miércoles, 28 de enero de 2015

JOSÉ ANTONIO BANDA [14.597] Poeta de México


José Antonio Banda 

(Coatzacoalcos, México  1982) Ha publicado los libros Cuaderno en ruinas (Plataforma, 2011) y Teoría de la desolación (Azafrán y Cinabrio, 2012). Juega basquetbol los domingos y corre cinco kilómetros de lunes a viernes, descansa los sábados porque los dedica al señor Baudelaire.




(Extraídos de Teoría de la desolación, Azafrán y Cinabrio: 2012)

POR TI, SÓLO POR TI

Por ti olvidan sus nombres los meses del año
El mar encuentra su rostro en los soles del trópico
Y el áureo sueño se encharca
en la espesura de los bosques nocturnos
Se agota la sombra al acercarse tu horizonte
Perla enamorada de su imagen
La aurora busca su horneado polen en tu bahía
Las somnolientas barcas tus muelles de talámica blancura
Y el selvático perfume de las olas el infinito sentido de tu cuerpo
Por ti naufraga el dolor de los mares
en la fluvial espuma de tus piernas
Tus atroces piernas arrecife
donde crece un árbol lleno de frutos
Única noche a la que fío mi descanso
Boca de hermoso lenguaje
Vocal de inaprensible cauda en el tiempo
Mis ojos crecen en tus ojos
Crecen hasta romper sus crisálidas
Hasta caer a tierra enloquecidos por tu aroma
Y mojar sus tiernas raíces en tus ríos
Por ti el silencio calla sus mentiras
Y los patios de apasionadas jacarandas se deshojan
Dime, ¿por qué has tardado tanto?
Las montañas hurtan lejanía
Los naranjos reverdecen catedrales
Y los ídolos de sangre ruegan
la gracia de tus astros
Mujer de estremecida carne
entre los dientes tiránicos del lecho
todo cambia por ti sólo por ti
en el solitario jardín de los días




HOGAR BAJO LA SOMBRA

A Efraín Bartolomé y Baudelio Camarillo


Han allanado la Casa del Poeta,
las estancias donde la luz aroma
el rostro que contempla el corazón del hombre.
Han apagado los cristales de la torre más alta,
las ofrendas consagradas al oro más pulido,
tenaz relámpago de sueños,
nuestra porción de eternidad
en esta noche amarga.
A lo lejos, a millones de pasos de distancia,
la ciudad se sumerge en un descanso íntimo;
no el Hogar del Poeta, no sus raíces delicadas,
hundidas en el pecho del valle;
no el ventanal de la Diosa que mira siempre al Sur,
el ventanal suspendido justo a mitad de la noche.
Un Ojo de Jaguar fue mancillado en el jardín del tiempo
y su rostro, el hachazo de la sombra,
los muros del hogar, el dolor de sus heridas,
la luz rota de la rota certidumbre,
ahogan sus horas en largas horas desoladas.
Han mancillado la Casa del Poeta
y las ventanas al alba se inflaman de lejanía
y los minutos caen al suelo cada vez más hondo
y el silencio del mundo se extiende cada vez más alto
y la noche de los nombres delira cada vez más noche.





ESCRITO DETRÁS DE UNA POSTAL DESOLADA

Me invade un temor de venenoso grito amarillo
Una palabra de larga y frondosa cabellera
Una mirada de angustioso llanto nocturno.
Es de noche.
Un gato cruza la oculta caligrafía
del paisaje nocturno.
En la esquina la ámbar claridad
acalla el lenguaje de las horas.
El insomnio dicta mis pensamientos,
el agua en las fuentes se quiebra:
una estrella cintila en los charcos.
Camino entre altas campanadas de terciopelo fúnebre
entre huellas de pájaros desconocidos
entre los muros de fieltro
de iglesias abandonadas.
No distingo la verdad de la mentira
la lejanía de los mares.
El cielo llueve a pedazos
arrastrado por autobuses nocturnos.
La mirada no agota la penumbra.






UN DÍA CUALQUIERA, COMO SIEMPRE

Un día me levantaré, como siempre, y frente a la puerta me preguntaré para qué todo esto: para qué dejar mi frente bajo la mirilla de la puerta y hacer vacilar las sílabas, para qué las puertas al campo, para qué la poesía.

Por la mañana habré de despertar, como siempre, y estarán sobre la mesa el vaso de leche, el pan tostado, la mermelada y un par de ojeras en el cuchillo. Por la tarde el desamparo lluvioso al salir de la oficina me hará esperar impaciente, torpe e inaudible. Por la noche, como siempre, no podré sostener mi cuerpo y mi boca estará seca de tanto callar.

Ya en la madrugada tendré sueños mezquinos, nidos de pájaros salvajes, ladridos de perros que despertarán a los vecinos, nunca a mí.

Un día me levantaré, como siempre, y miraré mis brazos antes de abrir la puerta y nada habrá entonces.




NIEBLA ENTRE RUINAS

La niebla camina sobre las ruinas
de lo que he perdido
Esos ojos esa noche ese sueño
Ese nombre impronunciable
entre los dientes del silencio íntimo
Ese querer decir sin abrir los párpados
las sombras del espejo
Ese lugar donde se quiebra el horizonte


            No sé si he comprendido
la terrible vastedad de las olas
Invento el silencio o la noche
las dulces campanadas o la lluvia
Ese instante inocente
Ese canto al mundo o a la nada
Ese rumor de vidrios quebrándose

La niebla cárdena me impide hablar
decir las cosas con soltura
intentar el poema o el insomnio
la quebrada lejanía del paisaje
Este pensar a solas tan a solas
en habitaciones alquiladas al olvido

Una estrella hunde sus raíces
en el golfo de México
El mar golpea la quietud de los muelles
Esos ojos esa noche
Esa línea de la mano que adivino
tan recta en los sueños
Esa hora condenada a la muerte
Esas ruinas de la memoria
que la niebla poco a poco descubre.




BALADA DE LO QUE SE PIERDE

Se me pierden los sueños
La ventana que es laguna
La promesa que es tu nombre

Los cielos se llenan de pájaros
Los perros buscan sus ladridos en la sombra
La soledad resbala por las horas como la niebla
por el espigado talle del silencio

Quisiera pedir la vuelta de tus meses
La vuelta de tus lunas
Hay manifiestos en busca de tus letras
Hay letras en busca de tus sílabas

Sigo los ríos a la orilla de los vientos
Y tus huellas se me pierden en la noche
En mis ojos anidan campanadas fúnebres
Y el silencio se llena del silencio de antaño

Andan en tu busca las cicatrices del tiempo
del tiempo decididamente anárquico
Las farolas callan en las plazas
Y el cielo se cubre de pájaros

Es inútil mirar en otros ojos tus ojos
Inútil el delicado sabor de las preguntas
Inútil buscar en los astros tus astros del futuro
El corazón cierra sus párpados
Y las nubes dan campanadas en las sombras

En vano las palabras callan los secretos
Inundan los copos de la mar los cielos de la noche
En los ojos anidan campanadas fúnebres

Se me pierden tus horas en los claros
Se me pierden los sueños
Esa ventana que es laguna al caer la noche
La puerta de los campos está sola

Se fueron tus andenes a otros puertos
Tus ojos a otros párpados
Tus caricias a otras palmas
Tus caminos no perfuman las oraciones
de los himnos
Y el dolor resbala por las horas como la resina
por el desgarrado talle de estos versos.   





HABITACIÓN QUE SE RAMIFICA EN EL ABANDONO   

                                   Estamos solos
en una habitación sin ventanas,
solos como las lascas de los días,
solos como la niebla
que arrasa las calles  
con su hedor oceánico. 

Habitamos entre ruinas.
Un vidrio roto es nuestra mirada.
Un vidrio sucio, abandonado
en la dudosa luz de los cementerios.

Siempre buscamos una salida indefinida.
Hablar, hablar apenas
o mirar el horizonte hueco
o escuchar el lamento o ladrido
de los perros nocturnos,
rasgar la herida de los sauces,
hundir los ojos
en el oscuro epitafio de las horas.  

No hay salida posible de este valle.




DESGRACIA, SÓLO DESGRACIA

Como una paloma en su madriguera
o como una rata herida al fondo del jardín
o como las calurosas lluvias del verano,
una sensación de pérdida aroma
mi habitación lacerada.

Todo se vuelve amarillo,
no puedo escapar hacia los parques,
huír
del fúnebre silencio de las horas.
No hay descanso
en esta noche cóncava.

Ah, lo que el corazón no puede ocultar
en el silencio de los ojos,
en la herrada dicha
de un ancho atardecer.





DECLARACIÓN DE ORFANDAD

Grande y dorado, amigos, es el odio
Eduardo Lizalde



Yo odio profundamente la ciudad donde crecí
porque no me dio a beber de su limpísimo néctar
porque no inoculó en mis ojos el frío polen
del verdadero odio
porque gesticulo tontamente
frente al espejo diario
de la soledad de sus calles.

La ciudad grita en mi oído
me deja sordo
sabe todo lo que no podré ser
conoce todo lo que he perdido
bajo su taciturna sombra de rigor.

No puedo evitar su presencia
al rasurar los bulevares con mis huellas:
una palabra de sus manos
arroja mi sangre al matadero.




AHORA PUEDO PRESCINDIR DE TODO

Murió aquella voz, habitante del vuelo de las aves, y el frío de Octubre dice que todo se ha perdido: el dulce aroma de las plazas será uno más entre nosotros. Hay una sensación amarga en la punta de la lengua como una palabra cualquiera cuando la digo.

Este otoño bien puede ser sustituible, pero ahora mismo no sé dónde coger otra estación benéfica a los ojos. La multitud de la calle, por ejemplo, no saciará su sed con mi silencio y buscará alimentarse de mi olvido y volverán entonces los recuerdos: la boca fresca de la lámpara de noche, la lluvia golpeando furiosa los chopos y los cristales de la ventana, la fotografía hecha ceniza al fondo de los días y el viento de la calle a la deriva como un pez en el océano.

La ruina aparca en las calles y en los dedos rasgados por el callado oficio de los muros. No importa que lleve una oración en el bolsillo, las campanas dejaron de doblar hace tiempo. Ninguna petición es escuchada.





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