrificada,
esperando Silva en quien
puso toda su esperanza.



5.- Quintillas Espirituales de Silva

En que se muestra el sentimiento que tiene de no acertar a dar gusto a su señor: quéjase amorosamente y pídele su divina ayuda, representándole las razones que hay para esperarla de su divina mano.

 No pudiendo remediar
la causa de mi dolor,
me es forzoso preguntar:
¿Hasta cuándo, mi Señor,
tanto mal ha de durar?

   ¿Cuándo he de ser socorrida,
que me veo en grande estrecho,
de mil partes combatida,
de amor abrasado el pecho,
y de tu ausencia afligida?

   Pues el no haber acertado
a amarte, luz de mis ojos,
como debes ser amado,
¡cuántos millares de enojos
y amargura me ha costado!

   Y ver que te descontenta
quien por ti el vivir no estima
tanto el dolor acrecienta,
que me mata, y me lastima,
y me acaba, y me atormenta.

   De mí muy más recatada
ando que de un bravo toro;
y, como sobreenterrada,
sobre mí viéndome, lloro,
sin hallar descanso en nada.

   Vuelve esos ojos, mi Aurora,
y bien de mis bienes todos,
al corazón que te adora;
que, estrechado en tantos modos,
sangre en lugar de agua llora.

   Y dame, Rey soberano,
cómo pueda contentarte;
que siempre me saldrá en vano
el procurar agradarte,
si no me acude tu mano.

   ¿Hasta cuándo, mi alegría,
has de mostrar que olvidada
tienes, a quien trocaría
la más alta y sublimada
dicha por tu compañía?

   Porque aunque en esto no hubiera
para mí más que ser tuya;
fuera de ti, el resto diera
por ti solo; o me destruya
esa mano justiciera.

   Y si acaso dilatar
quisieres de mi gemido
la pena, sin me escuchar,
dime, mi gloria, te pido,
¿hasme hasta el fin de olvidar?

   ¿Quién (¡ay, fiero pensamiento!)
osará dárte acogida
en sí, ni un solo momento?
¡Porque verdugo a la vida
serás, y al alma tormento!

   Mucho menos riguroso,
sin duda alguna, sería
del infierno tenebroso
sufrir mil años, que un día
de pesar tan espantoso.

   Provocado a desecharme
te hallarás, Señor, si a mí
a solas quieres mirarme;
pero, mirándome en Ti,
no podrás dejar de amarme

   Ya sabes, dulce Bien mío,
que con mano poderosa
en un campal desafío
te venció Amor, y animosa-
mente cobró señorío.

   De tu justicia ha tenido
en mi favor mil victorias;
y, si tu pecho encendido
tiene, en todas sus historias
se hallará bien referido.

   La Real grandeza en grosero
sayal trocando, a buscarme,
como un pobre ganadero
saliste; que, por cobrarme,
dieras tú tu reino entero.

   Y hallándome que aherrojada
estaba en dura cadena
y ya a muerte condenada,
en ti libraste mi pena
por verme della librada.

   Y en bienes, vida y honor,
hasta desnudo expirar,
te hizo ejecutar Amor;
porque quisiste pagar
por mí de todo rigor.

   Y porque más restaurado
mi reino y cetro perdido
quedase, vituperado
fue el tuyo, y tan abatido,
que viniste a ser pisado.

   Pagaron con mil espinas
mi soberbia altiva y vana
tus bellas sienes divinas,
que son (¡bondad soberana!)
trazas de amor peregrinas.

   El fue quien aportillada
en Ti la muralla fuerte
dejó con una lanzada,
y, con no más que una muerte,
hasta Dios llana la entrada.


6.- Romance Espiritual
del testamento de Silva

Sintiendo Silva, de amor
gravemente el alma herida,
y que jamás acostumbra
a herir, que deje con vida;
con vida que fuera de él
vivir pueda un solo día,
empezó a hacer testamento,
y con prisa disponía
de todo lo que hasta allí
esperaba o poseía.

   Manda el alma, a su Pastor,
a cuyo imperio rendida
está, porque en buena guerra
la ganó estando cautiva.
Y al cuerpo, con S. y clavo
un precepto le ponía,
de que al alma, su señora,
sujeto y sin rebeldía
obedezca humildemente;
y él así lo prometía.

   Nombrado ha por heredero
de su loca fantasía
al mundo, porque de él hubo
esta hacienda tan de estima,
y el mayorazgo heredado
de aquella prosapia antigua
que suele rentar cada año
dos millones de fatigas:
las unas sobredoradas
y llenas de amargo acíbar,
y las otras plateadas
y por de dentro vacías.

   Deja a los ricos avaros
el muy rico oro de Tíbar;
y a los Señores y Grandes,
de vanidad una sima.
Y el bajo amor fementido
que a las almas tiraniza,
a los corazones viles
que sobre sí le entronizan.

   Las galas manda a las damas:
y toda la bizarría,
guantes, ámbar y pebetes,
cazoletas y pastillas,
fiestas, banquetes, jardines
faustos, pompas, cortesías,
entre aquellos a quien toca,
por no hacerles injusticia,
quiere que se les reparta
todo en juro de por vida,
y en esperanzas sin fruto
y en la flor desvanecidas.
Y en quimeras y designios,
trazas, lisonjas, mentiras,
intereses, pretensiones,
temores, melancolías,
correspondencias y amigos
compuestos de mil falsías;
mejora en el tercio y quinto
a la gente más lucida:
a los discretos y honrados
que tienen por granjería
el tratar con esta hacienda
y rica mercadería.
Y al ya nombrado heredero
deja lo que se le olvida,
para que lo dé a quien sabe
que más su amistad codicia.

   Y vuelta Silva al Pastor
de cuyo amor quedó herida,
le dijo: «Bien de mi gloria,
recibe a Silva, que expira».
Y en sus manos dejó el alma.
Y el Pastor la recibía,
y con solemnes exequias
él mismo la deposita
en un glorioso sepulcro
que dentro en su pecho había,
dejando el de sumo olvido
que para Silva tenía
el vano mundo engañoso
edificado a gran prisa.
Y el Pastor, muerto de amores,
puso a su esposa querida
una letra soberana
que su memoria eterniza,
que dice: «Silva, cual Fénix,
en mil llamas encendida,
yace dichosa y feliz
en mí, del mundo escondida».



7.-Romance

Es una consideración que muchas veces debió de pasar, como se refiere aquí: Sígnifícase en la ternura del pecho de Cristo, lleno de amor para con la naturaleza, con quien habla, y con cada una de las almas en particular. Y, cantares semejantes, llenos de afectos de amor divino, si se: dicen u oyen con consideración, encienden mucho el que hallan en nuestro pecho;, que, si las de amor vano y vil son tan perjudiciales por el fuego que suelen emprender en un alma mundana, ¿cuánto será la fuerza de éstos, que son de amor tan inmenso y verdadero?


En una graciosa isleta
que un claro río ceñía,
no lejos de Nazareth,
la de engrandecida dicha,
estaba el Verbo encarnado
a solas, sin compañía,
sentado en un verde asiento
que la misma tierra hacía,
de fresca hierba adornado,
junto a un olmo, do se arrima,
pensativo y cuidadoso,
al tiempo que se ponía
el sol, quedando sin él
apacible a maravilla
aquel venturoso puesto
que ocupaba el de justicia,
desde do se señorea
la clara agua cristalina,
que contenta y placentera
en las orillas batía,
muy claramente mostrando
que a su hacedor conocía.

   Y el bello mozo divino,
que a la belleza excedía,
los garzos ojos serenos
en sus criaturas ponía,
con cuya vista, de gloria
y lindeza las vestía,
y aquellos campos amenos
de varias flores matiza.
Las avecillas cantando
con acordada armonía,
solemnizan su ventura,
que la conocen y estiman;
el cielo quedó dorado
al tiempo que a él se volvían
los cristalinos espejos
en que los cielos se miran.
Y habiendo estado suspenso,
que el amor le embebecía,
mil amorosas querellas
de sus labios despedía,
y como orientales perlas,
gruesas lágrimas vertía,
diciendo: «¿Cómo desechas
(¡ay!, dulce enemiga mía),
tal amante y tal esposo,
que por ti pena y suspira?
Dulce enemiga te llamo,
que eres dulce, aunque enemiga,
y tengo por propios daños
los con que a ti te lastimas.
Buscas tu mal y el bien huyes;
mas, aunque yo dé la vida.
Con ella he de rescatarte,
que te me tienen cautiva.
Yo te obligaré a que me ames,
dejándote tan herida
de mi amor, que no descanses
ni un punto sin mí, alma mía.
Y si enemiga fuiste
dulce, ¿cuánto más amiga?


8.-Romance de Silva

ArribaAbajo   Mirando está a su Señor
pasado de una lanzada,
Silva, y su alma con ella
duramente traspasada.,
Sus ojos agua vertiendo,
del corazón destilada,
le dice: «Bien de mi gloria,
mi rutilante alborada,
¿quién ha puesto, mi Belleza,
vuestra hermosura afeada?
Siendo del Sol de justicia,
¿pudo quedar eclipsada?
Cuál fiera os topó, Cordero,
tan brava y emponzoñada,
que esa sacra vestidura
dejó tan ensangrentada,
que del amor fue tejida
en la Rosa inmaculada?
¡Qué nunca vista inclemencia
de cierzo, pues marchitada
puso aquesa eterna flor
por nuestro bien encarnada!
Buscar a vuestros hermanos
con bondad no imaginada,
pudo alterar su malicia
y envidia desenfrenada.
¡Qué pies, ¡qué manos! ¡qué heridas!
¡qué cabeza coronada
con la corona que fue
mi soberbia inventada!
¡Quién la tuviera, Rey mío,
en sus sienes apretada!
Y que con esto, mi Dicha,
llegara a verme enclavada
en una cruz cual la vuestra,
y en vuestro amor abrasada!
Mas, ¡ay de mí!, pues os veo,
vida de mi alma, acabada
delante de mí, ¡y no quedo
con vos muerta y sepultada!


9.- Romance de Silva

A Cristo Nuestro Señor

Quien no encontró al bello mozo
diestro, en el flechar del arco,
no diga que cosa buena
en su vida se ha encontrado.

   Aquel de los garzos ojos
y del cabello castaño,
a do el primor de lindeza
quedó más perficionado;
cuyo mirar, de amor mata,
que tiene un mirar extraño,
y tal que al más diamantino
pecho allana de un asalto.
Y llegando al corazón,
como dueño, sujetando
sus rebeldes tiranías
pone en él nuevos cuidados.

   Aquel, largo y manirroto,
en el dar no limitado,
que si pudiera quedarse
sin lo infinito que ha dado,
mil veces se viera a puertas;
que ha sido en esto extremado.

   Quien tan gran suerte y ventura
en algún tiempo ha alcanzado,
procure de no perderla
ni ponerla a mal recado
Que es amor, suma de bienes,
y un tesoro que, pesado
con lo que Dios vale y pesa,
pesa él solo y vale tanto.



10.- Letra Espiritual de Silva

De afectos de amor de Dios


 Si burlas de amor son veras,
¿qué serán veras de amor

   Cuando prueba al blanco el arco,
atraviesa el corazón
su flecha, que a oro de Tíbar
atrás se deja en primor:
¿qué serán veras de amor?

   Si una pequeña centella,
que de su fuego saltó
y dió en el alma, ha encendido
fuego tan abrasador,
¿qué serán veras de amor?

   Y si con risa apacible
es tan diestro robador
de corazones, que han sido
cien mil los que ansí robó
¿qué serán veras de amor?

   Si cuando sus brazos bellos
abrazan con más dulzor,
como si fuesen cadenas
dejan el alma en-prisión,
¿qué serán veras de amor?

   Si, con sólo mirar, queda
hecho absoluto señor
del alma, tomando en ella
pacífica posesión,
¿qué serán veras de amor?

   Y si con unas razones
que en su estilo despidió
acaso, pechos de acero
de parte a parte pasó,
¿qué serán veras de amor?

   Y si es de más que encendido
y fuerte dardo, el rigor
que causa dentro del pecho
su más templado dolor,
¿qué serán veras de amor?

   Y más que sanar no puede,
si no es la mano que hirió,
heridas tan penetrantes,
que aquestas sus burlas son:
¿qué serán veras de amor?



11.-Romance Espiritual

Sobre sentimientos de amor y ausencia

 Mal pueden los sentimientos
del bien ausente templarse
si el mismo que los causó
no quiere remedio darles.
Y en vano, Silva, en los tuyos
tratará de consolarte
ajeno entretenimiento;
que es la herida penetrante.
Y quien muy de veras ama
jamás supo acomodarse,
en ausencia, con contentos,
ni en presencia con pesares;
que si su sol le amanece
desaparecen sus males,
y si su sol se le pone
todo es tinieblas palpables.
Que desde su fortaleza,
Amor, y real homenaje,
no permite ni consiente
que en el alma desembarquen
extranjeros descontentos,
ni peregrinos solaces.




12.-Liras Espirituales de Silva

Sobre sentimientos de ausencia de Nuestro Señor.


 Dulce y fiel esperanza,
mi Cristo, mi Señor y mi deseo:
¿qué bienaventuranza,
qué gusto o qué recreo
podrá haber para mí do no te veo?

   Encerrado en mi pecho,
de ausencia y del amor, fuego tan fuerte,
me ha puesto en tal estrecho,
que un punto de no verte
me es de mayor dolor que el de la muerte.

   Porque sin ti, mi vida
queda cual la del pez sin su elemento,
hasta que socorrida
de tu presencia, siento
vuelto en deleite y gloria mi tormento.

   ¡Baste, mi bien, te ruego!
No te tardes ya más en socorrerme,
pues ves, Señor, que llego
a un extremo, que en verme
se juzgará que baste a deshacerme.

   Rompe esta tenebrosa
nube que de mil modos me atormenta,
con tu vista gloriosa,
y apaga la sedienta
congoja que me aflige y desalienta.

   Que cuando reverbera
la rutilante luz de tu hermosura,
mi invierno en primavera
se trueca, y su secura
en dulce y amenísima frescura.



13.- Romance Espiritual de Silva

Hecho en aprietos diversos del alma, que le ocurrieron a un mismo tiempo, y dando sobre su corazón lo apretaron fuertemente.

De un riguroso accidente
de ausencia y su dolor fiero
en gran manera apretada
(que pone en muy grande aprieto),
Silva a su Bien se quejaba;
que, aunque está al parecer lejos,
estas ausentes querellas
y de amor propios afectos,
divinos milagros hacen
y son últimos remedios.
Y entre memorias pasadas
las nuevas entretejiendo,
con suspiros acompaña
a sus palabras, diciendo:
«¿Por ventura es de tus flechas
mi corazón el terrero,
dulce Amor y dulce vida,
sin la cual vivir no puedo?»
Con mil estrechas lazadas
me le enlazaste primero,
porque atrás no se volviese
como cobarde y grosero;
y cuando firme le viste,
más que un peñasco de acero,
los diamantinos casquillos
de tus flechas y arco diestro
quisiste que ejecutasen
su fuerza en él desde luego.
Y no sé cómo, al herirme,
por felicísimo acierto,
los mismos tiros, de un tiro,
le iban pasando a ti el pecho.
Y así buscas ocasiones,
mi gloria, cada momento,
cuando de burlas, por gusto,
cuando de veras, por celos.
Las burlas y los favores
y gustosos pasatiempos,
de parte a parte penetran
con unos dardos de fuego.
Las veras tan rigurosas
son, que exceden todo extremo,
terribles más que la muerte,
más terribles que el infierno.



14.- Romance a Cristo Nuestro Señor

Del amor que tiene a las almas.

  Vuelve tu rendida Silva,
de ansia amorosa apremiada,
los tristes ojos cansados
que no hallan descanso en nada,
en busca de tu hermosura,
que cual flecha enherbolada
hizo en mi corazón suerte,
dejando el alma allanada.
Y en señal de posesión
pacífica y asentada,
en su más alto homenaje
la real bandera plantada
del amor, con la divisa
más heroica y señalada
que hubo en todos sus trofeos
de memoria eternizada.
Y en una divina letra
tu condición declarada,
que dice: «Yo a los soberbios
hago guerra ensangrentada,
y a los humildes perdono,
gente a mi ley ajustada».

   ¡Oh Amor! Gran fuerza es la tuya,
fuerza, en fin, no limitada,
que no osara otra ninguna
intentar, de escarmentada,
esta difícil empresa,
que estaba a ti reservada,
y a mi, dichosa ventura,
digna de ser celebrada;
porque ser tu prisionera
y ser tu esclava aherrojada,
es reinar, sin duda alguna,
y verdad averiguada.



15- Soneto Espiritual de Silva

de sentimientos de amor y ausencia profundísimos.

  ¿Cómo vives, sin quien vivir no puedes?
Ausente, Silva, el alma, ¿tienes vida,
y el corazón aquesa misma herida
gravemente atraviesa, y no te mueres?

   Dime, si eres mortal o inmortal eres:
¿Hate cortado Amor a su medida,
o forjado, en sus llamas derretida,
que tanto el natural límite excedes?

   Vuelto ha tu corazón cifra divina
de extremos mil Amor, en que su mano
mostrar quiso destreza peregrina;

   y la fragilidad del pecho humano
en firmísima piedra diamantina,
con que quedó hecho alcázar soberano.




16.- Soneto Espiritual de Silva

a la ausencia de su dulcísimo Señor en la Sagrada Comunión.


   ¡Ay, soledad amarga y enojosa,
causada de mi ausente y dulce Amado!
¡Dardo eres en el alma atravesado,
dolencia penosísima y furiosa!

   Prueba de amor terrible y rigurosa,
y cifra del pesar más apurado,
cuidado que no sufre otro cuidado,
tormento intolerable y sed ansiosa.

   Fragua, que en vivo, fuego me convierte,
de los soplos de amor tan avivada,
que aviva mi dolor hasta la muerte.

   Bravo mar, en el cual mi alma engolfada,
con tormenta camina dura y fuerte
hasta el puerto y ribera deseada.




17.- Soneto de Silva al Santísimo Sacramento

¡Hostia!

   Contra los «hostes» soberano y fuerte
amparo, do tu nombre se deriva
de cristalinas aguas fuente viva
que templa la abrasada ansia de verte.

   Muerte eres, vida eterna, de mi muerte,
y de aquella manzana tan nociva
remedio contrapuesto que la esquiva
fortuna, nos volvió en dichosa suerte.

   Ambrosía y néctar, que su ser inmenso
al alma comunica en tanto grado,
que queda hecha soberana diosa,

   y de amor encendida tan intenso,
que no puede vivir ya sin su Amado,
ni, fuera dél, amar ninguna cosa.



18.- Soneto Espiritual de Silva

al Santísimo Sacramento; en que habla el divino Verbo inmenso con el alma que le está recibiendo de las manos del sacerdote.

   De inmenso amor aqueste abrazo estrecho
recibe, Silva, de tu dulce Amado,
y por la puerta deste diestro lado
éntrate, palomilla, acá en mi pecho.

   Reposa en el florido y sacro lecho,
y abrásate en amor tan abrasado,
que hasta que el fuerte nudo haya apretado,
no sea posible quedé satisfecho.

   Mira cómo te entrego, amiga mía,
todo mi ser y alteza sublimada;
estima aqueste don que de amor te ofrece;

   tendrás en mí gloriosa compañía,
y entre mis mismos brazos regalada
gozarás lo que nadie no merece.



19.- Soneto Espiritual de Silva

   En el siniestro brazo recostada
de su amado Pastor, Silva dormía,
y con la diestra mano la tenía
con un estrecho abrazo a sí allegada.

   Y de aquel dulce sueño recordada,
le dijo: «El corazón del alma mía
vela, y yo duermo; ¡ay, suma alegría,
cuál me tiene tu amor tan traspasada!

   Ninfas del Paraíso soberanas,
sabed que estoy enferma y muy herida
de unos abrasadísimos amores.

   Cercadrne de odoríferas manzanas,
pues me veis corno fénix encendida;
y cercadme también de amenas flores».




20.- Soneto Espiritual de Silva

Del encendido amor con que Cristo Nuestro Señor deseó y esperó el día en que había de dejar restaurado la naturaleza humana, a costa de su inestimable vida temporal, acabada entre innumerables oprobios.


 En las ardientes llamas encendido
de amor, y de su flecha atravesado,
el Príncipe de gloria disfrazado
en traje pastoril desconocido,

   muchos más de catorce años servido,
sin dar punto de alivio a su cuidado
por su zagala había, y no cansado,
le han poquísimos días parecido.

   Y su excesivo amor no satisfecho,
porque sangre en las venas le quedaba,
causaba angustias mil dentro en su pecho.

   Y vuelto a la que en tanto extremo amaba,
decía: «¿Qué ha por ti tu Pastor hecho,
mientras la vida, y sangre no te daba?»




21.- Liras Espirituales de Silva

a Cristo Nuestro Señor


   Cristo dulce y amado,
sin quien vivir un punto no podría;
süave y regalado gozo
del alma mía,
mi bien, mi eterna gloria y alegría.

   Mi puerto venturoso,
do Silva de mil males amparada
queda, y del mar furioso
la braveza burlada,
cuando más pretendió verme anegada.

   Las olas hasta el cielo,
de tan divina roca rebatidas
quedaron por el suelo,
sus trazas destruídas,
y tus promesas fieles bien cumplidas.

   Que nunca me has faltado
en los encuentros fieros y espantosos
del tigre denodado,
y leones furiosos,
sedientos de mi sangre y codiciosos.

   Porque para leones
eres fuerte león de mi defensa;
y a armados escuadrones
del infierno en mi ofensa
en polvo los volvió tu fuerza inmensa;

   y el dragonazo horrendo
que, de la boca, infame, emponzoñada,
su ancho río vertiendo,
de su furor cercada,
como en lazo pensó verme encerrada.

   Y sólo con mirarme
(cuando a ti me volví), con esos ojos
soberanos librarme
pude de mis enojos,
quedando victoriosa y con despojos.




22.- Romance Espiritual de Silva

Refiere el esfuerzo con que un alma que ama a Cristo Nuestro Señor se determina a buscarle e irse a Él, y, pospuesta toda dificultad, se ofrece a los innumerables trabajos, desamparos y peleas que se le interpusieren, como bravo mar que, atravesado delante de los ojos, pretende enflaquecer la fortaleza del ánimo, aunque en vano, cuando el amor divino tiene tomada la posesión. Y dice que, así como el fuego del alquitrán se aumenta con el agua, así el amor de Dios recibe gran acrecentamiento con las saladas aguas de las adversidades y enemigas impugnaciones. Llama sirenas del mar a las prosperidades encantadoras y gustos halagüeños de mortífero veneno.


 Amor, el pecho animoso
de Silva consideraba,
que cien mil dificultades
rompiendo, al mar se arrojaba.
Las apacibles riberas
trueca por aguas saladas;
y contrastando las ondas,
con ímpetu, atrás quedaban,
que es de acero, aunque parece
de materia delicada.
No teme las tempestades
del mar, ni sus olas bravas,
que van las del corazón
mas furiósas y alteradas,
y el fuego hace al elemento
húmedo grandes ventajas,
cuando como el de alquitrán
se acrecienta con el agua.

   No la encantan las sirenas
con su voz fingida y falsa,
porque la tiene el amor
toda absorta y traspasada,
cuyos cuidados destierran
todos los demás del alma.
Y Silva, sólo el que lleva
(que de sí no se acordaba),
es, de cuando podrá verse
en alta mar engolfada.
Porque desde allí hasta el puerto
adonde su Bien lo aguarda,
casi siempre se camina
viento en popa y mar bonanza.

   Y el Dios de amor, admirado,
que de estarlo muestras daba,
del prodigioso suceso
el fin dichoso aguardaba.



23.- Romance Espiritual de Silva

  Por herir a quien la ha herido,
Amor, que de amores muere,
de su aljaba una saeta
sacó, que con ella quiere
hacer un tiro famoso:
tiro que llamarse puede
tan venturoso y felice,
que a la mayor dicha excede.
Y flechando el arco, dice:

-«¡Ay, mi Silva! ¡Si supieses
cuán herido el corazón
me tienes, pues no consiente
que deje de herir el tuyo!
El cual, aunque me es rebelde
quedará tan allanado.
que por momentos espere
mi divina compañía,
y si me escondo, se queje;
porque ya la nieve helada
se habrá vuelto fuego ardiente.
Y así, no tendrás descanso
sin mí, que es muy impaciente,
Silva, el amor, y si es grande,
en silva gran fuego emprende».

   Y diciendo estas razones,
la flecha resplandeciente
atravesó el libre pecho,
y el alma hirió gravemente
de Silva, que con suspiros,
muestra el gran dolor que siente,
y que no puede sufrir
verse de su Bien ausente.
Que es de amor la gran dolencia
más terrible que la muerte,
y sus encendidos celos
son más que el infierno fuertes.


24.- Redondillas Espirituales de Silva

A Cristo Nuestro Señor, sobre su divino pie izquierdo, el cual se mostraba en una imagen de la columna, de ella amarrado


   El pie que de amor me hirió
de sólo mirarle un día,
¿qué efecto en el alma haría
cuando a mis labios llegó?

   Dígalo Amor, a quien diere
el alma por escucharle;
que fuerza será dejarle
vida y alma, si le oyere.

   Que sin jamás apremiar
la voluntad, de manera
él la fuerza a que te quiera,
que no te puede olvidar.

   El pie tu Silva besando
que juntamente adoraba,
dél sentí que al alma entraba
un fuego y otro abrasando.

   Y abierto hasta el corazón
el camino a puro fuego,
a paso llano el pie luego
entró a tomar posesión.

   Y tan perdida quedé,
cuando los ojos, por verle,
alcé, que, por no perderle,
me di, por el dulce pie.

   Y como me di a mí, diera,
por solo este pie pintado,
cuanto bien imaginado
puede haber, si le tuviera.

   Aquesto así ejecutado,
me fuera suma riqueza
verle sobre mi cabeza
después de haberle besado.

   Que no sólo vencedor
tu robusto brazo diestro
es, que con tu pie siniestro
hieres, y matas de amor.

   Mil dardos dél me arrojaste,
y al alma todos llegaron,
y mil heridas causaron
de amor, con que me mataste.



25.- Quintillas Espirituales de Silva

Al mismo pie izquierdo de Cristo Nuestro Señor, que (como dicho es), se parecía atado por un lado de la columna.


 Hizo pie en mi corazón
un pie divino de modo
que no podrá el mundo todo
quitarle la posesión,
ni a mí tan rico tesoro.
   Y era tanta la dulzura
que el sacro pie le influyó,
que desterrado quedó
cuanto acíbar y amargura
en el corazón halló.

   Descubriendo el pie sin par,
quité el delicado velo,
vislumbres de empíreo cielo;
dió el alma allá sin tardar,
con alas de amor un vuelo.

   Y hecha una fénix quedó
haciendo al pie de sí entrego;
que el pie de amor es de fuego,
y alma y corazón volvió
vivas llamas desde luego.

   Y adorando aquella Aurora
do mi sol vino escondido,
vi mi pecho enriquecido,
y dije: Silva, atesora
deste bien no conocido.

   Cien mil gracias derramaba
el pie, inmensa fuente de ellas,
y con fogosas centellas
mi corazón adornaba,
como al cielo con estrellas.

   Y de arreboles tan lleno
mi claro cielo se vía,
que de primavera el día
más dorado y más sereno,
en mil tinieblas volvía.

   La más larga y rota mano
que en hacer bien se esmeró,
jamás pudo ni acertó
a dar lo que el soberano
pie en un solo punto dió.



26.- Romance Espiritual de Silva

en que se muestra cuán vivos sean y cuán justos los sentimientos del alma que ama a Dios, cuando halla faltas en su correspondencia, aunque inadvertidas y poco voluntarias; y que el remedio último de estos aprietos es aquel a que forzosamente ellos la obligan, que es salirse de sí misma huyendo al soberano refugio y presencia de Cristo Nuestro Señor, a do hallaba felicísima acogida.


   Teniéndose en la memoria
a si misma dibujada,
Silva, de amor encendida
y de la pena aumentada,
alevosos desconciertos
a sus desaciertos llama,
y fieras puntas de acero
que el alma y corazón pasan.
-¿Cómo, dice, ¡ay!, enemiga,
enemiga, aleve y falsa,
descuidos caber pudieron
en quien muy de veras ama?
Y si en ti son los pequeños
traiciones no imaginadas,
díganlo aquellos favores,
no dados con mano escasa,
con que tan enriquecida
te tiene también el alma.

   Y no pudiendo sufrir
la fuerza de sus palabras,
se desampara, y huyendo,
sin fuerza y desalentada,
llegó ante aquella presencia
do está su gloria cifrada,
corno a venturoso puerto,
después de tempestad brava;
y, viendo abierta la puerta
al lado del Real Alcázar,
dándole amor osadía,
y prestándole sus alas,
voló hasta dentro del pecho;
y, cual fénix renovada,
su vida fue así, muriendo
entre mil ardientes llamas.




27.- Romance Espiritual de Silva

Del alma que, determinada con ánimo del cielo a buscar a Cristo Nuestro Señor y seguirle, descubrió sus divinas huellas en los desprecios, desamparos y trabajos temporales, admitidos y estimados por su amor; y, experimentadas las dificultades de este camino estrecho, las halló allanadas con aquellos pies soberanos que, rompiendo por ellas, tuvieron fuerza y virtud para volver dulce y apacible lo que en sí era antes escabroso y amargo.


   En busca del dulce Amado

Silva animosa camina,
y entre mil varias pisadas
las de su Bien descubría,
que, con las vueltas del tiempo,
apenas se parecían.
Cuyo divino traslado,
con que errar no se podía,
impreso en el corazón
de mano de amor tenía.
Y con cada soberano
vestigio se enternecía,
diciendo: «Dulce camino,
dulce y amigable guía,
ninguna más venturosa
dársete pudo, alma mía.
¡Ay, plantas, que os dibujasteis
sobre escabrosas espinas
a tanta costa, por que
no me fuesen a mí esquivas!»
Y el tierno pecho abrasado
entre memorias tan ricas,
despide llamas al cielo,
que lo baten y aportillan.



28.- Romance Espiritual de Silva

en el cual se muestra un alma muy herida del amor de Dios.

  En la dura superficie
de la tierra, recostada,
y de una mortal herida
de amor, que el alma le pasa;
con mil vivos sentimientos
del tierno pecho arrancaba,
Silva, profundos gemidos,
qué por la posta despacha.

   Del grave dolor que siente
constreñida y apremiada,
más que a toda diligencia
les ordena que se partan;
y dice: «Andad, mis suspiros,
pues me veis desahuciada,
en busca del Bien que pudo
herir de este modo el alma,
con cuya mano divina
sólo podré ser curada;
que de males rigurosos
de amor, jamás nadie escapa
con vida, sino en las manos
del mismo que de amor mata».


29.- Romance Espiritual de Silva

sobre aquellas primeros y divinas palabras de Los Cantares: «Osculetur me osculo oris sui», entendidas en persona de un alma que íntimamente deseaba a Dios.

 Los orientales luceros,
y bellos ojos, acaso,
poniendo la fiel Esposa
en un sangriento retrato
de su bien y su tesoro
herido y aprisionado,
quiso hablar; mas imposible
fue que amor había anudado
la lengua con fuerte nudo
y el corazón traspasado
de mil mortales heridas,
que la llegaban al cabo.
Y cuando (aunque no bien)
pudo decir su dolor extraño,
con la voz enflaquecida
y el pensamiento elevado
en aquel a quien adora,
dijo: «Si no son sus labios
remedio de este accidente
tan grave y desahuciado,
la natural vida pierde
su fuerza, y se va acabando:
Aplíqueseme al aliento
el respirar soberano
que a los muertos resucita,
nueva vida al alma dando».


30.-Romance Espiritual de la Misma a Cristo Nuestro Señor

   De Silva los claros ojos,
que mil lágrimas brotaban
vueltos hacia el alto cielo,
juntamente derramaban
mil amorosas querellas,
que entre las corrientes claras
despide su corazón,
porque el fuego la apremiaba
del amor, que fuertemente
le ocupa, enciende y abrasa.
Y estando la lengua muda,
porque el corazón hablaba,
desde él dice: «¡Ay, Señor mío!,
¡quién pudiera tornar alas
de sincera palomilla
en tu amor perficionadas,
para volar, y acogerme
a la ciudad soberana
de mi refugio y defensa,
a do no llegan ni alcanzan
los males de aqueste suelo
en que vivo desterrada!
No llamo males, mi bien,
a los que en él males llaman,
que ésos antes me enriquecen
y me consuelan y acallan;
ni ciudad a la del cielo,
aunque es mi querida patria,
sino a tu pecho divino,
adonde nido y morada
me hiciste, abriéndome puerta
con el hierro de una lanza».




31.- Romance Espiritual de Silva

en que refiere el tiempo y modo con que fue Nuestro Señor ganando el alma y robando la voluntad para sí, con lo demás que a esto se sigue.


   Madre, siendo niña,
me prendió el Amor;
con cadenas de oro
presa me dejó.
Pensé se burlaba,
y él se me rió,
y me dijo: «Silva,
yo soy tu Señor».

   No sentí su fuego
aunque abrasador;
¡ahora bien le siento
después de mayor,
que la burla y juego
veras me salió!

   Ya no soy de nadie
sino del Amor,
que con fuertes lazos
así me enlazó;
y son sus lazadas
de tanto primor,
que atando desatan,
y bien lo sé yo.
Con su S. y clavo
señalada estoy,
señales de gloria
con que me adornó.
Volvió a mí sus ojos,
y de ellos salió
fuego vivo, ardiente,
que a Silva abrasó;
abrasóle a Silva
alma y corazón.
Y arcos imagino
que sus ojos son,
porque una saeta
de ellos despidió.
Asestóla al alma,
y en el blanco dió;
quedé tan herida
que muero de amor.
Y el dolor que siento
es grave dolor;
templalle, mi madre,
nadie podrá, no,
que único remedio
de él es mi Señor:
sólo sanar puede
la mano que hirió.




32.- Quintillas Espirituales de Silva

Sobre haber unos vendido el Santísimo Sacramento a un moro, que hiciese hechizos dél, en Madrid, año de 1597.

 ¡Cuán dado, mi Dios te diste,
pues, por darte al alma amada,
la aleve y desmesurada
llegar a ti permitiste,
con bondad no imaginada!

   La sagrada Comunión
recibiendo cada día,
siete veces la escondía,
y con perversa traición
a un moro infiel te vendía.

   El cual un escudo daba
por ti, en que eras apreciado,
y para hechizos comprado;
que para ellos no ignoraba
ser tú, mi gloria, apropiado.

   Pero, ¿cómo no entendió
el infamísimo avaro,
si riqueza pretendió,
que tesoro inmenso dio
vendido en sólo un ducado?

   ¡Tan barato te vendía,
mi bien, estando yo aquí!
¡Ay, si me encontrara a mí,
y diérale, sin porfía,
hacienda y vida por Ti!

   Quien te vendió me lastima,
y también quien te compró,
pues ninguno conoció
el gran respeto y estima
que a tu persona debió.

   ¡Oh hechizos! cuán venturosa
fue el alma a quien hechizastes!
Decidme, ¿no la dejastes
hecha una celestial diosa,
si a dicha en gracia la hallastes?

   Que si así fue, empíreo cielo
vuelta, sin duda, quedó,
mientras en sí os poseyó;
que el no pensado consuelo
y eterna vida se halló.

   En fin, hechizos se hicieron,
con que bien enhechizado
de amor quedó el que ha tomado
tales hechizos, pues fueron
hechos del Verbo encarnado.

   Que, en hechizos, yo no dudo,
Hostia sacra, que ese amor
hechice con tal primor,
que ni supo Dios ni pudo
hacer hechizo mejor.



33.- Redondillas Espirituales de Silva

Al Ecce Homo

   Sacando el vivo retrato
de Dios Padre omnipotente,
el injusto presidente
a vista del pueblo ingrato;

   disimulado en el traje,
y el traje desfigurado,
por haberse disfrazado
con mi ignominia y ultraje,

   salió a la usanza de rey;
pero era nuevo el reinado,
porque en sus hombros cargado
sacó su imperio y su ley.

   Y al punto que le miró
aquella gente, sedienta
de su sangre, como exenta
ramera, le blasfemó.

   -«De delante nos lo quita,
-dijo-, y en una cruz muera»,
la más que pésima fiera,
con intolerable grita.

   El juez inicuo, temiendo
tan manifiesta injusticia
y de ellos la gran malicia,
los acallaba, diciendo:

   -«Atentamente mirad
en este hombre que os muestro;
atended a que es rey vuestro
y que le debéis lealtad;

   Acábese de ablandar
pecho tan desapiadado:
¿a vuestro rey consagrado
tengo de crucificar?

   Ese envidioso furor
el ánimo os ha cegado
para que así hayáis negado
a vuestro propio Señor».

   La causa de le sacar
así, fue porque creyó
que, como él se lastimó,
los pudiera lastimar

   ver a Dios en tal estado,
y, con la fuerza de amor
más herido en lo interior,
que no en lo exterior llagado.

   Y aunque era luz penetrante,
no los aclaró este cielo,
porque echaron otro velo
al corazón de diamante.

   Y cual abrasada fragua
que a toda furia se ardía,
cuanto el pueblo más pedía
su muerte, más la aceptaba.

   Que era de amor mar profundo,
y con él se había juntado
el que faltaba al helado
pecho, del aleve mundo.

   -Salid, hijas de Sión,
la suprema y levantada;
y no a ver la limitada
gloria del rey Salomón,

   sino a la que lo es del Padre,
de grandeza incomprensible,
con la corona insufrible
que le coronó su madre

   el solemnísimo día
en el cual se desposó
con su Amada, y le estimó
por el de más alegría.

   Que por guirnalda de rosas
puso en sus sienes divinas
una corona de espinas,
crueles y lastimosas.

   Madrastra fue al descubierto,
pues que, desde que nació
no paró hasta que le vio
fuera de los reales muerto.


34.- Octavas Espirituales de Silva

sobre interiores sentimientos del alma.

   Cuando vuelvo los ojos a mirarte,
después de haber estado divertida
en el caduco mundo, de tal arte
viene a quedar tu Silva entristecida,
que sin hallar reposo en otra parte
que en Ti, se vuelve a ti despavorida,
cual pequeñuelo niño que, a deshora,
de su madre la ausencia advierte, y llora.

   Y herida del ligero pensamiento,
despide de sí el alma unas centellas,
aspirando con tal fuerza a su centro,
que se ven en un punto todas ellas
puestas y fijas en el firmamento
de amor, como hermosísimas estrellas,
de do arrojando fuego con presteza,
de nuevo Silva a se abrasar empieza.

   Con tierno sentimiento suspirando,
entre mi dulce gozo mezclo lloro,
amorosas querellas derramando
delante de Ti, gloria en quien adoro,
pidiéndote me digas hasta cuándo,
hasta cuándo, inmensísimo tesoro,
me pensabas dejar tan trascordada
y en las vanas ficciones ocupada.

   Como el pez a quien falta su elemento,
sin ti muero y expiro ciertamente;
estimando en mil años un momento
de los que suelo hallarme de ti ausente,
y por el más furioso y gran tormento
que en las leyes de amor el alma siente;
que este dolor terrible es tan subido
de punto, que aun no queda encarecido.

   Y pues de mí te escondes y te ausentas
como de una enemiga declarada,
muchas veces, Señor; y aunque atormentas
así a tu Silva, no la hallas cansada
de sufrirte y quererte, no consientas
que también yo ande ausente, y olvidada
de Ti, pues de esto no saco otro fruto
que pagar al tirano su tributo.

   Forzada de la flaca y deleznable
naturaleza, a los males dispuesta,
me sirve de [un] infierno intolerable,
y profundos gemidos mil me cuesta;
pero en ninguna vía remediable
puede ser tan gran peste como aquesta,
si de tu eterna y tan divina mano
no me viene el socorro soberano.

   Una merced te pido, confiada
en aquesa bondad tan sin medida,
y es, que a tu voluntad muy ajustada
quede tu Silva en todo, tan rendida
en Ti, y tan embebida y empapada,
que de mí ni una gota sea vertida:
si este celestial don me concedieres,
yo te daré por él cuanto quisieres.



35.- Romance Espiritual de Silva

Declara el señorío y fuerza de amor, considerada en el mismo Jesús; y cuáles han de ser los pechos en que El ha de tomar posesión y vivir de asiento.

   Absoluto dueño
del pecho rendido,
que todo lo allanas,
siendo obedecido
con tal diligencia,
que jamás ha habido
rey que se te iguale
en cuantos han sido;
que eres Rey de reyes,
y Dios, aunque niño,
conquistas las almas
por modo no visto.
Tu arco certero
jamás en vacío.
despidió sus flechas,
ni erró ningún tiro;
y el pecho a que asestas
siempre es escogido,
animoso y sabio,
constante y de brío;
porque te desplace
el que es abatido,
cobarde, indiscreto,
y en el amar tibio:
que, aunque pequeñuelo,
eres muy sabido;
y aunque delicado,
de nadie vencido.



36.- Coplas Espirituales de Amor de Dios

  Dulcísima gloria mía,
id la fuerza acrecentando,
que se consumen amando
cuantas en el alma había.

   Aquesa profundidad
de sumo merecimiento,
anegó mi entendimiento
y absorbió la voluntad.

   Y cuando vine a llegar
al punto más levantado,
vi que amor me había faltado
para empezaros a amar.

   Cual fénix desfallecida
del amoroso accidente,
deshecha en su llama ardiente,
de nuevo espero la vida.




37.- Quintillas Espirituales de Silva

  Llora Silva, y su Pastor,
se alegra de su pesar:
¡hasta aquí pueden llegar
las trazas que tiene amor
para su fuego aumentar!

   En las niñas de los ojos
dice el Pastor que le ofende
quien en dar a Silva entiende
aun muy pequeños enojos,
y que su furor enciende.

   Y viéndola él afligida
y llena de desconsuelo,
la vuelve de plomo el cielo,
y su luz oscurecida,
y de metal todo el suelo.




38.- De la Navidad

   Mostrado ha tanto cariño
con su Amada este zagal,
que porque no le era igual
ha venido a hacerse niño.

   Y otro inaudito favor
ha sido habérsela dado
a la rústica, abrasado
en tan encendido amor.

   Su fuerza, no conquistada,
acabó tan grandes cosas,
que en las trazas más costosas
halla siempre amor entrada.

   Con las pieles de un cordero
disfrazó él ornato real,
y en un humilde portal
un tesoro todo entero.

   De la ciudad soberana
quiso bajar a la tierra,
a tratar sangrienta guerra
por rescatar la serrana,

   del tirano Lucifer;
que sus fuerzas, en mantillas
envuelto, ha de combatillas
por mostrar más su poder.

   Zagala, ingrata no seas
a quien así te ha querido,
pues que sólo ha pretendido
tenerte adonde le veas.




39.- De Navidad

   No es mal remedio el sereno
y estar en portal sin casa
para pecho que se abrasa
y que está de fuego lleno.

   Y ya que eso no ha bastado
a templar la ardiente llama,
tener el suelo por cama,
y estar temblando de helado.

   Mas fuego que al hielo ataja,
y que pone-en tal estrecho
al Niño,¿como no ha hecho
ceniza el heno y la paja?

   Sin duda es el fuego, a quien
figuró la llama ardiente,
que vio tan resplandeciente
entre la zarza Moisén.

   Y siendo amor, su potencia
no asesta en pajas ni en heno,
sino en el pecho terreno
do busca correspondencia.

   Que una rústica serrana
fue quien su pecho encendió,
desde el punto que la vio
en su idea soberana.

   Herido me han los amores
del Niño, y sus gracias mil;
parece un florido Abril
cuando derrama sus flores.

   Toda me quiero vender
por sus llamas al amor;
que no habrá trueco mejor,
y eso debe él pretender.




40.- Al Nacimiento

   El Dios de venganzas
su fuerza ha rendido,
del amor herido.

   E1fuerte y terrible
león de Judá,
hecho se nos da
cordero apacible;
y si era increíble,
es por haber sido
del amor herido.

    El que es de millares
de ángeles gobierno,
como niño tierno,
envuelto en pañales,
llora ya mis males,
por haber nacido
del amor herido.

   La suma grandeza,
y bien soberano
se halla muy ufano
puesto en gran pobreza,
porque su riqueza
me ha enriquecido
del amor herido.

   Sujeto a mamar
está, y sufre frío
quien refrena el brío
del furioso mar;
que quiere mostrar
que a esto se ha abatido
del amor herido.

   El Verbo divino
del inmenso Padre,
en la sacra Madre
a humanarse vino,
abriendo el camino
al hombre perdido,
del amor herido.




41.- De la Navidad

   Dulce bien,¿por qué lloráis?
¿No se ha hecho lo que queréis,
con cuanto sufrido habéis,
por el alma a quien amáis?

   Estando desembarcado,
en la tierra deseada,
con el sayal de la amada
zagala tan disfrazado,

   mostráis tristeza y dolor:
mucho debe de faltar
hasta adonde ha de quedar
satisfecho vuestro amor.

   No os acallan los pañales,
ni el pesebre despreciado
en que os halláis recostado,
puesto entre dos animales,

   ni el arruinado portal,
ni la inclemencia del cielo,
ni el ver ya por ese suelo
grandeza tan desigual.



42.-Redondillas Espirituales de Silva

A la Navidad: llama cristalina fuente a Cristo Nuestro Señor y también la fe, adonde infaliblemente se ven y muestran estas verdades


   Las trazas del amor vi
en la cristalina fuente,
que para mí fue una ardiente
fragua donde me encendí.

   Y son maravillas tales,
que sólo el que pudo hacerlas
es el que sabe entenderlas,
que a su saber son iguales.

   La fortaleza caída
vi, que estaba sollozando,
y el mismo gozo, llorando,
y la gloria, entristecida.

   La inmensidad, abreviada,
y aquella fuerza invencible
vencida, aunque era increíble,
y entre mantillas fajada.

   Pobrísima la riqueza,
y al sacro y empíreo cielo,
arrojado por el suelo,
y abatida la grandeza.

   Al infinito valor,
en poco precio estimado;
y al mismo fuego, vi helado
por abrasarse de amor.

   Las Cortes del sumo Rey
celebrarse en un portal;
y la Alteza celestial,
entre una mula y un buey.

   Y vi la Sabiduría
y Verbo eterno del Padre
tener en la tierra Madre,
en cuyos brazos dormía.

   Y a la igualdad y justicia,
por injusta condenada;
y a la pureza, infamada
por nunca vista malicia.

   Vi la hermosura y belleza
en todo extremo afeada,
y quedar desfigurada
y marchita la lindeza.

   Vi la vida que expiraba,
con lo cual muerta dejó
a la muerte, y vida dio
al alma que muerta estaba.

   Y que era ya Dios el hombre,
y hombre Dios, y sin respeto
tratado, y a ley sujeto:
¿Habrá a quien esto no, asombre?



43.- Soneto Espiritual

de afectos de amor encendidísimo y deseos de martirio


  Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado.

   Di, Amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquesta suerte venturosa,
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?

   ¿Ha sido, por ventura, haber querido
que la herida que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte desmedido,

   no quede socorrida ni curada,
y, el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?




44.- Soneto Espiritual de Silva

Para una señora grave, a quien ella amaba mucho y deseaba verla muy ocupada en cosas espirituales, porque era muy para ello, y no derramada en ocupaciones y correspondencias humanas, aunque con buen fin


  ¿Cómo, di, bella Amari, tu cuidado
estimas en tan poco, que, olvidada,
de quien con tanto amor eres amada,
te empleas en el rústico ganado?

   ¿Háte la vana ocupación comprado?
¿qué nigromántica arte embelesada
te trae, y de tu bien tan trascordada?
¡Ay, alevosa fe! ¡ay, pecho helado!

   Vuelve, Amari; repara que perdiendo
vas de amor el camino; digo, atajo.
Y ese que llevas, ancho y deleitoso,

   suele mañosamente ir encubriendo
entre las florecillas, y debajo
de verde hierba, el paso peligroso.




45.- Liras de Silva

a los divinos ojos de Nuestro Señor


   Al alma que te adora
vuelve los ojos claros, Cristo amado,
que más que en sí, en ti mora,
y todo su cuidado
en sólo tu mirar está cifrado.

   Ojos restauradores
de vida, que la dan de amor matando;
absolutos señores
de cuanto están mirando,
inmensa majestad representando.

   Puro y vivo traslado
de todo el bien que encierra el alto cielo,
que tras el delicado
disfraz de humano velo,
hacen rico y dichoso a todo el suelo.

   Sacros soles dorados,
cuya amable presencia poderosa
los males desterrados
deja, y su victoriosa
luz deshace la niebla tenebrosa.

   Rara y suma lindeza,
y el «Nihil ultra» de la excelsa mano,
adonde con destreza
juntó un mirar humano
con un mirar divino y soberano.

   Depósitos divinos
do está toda mi gloria atesorada,
espejos cristalinos,
vista dulce, agraciada,
dorado día, aurora arrebolada.

   Jardines celestiales,
ameno paraíso deleitoso,
luceros orientales,
refugio venturoso,
puerto en la tempestad maravilloso

   En esos ojos bellos
todo su bien librado el alma mía
tiene, y colgada de ellos
vive, que no podría
de otro modo vivir ni un solo día.

   ¿En cuánto me ha importado,
que para mí no son, o no hayan sido?
¿o, qué en ellos buscado
de bien he, o pretendido,
que vano o engañoso haya salido?

   Decid, luces serenas,
¿quién de ese dulce revolver mirando
lazos hizo y cadenas,
con que el alma enlazando,
sutilmente la van aprisionando?

   Las hazañas famosas
de amor, y sus victorias no imitadas
siempre, más venturosas
fueron, y señaladas
desde ese Alcázar Real ejecutadas.

   De tanta hermosura
la fuerza intensa, aun no experimentada
con dichosa ventura,
en mirarla ocupada
viene a quedar suspensa y trasportada.

   Y habiendo Amor robado
mi corazón, que en nada resistía,
le vi que, remontado,
por el aire subía,
y en tus ojos con él se me escondía,

   por alcaide celoso,
en medio el pecho, en su lugar dejando
un afecto fogoso,
que en llamas abrasando
le está, y el homenaje a Amor guardando.



46.- Romance Espiritual de Silva

   Silva a Nise, entre otras cosas
que con ella en gusto hablaba,
determinó de contarle
una que, aunque fue soñada,
no era poco misteriosa,
a su Señor aplicada:

   Bien conoces, dijo, a Amari,
Amari mi prima hermana,
iguales en la amistad,
en los años y crianza;
no en las suertes, por que han sido
de todo en todo contrarias.

   Soñaba, pues, que yo y ella,
de nuestra antigua morada
salíamos una tarde
del gran calor apremiadas,
-al tiempo que el claro Febo
apriesa se desviaba
del horizonte, y la noche
clara, fresca y sosegada,
sucediendo, al alto cielo,
su vistosa y turquesada
color, de cien mil diamantes,
con arte y primor bordaba-,
a las riberas umbrosas
de fresca hierba adornadas;
adonde me parecía
que, junto, a nuestra cabaña,
gozando del fresco viento
conmigo Amari en pie estaba;
y de la callada noche
y soledad convidadas,
con un profundo silencio
los ojos consideraban
a veces el prado ameno
de anchura y belleza extraña;
a veces, las cristalinas
del Duero profundas aguas,
donde, como en claro espejo,
dentro de ellas se mostraba
la luz de una gran estrella,
en todo trasordinaria;
la cual en un punto vimos
que el puesto desamparaba,
y, como rayo ligero,
del cielo en la tierra daba.
Y apartada un grande trecho,
de la tierra levantada,
divina gloria influyendo,
se acercó de un salto a entrambas.
Y absortas en tal suceso,
al tercer asalto, asestaba,
Nise, en medio de mi pecho,
y dentro de él se me entraba.
Su luz del todo ocultando,
quedó en el pecho encerrada;
y no sé a cuál de las dos
dejó más maravillada:
y atenta a la superficie,
con la pastoril zamarra
cubierta, que de cortina
sirvió y sirve a gloria tanta.

   En esto desperté y vime
del caso y historia rara
lejos, y en sólo mi Bien
el alma toda ocupada,
cuya ausencia me traía
de lo demás olvidada.
El sueño pasó por sueño;
y, estando bien descuidada,
me vino, Nise, un recado
que mi señor me enviaba,
diciendo que aparejase
mi pecho para morada
suya, porque, desde luego,
por suya la señalaba.
Y ya ha dos años cumplidos
que, casi cada mañana,
cuando de su Alcázar sale
y acá a nuestra sierra baja,
en este albergue pajizo
de la que más que a sí le ama
entra, y le deja hecho cielo,
y hecha también diosa el alma.




47.- Quintillas Espirituales de Silva

De un desafío al mundo


   Un corazón animoso,
con esfuerzo y valentía
que de dolor procedía,
a su enemigo alevoso
así reta y desafía:

   «Engañoso y más mudable
que lo es el camaleón,
emponzoñado escorpión,
furioso tigre intratable,
soberbio y bravo león.

   No me espanta tu fiereza,
ni tu furor me acobarda:
aguarda, tirano, aguarda;
llevarás en la cabeza
las manos por sobrecarga.

   Ningún bien podrás hacerme,
ni otra merced más segura,
que echar de tu rabia pura
el resto, por deshacerme
y por borrar mi figura.

   Que si la tuya en mí queda,
sólo es para aborrecerte;
en pisarte egtá mi suerte
y en que, traidor, mi alma pueda
irse do no pueda verte.

   En el corazón un brío
siento fuerte y caudaloso
contra ti, falso, engañoso,
que, en el mayor desvarío
mezclas el ser cauteloso.

   Cobrada tengo osadía
para vengar mis agravios.
Yo haré como te sean agrios
y que sientas mi acedía
con su dentera y resabios.

   Y aunque hay quien de mí los quita,
no hay quien te los quite a ti;
y si pensaste de mí
triunfar, no fue buena dita
la que aseguraste aquí.

   Ya me salí de tu reino
infame, caduco y vano,
por cogerte acá en lo llano
y fuera de tu gobierno,
donde me fuiste tirano.

   Gigante te me mostraste
en honra vana y honor;
¡afuera, afuera, traidor!;
que es tiempo que se contraste
un tan recebido error.




48.- Soneto a un hombre que cayó en la culpa

y se reduce a penitencia.


   Infeliz hora, desdichado punto,
tiempo sin tiempo, vida no, mas muerte,
cruel prisión, y la cadena fuerte,
hierros que me enlazaron en un punto.

   Parezco vivo, mas estoy difunto;
a un tiempo todo se acabó; mi suerte
desdicha fue, y plegue a Dios acierte
a recobrar lo que he perdido junto.

   Lágrimas, suspirar, amargo llanto,
gemir del corazón, cruel azote,
dolor profundo con intensa pena,

   desde agora será mi dulce canto,
con que, pagando el miserable escote,
pueda seguir mi dulce Filomena.




49.- Lira

En la profesión de alguna religiosa


   ¡O venturoso día,
en que la nueva esposa del Amado,
con obras de valía
claramente ha mostrado,
que el corazón de amor tiene abrasado!

   Entriego venturoso,
pues que de hoy más en Dios se ha transformado,
viviendo en el Esposo
un ser tan levantado,
que el corazón de amor tiene abrasado.

   Gozosa y dulce muerte,
pues con morir a todo lo criado,
os ha cabido en suerte
un Dios enamorado,
que el corazón de amor tiene abrasado.

   En él mora de asiento,
y dentro de aquel pecho enamorado
al suyo da sustento
con gozo muy sobrado,
que el corazón de amor tiene abrasado.




Nueva poesía, registrada en el proceso, fol. 302,r.

Arriba   Teniéndose en la memoria
a sí misma dibujada,
Silva, de amor encendida
y dél la pena aumentada,
alevosos desconciertos
a sus desaciertos llama,
y fieras puntas de acero
que el alma y corazón pasan.

   «¿Cómo, dice, ¡ay! enemiga,
enemiga aleve y falsa,
descuidos caber podrían
en quien muy de veras ama?
Y si en tí son los pequeños
traiciones no imaginadas,
díganlo aquellos favores
no dados con mano escasa
con que tan enriquecida
te tiene tu Bien el alma,
y por su amor sólo a El quiere,
y con él nada te falta».

   Y no pudiendo sufrir
la fuerza de su palabra,
se desampara; y, huyendo,
sin fuerza y desalentada
llegó ante aquella presencia
do está su gloria cifrada,
como a venturoso puerto
después de tempestad brava.

   Y viendo abierta la puerta
al lado del Real Alcázar,
dándola amor osadía
y prestándola sus alas,
voló hasta dentro del pecho;
y cual fénix, renovada
su vida fue ansí, muriendo
entre mil ardientes llamas.








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