viernes, 3 de octubre de 2014

VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA [13.552]


Vicente Antonio García de la Huerta

Vicente Antonio García de la Huerta (* Zafra, provincia de Badajoz, España, 19 de marzo de 1734 - † Madrid, España, 12 de marzo de 1787) fue un poeta y dramaturgo español, hermano del sacerdote y también escritor Pedro García de la Huerta.

En Madrid, pronto llamó la atención por su arrogancia y su belleza y al final de su vida dirigió la Biblioteca Nacional, pero lo despidieron porque sus enemigos levantaron sospechas sobre él. La publicación de su colección de piezas de teatro del Siglo de Oro Theatro Hespañol (sic)(1785-1786) le supuso severas críticas por parte de los que entendieron exclusiones tan arbitrarias como la de Lope de Vega, su creador, y afectaron a su raciocinio. Murió en Madrid, sin llevar a cabo su afán de reavivar el drama nacional. Su Agamemnon vengado proviene de Sófocles, traducido de Voltaire, y su Raquel es neoclásica en cuanto a formato, aunque no en contenido.

Su niñez transcurrió en Zamora; inició sus estudios en la Universidad de Salamanca, en ¿1747?. En 1757 se instaló en Madrid como archivero del Duque de Alba; este le consiguió además el puesto de oficial primero de la Real Biblioteca. Se casó con Gertrudis Carrera y Larrea. Bajo la protección del duque de Alba, ingresó en las tres academias: Academia Española de la Lengua, de la Historia y en la de Artes de San Fernando. Con motivo de la entrada en Madrid de Carlos III, le encomendaron la redacción de los epitafios e inscripciones de los arcos triunfales. Después del Motín de Madrid de 1766, conocido también como Motín de Esquilache, huyó a París donde fue espiado por miembros de la embajada española y su correspondencia interceptada. En París estuvo desde la primavera de 1766. Y al volver a España fue sospechoso de actuar contra el gobierno y fue desterrado al Peñón de Vélez de la Gomera, aunque le fue conmutado el destierro por otro en Granada. Resentido por ese ostracismo, regresa a Madrid en 1777, pero el ambiente literario y social de la corte estaba muy cambiado. Sin embargo pudo ver representada su obra más conocida, la tragedia Raquel, considerada por algunos como la mejor muestra de tragedia neoclásica española.

Por otra parte, editó una antología del teatro clásico español barroco en 16 volúmenes, Theatro Hespañol (sic) (1785-1786), en la cual no incluyó la obra de Lope de Vega, fundador de ese teatro, y de todos sus discípulos, Tirso de Molina, Juan Ruiz de Alarcón, Guillén de Castro, Antonio Mira de Amescua, Luis Vélez de Guevara y Juan Pérez de Montalbán, mientras que privilegia, coincidiendo con el gusto popular, a Pedro Calderón de la Barca y a toda su escuela. Dicha exclusión al igual que la actitud despreciativa hacia Cervantes, a quien motejó de envidioso, supuso al autor que los diez últimos años de su vida fueran amargados por polémicas con otros escritores: Tomás de Iriarte (una décima y un epitafio), Samaniego (Continuación a las memorias críticas de Cosme Damián), Juan Pablo Forner (Reflexiones sobre la lección crítica, Fe de erratas al prólogo del Theatro Hespañol y soneto El ídolo del vulgo), Leandro Fernández de Moratín con su poema de épica burlesca Huerteida e incluso Melchor Gaspar de Jovellanos, que llegó a escribir la Relación del caballero Antioro de Arcadia, una sátira contra él. El poeta reaccionó de manera típicamente airada y orgullosa, contra Samaniego y Forner sobre todo.

Su poesía está recogida fundamentalmente en dos publicaciones: Obras poéticas, en dos tomos (1778-1779) y Poesías (Segunda edición aumentada, 1786). Es autor, también, de varios poemas que se publicaron sueltos, como el Endimión (1755). La calidad de su obra poética ha sido reivindicada recientemente por el crítico Miguel-Angel Lama. Escribió también una Biblioteca Militar Española (1760 y reeditada en 2001 visible en librosalcana.com).

Obras dramáticas menores

Tres tragedias y una comedia pastoril forman la totalidad de la obra dramática conservada de Vicente García de la Huerta. La comedia pastoril Lisi desdeñosa, aún inédita, fue descubierta por Juan Antonio Ríos Carratalá.

Las tragedias que ascenan y forman la parte más importante de la producción dramática de Huerta. Raquel fue publicada por vez primera en el tomo I de las Obras poéticas de 1778, y Agamenón vengado en el tomo II de esa misma colección en 1779. La fe triunfante del amor y cetro» apareció suelta, precedida de un prólogo de su autor, en Madrid, el año 1784.

La fe triunfante del amor y cetro o Xaira es simplemente mencionada por la crítica como la traducción de Zaïre (1732) de Voltaire, pero Huerta, como él mismo apunta en el prólogo a su edición, reelabora una traducción anterior publicada anónima en Barcelona y reimpresa en esa misma ciudad en 1782.

Agamenón vengado es una reelaboración de la versión de la Electra de Sófocles realizada en el siglo XVI por Fernán Pérez de Oliva con el título de La venganza de Agamenón. Huerta conoció el original de Pérez de Oliva incluido por José López Sedano en el tomo sexto de su Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos (Madrid: Sancha, 1772).

Raquel

En el año 1778 se sitúa el estreno en Madrid de Raquel. Su composición puede ser anterior, quizá en 1776, y se representó durante el exilio del autor en Orán. Es la primera de las tragedias salidas de la pluma de Vicente García de la Huerta. Aparece en el momento de consolidación de la tragedia neoclásica española como género. Es una de las obras que contribuye decisivamente a esa consolidación. En la capital de España, Raquel obtuvo un éxito absoluto, se escenificó en el Teatro del Príncipe durante cinco días. Fue un texto de gran aceptación, como lo prueba el hecho de que poco antes de imprimirse ya circulasen muchas copias manuscritas de ella.

La obra relata los amores del rey Alfonso VIII con una judía de Toledo, Raquel, famosa por su hermosura y por su ambición de poder, que provocan el desorden político y, consiguientemente, el disgusto y malestar de todos por la pérdida de autoridad del monarca. Asistimos a la sublevación popular ante el catastrófico estado en que se ve sumido el reino. Los nobles y el pueblo se unen en contra de Raquel y en defensa de su soberano. El final se resuelve con la muerte de la hermosa judía durante la ausencia del rey a manos de su consejero Rubén, consejero que es ajusticiado por el monarca cuando se produce su regreso a la corte.

Se escenifica en Raquel una historia que había tenido ya amplio tratamiento en el teatro español precedente desde Lope de Vega, en su obra Las paces de los reyes y judía de Toledo, de 1617. El asunto fue retomado por Antonio Mira de Amescua en su obra La desgraciada Raquel (1625); por Juan Bautista Diamante en La judía de Toledo, publicada en 1667 (según algunos críticos, esta obra no es sino la pieza de Mira de Amescua, cambiada de título, que sufre unas correcciones debidas a la censura y que fue indebidamente atribuida en la impresión a un autor incorrecto); por Pedro Francisco Lanini Sagrado en El rey don Alfonso el Bueno (1675), y en La batalla de las Navas y rey don Alfonso el Bueno (1675). Vicente García de la Huerta toma en particular consideración el texto atribuido a Juan Bautista Diamante, muy representado en la última parte del siglo XVII y durante todo el XVIII, especialmente en su primera mitad, y el poema de Luis Ulloa de Pereira titulado Raquel, para componer su propia creación. Otorga un carácter político a su tragedia, al ponerla en relación con los sucesos acaecidos en marzo de 1766, con el motín de Esquilache.

Los principios básicos defendidos en las poéticas y preceptivas neoclásicas son escrupulosamente respetados. Así, la norma de las unidades, lugar, tiempo y acción.





  Redondillas
  A Lisi esquiva*

Si pretendes por despojos,
Lisi, los alientos míos,
¿qué has menester de desvíos,
cuando te sobran tus ojos?

Si con mi muerte, mi bien,
esperas tu libertad,
mátame con tu beldad,
pero no con tu desdén.

Pues será doble rigor,
cuando en tu mano lo tienes,
que me mates a desdenes,
pudiendo morir de amor.

Y nadie podrá ofenderte,
si lo hicieres con tal arte,
porque yo, por disculparte,
me achacaré a mí mi muerte.

Y aún te será más blasón
oír que tu amante Fabio
ha muerto, no de tu agravio,
sí sólo de su pasión.

Que se hace agravio a tu pura
y poderosa belleza
en que usurpe la fiereza
su poder a la hermosura.

Deja que mi amante fe
me mate, pues de esta suerte
tú consigues darme muerte
y yo lo agradeceré.

Pues logras de esta manera
que a tu beldad peregrina
la idolatren por divina
y no la infamen por fiera.

Sea lícito a mi tristeza
saber que, en lance tan fuerte,
los que celebren mi muerte
celebrarán tu belleza.

Y mis penas lastimosas
harán, cuando más no puedan,
que tu hermosura concedan
hasta las más envidiosas.

Y será doble rigor,
cuando en tu mano lo tienes,
que me mates a desdenes,
pudiendo morir de amor.


*   También intitulado Sentimientos tiernos contra los desdenes de Lisi.

Los párrafos en CURSIVA se omiten en el manuscrito, aunque aparecen en la ediciones impresas.




  Soneto
  Amor constante*

Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas;

antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidias al merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;

antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera,

y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera,
cuanto menos que falte el amor mío.

*   También intitulado Explicación de la firmeza del verdadero amor.



  El loco de Chinchilla.
Fábula a la moda, esto es, insulsa y fría

Andaba en Chinchilla un loco
con la bellaca manía
de dar de palos a cuantos
topaba por su desdicha.

No hubo quien se libertase
de su locura maldita:
al que no descalabraba
magullaba las costillas.

Y fuese compasión,
fuese por majadería,
ninguno entre tantos quiso
querellarse a la Justicia.

Ni ella pensó en recogerle,
por estar la policía
algo atrasada en el tiempo
de que se cuenta esta hablilla.

Hasta que uno de Albacete,
murciano en la mala tripa,
manchego en lo mal sufrido,
a Chinchilla subió un día.

Atísbale el loco, llega
a hablarle y por bienvenida
le da tal palo en la chota
que a ir sin montera le birla.

El de Albacete, mohíno
de la ruin burla, le quita
el palo y con él le toma
la más horrenda paliza,

moliéndole de manera
entre nuca y rabadilla,
que, a no acudir gente, allí
acaba el loco sus días.

Escápase en fin, y temiendo
hallarle tras cada esquina,
iba corriendo y gritando:
«¡Otro loco anda en Chinchilla!».

De aquí procedió el refrán,
y de aquí la medicina,
de aquel loco. ¡Cuántos uno
de Albacete necesitan!

Cada cual el cuento aplique
a su caso y se corrija,
o hallará uno de Albacete
cuando menos lo imagina.

A muchos parecerá
insulsa la fabulilla,
mas ¿qué falta es ésta en tiempo
en que tanta insulsez priva?

Las palabras en AZUL son las divergencias entre el manuscrito y las versiones impresas, por suponer un cambio o texto omitido en la versión impresa. Como modelo de versión impresa seguimos el texto en la red de cervantesvirtual.com.






El pedo exterminador Caga-Siete.
Fábula medio verdad y medio mentira

Del traductor de la Xaira,
heridos de la advertencia,
murmuraban en un corro
siete sabios de la legua.

Cada cual se iba apropiando
una de sus indirectas
muy pagado de no estar
comprehendido en todas ellas.

Clamaba un versiblanquista
contra el traductor poeta,
amenazándole hacer
pepitoria de sus piezas.

Otro prosador pedante
ponderaba en larga arenga
de todos los prosadores
la atroz e inaudita ofensa.

Un anti-epigramatista
de musa baja y ratera
en mil críticas pueriles
fulmina mil anatemas.

De un traductor insulso
resonaban las querellas
concitando en su venganza
la turba traduccionera.

Gritando un sectario triste,
de la frígida francesa:
«Juro hacer con la Raquel,
por ser judía una hoguera».

Habló un sátiro que tiene
de tal catadura señas
y dijo, medio rumiando,
«él me llevará otra vuelta,

que para eso tengo yo
cosecha de desvergüenzas,
y, aunque no letras, barberos
que desde Aragón afeitan».

Y del malvado Linguet
otro pesoró en defensa
inspirado del furor
de cierta sibila renca.

Aparécese a este punto
Huerta y sin que lo advirtieran
tan embebecida estaba
la mentecata asamblea.

Arrímase poco a poco,
y cuando estaba más cerca,
con horror de los malsines,
un tronante pedo suelta.

Aturdidos del estruendo
vuelven todos las cabezas
y al verle más aturdidos
se escabullen y dispersan.

Hácese público el caso
y todo el mundo celebra
del pedo dispertador
la ridícula historieta.

De suerte que aún los muchachos
gritan cuando a alguno encuentran:
«Allá va uno de los siete
en que se ha cagado Huerta».

Semejantes casos pasan
a necios de malas lenguas,
y al que ladra por detrás
que le caguen o le pean.

Las palabras en azul son las divergencias entre el manuscrito y las versiones impresas, por suponer un cambio o texto omitido en la versión impresa. Como modelo de versión impresa seguimos el texto en la red de cervantesvirtual.com.




  Soneto
  Amor constante*

Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas;

antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidias al merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;

antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera,

y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera,
cuanto menos que falte el amor mío.


*   También intitulado Explicación de la firmeza del verdadero amor.





  I

  Hizán y Daraja *

Por cabo de cien jinetes,
el noble Gutierre marcha
sobre el campo de Gumiel
desde la fuerza de Aranda.

El más valiente caudillo,
de cuantos ve la campaña
desde el Duero al claro Tormes,
desde el Pisuerga al Adaja.

Monta una manchada yegua,
que riberas del Riaza
nació a ser exhalación
y asombro de las comarcas.

Lleva pendiente del hombro
una berberisca adarga,
a Celín ganada, jeque
de Medina y Almenara.

En la vigorosa diestra,
defensa ya de su patria,
rige el animoso joven
un recio roble por asta.

Una ancha cuchilla ciñe
en mil reencuentros probada,
contra las vidas alarbes
fatal segur de la parca.

Sale, pues, tan orgullosa
la juventud castellana,
que a mirar su bizarría
suspende el Duero sus aguas.

Los generosos caballos
marcial música compasan
al son del hierro que imprimen,
y al son del hierro que tascan.

Ya descubren de Gumiel
las ardientes atalayas,
y en los cultivados campos
las adultas mieses talan.

Sintiendo el rebato Hizán,
presuroso se levanta
a los brazos de la muerte
de los brazos de Daraja.

Daraja, deidad morisca,
de cuyo amor a las aras
seis años fueron de Hizán
servicios ofrendas vanas.

Al primer paso tropieza,
y requiriendo las armas,
herida la diestra mano,
con sangre el estrado mancha.

Túrbase la bella mora
con señales tan infaustas,
y de tan tristes acasos
tristes vaticinios saca.

Enmudécela el dolor;
pero una sola mirada
dijo de una vez más cosas
que dijeran mil palabras.

Cadenas hace sus brazos,
que el cuello de Hizán enlazan,
y de sus lágrimas tiernas
segundas cadenas labra.

Mas, viendo el valiente moro
que hace ya en el campo falta,
sus lágrimas reprimiendo,
así, al despedirse, la habla:

«No temas, Daraja bella,
que a los enemigos salga,
que a quien venció tus desdenes
no habrá que resista nada».

Salió al campo; y don Gutierre
al encuentro se adelanta,
y de los demás seguido,
la sangrienta lid se traba.


*   También intitulado Romances imitación de don Luis de Góngora.


  II

  La muerte de Hizán*

El africano alarido
y el ronco son de las armas
en los valles de Gumiel
eran saludos del alba,

que a ser testigo salía
de las victorias que alcanzan
contra las infieles lunas
las cuchillas castellanas.

Cuando el valeroso Hizán
sobre una fogosa alfana,
regalo de Hacén, alcaide
de Font-Hacén y la Adrada;

desnudo el nervioso brazo
y el albornoz a la espalda,
esgrime la muerte en una
tunecina cimitarra.

Crece la sangrienta lid,
y el suelo de sangre empapan
las azagayas moriscas
y las españolas lanzas.

Bórdase el campo a colores,
que antes fue todo escarlata,
de turbantes y almaizares,
de aljaiduces y almalafas.

Los golpes de las cuchillas,
cuando hieren o reparan,
el vecino monte atruenan
y el turbado ambiente inflaman.

Anima Hizán a los suyos
con su ejemplo y sus palabras,
y el valiente don Gutierre,
cuanto Hizán anima, mata.

Y cada español presume
que él solo por sí bastara
a derribar de Gumiel
las enemigas murallas;

y a coronar por sí solo,
según fía de su espada,
de cabezas berberiscas
las almenas de su patria.

Ni el número superior
sus alientos acobarda,
que a contrarrestar a muchos
pocos con justicia bastan.

llena de horror a este tiempo
la bellísima Daraja
con sus pensamientos tristes
también dudosa batalla.

Deja el ya enfadoso lecho,
y a una torre de su casa
más que el tierno amor la guía,
el duro temor la arrastra.

Descubre el sangriento campo,
y las haces mahometanas,
más que vencidas, deshechas,
dan a la fuga las plantas.

Descubre al gallardo Hizán,
que él solo la lid restaura,
y cuanto con ignominia
sus soldados desamparan.

Y en lágrimas y suspiros
abre salida a sus ansias;
unos, cual su amor, ardientes,
otras, cual su pena, amargas.

El corazón en el pecho
con tanta zozobra salta,
que parece pronostica
las desdichas que le aguardan.

Al tiempo que don Gutierre
entre todos se señala
y por largo trecho siembra
de víctimas la campaña.

Viendo ya que la victoria
orlar sus sienes prepara,
y que sólo Hizán sustenta
la ya perdida batalla;

por entre los enemigos
cual rayo ardiente se lanza,
y todo cuanto resiste
lo atropella y desbarata.

Huye el rigor de su brazo
la berberisca canalla,
y el que no huye de su vista
es que el temor le embaraza.

Entonces, el bravo Hizán,
con furia desesperada,
al ver cómo don Gutierre
tan reciamente le carga,

feroz le sale al encuentro,
mas con suerte tan escasa,
que, antes de sentir el golpe,
grabó en el suelo la estampa.

En el animoso pecho
abrió el hierro puerta franca,
y tan capaz como acaso
la abrió la envidia en el alma.

Las rotas calientes venas
purpúreos raudales manan,
que segunda vez tiñeron
las rojas flores de grana.

Al espectáculo triste
un mortal desmayo embarga
de la amante mora bella
las más envidiables gracias.

Y tanto el dolor creció
que, no cabiendo su extraña
pasión en todo su pecho,
la ahogaron sus mismas ansias.

Murió pues, dejando ejemplo
que de amor la fuerza blanda
en el pecho más esquivo
más profundamente labra.

Y los fuertes castellanos,
gloriosos de su jornada
y ricos de gozo, vuelven
a ver los muros de Aranda.

Vicente García de la Huerta

*   Segunda parte del también intitulado Romances imitación de don Luis de Góngora.





  Soneto
  La desconfianza*

¿Qué es esto, amante corazón rendido?
¿De qué te sirve tan dichoso estado,
si tus penas parece se han doblado
de que empezaste a ser favorecido?

La imagen horrorosa del olvido
turba mi gloria y crece mi cuidado,
y aun al alma, confieso, ha penetrado,
no celos, un recelo mal nacido.

¡Ay, Lisi mía, en qué mortal quebranto
despedazado el corazón me siento,
de un temor a la rústica violencia!

Y si sólo un temor me aflige tanto,
cuánto será bien mío mi tormento,
si a ser este temor llega evidencia.

Vicente García de la Huerta

* También intitulado Temores justos y continuos de un amante desconfiado de su mérito.




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